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Tuesday, December 13, 2016

Fin del libre comercio mundial





“DURANTE LOS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS HEMOS SIDO TESTIGOS DE UNA TRANSFORMACIÓN A NIVEL MUNDIAL QUE ALGUIEN HA CARACTERIZADO DE PROPORCIONES BÍBLICAS, SIN EMBARGO, HEMOS VISTO TAMBIÉN "LA CREATIVA DESTRUCCIÓN DE LOS MERCADOS" CUANDO NO RESPETAN EL MANDO DE LA LIBERTAD.”



"El reto de los gobiernos ante los mercados es no solo la seguridad de los derechos de propiedad, el cumplimiento de los contratos y mantener el orden civil. Sino manejar su creativa destrucción para que el capitalismo no sea destruido por razones políticas."

                            Joseph Shumpeter

RICARDO VALENZUELA Noviembre 2008
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Durante los últimos veinte años hemos sido testigos de una transformación a nivel mundial que alguien ha caracterizado de proporciones bíblicas. Hemos visto ciudadanos hartos, oprimidos y humillados el derribar muros y fronteras que por décadas habían atentado contra la dignidad y la libertad de los seres humanos. Hemos visto caer dictaduras, la ejecución de tiranos. Pero sobre todo, hemos visto el desarrollarse una nueva era económica caracterizada por la cibernética, la liberación de las economías y el eje de esta transformación, la liberación del comercio mundial.

Hemos visto también "la creativa destrucción de los mercados" cuando no respetan el mando de la libertad.


México durante los últimos cien años, ha sido víctima de una serie de mediadas gubernamentales que de una forma cruel han retrasado su desarrollo y participación en la economía mundial, pero sobre todo, han condenado a nuestros ciudadanos a vivir en una miseria que cada día se manifiesta con más intensidad, en todas las regiones del país, en todos los segmentos, en todas las clases sociales, a excepción de los "mexicanos favorecidos de los Dioses," que en estos momentos se desviven en sus esfuerzos para mantener el status quo que ha privado durante toda nuestra historia.

México en la lista de economías liberadas, continúa ocupando el lugar #68 a nivel mundial.

Nuestro país ha estado sujeto a la furia revolucionaria del estatismo, el mercantilismo, populismo, el proteccionismo, nacionalismo revolucionario, el agrarismo, sindicalismo etc., que lo han estancado y han hecho que el siglo que está por fenecer, se le considere como el siglo perdido para los mexicanos. El Estado para poder ejecutar los mandatos de nuestros revolucionarios líderes, ha tenido que dar vida a una serie de abortos burocráticos que solo se han convertido en una cueva de corrupción y complicidad, y sobre todo, refugio de nuestros "tocólogos." Esta forma de manejo del gobierno mexicano ha dado vida a una especialidad profesional, el lidiar con las dependencias gubernamentales. Hay infinidad grandes empresas en México con sus divisiones de "negocios oficiales."

Para los mexicanos que hemos nacido y vivido en la región fronteriza con los EU, una de las experiencias más dramáticas ha sido el ver en acción uno de estos abortos revolucionarios; "la gloriosa aduana mexicana." Desde que yo tengo uso de razón, tengo también memorias de los viajes a la frontera de Nogales para adquirir una serie de artículos de mucha mejor calidad, y obviamente a mejores precios de los regidos en México. Tengo también los recuerdos desde mi abuelo preparándose para el enfrentamiento con esa corrupta dependencia. En los años 60s entre las ciudades de Hermosillo y Nogales, se localizaban cuatro puntos de revisión aduanal. Mi abuelo solía poner un billete de 100 pesos en cada uno de los bolsillos de su pantalón---delanteros y traseros----para ese emocionante enfrentamiento en el que siempre lograba su propósito---pasar con todo.

Años después, ya como estudiante de la facultad de economía y administración del Tecnológico de Monterrey, en una ocasión discutíamos comercio internacional. Con cierto desprecio los estudiantes de los estados fronterizos tocamos el tema del contrabando. El gran maestro Gergio Berni al darse cuenta de tal actitud súbitamente afirma: "el contrabando es simplemente una respuesta del mercado a las regulaciones estúpidas de los gobiernos." "¿Que tiene de amoral o falto de ética el simplemente querer productos de mejor calidad y a mejor precio que los ofertados en nuestro país?" La competencia es la que hace que las industrias de los países se hagan eficientes y productivas. Por otra parte, el proteccionismo es lo que hace a esas mismas empresas miopes, conformistas, holgazanas, pero lo más importante, perjudica seriamente al consumidor al no permitirle acceso a esos mejores productos y más baratos.

Hace algunos años en una plática con el maestro Al Laffer, le pedí me describiera el concepto que él tenía del libre comercio y sobre todo sus bondades. El maestro pensó por unos instantes y me dice: "Te lo voy a explicar con un ejemplo. Imagina que Japón inventa una medicina para curar el cáncer. Desaparece el cáncer de Japón. De inmediato los japoneses inician la venta de su nuevo medicamento en los EU, desaparece el cáncer de este país. Los americanos inventamos una vacuna para prevenir los ataques del corazón y desaparecen los ataques cardiacos del panorama americano. Nos disponemos a iniciar la venta de nuestra milagrosa vacuna en Japón, cuando se nos notifica que las autoridades japonesas no nos permitirán el comercializar nuestro producto en su país. ¿Que vamos hacer? ¿Suspender las ventas del medicamento japonés en los EU como medida de contraataque? Por supuesto que no, si los japoneses se quieren morir de ataques del corazón, su problema."

"Mientras los japoneses nos invadan con productos de mejor calidad y más baratos que los nuestros, Bienvenidos. Si ellos no quieren comprar nuestros productos de mejor calidad y más baratos que los que ellos producen, problema de ellos. Seguirán siendo un país rico con ciudadanos que viven como pobres."

Por supuesto que en este escenario habría que considerar la respuesta del mercado; de inmediato se iniciaría una serie de acciones tendientes a resolver el problema de salud de los japoneses ej.; una serie de viajes de ciudadanos japoneses a los EU con el propósito de adquirir la mágica medicina. Una serie de viajes de ciudadanos americanos a Japón con el propósito de llevar en algún recóndito rincón de su equipaje, el elixir de la vida para comercializarlo en aquel país con una módica ganancia. Una serie de centros de salud en las islas cercanas a Japón para tratamientos especiales. En tanto los sufridos ciudadanos japoneses estarían pagando el doble por su medicamento.

