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Sunday, November 27, 2016

Socialismo es pobreza: así viven los cubanos bajo el comunismo de los Castro

Tras medio siglo de dictadura, el sueldo medio de los cubanos es de 22 dólares al mes. Un televisor equivale a 16 meses de salario.

Imagen de un comercio cubano, con una foto de Fidel Castro. | Corbis
Libre Mercado 
Tras 57 años de socialismo real bajo el régimen comunista de los Castro, Cuba es uno de los países más pobres del mundo. En 1959, la isla caribeña era tan rica como Singapur, pero, desde entonces, la renta per cápita de ambos ha mostrado una evolución diametralmente opuesta después de adoptar dos modelos económicos muy diferentes: capitalismo y comunismo.
Asimismo, cabe recordar que tras la revolución cubana, el país ha perdido casi el 10% de su población debido a la emigración masiva -más de un millón de emigrantes-, especialmente, hacia el muy capitalista EEUU.



Pero, ¿cómo vive realmente la población que todavía permanece en la isla?, ¿cuáles son sus condiciones de vida? Tal y como explica el economista Juan Ramón Rallo, los cubanos disfrutan de un salario medio de 584 pesos al mes, según los datos oficiales del propio régimen correspondientes a 2014.
Los sueldos más bajos se dan en la industria hotelera (377 pesos) y los más elevados en la industria azucarera (963 pesos cubanos). Los salarios del sector educativo son inferiores a la media (527 pesos cubanos) y los del sector sanitario (712 pesos cubanos), superiores.
Ahora bien, ¿a cuánto equivalen los pesos cubanos? El tipo de cambio es de 26,5 pesos por dólar. Es decir, el sueldo medio de los cubanos equivale a 22 dólares al mes. La misera es, pues evidente. Pese a ello, cabría pensar que, quizás, se trata de un nivel aceptable, puesto que el Estado se encarga de cubrir convenientemente todas y cada una de las necesidades de la población y, además, fija los precios de todos y cada uno de los productos y servicios en la isla.
¿Cuáles son los precios de los productos básicos en Cuba? Las resoluciones del Ministerio de Comercio Interior o del Ministerio de Finanzas y Precios tienen la respuesta: el precio de un barra de pan equivale a 6,25 pesos; una docena de huevos asciende a 13,2 pesos; un kilo de leche en polvo cuesta 175 pesos; una lata de puré de tomate 8,1 pesos; un kilo de pechuga de pollo, 119,25 pesos; y un litro de yogur natural, 29,15 pesos.
Así pues, el salario medio de un cubano le permite adquirir cada mes 20 barras de pan, tres docenas de huevos, un kilo de leche en polvo, diez latas de puré de tomate, un kilo de pollo y un litro de yogur natural. "Prosperidad en estado puro", enfatiza Rallo.
Si, además, se extiende el análisis a otros productos y servicios no considerados esenciales por el régimen, la absoluta situación de pobreza que padecen los cubanos es todavía más palpable, si cabe: una caja de cerillas cuesta 1 peso; 1 SMS interno asciende a 2,3; una hora de Internet a 40 pesos; una jabonera con asa blanca, 75; crema dental, 4 pesos; tambor de detergente de 2,5 kilos, 119 pesos; una radio, 321 pesos; y un televisor de 29 pulgadas, 9.275 pesos...
Dicho de otro modo, en Cuba una televisión cuesta 16 meses de trabajo, mientras que un paquete de detergente consume el 20% del sueldo, por poner tan sólo dos ejemplos prácticos.

Esclavismo en Cuba

Otro dato poco conocido es que el régimen castrista, hambriento de divisas para poder mantenerse a flote tras la debacle económica de Venezuela -su principal socio y aliado en la región, se está abriendo poco a poco a la llegada de nuevo capital foráneo, con EEUU a la cabeza, pero se quedará con la inmensa mayoría de los sueldos que las empresas extranjeras pagarán a los cubanos.
En concreto, por cada dólar que las compañías foráneas paguen a los trabajadores cubanos, el Estado sólo les devolverá 7,5 céntimos. Es decir, los Castro se embolsarán más del 90% del sueldo de dichos trabajadores, lo cual, en la práctica, equivale a una auténtica situación de esclavismo

"Socialismo es pobreza"

En suma, "las condiciones de vida en Cuba son totalmente míseras: y no, como suele afirmarse, por el embargo estadounidense, sino porque el socialismo genera pobreza", aclara Rallo.
El embargo no impide a Cuba comerciar con empresas sin vínculos comerciales con EEUU: de hecho, las importaciones cubanas ascendieron en 2013 a 6.720 millones de dólares (el 8,7 por ciento de su PIB).
Si Cuba no importa más es porque no exporta más (para importar hay que exportar) y no exporta más porque su capacidad productiva bajo el socialismo es totalmente deficiente: salvo excepciones, las mercancías producidas en Cuba son incapaces de competir en calidad y precio en los mercados occidentales. No, Cuba es pobre porque es socialista. Y el socialismo es pobreza.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2016-03-24/socialismo-es-pobreza-asi-viven-los-cubanos-bajo-el-comunismo-de-los-castro-1276570458/

Friday, November 11, 2016

Fabricantes de pobreza... y emigrantes




“Compatriotas, abandonemos el vergonzoso papel de limosneros con garrote, bajemos la bandera del racismo imaginario y dejemos de ladrar al reflejo de la luna sobre el agua. Si queremos encontrar las causas y soluciones de este grave problema, solo tenemos que mirarnos al espejo, hacer un acto de contrición, para ya dejar de fabricar pobreza y emigrantes.”

