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Friday, December 9, 2016

Donald Trump y el nuevo orden económico

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong … read more
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Donald Trump y el nuevo orden económico

HONG KONG – Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la jerarquía de las prioridades económicas ha sido relativamente clara. Por sobre todo estaba la creación de una economía global impulsada por el mercado que fuera abierta, innovadora y dinámica, en la que todos los países puedan (en principio) prosperar y crecer. En segundo lugar -hasta se podría decir en un segundo puesto distante- estaba la generación de patrones de crecimiento nacional vigorosos, sustentables e inclusivos. Nada más. 


Por cierto, una inversión de las prioridades parece estar en marcha. Lograr un crecimiento fuerte e inclusivo a nivel nacional para reanimar a una clase media que se desmorona, fomentar los ingresos estancados y recortar el alto desempleo juvenil hoy está cobrando precedencia. Los acuerdos internacionales de beneficio mutuo que rigen los flujos de mercancías, capital, tecnología y personas (los cuatro flujos esenciales en la economía global) son apropiados sólo cuando refuerzan -o, al menos, no minan- el progreso para cumplir con la más alta prioridad.
Esta inversión se volvió evidente en junio, cuando los británicos -inclusive aquellos que se benefician significativamente del sistema económico y financiero abierto de hoy- votaron a favor de abandonar la Unión Europea, en base a lo que podría llamarse el principio de soberanía. La percepción fue que las instituciones de la UE estaban minando la capacidad de Gran Bretaña de impulsar su propia economía, regular la inmigración y controlar su destino.
Una visión similar ha animado los movimientos políticos nacionalistas y populistas en toda Europa, muchos de los cuales creen que los acuerdos supranacionales deberían venir después de la prosperidad interna. La UE -que en verdad, con su configuración actual, deja a sus gobiernos miembro casi sin herramientas políticas para satisfacer las necesidades en evolución de sus ciudadanos- es un blanco fácil.  
Pero sin estos acuerdos institucionales, existe la sensación de que promover los mercados y vínculos internacionales puede obstaculizar la capacidad de un país de potenciar sus propios intereses. La victoria de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos dejó esto muy en claro.
En sintonía con el principal eslogan de campaña de Trump, "Haz que Estados Unidos vuelva a ser grande", fueron sus comentarios "Estados Unidos primero" los que resultaron más reveladores. Si bien Trump podría impulsar acuerdos bilaterales de beneficio mutuo, podemos esperar que estén subordinados a las prioridades domésticas, especialmente los objetivos distributivos, y respaldados exclusivamente si son coherentes con estas prioridades.
La frustración de los votantes de los países desarrollados con la antigua arquitectura económica global impulsada por el mercado no es infundada. Ese orden efectivamente permitió que fuerzas poderosas, por momentos más allá del control de los funcionarios electos y de los responsables de las políticas, forjaran las economías nacionales. Puede ser verdad que algunas de las elites de ese orden optaran por ignorar las consecuencias adversas del antiguo orden en materia de distribución y de empleo, cosechando al mismo tiempo los frutos. Pero también es cierto que el antiguo orden, tomado como sacrosanto, dificultó la capacidad de las elites de abordar esos problemas, aunque lo intentaran.
Esto no siempre fue así. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, motivado en parte por la Guerra Fría, ayudó a crear el antiguo orden al facilitar la recuperación económica en Occidente y, con el tiempo, crear oportunidades de crecimiento para los países en desarrollo. Durante 30 años aproximadamente, los aspectos distributivos de los patrones globales de crecimiento que estos esfuerzos apuntalaron fueron positivos, tanto para los países en forma individual como para el mundo en general. Comparado con cualquier cosa que ocurrió antes, el orden de posguerra fue un beneficio para la inclusión.
Pero nada dura para siempre. En tanto declinó la desigualdad entre países, la desigualdad al interior de los países aumentó -al punto de que la inversión de las prioridades probablemente fue inevitable-. Ahora que la inversión finalmente llegó, junto con ella llegaron las consecuencias. Si bien es difícil decir precisamente cuáles serán, algunas parecen bastante claras. 
Para empezar, Estados Unidos se mostrará más reacio a absorber un porcentaje desproporcionado del costo de ofrecer mercancías públicas globales. Mientras que otros países terminarán tomando la posta, habrá un período de transición de duración incierta, durante el cual la oferta de esas mercancías puede declinar, minando potencialmente la estabilidad. Por ejemplo, los términos de compromiso en la OTAN probablemente sean renegociados.
El multilateralismo -que existió durante mucho tiempo gracias a la misma suerte de contribución asimétrica, aunque normalmente proporcional al ingreso y la riqueza de los países- también perderá fuerza, en tanto se acelere la tendencia hacia un comercio y acuerdos de inversión bilaterales y regionales. Trump probablemente sea uno de los principales defensores de este rumbo; en verdad, hasta se pueden descartar los acuerdos comerciales regionales, como sugiere su negativa a ratificar el Acuerdo Transpacífico de 12 países.
Esto crea una oportunidad para que China lidere el establecimiento de un pacto comercial para Asia -una oportunidad que los líderes chinos ya están listos para aprovechar-. Como resultado de ello, junto con su estrategia de "un cinturón, una ruta" y su creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la influencia de China en la región se expandirá significativamente.
Mientras tanto, para los países en desarrollo que carecen del poderío económico de China, la tendencia de alejarse del multiculturalismo puede ser nociva. Mientras que los países pobres y menos desarrollados encontraron oportunidades para crecer y prosperar en el antiguo orden, tendrán que esforzarse para negociar de manera efectiva en una base bilateral. La esperanza es que el mundo reconozca su interés colectivo en mantener  senderos de desarrollo abiertos para los países más pobres, para beneficio de esos países y por el bien de la paz y la seguridad internacional.
Más allá del comercio, la tecnología es otra fuerza global poderosa que probablemente reciba un trato diferente en el nuevo orden: se convertirá en objeto de más regulaciones a nivel nacional. Las amenazas cibernéticas exigirán algunas regulaciones y demandarán intervenciones de políticas en evolución. Pero otras amenazas -por ejemplo, las noticias falsas que han proliferado en Occidente (y, en particular, en Estados Unidos durante la campaña presidencial)- también pueden requerir un abordaje más activo. Y tal vez sea necesario moderar el ritmo de la adopción de tecnologías digitales que desplazan la mano de obra, para que el ajuste estructural de la economía pueda coger ritmo.
El nuevo énfasis en los intereses nacionales claramente tiene costos y riesgos. Pero también puede traer aparejados grandes beneficios. Un orden económico global apoyado en un cimiento que se desmorona -en términos de respaldo democrático y cohesión política y social nacional- no es estable. Siempre que las identidades de la población estén esencialmente organizadas, como lo están hoy, en torno de la ciudadanía en los estados nación, una estrategia que priorice a los países puede ser la más efectiva. Nos guste o no, estamos a punto de averiguarlo.