Nuestros sabios burócratas tienen que entender que, mientras en los EU se pueda conseguir productos más baratos y de mejor calidad de los que hay en México, pueden erigir una valla como la que los responsables de emigración de los EU han construido para detener el flujo de trabajadores mexicanos, podrán acampar todas las tropas del ejército mexicano en la frontera, inclusive traerse la guerrilla de Chiapas a la frontera, el mercado siempre encontrará una salida.

Señores sabios de la política, por más agentes aduanales de los de Paco Calderón que habiliten, el mercado siempre encontrará la salida. Sin embargo, todo este concepto de ganar-ganar que representa el comercio mundial, estará en un grave peligro ante la posible presidencia de Obama en los EU quien pretende regresar el mundo al mercantilismo de los años 70.

Tuesday, December 6, 2016

¿Fin del libre comercio internacional?



“SI NO HEMOS ENTENDIDO QUE EL LIBRE COMERCIO NO ES PRO-TRABAJADORES, PRO-EMPRESARIOS, SINO PRO- CONSUMIDORES, ESTAREMOS REGRESANDO A LA ERA DE LA OSCURIDAD QUE ABATIÓ AL MUNDO EL PRIMER MILENIO.”


RICARDO VALENZUELA
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“Lo único más grande que lo infinito del universo es la estupidez humana,” afirmaba la mente más brillante que el mundo haya conocido: Albert Einstein.

Frente a la debacle del Imperio Romano, la humanidad iniciaba una caída hacia un abismo de barbarie, guerra, hambruna definiendo esa época de la historia como la “era de la oscuridad.” A finales del primer milenio se logró dar por terminada esa barbarie cuando, proclamado por el Papa, el mundo abrazara el documento conocido como La Paz de Dios.



El segundo milenio se pudiera describir como una inmutable fotografía sin nuevos matices durante los siguientes 800 años. La agricultura, el feudalismo, el mercantilismo serían las identificaciones del nuevo mundo, lo que provocaba el ingreso per cápita de Europa permaneciera estático durante casi mil años. Los países que acumularan mayores cantidades de oro, eran los “mas prósperos.” Sin embargo, luego se darían cuenta que, al dejar al resto sin el preciado metal, sus mercados se les agotaban.

Pero el liberalismo parido en Escocia a finales del Siglo XVI, le daba vida a la Revolución Industrial la que, durante el siglo XIX, catapultara el ingreso de los ingleses en casi 1000% en menos de cien años. La ruta hacia la riqueza de las naciones quedaba claramente dibujada y los pinceles definían mercados libres, gobiernos limitados y, en especial, el comercio entre las naciones. 

El mundo navegaría esa ruta durante el siglo XIX y la primera parte del siglo XX. Pero como lo afirmara Jefferson: “En la medida que los gobiernos se expanden las libertades se encogen.” La Revolución Industrial había producido, en cien años, más progreso que en los 2,000 anteriores y, como es natural, los generadores de esa nueva prosperidad, el moderno empresario, acumulaban fortunas que los reyes jamás hubieran soñado. Emergía entonces con devastadora fuerza lo que Jefferson pretendiera evitar al fundar una República Comercial, el más bajo de los sentimientos humanos; la envidia.

Al mismo ritmo que la envidia crecía, lo hacía el odio hacia esos nuevos magnates que le daban al mundo el automóvil, el ferrocarril, la medicina moderna, los buques de vapor y, sorpresa, crecían también las intrusiones de los gobiernos invadiendo los más profundos rincones de la sociedad. Ante el abordaje de la nave de los modernos piratas con licencia para despojar, los gobiernos, nacía ahora una diabólica sociedad entre gobierno y el hombre sin escrúpulos cuyo retorno se convertía en el cáncer de las economías, el empresario estatista.

Al finalizar la primera guerra mundial y la administración del “Chico Abusón,” TeddyRoosevelt, el mundo había perdido gran parte de su libertad y los mercados se encontraban infectados con el virus que casi los destruyen; el intervencionismo. El primer tumor letal que producía la enfermedad era el FED.

Hacia 1920, los EU sepultaban las ideas de Adam Smith tendiendo fortalezas proteccionistas para sus industrias en contra de la competencia extranjera. En 1930 el Congreso firmaba la sentencia con la aprobación de la ley Smoot-Hawley para asentar un devastador golpe a la economía mundial, dando por terminada la era del libre comercio internacional. 

El resultado del potaje sería La Gran Depresión sepultando al mundo hasta que, con los esteroides de la Segunda Guerra mundial, asomaba la cabeza de los nuevos retoños apadrinados por otro Roosevelt: Un mundo aprisionado por The New Deal a merced de los gobiernos intrusos. Otro dominado por el comunismo destinado a la muerte desde su nacimiento. Y el tercer mundo paralizado no sólo por la envidia, por la estupidez humana del nacionalismo y su sustitución de importaciones. En medio de tal manicomiosobrevivía sangrante el comercio mundial.

Pero después de seis décadas expandiendo el comercio mundial, el virus de la estupidez humana resurge con renovada fuerza. Cuando la plebecracia de Corea del Sur está a punto de tirar a su presidente en protesta por las importaciones de carne. El alza de los granos provoca naciones prohíban su exportación, y los EU ante la posibilidad de elegir un presidente enemigo del comercio internacional, el mundo puede estar atestiguando el final de una era. 

El congreso de los EU aprobó subsidios para la agricultura de casi $300,000 millones de dólares afectando gravemente las posibilidades del comercio justo. Los EU, también, han rechazado un acuerdo de libre comercio con Colombia. La estupidez mundial de nuevo toma la bandera de cómo las importaciones baratas provocan pérdida de empleos… ¿Por qué no se habla de los empleos que crean las exportaciones?

En cierta ocasión le pedí a mi maestro Art Laffer que me definiera el concepto de comercio internacional. Procede: “Imagina que los EU inventan una medicina para curar el cáncer y desterramos la enfermedad. Ahora imagina Japón inventa una vacuna para prevenir ataques cardiacos. Se termina ese flagelo. Los japoneses proceden a vender su vacuna en EU y se termina aquí esa enfermedad. Pero, cuando nosotros tratamos de vender en Japón el medicamento para curar el cáncer nos cierran sus fronteras ¿Qué hacer? ¿Responder prohibiendo que ellos vendan su medicina para prevenir los ataques cardiacos? Por supuesto que no. Si los japoneses quieren seguir muriendo de cáncer, su problema, nosotros no queremos seguir sufriendo ataques cardiacos.”   