RICARDO VALENZUELA
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Hace unos meses mi amigo, Pablo Kleinman, me invitó a una entrevista radial a través de Univisión en la ciudad de Los Angeles. Pablo es un gran liberal argentino educado en los EU y Europa, por lo que el evento me pareció sería interesante y de inmediato aceptaba.
El tema fue explorar el por qué las regiones de EU que hasta el siglo XIX fueran parte de México, habían prosperado impresionantemente mientras que México permanece pobre y subdesarrollado. Fue una titánica tarea encontrar respuestas a un hecho irrebatible: Los estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Colorado, Nevada, etc., portan un PIB de 4 trillones de dólares mientras el del viejo México apenas se aproxima a un trillón.

 
He recibido otra invitación de Pablo para una nueva entrevista el día 9 del mes en curso. Me tomó tiempo decidir participar por lo espinoso del tema: La nueva Ley Migratoria del estado de Arizona.
Me refiero al tema como espinoso por muchos motivos, pero tal vez el más importante se describe en la comparecencia que el Procurador General de los EU tuvo ante el Senado para explicar la demanda que iniciaba de parte del gobierno federal en contra de Arizona. Ante la pregunta de uno de los senadores si había ya leído el texto de la ley, con la vergüenza dibujada en el rostro tuvo que confesar de forma negativa.
Es decir, el fiscal general de los EU se preparaba para demandar algo que de forma irresponsable desconocía.
Pues bien, yo he leído esa legislación pero además, quiero presentar otras credenciales que siento me autorizan para opinar responsablemente del tema. Soy originario de Sonora, estado fronterizo con Arizona. Desde hace años soy residente legal de Arizona y siempre he interactuado entre Sonora y Arizona. Durante cinco años como estudiante del Tec de Monterrey, cada periodo de vacaciones hacíamos el recorrido Monterrey, Laredo, El Paso, Nogales, Hermosillo, utilizando la vieja carretera que corría sobre la línea fronteriza, es decir, conozco bien la frontera.
Me casé con una norteamericana originaria de Nogales, Arizona. Tengo tres hijas nacidas en Arizona y casadas con norteamericanos de Arizona. Durante toda mi vida he sido exportador de ganado cruzando por todos los puertos de entre Sonora y Arizona. En sociedad con mi amigo sinaloense, Adolfo Clouthier, participé en una empresa exportadora de legumbre mexicana ubicada en Nogales, Arizona. Fui representante en EU del gobernador sonorense, Eduardo Bours, residiendo en Phoenix, Arizona.
No soy abogado, pero en mi formación intelectual tuve gran influencia de dos juristas propietarios de mentes brillantes y, sobre todo, un gran amor por la ley. Mi padre quien fuera Doctor en derecho internacional de la Universidad Libre de Bruselas. Mi tío, Gilberto Valenzuela, quien fuera ministro de la Suprema Corte de Justicia mexicana y ministro de la Suprema Corte Internacional en La Haya, Holanda, a quien se le dedicara un libro titulado: “Gilberto Valenzuela, una vida consagrada el principio de la legalidad”. Es decir, soy gran creyente de que países sin estado de derecho están condenados al fracaso.
Como economista liberal siempre he sostenido que oferta y demanda tienden a encontrarse, legal o ilegalmente. La prueba más dramática es la demente lucha contra las drogas que en estos momentos desangra al país. Pero también, como escribe Alberto Mansueti en su excelente libro, hay leyes malas que provocan estas situaciones. Pero mi propósito no es examinar el aspecto legal de este problema, hay uno aún más grave.
Nuestra Secretaria de Relaciones Exteriores acaba de hacer una irresponsable afirmación: “Todo el problema se origina por la falta de una reforma migratoria de parte de los EU.” Que sencillo ¿y la implementada en 1986? En ese proceso se regularizaron millones de “indocumentados” y problema resuelto ¿no? Pues no, veinte años después hay otros 20 millones de indocumentados que, huyendo de sus países, han penetrado ilegalmente los EU y, se dice, otros 20 millones esperando en la trastienda en lo que ya es un jugoso negocio de las mafias.
El problema no es documentar esos 20 millones. El verdadero problema lo podemos detectar con una simple pregunta ¿Por qué en estos años 40 millones de seres humanos han abandonado sus países para, “de forma ilegal”, emigrar a los EU?. Tony Blair afirma que la grandeza de las naciones se mide por el número de seres humanos que las abandonan, o, pacíficamente los invaden. Si es así, podemos afirmar que somos originarios de países enanos. Somos originarios de países que no quieren establecer las condiciones para que sus economías crezcan y se generen los empleos. Somos fabricantes de pobreza.
Pero tenemos líderes que se presentan en Washington regañando al Congreso por no abrir las puertas a quienes expulsamos a base de miseria, corrupción e inseguridad.
En nuestra ceguera arremetamos contra los malditos gringos racistas, abusones, injustos, cuando somos nosotros los que aportamos la carne de cañón. No es posible entender la cantidad de latinoamericanos vistiendo la pintura de guerra para, pisoteando la ley, exigir al gobierno de EU sus derechos cuando en sus países jamás tuvieron la libertad de vestirla en contra de los tiranos que los expulsaron. No es posible entender que toda América Latina exhiba un PIB que apenas sobrepasa el 20% del estadounidense, y la única lucha que libramos es exigir los gringos acepten a tanto pobre que fabricamos.
Ahora, como afirma Angel Verdugo en su excelente artículo titulado; No tenemos Remedio. “Viene esto por la aprobación por parte del Senado de Arizona de la Ley SB 1070. Ésta, en modo alguno -como dicen los ignorantes- penaliza la migración sino sólo otorga ciertas facultades a sus cuerpos policíacos para hacer que la ley migratoria sea respetada.”
“La entrada y permanencia en Estados Unidos sin cumplir los requisitos que las leyes exigen, lo convierte a uno en un delincuente que debe ser perseguido y castigado.”
“Lo único que han hecho Arizona, es darse leyes que consideran necesarias y convenientes para la convivencia civilizada con una pequeña diferencia, ahí si hacen que se cumplan no como sucede aquí.”
“Aquí, los políticamente correctos exhibieron una ignorancia que debería avergonzarlos; todavía fueron más allá al pretender glorificar a delincuentes que, al margen de las razones que esgriman, al entrar a Estados Unidos sin cumplir con los requisitos que las leyes exigen, eso son; delincuentes.”
Compatriotas, abandonemos el vergonzoso papel de limosneros con garrote, bajemos la bandera del racismo imaginario y dejemos de ladrar al reflejo de la luna sobre el agua. Si queremos encontrar las causas y soluciones de este grave problema, solo tenemos que mirarnos al espejo, hacer un acto de contrición, para ya dejar de fabricar pobreza y emigrantes