Wednesday, November 23, 2016

Donald Trump se distancia de convención neonazi: “Los repudio y los condeno”. BY: ORLANDO AVENDAÑO

(Wikimedia)
“No quiero darle energías al grupo y los repudio”, dijo Donald Trump con respecto a los simpatizantes “alt-right” que esgrimieron saludos nazis. (Wikimedia)
Este martes 22 de noviembre se llevó a cabo un encuentro entre el presidente electo de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, y The New York Times (NYT). Allí el magnate aprovechó la ocasión para distanciarse de un grupo de simpatizantes, miembros del movimiento Alt-Right, que el sábado pasado, en Washington, hicieron saludos nazi y referencias al nazismo.
“Los repudio y los condeno”, dijo Trump al NYT.


Asimismo, el presidente electo aseguró que no entiende por qué estos grupos se sienten identificados con él y negó que les diera fuerza: “No quiero darle energías al grupo y los repudio (…) No es un grupo al que quiero dar enegía. Y si se sienten fuertes, quiero investigarlo y descubrir por qué”.
Además, con respecto a la polémica designación del exdirector del medio Breitbart y estratega de Trump, Steve Bannon, como jefe principal de estrategia de la Casa Blanca, el magnate aseguró que “si yo pensara que él es un racista o un alt-right o cualquiera de esas cosas y en esos términos, ni siquiera hubiese pensado en contratarlo”.
“Creo que esto es difícil para él. Creo que la está pasando mal por eso. Porque eso no es él”, dijo Trump frente a las acusaciones que se hace a Bannon de ser racista y nacionalista blanco.
Además, con respecto a Breitbart, el medio de Bannon que ha sido acusado de títulos incendiarios y de tendencioso, Trump dijo: “Es solo una publicación. Ellos cubren historias como ustedes [NYT] cubren historias. Ciertamente, ellos son muchos más conservadores que lo que son ustedes. Pero Breitbart es realmente una organización mediática que se ha vuelto muy exitosa”.
“Tiene lectores. Y cubre temas de la derecha, pero también cubre temas de la izquierda. Es algo bastante grande”, puntualizó el presidente electo.

Thursday, November 17, 2016

Donald Trump y la vuelta de Apple a Estados Unidos

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Una de las propuestas e iniciativas que el nuevo presidente de EE. UU. ha mantenido a lo largo de toda la campaña electoral es la de obligar a Apple a hacer sus dispositivos y productos en el país mediante la imposición de altos aranceles que podrían llegar al 35%. No puedo predecir lo que hará Trump ya que no soy adivino. Además, tratándose de un político, todavía es más complejo prever que hará, ya que puede cambiar sus propuestas de un día para otro. Lo que sí que podemos afirmar como economistas es que, de ser verdad, no sería una buena noticia.