Una regresión al mercantilismo que etiquetó la edad media esparciendo la pobreza por el mundo, es una preocupante posibilidad ante el horizonte.

El ingreso anual de una sociedad es igual al valor de intercambio de lo que esa sociedad produce. Como cada individuo emplea su capital en soporte de la producción doméstica, al orientarse a la actividad que genera más valor, ese esfuerzo individual provoca mayor riqueza para la sociedad para poder intercambiar sus productos de mayor valor por los importados a mejor precio. 

Una nación en sus relaciones comerciales es igual a los individuos, intenta comprar lo más barato posible y vender al mejor precio. Pero esto sólo es posible cuando existe el libre intercambio entre naciones para acudir a un mercado que, mientras más participantes acudan más atractivas serán las oportunidades. La única razón para exportar es tener recursos para importar productos más baratos que los esa nación puede generar. 

En la edad media el comercio mundial se consideraba una lucha en la que había ganadores y perdedores. A los ciudadanos se le condicionó para ver con odio y envidia la prosperidad de otras naciones con las que se comerciaba, y considerar que su ganancia era nuestra pérdida. Si no hemos entendido que el libre comercio no es pro-trabajadores, pro-empresarios, sino pro- consumidores, estaremos regresando a la era de la oscuridad que abatió al mundo el primer milenio.

CUANDO LAS MERCANCÍAS NO CRUZAN LAS FRONTERAS, LO HACEN LOS EJÉRCITOS.

Wednesday, November 16, 2016

Canadá dispuesto a negociar con EE.UU. si Trump rompe libre comercio con México

By: Ysol D

Durante una áspera campaña electoral, Trump prometió renegociar o repudiar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los tres países, que le permite a Canadá enviar el 75 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos (Panamerican World)
Trump prometió renegociar o repudiar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre los tres países, que le permite a Canadá enviar el 75 % de sus exportaciones a EE. UU (Panamerican World)
Algunas autoridades norteamericanas indicaron que es posible que Canadá recurra a un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y excluya a México, si el nuevo presidente Donald Trump insiste en políticas proteccionistas radicales.
El magnate en su campaña electoral prometió que renegociaría o rechazaría el Tratado de Libre Comercio de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los tres países. El mismo le permitiría a Canadá que envíe el 75 % de sus exportaciones a los Estados Unidos.
Justin Trudeau, primer ministro canadiense dijo que si los estadounidenses quieren hablar sobre ese tratado o renegociarlo, “estaré más que feliz de hacerlo”.



David MacNaughton, representante y funcionario aseguró que si el TLCAN se llega a fracturar, por términos de un acuerdo del 1987, los dos países estrían igualmente ligados.


Según la agencia de noticias Reuters, una fuente con conocimientos directos sobre el conocimiento del Gobierno, indicó que Canadá no ve casi posibilidades de que Trump tome medidas rápidas sobre el TLCAN y por ello va a necesitar ayuda y cooperación por parte de los legisladores republicanos que se encuentran preocupados por la actividad empresarial

Tuesday, November 1, 2016

Qué hay detrás de la nueva ola de ataques contra la globalización y el libre comercio

El libre comercio y la globalización parecen estar bajo asedio de un amplio y ruidoso abanico de oponentes.
Durante décadas ha habido un fuerte consenso sobre que la globalización generó puestos de trabajo, salarios más elevados y precios más bajos, no solo para los países más ricos sino también para los más pobres y en desarrollo.
Pero mucha gente, entre ellos personas con puestos políticos, está mostrando su indignación al ver que los puestos de trabajo son tomados por máquinas, las viejas industrias desaparecen y las oleadas de migración perturban el orden establecido.