Tuesday, November 8, 2016

El castigo al exitoso nos hunde en la pobreza

Por Javier Milei

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En el sistema capitalista de organización económica de la sociedad, los empresarios determinan el nivel de producción orientados por las preferencias de los individuos. En el desempeño de esta función están sujetos a la soberanía de los consumidores, siendo la materialización de ganancias y pérdidas el mecanismo por el cual se logra encausar los recursos hacia el máximo bienestar.
Si se pudiera anticipar correctamente el estado futuro del mercado, los empresarios no tendrían ganancias ni pérdidas. Tendrían que comprar los factores de producción a precios que, en el momento de la compra, ya reflejarían totalmente los precios futuros de los productos. 


En este marco, las ganancias nunca son normales y solo aparecen cuando existe un desajuste entre la producción real y la producción que debería existir para utilizar los recursos de modo tal que permitan brindar la mejor satisfacción posible a los deseos del público. Así, las ganancias son el premio que reciben aquellos que terminan con el desajuste y las mismas desaparecen apenas deja de existir el desajuste. Naturalmente, cuanto más grande sean los desajustes precedentes, mayores serán las ganancias provenientes de dicha remoción.
Las ganancias aparecen por el hecho de que el empresario que juzga más correctamente que sus pares los precios futuros de los productos, compra alguno o todos los factores de producción a precios que, desde el punto de vista de la situación futura del mercado, son bajos. De esta manera, los costos totales de producción (incluido el interés sobre el capital invertido), quedan por debajo de los ingresos que recibe, lo cual constituye la ganancia empresaria. Por otro lado, cuando se equivoca en su juicio respecto de los precios futuros de sus productos, admite precios para los factores de producción que, desde el punto de vista de la situación futura del mercado, son demasiado altos. Así, sus costos totales de producción exceden a sus ingresos por ventas, donde dicha diferencia constituye la pérdida empresaria. Por lo tanto, las ganancias y las pérdidas son generadas por el éxito o el fracaso en ajustar la dirección de la producción a las más urgentes necesidades de los consumidores y asociado a ello una de las principales funciones de las ganancias es trasladar el control del capital a aquellos que saben emplearlo de la mejor forma posible para satisfacer las necesidades del público.
En este contexto, aquellas empresas que tienen ganancias crecen, mientras que las que tienen pérdidas se contraen. A su vez, si las ganancias se derivan de un aumento del ahorro, el total de las mismas supera a las pérdidas agregadas y con ello la economía crece, mientras que si el proceso deriva de un aumento del consumo, la cantidad de pérdidas superará a las ganancias, y con ello el capital y la economía se contraerán. Naturalmente, cuando este proceso se completa, tanto las ganancias como las pérdidas desaparecen y la economía queda en estado estacionario (stock de capital per-cápita constante) y los precios de los factores de producción alcanzan un nivel en el cual los costos totales de producción coinciden con los ingresos.
Finalmente, cuando aparece la sensiblera serenata progresista que se lamenta por la “desigual” distribución del ingreso fruto de la presencia de “ganancias excesivas” y que desde ahí pretende castigar a los exitosos con impuestos progresivos (discriminatorios), termina dañando a los más vulnerables. Así, un impuesto progresivo constituye un privilegio para los relativamente más ricos, puesto que obstaculiza el ascenso en la pirámide de riqueza y produce un sistema de inmovilidad y rigidez social. Al mismo tiempo, estos impuestos, al afectar de modo negativo el proceso de acumulación de capital impactan sobre los trabajadores marginales, no sólo hacen que el impuesto progresivo tienda a ser regresivo, sino que además reduce el bienestar por la vía de un menor ingreso y una peor distribución del ingreso.
En definitiva, tal como ocurre siempre, la intervención del Estado en la economía hace que los resultados alcanzados sean opuestos a los buscados. En este caso, la búsqueda de una mayor igualdad con movilidad social ascendente mediante la confiscación y cercenamiento de las ganancias termina conduciendo a una mayor desigualdad con una perpetuación de la estructura inicial, esto es, en el sistema de impuestos progresivos “perfecto”, no sólo implica la consagración de la envidia, sino que además ello asegura que quien haya nacido pobre muera pobre