Para empezar, la empresa Apple pertenece a los accionistas de Apple, no al gobierno estadounidense. Estos accionistas deben decidir libremente lo que hacen con sus activos. Nadie debe estar obligado a realocar sus activos en ningún país en concreto. Sencillamente es su propiedad privada. Lo lógico, evidentemente, es que tomen las decisiones estratégicas que mejor ayuden al éxito del negocio, es decir, a la satisfacción de los consumidores.
Y este es un punto clave, ya que con aranceles del 35% los consumidores estadounidenses carecerían de productos Apple.
Si a los actuales precios tenemos que sumar un impuesto del 35% más todos los costes de transporte, la demanda se cae. Simplemente, una gran parte de los consumidores no los adquirirían. Para algunos consumidores el precio sería inasequible y para otros consumidores los beneficios esperados no compensarían los costes.
EE. UU. se quedaría sin un producto complejo y completo que satisface numerosísimas necesidades tanto básicas como sociales e individuales. Se quedaría sin un bien de capital que aumenta la productividad de sus habitantes. Si esto ocurriera de forma generalizada con otros productos, la sociedad se empobrecería en su conjunto.
Por otro lado, la posibilidad que Apple produzca enteramente sus dispositivos en EE. UU. es pura ciencia ficción económica y no lo veremos jamás. El motivo es económicamente sencillo y se debe a dos factores.
El primero es un tema de costes. Los costes de los factores de producción (tierra, trabajo y capital) en EE. UU. es altísimo comparado con otros lugares del planeta. Uno de los mayores costes que tiene una empresa, por no decir el principal en la mayoría de ellas, son los costes salariales. Los costes salariales son costes fijos que forman parte del coste final del producto. Las partes que componen los costes salariales son básicamente el salario neto que percibe el trabajador más la seguridad social del trabajador, los impuestos sobre la renta de las personas física y la seguridad social de la empresa. Pues bien, cada uno de estos conceptos son muy elevados en EE. UU. comparados a otros países como China o Taiwan. El salario medio en otros países puede ser de más de 10 veces inferior al de EE. UU. en términos nominales.
Por lo tanto, de fabricarse los productos Apple en EE. UU. su coste y precio sería estratosférico, haciendo el modelo de negocio inviable. Nadie en el mundo podría tener productos Apple. Además de enviar a todos sus trabajadores al paro.
El segundo factor es que la producción de los productos Apple es muy compleja involucra centenares de procesos y miles de trabajadores (más de 60.000, 43.000 en EE.UU. y 20.000 en el resto de mundo).  Motivo por el cual no pueden elaborarse los productos enteramente en un solo país.
No hay ningún país que disponga ni pueda desarrollar todas las materias primas y conocimiento que necesita. Los países, igual que las personas, necesitamos comerciar y cooperar para obtener lo que necesitamos, todo ello especializándonos en lo que tenemos ventaja comparativa. EE.UU. no dispone de los cientos de materiales que componen un producto tan complejo como un iPhone, y tampoco dispone de todos los operarios, diseñadores, ingenieros, economistas, y demás profesionales para producir los dispositivos.
De hecho, el New York Times explicaba que los ejecutivos de Apple estimaron que 8.700 ingenieros industriales eran necesarios para supervisar y guiar la línea de montaje de 200.000 empleados dedicados a la manufacturación de iPhones. Los analistas de la compañía estimaron que serían necesarios nueve meses para obtener esa cantidad de ingenieros cualificados en Estados Unidos. En China tardaron sólo 15 días.
En este sentido, que podamos disponer de productos como un smartphone es un milagro que algunas empresas han hecho posible gracias a la optimización perfecta de todas las partes de su modelo de negocio y gracias al entorno globalizado actual. Y esto implica entender que las empresas no tienen “nacionalidad” hoy en día. Las empresas son globales y en la elaboración de sus productos participan miles de personas localizadas en múltiples países.
En cualquier caso, sí existe una fácil y clara manera de que Apple “vuelva” a EE. UU: hacer un escenario en el que invertir en EE. UU sea atractivo, rentable y conveniente. Si Trump disminuyera los costes salariales (seguridad social e IRPF) y el impuesto de sociedades lo suficiente, probablemente Apple se plantearía sin problemas trasladar parte de su producción a EE. UU. e incluso establecer la empresa allí en vez de Irlanda.
Esta sería la única manera lógica de que todos salieran ganando: Apple vería sus costes reducidos y la posibilidad de establecerse en EE. UU. sería viable; los ciudadanos verían como se crean miles de puestos de trabajo, pueden disponer que productos que mejoran su bienestar y se disminuyen los impuestos; y el Estado recaudaría mucho más de lo que está recaudando ahora y, a su vez, disminuiría el gasto destinado a ayudas sociales por desempleo.

Thursday, October 27, 2016

Donald Trump: ¿Fenómeno novedoso o populista típico?

By: Guillermo Rodríguez González - 

(Youtube) Donald Trump
Pensé que Trump no lograría la nominación republicana. La logró representando la anti política populista en un país con un liderazgo político divorciado de las preocupaciones. (Youtube)
Tras obtener una nominación republicana aparentemente imposible para un advenedizo –famoso por transformar la exhibición del mal gusto y la matonería en “televisión real” en una marca comercial que vende de bienes raíces y casinos, a títulos universitarios y ropa maquilada en México– Donald Trump está superando la alianza en su contra de medios de comunicación, intelectualidad de izquierda, figuras del entretenimiento y la academia. No es poco para un outsider populista calificado de racista, xenófobo y proteccionista, lo que sí reflejan sus discursos, pero no como para considerarlo un posible miembro del Ku Klux Klan, aunque ahí muestren una incómoda simpatía por su candidatura.