No hay que mirar muy lejos para ver el efecto de esas preocupaciones en acontecimientos recientes.
El referendo sobre el Brexit, en Reino Unido, estuvo marcado por preocupaciones sobre la inmigración, la llegada de Donald Trump ha devuelto la retórica del proteccionismo en Estados Unidos y se han producido manifestaciones masivas en Europa contra futuros acuerdos comerciales internacionales.
¿Qué hay detrás de estas reacciones y cómo se puede abordar esta crisis de la globalización?
"El libre comercio es comercio estúpido"
La elección presidencial en Estados Unidos se ha sentido como el epicentro de esa creciente corriente de inquietud contra el libre comercio y la globalización.
El candidato republicano Donald Trump ha acusado a China de querer "matar de hambre" a los estadounidenses manipulando su moneda y "haciendo trampa" en el comercio internacional.
Trump ha dicho que impondrá aranceles masivos sobre los bienes producidos en China porque este país está "violando" económicamente a EE.UU.
Hillary Clinton, la candidata demócrata a la presidencia estadounidense, se ha visto rodeada por contendientes políticos que cuestionan los beneficios del comercio internacional y la globalización.
Bernie Sanders, oponente de Clinton en la carrera por la nominación demócrata, definió su campaña argumentando que la globalización ha vaciado a la clase media estadounidense.
La respuesta de Clinton fue acercarse a las preocupaciones de Sanders y Trump, renegando de su apoyo previo al TTIP (Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión, por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y Europa.
Declive manufacturero de Estados Unidos
Los argumentos sobre el declive del sector manufacturero en Estados Unidos han potenciado gran parte del debate en este ciclo electoral en el país.
El sentimiento de agravio es evidente: el sector perdió seis millones de puestos de trabajo entre 1999 y 2011, según la Oficina de Estadísticas de Empleo de EE.UU.
Los estudios han demostrado que el declive del país se ha visto acompañado de ganancias en China.
Las importaciones chinas explican el 44% de la pérdida de empleo en manufacturas en Estados Unidos entre 1990 y 2007, según un informe del Instituto de Estudios del Trabajo en Bonn, Alemania.
Parte del descenso se debe al traslado de puestos de trabajo a otros países, pero también han jugado un papel la automatización y la puesta en marcha de procesos más eficientes.
"En todos los países hay quien ha perdido por el desarrollo tecnológico, sea operadores telefónicos o empleados bancarios", dice Gary Hufbauer, experto en comercio del Instituto Peterson de Economía Internacional.
"El problema en EE.UU. es que no hacemos demasiado para ayudar a aquellos que han perdido, a través de apoyo del sistema de seguridad social o de formación laboral", dice Hufbauer.
El cambio tecnológico y económico ha afectado a zonas geográficas específicas que tuvieron problemas para desarrollar nuevas industrias y crear nuevos empleos.
El enfado derivado de esto ha encontrado su lugar en la retórica proteccionista de políticos como Donald Trump.
"No ha habido crecimiento en los ingresos familiares en la última década ni en Europa, ni en Estados Unidos ni en Japón. La gente no está contenta, y si se trata de echar la culpa a alguien, es fácil hacerlo con los extranjeros", dice Hufbauer.
Estancamiento del comercio
El aumento de la oposición política a la globalización ha coincidido y contribuido también a un periodo de reducción del comercio mundial desde la crisis financiera de 2008.
Gráfico
Entre 1986 y 2008, el comercio global aumentó a un ritmo del 6,5%, según la Organización Mundial de Comercio.
Entre 2012 y 2015, esa tasa se ha ralentizado hasta situarse en un promedio del 3,2%, y se espera que crezca solo un 1,7% este año.
La ralentización, si continuara, convertiría este periodo de relativo estancamiento comercial en el mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
Desde la crisis financiera, la ralentización de la economía china y el estancamiento político y económico en la Eurozona han contribuido a este estancamiento del comercio mundial.
Al mismo tiempo se ha producido un aumento constante en la aplicación de medidas proteccionistas en todo el mundo.
Gráfico
En un intento de proteger a las empresas y los sectores domésticos, los políticos han acudido a los aranceles y las restricciones a las importaciones de otros países.
"Los gobiernos de todo el mundo han casi doblado su utilización de distorsiones comerciales en los últimos dos años", dice el profesor Simon Evenett, experto comercial de la Universidad de San Gallen.
"El aumento reciente de la actividad de buscar tu beneficio propio a costa de empobrecer al vecino es anterior a Trump y al Brexit, lo que sugiere que las presiones populistas pueden exacerbar el proteccionismo", añade.
Gráfico
Los economistas alertan de que aunque el proteccionismo pueda resultar atractivo para los políticos presionados por enfadados trabajadores, en realidad su efecto es aumentar los precios para los consumidores.
En 2012 hubo una oleada de indignación cuando neumáticos baratos producidos en China inundaron el mercado estadounidense, poniendo en peligro la viabilidad de los productores domésticos.
El presidente Barack Obama respondió con aranceles correctivos, para hacer que China "cumpla las reglas".
Las medidas proteccionistas fueron bien recibidas en Estados Unidos, pero un estudio del Instituto Peterson estableció que los aranceles implicaron que los consumidores estadounidenses pagaron US$1.100 millones más por sus neumáticos en 2011.
Cada puesto de trabajo salvado costó en la práctica US$900.000 y muy poco de eso alcanzó los bolsillos de los trabajadores.
Batalla por el libre comercio
Con los beneficios económicos y sociales del libre comercio siendo cada vez más atacados, los defensores de la globalización han intentado lanzar un contraataque.
"Durante seis décadas tras la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento sin precedentes del comercio de bienes y servicios y la expansión espectacular de la inversión extranjera directa fueron impulsores poderosos del mejor medio siglo de la historia humana", dice Gary Hufbauer.
El Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional han convertido este tema en una parte central de sus reuniones en Washington durante esta semana.
Para enfatizar este argumento, el Banco Mundial ha publicado un estudio en países desarrollados que muestra que los ingresos promedio del 40% más pobre de la sociedad aumentaron entre 2006 y 2013, a pesar del impacto de la crisis financiera.
Reduciendo la desigualdad
1,1
billones de personas salieron de la pobreza extrema desde 1990
  • 100 millones salieron de la pobreza extrema entre 2012 y 2013. Esto es equivalente a:
  • 250.000 personas al día
  • 200 personas por minuto
También parece que los políticos se están dando cuenta de que la desigualdad y el estancamiento económico, sean cuales sean sus causas, deben remediarse.
"Creo que hay una toma de conciencia en países ricos y entre las élites de que la globalización tiene problemas", dice Branko Milanovic, un economista cuyo trabajo sobre la desigualdad de ingresos ha potenciado gran parte del debate.
"Se dan cuenta de que para su propia supervivencia tienen que ocuparse de ellos".
Puede ser que los problemas que surgen de este descontento hayan sido diagnosticados, pero las soluciones no son obvias ni fáciles de aplicar.
"Muchos de los beneficios de la globalización los ha disfrutado un grupo relativamente pequeño dentro de cada país", afirma Andrew Lang, de la London School of Economics.
"La pregunta no es si hay beneficios en la globalización, porque es evidente que sí. La pregunta es sobre quién se está beneficiando de esos beneficios", dice Lang.
Parte del enfado puede disiparse si el crecimiento económico deja de situarse de manera obcecada en esa trayectoria plana, aumentado los ingresos en todo el mundo.
"Para ayudar a solventar esos problemas, hay que activar la economía mundial. Los gobiernos tienen que comprometerse a aprobar paquetes de estímulo fiscal para hacer que sus economías marchen de nuevo", afirma Gary Hufbauer.
Branko Milanovic apunta al éxito de políticos en el pasado cuando intentaron dar la vuelta a economías débiles que parecían intratables.
"No es imposible hacerlo", opina.
"Thatcher y Reagan consiguieron cambios en periodos de tiempo relativamente pequeños: un periodo presidencial de cuatro años debería ser suficiente para empezar a marcar la diferencia".
Críticas de la izquierda y la derecha
Los oponentes de la globalización y el comercio mundial creen que sus movimientos están provocando avances.
Las negociaciones del TTIP parecen estar detenidas, las elecciones en Estados Unidos cuestionan el futuro del Acuerdo Transpacífico y el número de acuerdos de libre comercio ha caído.
Gráfico
Hay un amplio coro de desasosiego que insiste en oponerse al libre comercio.
Con voces en la derecha y en la izquierda políticas que cuestionan los beneficios de la globalización, hay una amplia base para el descontento.
Puede ser que la globalización esté bajo asalto en todos los frentes, pero sus defensores insisten que su resurgimiento es la única forma de aliviar el descontento que ahora está potenciando su falta de popularidad.