Caída de la pobreza

Juan Carlos Hidalgo comenta qué es lo que no se ve detrás de la caída de la pobreza en Costa Rica.

Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
“Los ingresos por trabajo y rentas de la propiedad se mantienen sin variaciones significativas en términos estadísticos”. Esta oración en la página 29 de la nueva Encuesta Nacional de Hogares nos llama a tomar con prudencia la caída de la pobreza del último año. Si bien la noticia es bienvenida, es muy temprano para lanzar las campanas al vuelo.



La pobreza disminuyó 1,3 puntos porcentuales –a un nivel similar al del 2013– por dos factores específicos. Por un lado, cayó el costo de la canasta básica –la métrica utilizada para determinar si un hogar es pobre–. Esto ocurrió gracias a la casi nula inflación del último año, algo en lo que el gobierno merece crédito, ya que ha defendido a capa y espada la independencia del BCCR ante las fuertes presiones de la derecha mercantilista por devaluar el colón dizque para mejorar la competitividad de la economía.
Pero el principal factor detrás de la caída de la pobreza fue un aumento en los ingresos, tanto en términos per cápita (3,6%) como por hogares (2,4%). Esto sería motivo de celebración si no fuera por lo que nos indica la oración antes destacada: el crecimiento del ingreso no fue impulsado por el trabajo o la inversión, sino que fue mayormente el resultado de un incremento significativo en las transferencias estatales.
La cantidad de dinero destinado a ayudas familiares aumentó en un 14,3% desde el 2014 –y hay presupuestado un incremento adicional del 21,6% para el próximo año–. Esto demuestra una decidida apuesta asistencialista del gobierno. Según las autoridades, esta estrategia es condicionada y temporal, algo que solo el tiempo dirá si es cierto.
He ahí la razón para ser prudentes con estos resultados: para derrotar efectivamente a la pobreza se requiere que los ingresos por trabajo e inversión aumenten de manera sostenida en el tiempo. Esto se logra únicamente a través de un mayor crecimiento económico y su consecuente generación de empleo. Desafortunadamente, ambos indicadores muestran un desempeño inferior al promedio histórico reciente, con el agravante de que la delicada situación fiscal constituye una espada de Damocles sobre la estabilidad económica.
Sin duda debe alegrarnos que 10.400 familias menos sufran el flagelo de la pobreza, pero tengamos muy presente que esto se debió a medidas paliativas. Sabremos a ciencia cierta si la reducción de la miseria fue sostenible si dentro de unos años otro presidente anuncia que menos hogares reciben asistencia estatal.

Wednesday, November 2, 2016

Caída de la pobreza

Juan Carlos Hidalgo comenta qué es lo que no se ve detrás de la caída de la pobreza en Costa Rica.
Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
“Los ingresos por trabajo y rentas de la propiedad se mantienen sin variaciones significativas en términos estadísticos”. Esta oración en la página 29 de la nueva Encuesta Nacional de Hogares nos llama a tomar con prudencia la caída de la pobreza del último año. Si bien la noticia es bienvenida, es muy temprano para lanzar las campanas al vuelo.
La pobreza disminuyó 1,3 puntos porcentuales –a un nivel similar al del 2013– por dos factores específicos. Por un lado, cayó el costo de la canasta básica –la métrica utilizada para determinar si un hogar es pobre–. Esto ocurrió gracias a la casi nula inflación del último año, algo en lo que el gobierno merece crédito, ya que ha defendido a capa y espada la independencia del BCCR ante las fuertes presiones de la derecha mercantilista por devaluar el colón dizque para mejorar la competitividad de la economía.