Pensé que Trump no lograría la nominación republicana. La logró representando la anti política populista en un país con un liderazgo político divorciado de las preocupaciones, valores e incluso prejuicios del ciudadano común. Sumemos que la recesión se solapa con cambios en la estructura industrial y comenzamos a entender el populismo de Trump. Hillary Clinton es la quintaesencia de la política divorciada del ciudadano común, una candidata que ya perdió pese al apoyo de la Casa Blanca en la primaria contra un cuasi outsider como el Obama de entonces, con demasiados esqueletos en su armario. Uno poco conocido es que como secretaria de Estado apoyó decididamente la agenda político-mafiosa de la ex guerrilla marxista en Guatemala.
Para entender lo que algunos llaman el fenómeno Trump, en Caracas me reúno con el consultor económico y geoestratégico Pedro Elías Hernández, quien ve en Trump un populista típico capitalizando angustias e incluso prejuicios de la América profunda, el proteccionismo, cierto racismo antimexicano, y el rechazo a los efectos de una recesión que afecta las aspiraciones de blancos de clase media o baja, cuyas ideas de soluciones equivocadas y potencialmente desastrosas cabalga: Trump el populista dice lo que la gente quiere escuchar, especialmente cuando está equivocada.
Un demagogo populista en una crisis económica y de legitimidad política no es novedad: son personajes comunes que adoptan un discurso de derecha, como Trump, o de izquierda como Pablo Iglesias, según el público objetivo, pero la técnica de confrontación, lenguaje popular y oferta demagógica irresponsable son equivalentes. Trump es raro pues en Estados Unidos tal populismo, aunque tiene antecedentes, es menos común que en otros países.
Si Hernández tiene razón no hay un “fenómeno Trump” sino un fenómeno típico de populismo y un político nuevo capitalizándolo, nada está garantizado en una elección así, excepto que el candidato más serio –aunque cometa errores en cámara– es el libertario Gary Johnson y no ganará.
Hoy es común una teleconferencia gratuita, y así llegué virtualmente al Institut des Hautes Etudes de la Défense Nationale de Francia. Hablo con Cesar Sabas, Internacionalista con maestría en Ciencias Políticas, quien afirma que no existe un “fenómeno Trump”, él simplemente capitalizó un malestar general de parte importante de los americanos, no necesariamente racistas del Klan, sino del WASP típico, que ha visto su país cambiando producto de la ingeniería social para su perjuicio, y le preocupa que los nuevos inmigrantes se sientan más arraigados a su etnia de origen que a la adoptiva.
Y no se equivocan: hasta 1980 todo el que llegaba a Estados Unidos aspiraba a ser americano, de papel y corazón, pero todo cambió a raíz del multiculturalismo en Occidente, el mismo fenómeno de fractura social de Europa. También ese americano promedio ve cómo el modelo económico lo perjudica en beneficio de las élites de Nueva York o California, y si bien estoy yo estoy a favor del libre mercado, aclara Sabas, entiendo por qué ellos ven injusto que por el libre mercado estadounidenses pierdan empleos al dejar que China haga trampa.
Trump capitalizó eso que casi medio Estados Unidos sentía y estaba dispuesto a apoyar hasta el final, aunque la prensa se uniera en contra. Y los progresistas, lejos de tratar de comprender, o al menos escuchar lo que los simpatizantes de Trump sienten, los estigmatizan logrando radicalizarlos más, concluye Sabas.
Hillary Clinton no es confiable ni para sus propios votantes, pero Trump pudo conectar con los temores y aspiraciones del WASP prometiendo recuperar empleos cuando su marca de ropa se maquila en México, sus hoteles contratan ilegales y las gorras de su campaña se producen en el Tercer Mundo. Sabas señala que para el americano medio ambos son corruptos, pero desde su punto de vista Trump es “mi” corrupto, el que se preocupa por lo mismo que ese ciudadano común, mientras Clinton es la corrupta de otros. El discurso de Trump se enfoca en el interés nacional mientras el de Clinton son clichés progresistas, concluye.
Una teleconferencia hace poco era un lujo, el libre mercado las hizo gratuitas y ese libre mercado es lo que el proteccionismo populista inviable de Trump y el socialismo mal disimulado de Clinton amenazan en la mayor economía del mundo. Pero incluso desde la socialista Venezuela salto de París a Madrid para hablar con Eduardo Castillo, Director de Marketing Político en Strategos Consulting Firm, quien analiza la imagen en distintos grupos de población de los Estados Unidos. Observa que Trump sube en las encuestas y tiene la mayoría de los blancos, pero sale muy mal valorado en todos los grupos que no son personas blancas, que ya no deciden entre tantos de otros orígenes, por lo que todavía estima que Hillary ganaría y el Partido Republicano pasaría años reconstruyéndose pues Trump lo dejará malherido.
Analicemos los políticos por lo que hacen, no por lo que dicen, recuerda Hernández. Por lo que dicen, Clinton transformaría Estados Unidos en otra Venezuela y Trump causaría una debacle económica global por la guerra de proteccionismos. Pero mucho puede ser mentira para ganar votos, lo peligroso es que eso sea lo que gana votos, concluye. Coincido: en democracia los pueblos eventualmente obtienen lo que piden, especialmente cuando es lo peor que podían pedir, que por lo que piensan sus ciudadanos los Estados Unidos se debatan entre Clinton y Trump, lo cual es signo de malos tiempos

Donald Trump conquista el apoyo del núcleo duro del exilio cubano

By: Elena Toledo -

Donald Trump
Donald Trump dijo que no se olvidará de quienes han luchado por la libertad de Cuba. (Gage Skidmore)
El candidato republicano Donald Trump se reunió este martes con la comunidad cubana en Miami con el fin de consolidar el apoyo del núcleo duro del exilio.
El magnate estadounidense realizó una visita a los veteranos de la invasión de la Bahía de Cochinos, quienes por primera vez manifestaron públicamente su apoyo a un candidato a la presidencia de Estados Unidos.
El presidente de la asociación de la Brigada 2506, Humberto Díaz Argüelles, dijo que su decisión “era obvia” antes de presentar al republicano en una sala del museo que por medio de fotografías en blanco y negro recuerda la invasión de en que los veteranos participaron en el asalto militar apoyado por la CIA.



“Los valores del señor Donald Trump y su agenda política están mucho más alineados con los nuestros que la agenda progresista y socialista de Hillary Clinton o los demócratas” señaló Días Argüelles.
El cubano expresó a la cadena de noticias Univisión que el candidato republicano fue invitado al museo para que les explicara “sus planes sobre la libertad de Cuba”.
Muchos de los cubanos presentes aseguraron a Donald Trump que ya habían votado gracias a la votación anticipada que inició este lunes. A este gesto de fidelidad, el presidenciable respondió diciendo no se olvidará de los que como ellos habían luchado por la libertad de la isla.
Donald Trump, como ha acostumbrado a lo largo de su campaña, no dió detalles de su plan de gobierno, pero si ofreció un corto discurso de 10 minutos en donde se refirió a la importancia del fortalecimiento del Ejército y de mantener las ayudas del Seguro Social y el Medicare lo que le valió un fuerte aplauso de los presentes.
En un esfuerzo por hablar español Donald Trump intentó pronunciar el nombre del grupo opositor Damas de Blanco y explicó que había practicado la pronunciación antes de salir al escenario.