Sunday, October 23, 2016

Alberdi y el libre comercio




Por Gabriel Boragina 
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Juan Bautista Alberdi, a quien no creemos equivocarnos si lo designamos como el primer gran constitucionalista argentino, fue -sin lugar a dudas- un gran paladín de la libertad, y tuvo un papel transcendental en la época de la formación de la República Argentina. Inspirador de la Constitución de esa nación, fue precisamente sumamente claro en describir el espíritu que animaba a esa constitución que se basó en sus formidables ideas, verdaderamente revolucionarias para su tiempo. Una de sus preocupaciones residió en explicar cómo esa misma constitución contenía un programa completo de libertad económica, que incluía –como no podía ser de otro modo- la libertad de comerciar. He aquí algunos de sus párrafos en tal sentido:  



"Los art. 9, 10, 11 y 12, según los cuales no hay más aduanas que las nacionales, quedando libre de todo derecho el tránsito y circulación interna terrestre y marítima, hacen inconstitucional en lo futuro toda contribución provincial, en que con el nombre de arbitrio o cualquier disfraz municipal se pretenda restablecer las aduanas interiores abolidas para fomentar la población de las provincias por el comercio libre. En Francia se restauraron con el nombre de octroi (derecho municipal) las aduanas interiores, abolidas por la revolución de 1789. Es menester no imitar esa aberración, que ha costado caro a la riqueza industrial de la Francia."[1]

Desafortunadamente, y salvo muy contados periodos posteriores al ejercicio de la novel constitución alberdiana, con el andar de los tiempos, el noble federalismo que la Carta Magna proclamaba fue paulatinamente dejado de lado y, algunas veces más, otras veces menos, pero con tendencia progresiva, el federalismo constitucional fue disipándose en el transcurrir. Formalmente, en nuestros días las aduanas interiores ya no existen. Pero –acorde lo temía nuestro prócer- fueron sigilosamente reemplazadas por medio de otras medidas que, con nombres diferentes, se alzaron como barreras muy similares a la de las aduanas de aquel entonces. Los impuestos provinciales, por ejemplo, que a veces alcanzan niveles abusivos para determinados artículos o renglones, hacen en los hechos de barreras aduaneras para el ingreso de empresas, productos o servicios. El régimen actual de coparticipación federal es muestra acabada de la más flagrante violación a la letra y al espíritu de la constitución fundadora.

"Conforme a semejantes leyes, ¿puede entenderse concedido el goce y ejercicio de las garantías de libertad, igualdad y propiedad? ¿Podría ser ejercida la libertad de comercio conforme a las leyes de Felipe II y de su padre Carlos V, los opresores del comercio libre? Nuestros legisladores deben tener presente la historia del derecho que está llamado a reformar; y todo economista argentino debe fijarse en los nombres que suscriben la sanción de la mayor parte de las leyes civiles que reglan el ejercicio de las garantías que la Constitución ha concedido a la industria. Así verán que en la obra de la organización que nos rige en plena república independiente, nueve partes tienen los reyes absolutos de España, y una la América emancipada. Esta única parte está en el derecho constitucional; las nueve realistas en el derecho orgánico. Practicar la Constitución conforme a este derecho, es realizar la república representativa conforme a la monarquía simple y despótica. He aquí lo que pasa de ordinario en nuestro régimen económico."[2]

Alberdi se lamentaba en este párrafo de las leyes que -por entonces- regían a la Confederación Argentina. Se refería al derecho español que gobernó hasta 1810. Pero que -en los hechos- perduró durante muchos años más, ya no tanto en su letra como en su espíritu, incluso en las primeras leyes patrias propiamente dichas. Desdichadamente, el llamado del insigne argentino hacia los legisladores no fue escuchado, y si bien entre estos últimos ha habido –fuerza es reconocerlo- honrosas excepciones, la tendencia mayoritaria ha sido en restringir el libre comercio mediante leyes regulatorias de corte proteccionista, lo que -en los hechos- implicaba un retorno a la legislación colonial de la cual se suponía se quería renegar a través de las luchas de la independencia. El tiempo demostró que se obtuvo una mera independencia política de la metrópoli, y hasta todavía económica de esta también, pero el elemento ausente en el tramo final fue una auténtica independencia de sistema económico, y que -en definitiva- la República terminó adoptando como propio el régimen económico mercantilista heredado de España, el que, en una general visión retrospectiva histórica, no fue abandonado jamás hasta el presente. Alberdi temía -ya en su momento- que ello fuera a suceder, como lo demuestran estas otras palabras suyas:  

"Guárdese el comercio actual de Buenos Aires de volver a merecer la descripción que hizo el doctor Moreno del comercio bonaerense de 1809. - "Un cuerpo de comercio que "siempre ha levantado el estandarte contra el bien común de los demás pueblos; que ha sido ignominiosamente convencido ante el monarca del abuso rastrero de comprar el mal nacional con cantidades de que no podía disponer". (Representación de los hacendados de las campañas del Río de la Plata, pidiendo el comercio libre con la nación inglesa en 1809)".[3]

Paradójicamente, era Buenos Aires quien se oponía al libre comercio entre Inglaterra y las Provincias Unidas del Rio de la Plata, conforme el propio Alberdi lo explica. Clara demostración todo, de cómo se combinaban de manera perfecta -tal como hoy también sucede- un exacerbado centralismo político complementado por un proteccionismos económico, que no son más que dos caras de la misma moneda, y que concurren paralelamente. Esta puja entre el centralismo porteño y el descentralismo provincial ha sido una constante desde las palabras de Alberdi hasta hoy, y continúa siendo un tema de gran actualidad pese a su antigüedad.

"Como repetidas veces Buenos Aires había frustrado los esfuerzos de las provincias para crearse un gobierno común con sólo quedar aislada y prescindente, las provincias vieron que para crear su gobierno general, les era indispensable destituir a Buenos Aires de los medios efectivos que tenía de impedírselos por su simple prescindencia sistemática, con la cual debían contar siempre las provincias. Y como Buenos Aires retenía esos medios al favor del monopolio que hacía de la navegación y del comercio exterior, las provincias cuidaron esta vez de proclamar la libre navegación de los ríos, para atraer a sus manos, por medio del comercio libre, los recursos elementales del poder de que Buenos Aires las tenía privadas por medio del comercio esclavizado, es decir, por medio del comercio indirecto obligatorio."[4]







[1] Alberdi, Juan Bautista. Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853. .pág. 48


[2] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 57

[3] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 122


[4] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 221

Monday, October 10, 2016

Los beneficios del libre comercio frente al miedo a los bienes extranjeros

 
[Publicado originalmente en Epic Times]
El primer ministro japonés Shinzo Abe habló ante una sesión conjunta del Congreso de EEUU el 29 de abril de 2015 y ofreció sus “eternas condolencias para las almas de todo el pueblo estadounidense que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial”, pero no dijo directamente que lamentara el insidioso ataque del Japón imperial sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El propósito real de su visita a Washington y su discurso ante el Congreso era impulsar la aprobación del congreso de la Trans-Pacific Partnership (TPP) entre EEUU, Japón y otras 10 naciones (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam).
Pretendiendo extender y ampliar el comercio y las relaciones comerciales relacionadas entre los países participantes, también se presenta como una vía para que EEUU mantenga su poder económico y político en Asia oriental a la vista de la creciente influencia de China en esa parte del mundo.