Pero el principal factor detrás de la caída de la pobreza fue un aumento en los ingresos, tanto en términos per cápita (3,6%) como por hogares (2,4%). Esto sería motivo de celebración si no fuera por lo que nos indica la oración antes destacada: el crecimiento del ingreso no fue impulsado por el trabajo o la inversión, sino que fue mayormente el resultado de un incremento significativo en las transferencias estatales.
La cantidad de dinero destinado a ayudas familiares aumentó en un 14,3% desde el 2014 –y hay presupuestado un incremento adicional del 21,6% para el próximo año–. Esto demuestra una decidida apuesta asistencialista del gobierno. Según las autoridades, esta estrategia es condicionada y temporal, algo que solo el tiempo dirá si es cierto.
He ahí la razón para ser prudentes con estos resultados: para derrotar efectivamente a la pobreza se requiere que los ingresos por trabajo e inversión aumenten de manera sostenida en el tiempo. Esto se logra únicamente a través de un mayor crecimiento económico y su consecuente generación de empleo. Desafortunadamente, ambos indicadores muestran un desempeño inferior al promedio histórico reciente, con el agravante de que la delicada situación fiscal constituye una espada de Damocles sobre la estabilidad económica.
Sin duda debe alegrarnos que 10.400 familias menos sufran el flagelo de la pobreza, pero tengamos muy presente que esto se debió a medidas paliativas. Sabremos a ciencia cierta si la reducción de la miseria fue sostenible si dentro de unos años otro presidente anuncia que menos hogares reciben asistencia estatal

Wednesday, October 5, 2016

Con la misma desigualdad que en la Nueva España

“México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población”.

Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 1811.
El país de la desigualdad. Así se refirió Humboldt a México después de su vista a la Nueva España a principios del siglo XIX. Mucho ha cambiado. Y al mismo tiempo, poco. El informe sobre Desarrollo Humano en México para 2016, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, enfocado en desigualdad y movilidad social, nos da información alentadora desde cierta perspectiva, pero devastadora al compararnos frente a los demás países e incluso dentro de nuestro mismo país.

La desigualdad es un tema que preocupa en México. El coeficiente de Gini, índice que va de 0 a 1 y que indica mayor desigualdad conforme se acerca a 1, es 0.494 para México antes de impuestos y transferencias. Nos encontramos en el lugar 30 de los 34 países de la OCDE. Alemania, Portugal e Italia son más desiguales. Para corregir estas desigualdades, los países tienen a la mano herramientas de política pública como los impuestos y transferencias que, si se usan de forma correcta y eficiente, pueden ayudar significativamente a disminuir la brecha entre los sectores con mayores ingresos y los de menores.

Si la política fiscal es eficiente en este ámbito, es decir, si los impuestos se aplican de forma adecuada y progresiva y las transferencias sirven para el propósito para el cual han sido diseñadas, entonces esperaríamos que el índice de Gini bajara después de la implementación de ambas herramientas. Eso sucede con Alemania, Portugal e Italia. En México también sucede, pero en una menor proporción. Tan es así, que después de impuestos y transferencias, México se vuelve el país más desigual entre los miembros de la OCDE.

Así es la eficiencia y la eficacia de nuestras políticas de redistribución de la riqueza.

En el estudio mencionado se alude a la desigualdad y a la movilidad social en conjunto para analizar si hay correlación entre ambas. En términos generales, sí existe esa correlación; entre mayor sea la desigualdad de origen, menor es la movilidad de las personas –pueden moverse menos de un decil de ingresos a otro– lo que genera, a su vez, más desigualdad. México se encuentra dando vueltas en ese círculo vicioso.

Pero han habido avances y es importante mencionarlo. En términos absolutos, ha mejorado el desarrollo de los mexicanos. El Índice de Desarrollo Humano ha mejorado en el tiempo. Han habido logros importantes en salud y en educación. Ha habido movilidad 'bsoluta', es decir, la expectativa de vida ha aumentado y han aumentado los años de estudio promedio de la población. El impacto del sector salud ha sido mayor. Pero la buena noticia tiene un aspecto contrastante. Si bien han habido mejoras y se vive más, conforme se avanza en edad se vive peor. La desigualdad aumenta en la medida en la que la población va envejeciendo.

El otro componente del Índice de Desarrollo Humano es el ingreso. El avance económico del país a lo largo del tiempo no ha contribuido a la disminución de la desigualdad. Por el contrario, ha sido el motor de la misma. En este aspecto, el informe señala que el mercado laboral del país replica y fomenta las desigualdades.

El avance ha sido lento si nos comparamos con otras economías. Mientras nosotros caminamos, otros van corriendo. Jamás podremos cerrar esa brecha si no aceleramos el paso. Pero al ver las políticas públicas que seguimos aplicando, no se percibe ningún sentido de urgencia. Seguimos usando programas de transferencias regresivos, no tenemos un padrón confiable de beneficiarios –lo cual repercute en el desperdicio de miles de millones de pesos–. Hablamos mucho de la reforma educativa, pero no del contenido y la calidad de los años de estudio. Se han gastado billones de pesos en el combate a la pobreza y en programas de desarrollo social desde hace décadas y el porcentaje de población en pobreza es prácticamente igual al que teníamos hace 20 años.

Como bien dice el informe, la movilidad de México se observará en la movilidad de los mexicanos. Hoy tenemos la misma desigualdad y probablemente la misma movilidad que teníamos hace siglos cuando éramos la Nueva España. ¿Nos daremos cuenta de la urgencia o seguiremos esperando?