Donald Trump aventaja por dos puntos a Clinton en la Florida

El candidato republicano aventaja la demócrata Hillary Clinton por dos puntos en el estado de la Florida según ha revelado este miércoles Bloomberg.


Trump se lleva la ventaja con un 45 % mientras que Clinton se queda atrás con el 43 % de la preferencia de los votantes en uno de los estados más críticos para poder llegar a ocupar la presidencia de los Estados Unidos.
Según la encuestadora Ann Selzer el voto decisivo en estas elecciones lo tienen los votantes independientes, y en este momento ellos por un estrecho margen se inclinan por Donald Trump.
Fuentes: Univisión Noticias, Bloomberg

#EEUU El ala free-market de Donald Trump – por Alejandro Chafuen

#EEUU El ala free-market de Donald Trump – por Alejandro Chafuen

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Cuando Donald Trump se tiró al ruedo de las elecciones primarias en Estados Unidos, muchos pensaron que lo hizo para tantear el territorio e incrementar su prestigio y el de su marca. Quizás esa era la intención.
Pero los votantes Republicanos, e incluso los independientes y afiliados al Partido Demócrata que votaron en algunas de las primarias abiertas, dijeron otra cosa: votaron en forma abrumadora por Trump. En segundo lugar votaron por Ted Cruz, un candidato también considerado anti statu quo y rebelde.
Es entendible que los defensores de intereses de los políticos, comerciales, y medios de difusión constantemente atacados por Trump traten de mostrar solamente su lado y sus posiciones más negativas. Lo mismo sucede con la difusión de los pormenores de los equipos de asesores que ha estado armando.



Yo no comparto muchas posiciones, y menos el estilo, del candidato republicano, pero dado el sesgo de las noticias y especialmente las que se diseminan en el exterior, me parece importante que los que siguen esta elección tan importante conozcan otro mundo de Trump: el mundo de sus asesores comprometidos con la promoción y defensa de la sociedad libre.
En el equipo económico, la figura más conectada con el mundo de las ideas de libertad es Steve Moore. Moore tuvo una carrera muy exitosa en el Instituto Cato, de tendencia libertaria. Allí se convirtió en el economista con más conocimiento de la performance económica y fiscal de los estados provinciales de Estados Unidos. También se convirtió en un gran defensor de los inmigrantes. Su postura era muy cercana a lo que se llama “open borders” o política de puertas abiertas a los inmigrantes.
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Moore luego fundó el “Club del Crecimiento”, un fondo de financiamiento de políticos conservadores liberales, de la tradición de Ronald Reagan, que competían dentro del Partido Republicano.
Algunos donantes poderosos criticaron a Moore por su supuesto sesgo en favor de candidatos provida y profamilia. De allí, Moore pasó al Wall Street Journal, ocupando un rol importante en sus páginas editoriales.
Cuando el think tank conservador más poderoso, especialmente por su presupuesto y cientos de miles de donantes, la Fundación Heritage, necesitaba reforzar su imagen en el mundo liberal y analítico, decidió contratar a Steve Moore como Economista en Jefe. Hoy muy enfocado en la campaña de Trump, su rol cambió al de investigador asociado.