La TTP es un acuerdo de “comercio dirigido”, no libre comercio

Con la negociación entre los doce gobiernos realizándose “a puerta cerrada”, defensores y críticos han dado explicaciones alternativas de qué se está negociando y a quienes beneficiará el acuerdo final.
Lo que debería estar más claro es que la Trans-Pacific Partnership no es un acuerdo de libre comercio. Sin duda alguna partes de ella pueden rebajar algunas barreras comerciales, haciendo así más fácil la producción, venta y adquisición de una más amplia variedad de importaciones y exportaciones. Sin embargo, la TPP, como todos los demás acuerdos comerciales posteriores a la época de la Segunda Guerra Mundial, es un acuerdo de comercio dirigido.
Es decir, los gobiernos de las respectivas naciones participantes negocian los términos, límites y condiciones particulares bajo los cuales se producirán y luego venderán en los demás países los diversos bienes y servicios. El gobierno japonés, por ejemplo, está decidido a mantener un proteccionismo comercial en beneficio de sus productores de arroz, que temen una competencia abierta por parte de sus rivales estadounidenses.
El gobierno de EEUU está bajo presión de la industria automovilística estadounidense, por ejemplo, para limitar una mayor competencia por parte de su sector equivalente japonés. Los sindicatos estadounidenses quieran restringir la importación de bienes producidos con costes laborales menores que los bienes manufacturados estadounidenses, porque los consumidores de este país podrían preferir comprar los productos extranjeros más baratos y así poner en riesgo la pérdida de algunos de los empleos de los miembros de dichos sindicatos.

El libre comercio puede ser sencillo y unilateral

Por el contrario, un verdadero acuerdo de libre comercio puede ser algo muy sencillo. El congreso aprobaría y el Presidente luego sancionaría una breve legislación que declarara algo similar a esto:
“El gobierno de Estados Unidos elimina por este acto todas las barreras, restricciones y prohibiciones existentes a la importación y exportación, la compra y venta de todos los bienes y servicios libre y sin restricciones entre Estados Unidos y todas y cada una de las naciones del mundo. El gobierno de EEUU declara que todas las formas de comercio e intercambio pacíficas y no fraudulentas son asunto de los ciudadanos de Estados Unidos y todos y cada uno de los demás ubicados en otro país. Esta ley entrará en vigor tras su aprobación”.
De hecho, Estados Unidos decidiera necesita el acuerdo mutuo de cualquier otra nación para implantar libre comercio. EEUU con sólo esa ley puede establecer libre comercio unilateralmente; incluso si otras naciones mantuvieran algunas o todas sus propias barreras restrictivas del comercio, Estados Unidos seguiría estando mejor.
Recordemos por qué la gente comercia entre sí. Cada uno de nosotros tiene habilidades, capacidades y recursos limitados. Y sencillamente no hay suficiente tiempo cada día para hacer todo lo que podríamos desear hacer para producir los bienes y servicios que deseamos tener.

La división del trabajo y las ganancias del comercio

Además, algunos somos mejores que otros haciendo algunas cosas. El famoso economista escocés, Adam Smith (1723-1790), de hecho, empezaba su famoso libro sobre La riqueza de las naciones (1776) explicando los beneficios de la división del trabajo. En un pequeño grupo tribal, alguien ve que un miembro de la tribu es mejor que el fabricando arcos y flechas y tarda menos tiempo que cuando aquél dedica su trabajo a fabricar esa arma de caza.
Por otro lado tiene bastante talento y es eficiente a la hora de curitr pieles animales y ofrece en una piel animal curtida (que pueda servir para cubrir una tienda pequeña, por ejemplo) a cambio de arco y flechas a otros miembros de la tribu a los que no se den muy bien esas actividades de curtido.
Otros pueden ofrecer al “experto” en arcos y flechas algún producto del que sean relativamente buenos a la hora de producirlos (uno puede ser bueno fabricando hachas o cuchillos primitivos, otro tener mejores habilidades culinarias, etcétera) a cambio de alguna de sus armas.
A lo largo del tiempo, argumentaba Adam Smith, cada uno descubriría que podía mejorar las cantidades y calidades de los bienes que pueda tener en su posesión, si en lugar de tratar de fabricar por sí mismo estas cosas se especializaba en lo que podía hacer mejor que sus compañeros de tribu e intercambiar su bien especializado por los productos igualmente especializados de sus vecinos.
Mediante una división del trabajo, la productividad aumenta muy por encima de lo nunca pueda esperar conseguir una persona individual en aislamiento económico. También actúa como un estímulo para la industria, ya que ahora la variedad y calidad de los bienes que pueden obtenerse a través del intercambio de productos especializados funcionan como incentivos para que cada uno aumente su propia producción de productos comercializables como medio para adquirir lo que otros puedan tener a la venta.
Y cuanto más extenso se hace el mercado en el que pueden venderse bienes, mayores son ahora los beneficios potenciales de un desarrollo más intensivo de la división del trabajo.

Es la gente la que comercia, no los gobiernos, en beneficio de las importaciones

A partir de estas ideas, economistas como Adam Smith y quienes le siguieron demostraron que el comercio entre naciones es mutuamente beneficioso y el modo alguno dañino para los “intereses” de ninguna nación. ¿Por qué? Porque las “naciones” no comercian, lo hacen los individuos. En ningún individuo inicia ni participa en ningún intercambio salvo que en el momento de la transacción se vea mejor por lo que recibe en un intercambio que por aquello a lo que tiene que renunciar para conseguirlo.
Además, la ventaja de todas las formas de comercio, ya sea entre dos vecinos inmediatos o entre personas que viven en dos estados distintos como California y Ohio o entre quienes residan y trabajen en dos países distintos separados por miles de millas, no viene de la capacidad para “exportar”, sino de la oportunidad para “importar”.
Aunque indudablemente me gusta mi trabajo como profesor de economía en una institución de educación superior, la razón por la que trabajó es ganar un salario que luego me permita comprar los diversos bienes y servicios que deseo usar y consumir. En otras palabras, “exporto” mis servicios de enseñanza a otros que estén dispuestos a pagarme por servicios prestados de forma que pueda tener recursos financieros para importar todos los demás bienes que deseo comprar.
Las exportaciones son el único medio a través del cual la gente en una nación puede adquirir a otros en otras naciones los productos que no pueden producir interiormente o no pueden producir con un coste menor que los precios a los que otros de los ofrecen en otro país. El comercio entre naciones ofrece a los consumidores de cada país participante más bienes y bienes distintos y menos caros que en si los demandantes de que esos productos deseados se limitaran a las posibilidades de producción en su propio territorio.
La demostración final de beneficio mutuo del comercio entre naciones se produjo con el desarrollo de la teoría de la ventaja comparativa por parte de economistas inspirados por Adam Smith. El que el comercio es beneficioso se ve con bastante claridad si cada nación puede producir algún producto que sus socios comerciales no pueden producir en absoluto o si alguna nación puede producir algún producto a un coste menor que ninguno de sus socios comerciales puede igualar.