La autora es profesora de economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

Tuesday, September 20, 2016

La solución a la pobreza




Por Gabriel Boragina ©
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Si bien hemos abordado este tema muchas veces, no estará de más reiterar algunas ideas básicas al respecto, sobre todo porque la confusión sobre el mismo sigue latente en muchos ámbitos, incluso académicos.
"La organización Oxfam ha dado con la solución para acabar con la pobreza en el mundo: ¡quitarle el dinero a los ricos! Nada fascina más al buenismo de todos los partidos y tendencias que las alquimias políticas que comporten la violación de la propiedad privada, sobre todo si es de una minoría indeseable. Los titulares de prensa recogieron con visible entusiasmo el descubrimiento de Oxfam: Los ingresos en 2012 de las 100 personas más ricas del planeta podrían acabar cuatro veces con la pobreza mundial."[1]

 
La idea popular de que los ricos son ricos a expensas de los pobres no es nueva. Podría decirse que es tan antigua como el hombre. Ya en la Biblia encontramos referencias a ella, si bien bajo diferentes escenarios y contextos. El fundamento histórico parecía justificado: en los pueblos antiguos la riqueza era obtenida por medio de la fuerza de reyes, emperadores y monarcas, que a través de guerras de conquista se apropiaban absolutamente de todo lo que podían, a costa de sus conquistados. Tras una invasión, los jefes militares y políticos confiscaban tanto bienes como personas, usufructuando a ambos, y reduciendo a sus invadidos a la esclavitud. Así, el poder y el dinero terminaba hallándose -al final del camino- siempre en las mismas manos: la de los poderosos jefes militares y políticos. Este fue el panorama general mundial hasta que, hacia finales del siglo XVIII, comienza a irrumpir en escena un fenómeno que revertirá -casi por completo- esa historia, y este acontecimiento consistió en la aparición del capitalismo.
"El mensaje es diáfano: no sólo se resuelve la pobreza quitándole el dinero a los ricos, sino que ni siquiera hay que quitárselo todo. Incluso cabe dejarles bastante. Vamos, no quitarles el dinero es monstruoso: "la riqueza y los ingresos extremos no sólo no son éticos, sino que además son económicamente ineficientes, políticamente corrosivos, socialmente divisores y medioambientalmente destructivos". No sé si está claro: es que quitándoles un poco de su grosero patrimonio a los ricos, todo está resuelto. Todo."[2]
La palabra "extremo" no es más que un juicio de valor, una apreciación por entero subjetiva que varía de significado de persona en persona. Alguien que tenga un sólo par de zapatos podría considerar "extremo" que otra persona tuviera dos o tres; de la misma manera que alguien que tuviera un millón de dólares podría juzgar "extremo" que su vecino tuviera dos o tres millones de la misma moneda. Nunca vamos a poder acertar un criterio único ni un patrón uniforme que catalogue -de una vez por todas y para siempre- que es lo "extremo" o "anti-extremo" para todo el mundo.
"La mendacidad no es un accesorio del pensamiento único: integra su misma esencia, y aquí resplandece como nunca, en un triple sentido. En primer lugar, es falso que la pobreza tenga que ver con la riqueza: los pobres no son pobres porque los ricos sean ricos. Un rico no es necesariamente un ladrón. Sólo si hay apropiación forzada la riqueza equivale a la pobreza. Por cierto, eso sucede en un caso importante que no es analizado por el progresismo: cuando el Estado nos quita el dinero, ahí sí que se enriquece él a expensas de sus súbditos. En condiciones de libertad el rico no empobrece a los demás ni es éticamente reprochable, al revés de lo que asegura Oxfam."[3]
En condiciones de libertad o de un sistema capitalista pleno, el rico enriquece al pobre y no a la inversa. El capital acumulado hace de apoyo logístico al trabajo, y este efecto provoca que los salarios reales crezcan, lo que es sumamente provechoso para todas las personas de escasos recursos, sea que estén efectivamente empleadas o no lo estén. En el capitalismo, la libre competencia obliga a los empresarios y productores a bajar precios de sus artículos, al tiempo que el mercado libre competitivo los fuerza -les guste o no- a aumentar salarios, y a contratar más mano de obra. De tal suerte que, los desocupados pasan a conseguir empleo, y los ya empleados ven subir sus salarios. En los mercados intervenidos (como los nuestros) el efecto observado es el inverso.
"En segundo lugar, la pobreza no se supera mediante transferencias de recursos existentes, sino mediante creaciones de riqueza a cargo de los propios pobres, que jamás son considerados como protagonistas por el discurso hegemónico, que los ve como petrificados explotados, incapaces de salir adelante si no viene un poderoso a redistribuir a la fuerza la propiedad ajena."[4]
El gobierno no puede hacer caridad con los pobres, por la sencilla razón de que los recursos que les trasfiere se los está quitando a otras personas (ricos y pobres asimismo) y la caridad sólo adquiere relevancia cuando se realiza con fondos propios. Más los gobiernos nunca obtienen fondos propios. Todo dinero que maneja el gobierno es producto de la expoliación al sector productivo de la economía.
"Y en tercer lugar, el camelo de Oxfam transmite la sensación de que la política es buena si "lucha contra la desigualdad" hostigando exclusivamente a los millonarios. Pero la política no hace eso nunca, sino que se dedica a arrebatar los bienes a las grandes mayorías, a las que cobra impuestos y ahoga con toda suerte de controles, regulaciones, prohibiciones y multas; grandes mayorías, por cierto, que no reciben la atención de Oxfam ni de ninguna voz del buenismo predominante"[5]
La pobreza actual es consecuencia de la política de la mayoría de los estados nación que se encuentran enrolados en una lucha contra la riqueza o contra el capital, tal como K. Marx quería. Estos gobiernos, rehusarían rotularse como marxistas, sin embargo lo que practican es marxismo, si bien no puro, pero marxismo al fin. El keynesianismo -más aceptado recientemente- es sólo una forma edulcorada de marxismo menos violento pero no menos letal.