El expresidente y cuasifundador de Heritage, Edwin J. Feulner, de impecable tradición conservadora, y expresidente de las asociaciones académicas de más prestigio liberal y conservador como la Sociedad Filadelfia y la Sociedad Mont Pelerin, también se sumó con un cargo importante en el equipo de transición de Trump.
Este equipo es liderado por el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, una especie de Trump de la política. Christie tiene una reputación de moderación y bipartidismo en políticas públicas, pero al igual que el candidato presidencial republicano tiende a ser inmoderado en sus discursos y muy duro con los que se le cruzan.
Parece paradójico que uno de los economistas más proinmigración como Moore tengan un rol tan alto en el equipo de asesores de Trump. También paradójico, que uno de los economistas que más ayudó a impulsar el libre comercio en las Américas, David Malpass, sea parte del equipo. Malpass comenzó a trabajar en favor de la liberación del comercio cuando fungía como subsecretario de estado durante la administración de George H. W. Bush.
Entre las economistas femeninas del equipo, vale la pena mencionar a Judy Shelton. En el pasado, cuando era investigadora de la Institución Hoover, en la Universidad de Stanford, Shelton fue la única académica que predijo la crisis monetaria rusa de 1997.
Shelton fue vicepresidenta del consejo de dirección del Fondo Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy) durante el período 2010-2014 y hoy es codirectora del Proyecto de Moneda Sana de la Atlas Network.
Otra colaboradora, Brooke Rollins, es la presidenta del Texas Public Policy Foundation (TPPF), el think tank liberal tejano que más ha crecido.
Hablando de think tanks liberales, el compañero de fórmula de Trump, Michael Pence, actual gobernador de Indiana, también fue presidente de un think tank. A comienzos de los años 90, dirigía el Indiana Policy Review Foundation, y ha sido un participante activo en programas de organizaciones que promueven la libertad económica.
Los índices que miden el respeto por el estado de derecho muestran una caída preocupante de Estados Unidos. Existe gran preocupación en el mundo conservador por este deterioro. Son las bases de grandes votantes conservadores que han puesto gran presión en el Senado de Estados Unidos para que el candidato nominado por el presidente Obama para ocupar el cargo dejado vacante por la muerte del juez Antonin Scalia (1936-2016) ni siquiera sea considerado.
A fines del año pasado, durante una reunión de la organización conservadora con más poder de convocatoria en Estados Unidos, me tocó ser testigo cuando Donald Trump aceptó contestar preguntas de los miembros en forma confidencial (sin acceso a la prensa).
Una de la preguntas fue: ¿Qué personas como las representadas aquí usted pondría en su equipo de gobierno? La respuesta de Trump me sorprendió: “Creo que necesitamos más jueces como Clarence Thomas en la Suprema Corte.” Thomas representa el ala más conservadora de la corte, defensor de las libertades de mercado basadas en los derechos naturales e inalienables de la persona humana.
A las pocas semanas de esa declaración en una reunión privada, durante una entrevista pública, Trump causó turbulencia en el electorado Republicano cuando dijo que su hermana sería buena jueza de la Corte Suprema. La hermana de Trump está identificada más con la izquierda y con posiciones casi opuestas a las de Clarence Thomas.
Las aguas no solo se aquietaron sino que empezaron a moverse a su favor cuando Trump pidió recomendaciones a las asociaciones de abogados y think tanks más involucrados en temas de estado de derecho. Su lista final de candidatos a la Suprema Corte durante su mandato es considerada tan estupenda por los sectores académicos de centro derecha que Trump, en este campo, consiguió un apoyo casi unánime desde el sector no-estatista de los expertos.
Además de la economía y del estado de derecho, otro tema que preocupa al electorado es el de seguridad nacional e internacional. Aquí Trump, al igual que Hillary Clinton, tiene el apoyo de expertos de distintas afiliaciones políticas.
Este empresario convertido en político lidera con amplitud los sondeos dentro de los votantes que han pasado por las fuerzas de defensa. Dentro de los afiliados al Partido Demócrata, los más famosos asesores de Trump son el Teniente General (ret)Michael T. Flynn, exdirector de la Agencia de Inteligencia de Defensa, y James Woolsey, exdirector de la CIA en tiempos de nada menos que Bill Clinton.
También, el colaborador más cercano en temas de seguridad interna es el exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Antes de la llegada de este último a la intendencia de Nueva York, la ciudad estaba en larga caída. Luego de su paso, la ciudad comenzó a recobrar su esplendor. Entre aquellos que han sido sumados en distintos roles en el área de seguridad que más conozco están el exembajador Curtin Winsor Jr., cuya tesis doctoral fue sobre Argentina; el exsecretario de prensa del Pentágono , J.D. Gordon(ambos hispanoparlantes); y también Walid Phares, experto en Medio Oriente.
Me siento obligado nuevamente a señalar que no comparto varias de las posturas del candidato Republicano. Tengo más discrepancias, empero, con la otra candidata con posibilidades a la presidencia.
Como cada vez que hablo con amigos de la libertad en el extranjero, tanto en Europa como en Latinoamérica, encuentro que casi nadie sabe de que gente capaz, comprometida por la libertad, pese a tener sus dudas, han decidido colaborar con Trump, me parece apropiado mencionarlos.
Estados Unidos enfrenta una elección muy peligrosa, donde en ciertos temas parece que hay una carrera en ver quién es más populista: Trump propone US$10 de salario mínimo nacional y Clinton US$15.
Difíciles tiempos para los amigos de la libertad en Estados Unidos, pero no es todo blanco y negro, y es de esperar que las instituciones republicanas sean suficientemente fuertes para soportar el sacudón que se viene.
*Presidente de la Atlas Economic Research Foundation desde 1991, es miembro de la junta de asesores del Center for Vision & Values, y presidente y fundador del Hispanic American Center of Economic Research (HACER).

Wednesday, October 26, 2016

El verdadero problema de Donald Trump

David Boaz considera que "Desafortunadamente, solo porque un hombre de negocios entiende cómo lograr acuerdos y construir hoteles no significa que entiende de economía. Trump es definitivamente un ejemplo de esto".

David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute.
Donald Trump ha subido a lo más alto de las encuestas para la nominación presidencial del Partido Republicano sobre la fuerza de su fama y sus declaraciones controversiales.
Las elites todo el espectro político —social demócratas, conservadores y liberales o libertarios— están horrorizados con sus declaraciones acerca de los mexicanos “violadores”. Además, puede que se haya disparado en el pie con sus comentarios acerca del Senador John McCain. Pero sus números en las encuestas siguen ahí arriba.
A algunos electores les gustan sus declaraciones severas acerca de la inmigración ilegal. Pero creo que a una cantidad mayor de ellos simplemente les gustan más los hombres de negocios que los políticos.