El comercio beneficia tanto los más como a los menos productivos

Pero lo que se demostraba ahora era que el comercio ella mutuamente beneficioso incluso sido una de estas naciones era absolutamente más eficiente en costes a la hora de producir cualquier producto en comparación con sus socios comerciales potenciales.
Supongamos que contrato a una empleada de hogar para lavar mi ropa y hacerme la comida aunque yo pueda hacer ambas tareas mejor y en menos tiempo que ella, pero al pagarla por hacerlo consigo más tiempo para hacer cosas en el mercado que generan una renta superior que pueda más que compensar lo que la pago.
Por ejemplo, supongamos que yo pudiera realizar estas dos actividades por mí mismo en cuatro horas de tiempo cada día, mientras que la empleada de hogar profesional tardaría seis horas en completar las mismas tareas y me cobraría 10$ la hora para un coste total de 60$.
Pero supongamos que al liberarme cuatro horas de trabajo doméstico, puedo producir y vender un producto u ofrecer algún servicio laboral con el que ganaría el equivalente a una renta de 25$ la hora, un total de 100$. Al contratar a la empleada de hogar ganó un 40$ netos extra (100$ ganados menos 40$ pagados a la empleada), que en otro caso no habría tenido a mi disposición para comprar cosas que yo pueda desear.
Si yo valoro más lo que esos 40$ extra de renta neta me permitirían comprar que estar en casa y hacerme una comida mejor y doblar mi ropa limpia algo mejor, entonces contrataré a la menos eficiente empleada del hogar para liberar tiempo de forma que pueda hacer aquellas cosas a las que el mercado da un mayor valor que a las capacidades de empleada del hogar.

Especializarse en lo que se es relativamente más productivo

La misma lógica explica el comercio entre naciones.
Supongamos que la gente en la nación de Superioristán puede fabricar un metro de tela en cuatro horas y puede cosechar una fanega de trigo en una hora, mientras que a la gente en la nación de Inferioristán le lleva, respectivamente, doce y dos horas llevar a cabo las mismas dos tareas.
Está claro que Superioristán es un productor con costes más bajos tanto en la producción de tela como de trigo. Superioristán es tres veces más productivo en la fabricación de telas (cuatro horas en lugar de doce) y dos veces más productivo en la cosecha de trigo (una hora en lugar de dos).
Pero está igualmente claro que Superioristán es comparativamente más eficiente en costes en la fabricación de tela. Es decir, si la gente de Superioristán abandona la fabricación de un metro de tela (cuatro horas de trabajo) puede cosechar cuatro fanegas de trigo (tomando una hora cada fanega cosechada) con el tiempo que ha liberado. Pero cuando la gente de Inferioristán abandona la fabricación de un metro de tela (doce horas de trabajo) pueden cosechar seis fanegas de trigo (tomando dos horas por cada fanega cosechada).
Si Superioristán e Inferioristán intercambiaran tela por trigo a un precio de, por ejemplo, un metro de tela por cinco fanegas de trigo, la gente de ambas naciones saldría ganando, con Superioristán especializándose en fabricación de telas de Inferioristán en cosecha de trigo.
Ahora Superioristán recibiría en el intercambio cinco fanegas de trigo por un metro de tela, en lugar de las cuatro fanegas si hubiera cosechado en casa todo el tiempo consumido. E Inferioristán recibiría un metro de tela entregando solo en el intercambio cinco fanegas de trigo, en lugar de las seis fanegas si hubiera fabricado en casa toda la tela necesitada y usada.
La gente de todas las naciones puede encontrar un lugar en la mesa del comercio global, aunque sea menos productiva y eficiente que muchos o todos sus socios comerciales, produciendo algo para lo que tengan una ventaja comparativa que permita a uno o más de sus socios comerciales especializarse en aquellas actividades para las que son los más productivos.