[1]Carlos Rodríguez Braun. "Oxfam Eureka". Fuente: Centro Diego de Covarrubias/ http://centrocovarrubias.com/node/437
[2] Rodríguez Braun. "Oxfam...." op. Cit.
[3] Rodríguez Braun. "Oxfam..." op. Cit.
[4] Rodríguez Braun. "Oxfam..." op. Cit.
[5] Rodríguez Braun. "Oxfam..." op. Cit.

China: Cómo redujo su pobreza del 80% al 10%

Made in China

A lo largo de las últimas cuatro décadas, pocos países han experimentado una transformación tan significativa como China. El gigante asiático sufrió una dura guerra civil en la segunda mitad de la década de 1940 y entró en los años 50 con el liderazgo implacable de Mao Tse Tung, cuyo régimen totalitario de inspiración comunista llevó al país a la más absoluta miseria.
Las políticas de colectivización y planificación de la economía hicieron de China un país tremendamente pobre, con el agravante de que hablamos de una nación particularmente grande. Mao no solamente no cambió de rumbo ante el fracaso de sus medidas sino que las apuntaló con “purgas” políticas como la “revolución cultural”.



Cuando Deng Xiaoping tomó las riendas del país en 1978, China empezó a plantearse un cambio de rumbo. El primer cambio significativo fue la creación de las llamadas Zonas Económicas Especiales (ZES), en las que se permitía el desarrollo de un marco económico capitalista frente al sistema comunista que seguía en vigor en el resto del país.
En 1980, China contaba con ZES en Shenzhen, Zhuhai, Shantou, Xiamen, Hainan… A la lista se sumaron casi quince ciudades costeras, que recibieron el estatus CES en 1984. A lo largo de los años siguientes, el estatus de las ZES llegó a más y más ciudades del país, generalizando poco a poco el giro hacia la economía de mercado.

Apertura comercial

En esta línea, las autoridades del Partido Comunista empezaron a perfilar un nuevo marco de relaciones comerciales con el resto del mundo que estaba marcado por la pretensión de abrirse al mundo para potenciar la llegada de inversión extranjera y el desarrollo de sectores exportadores. Poco a poco, China empezó a incorporarse al comercio mundial, beneficiándose de la globalización.
A comienzos de los años 90, el arancel medio ya había bajado hasta el 30%, aunque a mediados de la década se situaba por debajo del 20% y a comienzos del siglo XXI no llegaba al 5%. La entrada en la Organización Mundial de Comercio blindó estos avances y certificó el nacimiento de una nueva China abierta al mundo.

Libertad empresarial

Poco a poco, las autoridades chinas han ido reduciendo el peso del Estado en la economía y han apostado por facilitar la entrada de nuevos competidores así como por privatizar la gestión de los ineficientes conglomerados empresariales ligados al poder público.
Por ejemplo, en el sector industrial vemos que la producción generada por las industrias estatales ha caído del 80% al 20% como consecuencia de esta agenda de privatización y liberalización.

Espectacular desplome de la pobreza

Los datos del Banco Mundial confirman que estas reformas iniciales tuvieron un enorme éxito a la hora de reducir la pobreza. Entre 1980 y 2010, la tasa de pobreza (ajustada a inflación y poder de compra) se redujo del 80% al 10%, una caída sin precedentes en la historia. Esto significa que 500 millones de personas salieron de la pobreza a raíz del aperturismo económico del gigante asiático.
El PIB per cápita refleja ese espectacular salto de desarrollo que ha experimentado China conforme su marco económico ha abandonado el comunismo radical de la era de Mao. El PIB per cápita creció un 730% entre 1990 y 2014, mientras el PIB mundial aumentaba un 63%.
Esto redujo notablemente las diferencias entre China y el resto de paísesdel globo. En 1990, el PIB chino era un 83% más bajo que el PIB mundial(1.500 dólares frente a 8.800 dólares), pero en 2014 este diferencial negativo se había reducido al 13% (12.600 dólares frente a 14.400 dólares).
Pero el desarrollo de China no está garantizado. Quedan pendientes reformas de nuevo cuño que permitan aumentar la competitividad, como también sigue encima de la mesa el inevitable debate sobre la falta de libertades que, lamentablemente, siguen sufriendo los ciudadanos del país asiático.