Diecinueve por ciento de los electores votaron por el billonario Ross Perot en 1992, en contra de George Bush y Bill Clinton, incluso después de que Perot se haya retirado temporalmente de la carrera en torno a la muy cuestionable aseveración de que la campaña de Bush estaba tratando de perturbar el matrimonio de su hija.
Los electores sienten que la gente de negocios se mueve en la realidad, no en la retórica. Ellos logran que se hagan las cosas. Por eso es que siempre hay el deseo de alguien que no provenga de la política y limpie el Estado.
El sitio Web ThinkProgress habló con tres electores a favor de Trump en la Cumbre de Liderazgo Familiar en Iowa y todos ellos enfatizaron ese punto. “Simplemente creo que necesitamos un hombre de negocios que conduzca al país como un negocio”, dijo Jim Nelle, un propietario de una empresa pequeña de Winterset, Iowa. David Brown, un agricultor e inversor de New Virginia, Iowa, indicó que “No estamos quebrados, estamos $19 billones ("trillion" en inglés) más allá de la quiebra y creo que él tiene la perspicacia y la sabiduría de los negocios para recuperar a la nación”. Bill Raine de New Hampton lo dijo de manera sencilla: “Él es un hombre de negocios, no es un político”.
Desafortunadamente, solo porque un hombre de negocios entiende cómo lograr acuerdos y construir hoteles no significa que entiende de economía. Trump es definitivamente un ejemplo de esto.
Lo que él realmente está ofreciendo es una mezcla de economía nacionalista y proteccionista junto con la promesa de que él es el tipo, el hombre montado en un caballo blanco, que puede llegar a Washington y arreglar el desorden. Él descarta a los políticos, los otros candidatos, y a los negociadores estadounidenses como “gente estúpida”, “incompetente”, y “perdedores”. Él se jacta de su riqueza y promete que él “le patearía el trasero” al Chapo, el líder de un cártel de drogas en México que escapó de la cárcel.
Considere estos asuntos importantes. Ha estado circulando alrededor del país hablando del crimen cometido por inmigrantes mexicanos, empezando con su afirmación en su discurso de anuncio de candidatura que “están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores”. Pero no hay evidencia de esto. Los inmigrantes tienen la mitad de la probabilidad que tienen los estadounidenses nativos de ser encarcelados (hombres de entre 18 y 39 años de edad en ambos casos), y conforme el número de inmigrantes legales y ilegales aumentó en EE.UU. entre 1990 y 2010, las tasas de crimen violento y contra la propiedad cayó.
Uno creería que el Sr. Trump sería más solidario con la inmigración. Su mamá nació en Escocia. Su abuelo Trump nació en Alemania. Su primera esposa Ivana nació en Checoslovaquia, su actual esposa Melania nació en Yugoslavia. Un genealogista escribe en About.com, “Donald Trump encarna la experiencia del inmigrante estadounidense”.
Al Sr. Trump tampoco le agrada mucho el libre comercio. Regularmente se queja de que “China se está llevando nuestros trabajos”. Se lamenta de que tenemos “miles de carros, millones de carros ingresando...Ellos mandan carros, nosotros enviamos maíz”, lo cual en realidad suena como un buen intercambio.
En su reciente discurso en Freedom Fest él se quejó acerca de los centros de llamadas en India, preguntando, “¿Cómo pueden estar así de lejos y ahorrar dinero?”
Ningún verdadero hombre de negocios preguntaría algo así. Si no fuese más barato, las empresas no lo harían. Los empleados son costosos en EE.UU., más baratos en India y China. Así que los trabajos que se pueden hacer en ubicaciones más baratas se hacen ahí, y los estadounidenses se desplazan hacia empleos de mayor valor agregado que pagan salarios más altos. El salario estadounidense promedio ahora es de $25 por hora. Los empleados en los centros de llamadas en la India ganan alrededor de $2 por hora, un buen salario en India pero no uno que muchos estadounidenses estén buscando.
El Sr. Trump no acude a la economía para defender su posición en materia comercial. Todo se trata acerca de él, "The Donald", simplemente siendo más rico y más inteligente que los políticos: “El libre comercio es terrible. El libre comercio puede ser maravilloso si usted tiene gente inteligente. Pero tenemos personas estúpidas. Nuestros acuerdos comerciales han sido negociados por personas incompetentes”. Él, en cambio, hará “acuerdos comerciales geniales”. Pero los acuerdos tienen que ser buenos para ambas partes. Él sabe esto cuando construye un edificio. Pero quiere que los electores crean que él simplemente puede apalear a China o a Japón hasta que...¿qué cosa? ¿No nos envíen carros? ¿No nos dejen tercerizar el poco valor agregado a trabajadores menos costosos? Se le haría difícil encontrar algún economista profesional, ya sea Demócrata o Republicano, dispuesto a servir en una administración basada en este tipo de sinsentidos.
Esta estrategia de “todo sobre mi” se extiende a la gran mayoría de asuntos. ¿El déficit? Él ha prometido acabar con el impuesto corporativo sobre la renta, reducir los impuestos individuales, y reducir el gasto —pero sin reducir los programas más grandes. ¿Cómo funcionaría esto? “Yo voy a salvar a la Seguridad Social sin recorte alguno. Yo se de donde obtener el dinero. Nadie más lo sabe”.
Yo podría respaldar la idea de un hombre de negocios en lugar de un político. Pero no este hombre de negocios, que ofrece solamente insultos, planes secretos, y una promesa de patear el trasero de todos los demás.

Friday, October 21, 2016

Donald Trump reprueba economía

Mary Anastasia O'Grady señala por qué el rechazo de Donald Trump al libre comercio no tiene respaldo en la teoría económica, y aparentemente, tampoco sería respaldado por una clase media que no cree en ese tipo de demagogia populista.
Mary Anastasia O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
El temor nacional a la imprudente y turbia Hillary Clinton como próxima comandante en jefe de EE.UU. —y a por lo menos 12 años consecutivos de demócratas en la Casa Blanca— significa que no se puede descartar una victoria presidencial republicana en noviembre. Pero ¿por qué, con una rival tan antipática, el candidato republicano Donald Trump es incapaz de captar un número más amplio de votantes?
Un problema evidente es que Trump, quien tiene un título profesional de la Escuela de Negocios Wharton, de la Universidad de Pensilvania, reprueba economía. La primera evidencia es su promesa de hacer trizas el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA o TLCAN) con el argumento de que México, su bestia negra favorita, está robando empleos a EE.UU. Es la tecnología, no el libre comercio, lo que está detrás del decreciente número de puestos de trabajo en el sector manufacturero estadounidense.