Los errores de las diversas falacias sobre comercio

Revisemos brevemente algunas de las objeciones a veces planteadas contra la libertad de comercio.
1. Prácticas comerciales injustas. Muchas otras naciones subvencionan directa o indirectamente las exportaciones de algunos de sus productores a Estados Unidos a precios por debajo de sus costos reales de producción. La medida en la que esto se haga realmente, significa que a los consumidores estadounidenses se les ofrece una bicoca.
Supongamos que un producto que en otro caso habría costado 10$ pueda ahora comprarse al proveedor extranjero subvencionado por 6$. Los estadounidenses tendrían ahora el producto deseado por 6$ en lugar de 10$ y además quedaría en su bolsillo la diferencia de 4$ para gastarla en algo que en otro caso no habrían podido permitirse. Los niveles de vida estadounidenses aumentarían debido a las subvenciones extranjeras a las exportaciones.
¿Quiénes deberían considerarse como perjudicados? Sin duda lo serían los ciudadanos en la nación extranjera exportadora, que se han visto obligados a pagar impuestos más altos para cubrir la subvención entregada a un productor privilegiado en su propio país. Han sido gravados para que los consumidores estadounidenses puedan comprar algo por debajo de los costes basados en el mercado en beneficio de los intereses especiales de su propio país.
2. Los bienes fabricados en el extranjero hacen que se pierdan trabajos en la nación. Subvencionadas o no, se hace menudo la acusación de que las importaciones extranjeras generan pérdidas de empresas y empleos para los estadounidenses. Es verdad que las empresas estadounidenses que no puedan competir con éxito contra su competencia extranjera pueden perder negocio e incluso pueden en algunos casos dejar de existir.
Pero los exportadores extranjeros nos dan gratis sus bienes. Desean obtener beneficios y rentas por la misma razón que nosotros, para tener recursos financieros para comprar otros bienes que deseamos comprar como consumidores que obtienen rentas.
Así que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se gastan de una manera u otra en bienes y servicios estadounidenses que estos ganadores extranjeros de dólares encuentren atractivos y deseables para comprar. Así, parte de las empresas y empleos “perdidos” debido a la competencia extranjera se compensan con el comercio exportador estadounidense, como los medios para suministrar los bienes que sirven como pago último para los bienes importados.
Al mismo tiempo, los dólares ahorrados en la compra de importaciones extranjeras menos caras, deja dólares en los bolsillos de los consumidores estadounidenses, lo que les permite demandar otros bienes a quien el interior que antes no podían comprar. Esto a su vez crea parte del negocio y el empleo alternativo que pueda haberse perdido como resultado de esas importaciones extranjeras.
Lo que cambia es la composición de los tipos de productos producidos en Estados Unidos y los tipos y ubicación de algunos de los trabajos realizados por los trabajadores estadounidenses. Pero mientras los mercados en Estados Unidos sean relativamente competitivos y se adapten al cambio, no tiene por qué haber pérdida neta de empleos. Siempre hay trabajos a realizar mientras la gente tenga deseos insatisfechos. Y de esta manera hay trabajo para todos los que estén dispuestos a trabajar a precios y salarios determinados por el mercado y con un mayor nivel de vida debido a más y mejores bienes con costes menores.
3. Barreras comerciales extranjeras para bienes estadounidenses. Supongamos que EEUU rebajara unilateralmente sus barreras comerciales, de los gobiernos de otros países que ahora vendan más exportaciones a Estados Unidos mantuvieran sus barreras comerciales, sin permitir a sus propios ciudadanos importar más bienes estadounidenses.
Entonces los dólares ganados por los exportadores extranjeros, o bien se venderían en el mercado de divisas a quienes estén interesados y deseen comprar bienes fabricados por estadounidenses, o bien los dólares ganados por la venta de bienes en EEUU permanecerían en el país y se usarían para inversiones directas o indirectas en la economía estadounidense. Si pasara esto último, esto aumentaría las existencias de ahorros y recursos invertibles para financiar la formación de capital en Estados Unidos, ayudando así a mejorar las capacidades productivas futuras en el mercado global de nuestro país.
Supongamos que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se “atesoraran” en esa nación extranjera, sin gastarlos en bienes estadounidenses ni invertirlos en la economía estadounidense. En la medida en que se hiciera esto, en los exportadores extranjeros y sus gobiernos están dando un “préstamo sin intereses” implícito a los estadounidenses.
Es decir, nos han dado sus bienes y no han reclamado ningún bien como pago por ellos. En otras palabras, es como si nos hubieran dado sus bienes “a crédito” y éste se retrasará indefinidamente cuando insisten en ser pagados en forma de bienes que podrían reclamarnos ofreciéndonos intercambiar sus dólares ganados por bienes y servicios reales en el mercado estadounidense.
Pues mientras esos dólares se atesoraran hipotéticamente en esos países extranjeros, los recursos y trabajo que habría que haber dedicado en otro caso a fabricar las exportaciones para pagar lo que habíamos importado se liberan para ser usados para fabricar otros bienes que les gustaría tener a los estadounidenses.
4. El comercio hace más fuertes a nuestros rivales y puede llevar al conflicto y a posibles guerras. Cuanto mayores y más intensivas sean nuestras relaciones comerciales con otras naciones, más interdependientes seremos de ellas. Esa misma interdependencia puede servir para reducir la probabilidad de una guerra al aumentar su coste.
A veces pido a mis estudiantes que se imagine que estamos en el año 2030. China ha crecido en poder económico y militar y los gobiernos chino y estadounidense han entrado en un conflicto político, con ambos bandos haciendo sonar sus sables y amenazando con la guerra.
En Pekín, un joven llama la puerta de uno de los principales generales chinos y entra en su oficina. El joven dice: “¿Papá, qué estás haciendo? ¿Vas a bombardear nuclearmente San Francisco? ¿No sabes que me interesa mucho Silicon Valley y que tu nuera y nietos están de vacaciones en nuestro nuevo condominio cerca de Fisherman’s Wharf con vistas sobre el Golden Gate?”
Dos países han ido la guerra y sin duda continuará haciéndolo por diversas razones. Y el comercio no garantiza que esto no ocurra. Pero unas relaciones comerciales profundamente interconectadas aumentan los costes del conflicto. Raramente mejoras tu propio bienestar económico matando a tus clientes y destruyendo tus propios suministros de recursos e inversiones de capital.
Hace mucho tiempo, el famoso filósofo, historiador y economista escocés David Hume (1711-1776) explicaba los beneficios del comercio internacional y la división del trabajo. En un famoso ensayo, “De la envidia del comercio” (1758), Hume señalaba que el comercio internacional ofrece oportunidades para descubrir y aprender acerca de nuevas tecnologías, nuevos métodos de producción y nuevas variedades de productos que de otra manera podrían no haberse conocido nunca ni aprovechados si las naciones intentaran cerrarse económicamente frente a la interacción comercial con sus vecinos.
Argumentaba que si un sector nacional encontraba difícil responder a la competencia de sus rivales extranjeros “tendría que culpar a su propia ociosidad o mal gobierno, no a la industria del vecino”.
El miedo a la pérdida de negocios y empleo debido al comercio internacional, decía Hume, era erróneo. “Si se conserva el espíritu de industria, [la producción] puede desviarse fácilmente de un sector a otro” si los mercados se mantienen abiertos, competitivos y no obstaculizados por la mano dura de la regulación pública, su control y los impuestos gravosos.
Todos los que participan, ganan en el comercio internacional y todos se hacen más pobres en la media en que los gobiernos interfieren o prohíben la libertad de comercio entre los pueblos del mundo.
Parafraseando ligeramente el último párrafo del ensayo de Hume, “Me aventuraría por tanto que a reconocer que no sólo como hombre (que desea benevolentemente lo mejor para toda la humanidad), sino como ciudadano estadounidense (que pese la prosperidad de su propio país), rezo por el floreciente comercio de Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia e incluso China, Rusia y el propio Irán. Estoy seguro de que Estados Unidos y todas esas naciones florecerían más si sus gobiernos y líderes políticos adoptaran esos mayores y benevolentes sentimientos de libre comercio hacia los demás”.