Thursday, September 15, 2016

Necesidades, capitalismo y pobreza

Por Gabriel Boragina ©


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La "culpabilidad" del capitalismo en cuanto a la generación y expansión de la pobreza es casi un lugar común en la mente, discursos, diálogos, periódicos, películas, libros y –prácticamente- cualquier expresión cultural o social. Esta tendencia no es "novedosa", sino que viene desde hace muchísimo tiempo atrás. La condena al capitalismo desde K. Marx hacia aquí se ha convertido en una práctica generalizada en la que personas de todas las condiciones sociales –y sin importar su status- incurren de continuo: 
 
 
"Los teóricos del welfare, como los Kathedersozialisten alemanes y sus discípulos, los institucionalistas americanos, han publicado miles de volúmenes, detallados catálogos de las insatisfactorias condiciones en que se debate el género humano. Creen así evidenciar las deficiencias del capitalismo. Pero en realidad tales escritos no nos dicen sino lo que todos ya sabemos: que las necesidades humanas son prácticamente ilimitadas y que hay todavía mucho que hacer en bien de la humanidad. Lo que tales publicaciones nunca se preocupan de demostrar es la idoneidad del intervencionismo y del socialismo para remediar los propios males que airean."[1]
Puede decirse, sin lugar a dudas, que la persistencia de ideas tan equivocadas acerca del capitalismo es lo que agudiza los procesos creadores de pobreza en los distintos rincones del planeta. La doctrina socialista parte de la falsa premisa de un mundo donde todos los bienes necesarios sobran. Con esta base, tan ridícula y traída de los pelos, es que llegan a la "conclusión" de que "el problema económico" encontraría definitiva solución solamente si "personas honestas" se dedicaran a repartir las riquezas que rebosan por doquier. Si fuera cierto que las fortunas crecen en los árboles como parecen opinar tales teóricos, haría tiempo que la pobreza habría sido erradicada definitivamente de la faz de la tierra. No es por la carencia de sistemas legales justos que la pobreza existe aun en vastas partes del mundo, ni tampoco por falta de bien intencionados gobernantes, sino que resulta de la errada plataforma económica en que dichos procedimientos jurídicos se fundan la verdadera causa del fracaso de estos en lograr suprimir la pobreza.
"Nadie duda que, si hubiera mayor abundancia de bienes, todo el mundo estaría mejor. El problema, sin embargo, estriba en dilucidar si, para conseguir la tan deseada abundancia, existe algún método distinto del de acumular nuevos capitales. La ampulosidad verbal del dirigismo deliberadamente tiende a ocultar esta cuestión, la única que en verdad interesa. Pese a hallarse científicamente demostrado que la acumulación de nuevo capital es el único mecanismo capaz de impulsar el progreso económico, estos teóricos gustan de lucubrar en torno a un supuesto «ahorro excesivo» y a unas fantasma­góricas «inversiones extremadas» , aconsejando gastar más y, de paso, restringir la producción. Estamos, pues, ante los heraldos de la regresión económica, ante gentes que, aun sin quererlo, laboran por la miseria y la desintegración social. La comunidad organizada de acuerdo con las normas del paterna­lismo, desde un personal punto de vista subjetivo, podrá parecer justa a determinadas gentes. Pero lo que no ofrece duda es que los componentes de tal sociedad irían pauperizándose progresivamente."[2]
El capitalismo puede definirse a la sazón como el sistema de acumulación de nuevos capitales y es -como tal- el único que garantiza por ese medio la diminución y posterior eliminación de la pobreza. Hay sólo dos motivos explicables por los cuales existen aun personas que acusan al capitalismo de originar "ganancias excesivas" o "desproporcionadas" (o sinónimos a estas calificaciones) que producen fortuna para unos e indigencia para los demás. La primera de estas razones es que, quienes así piensan, pueden llegar a ser víctimas de una supina ignorancia económica, y cuando se expresan de ese modo hablan entonces desde ella, en tanto que la segunda es atribuirla a una deliberada mala fe en quienes así se pronuncian. A su vez, esta oculta mala fe de quienes saben positivamente que el capitalismo produce bienes copiosos para todos y no a la inversa, puede radicar en dos sub-motivaciones: el hecho de que este segundo grupo de personas no se considera a si misma apta para competir en un sistema capitalista, o bien que siéndolo, padecen de fuertes dosis de envidia respecto de aquellos que mejores (o mayores) aptitudes demuestran en las lides del mercado libre. Sea como fuere, ya se trate del primer conjunto o del siguiente, lo cierto es que, en la medida que tales personas gozan de popularidad y logran convencer de sus falacias a otros incautos, la distorsión que sus ideas socialistas producen en los demás son un verdadero atentando contra el progreso y el desarrollo económicos de sus semejantes y, por carácter transitivo, del pueblo todo.
"La opinión pública del mundo occidental, durante una larga centuria, ha venido creyendo en la real existencia de eso que se ha dado en llamar «la cuestión social» y «el problema laboral». Se pretende, con tales expresiones, convencer a las gentes de que el capitalismo resulta esencialmente dañoso para los intereses vitales de las masas y, sobre todo, perjudicial para trabajadores y campesinos modestos. Siendo ello así, intolerable resulta mantener tan injusto orden económico; impónense las reformas más radicales.
La verdad, sin embargo, es que el capitalismo no sólo ha permitido a la población crecer en grado excepcional, sino que, además, ha elevado el nivel de vida de un modo sin precedentes. La ciencia económica y la experiencia histórica unánimes proclaman que el capitalismo constituye el orden social más beneficioso para las masas. Por sí solos, en tal sentido, hablan los logros del sistema. La economía de mercado no necesita de corifeos ni de propagandistas. Puedan aplicarse las célebres palabras grabadas en la catedral de San Pablo, sobre la losa mortuoria de su constructor, sir Christopher "Si buscas su monumento, contempla cuanto te rodea. "[3]