Golpear al Nafta como una piñata funcionó bien en las primarias republicanas. Sin embargo, es probable que eso perjudique a Trump y a los candidatos que están en las listas legislativas republicanas para las elecciones generales de noviembre. México es, después de todo, el tercer mayor socio comercial de EE.UU. y su segundo mayor mercado de exportación.
Las diatribas comerciales de Trump socavan su credibilidad ante los votantes que entienden sobre el tema, los cuales son bastantes. Estadounidenses de todos los ámbitos de la vida son beneficiarios del comercio global de EE.UU.
Indiana, el hogar del candidato republicano a la vicepresidencia, el gobernador Mike Pence, exportó cerca de US$4.800 millones a México en 2015, lo que convierte a este país en el segundo mayor mercado de exportación del estado. Eso incluyó US$1.500 millones en equipo de transporte, US$1.400 millones en maquinaria y US$88 millones en subproductos de fructosa de maíz. Más de 120.000 puestos de trabajo en Indiana dependen del comercio con México.
Las exportaciones al vecino del sur representaron más de US$1.000 millones para 31 estados en 2015. Es el mayor mercado de exportación de California, Arizona, Nuevo México y Texas, y el segundo de otros 25 estados.
Según la campaña de Trump, los trabajadores estadounidenses que no quieren aumentar el proteccionismo son bufones de la “élite”. Sin embargo, la mayoría de las personas que hoy tienen empleos en una economía estadounidense conectada globalmente e impulsada por la tecnología, proviene de familias de clase media que se han sacrificado financieramente con el fin de prepararse para competir en el mercado laboral moderno. Es desalentador escuchar al candidato republicano denigrar a los exitosos y tratar de poner a los estadounidenses unos contra otros.
Los aranceles más altos a las importaciones de EE.UU. serán transferidos a los consumidores, muchos de los cuales ya están sufriendo económicamente debido a la lenta recuperación bajo el gobierno de Barack Obama. Las guerras comerciales también pueden dañar la competitividad estadounidense. Como explicó a principios de este mes el ex viceministro de Comercio de México, Luis de la Calle, en una conferencia telefónica para inversionistas en Nueva York, el traslado de la producción de Carrier Corp. de Indiana a México —muy atacado por Trump— significa que la empresa puede sobrevivir a la competencia asiática y a la vez retener en EE.UU. los empleos en investigación, desarrollo, comercialización y componentes de gama alta.
Tal vez la mayor mentira que Trump vende es que unos aranceles más altos pueden recuperar los empleos perdidos en el sector manufacturo de EE.UU. No lo harán, y sugerir lo contrario es un cruel engaño.
En un reciente ensayo publicado en la revista Foreign Affairs titulado "The Truth About Trade" (algo así como "La verdad sobre el comercio"), Douglas Irwin, economista de la Universidad de Dartmouth, observa que si bien la tecnología ha “permitido grandes mejoras de productividad y eficiencia”, también ha “vuelto obsoletos muchos trabajos manuales”. Irwin cita un estudio realizado por el Centro para la Investigación Económica y de Negocios de la Universidad Estatal Ball, en Indiana, que encontró que “el crecimiento de la productividad representó más de 85% de la pérdida de empleos en la industria manufacturera entre 2000 y 2010, un período en que el empleo en este sector se redujo en 5,6 millones”. Este 85% se compara, según el estudio, con 13% de pérdida de empleos atribuida al comercio internacional durante el mismo período. En otras palabras, para recuperar la mayoría de los trabajos, Trump tendría que declarar ilegal la mecanización. ¿Será Pence el encargado de dar la noticia a los agricultores de Indiana?
En un artículo publicado a mediados del año pasado en el Journal of Economic Perspectives, David Autor, economista del Instituto de Tecnología de Massachusetts, desentraña la razón por la cual la automatización ha afectado duramente a la clase media. Autor observa que con el fin de escribir un código informático para una tarea, un programador debe ser capaz de “enunciar las ‘reglas’ explícitas o procedimientos” necesarios para hacerla. Pero las labores que los humanos comprenden “tácitamente” no son fáciles de automatizar. Autor llama a esa restricción la “paradoja de Polanyi” por el químico y economista de origen húngaro quien observó que “sabemos más de lo que podemos decir”.
Los trabajos más difíciles de automatizar, nota Autor, son aquellos que requieren “alta educación” y “baja educación”, que exigen “interacción interpersonal, flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de resolución de problemas”. Los tradicionales puestos de trabajo que requieren educación media han sido los más fáciles de reemplazar con la tecnología.
Sin embargo, también hay una fuerte evidencia de adaptación en este grupo del medio. Autor cita un par de economistas que han identificado evidencia de la creación de nuevo empleo para este segmento. El truco, dice, es que “la inversión en capital humano debe estar en el centro de cualquier estrategia a largo plazo para la producción de habilidades que se complementan con, en lugar de ser sustituidas por, el cambio tecnológico”.
El proteccionismo es parte de la demagogia populista y sólo empobrecerá a la clase media. Muchos estadounidenses pueden ver la verdad tras las falsas promesas de Trump, lo cual es una de las razones por las que la carrera está tan ajustada a pesar de los altos índices negativos de Hillary

Monday, October 10, 2016

La batalla entre Cosmopolitas vs. Nacionalistas

Mundo
“La división entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI”. Lo decía Michael Ignatieff en una entrevista dos semanas después del voto a favor del Brexit, en la que trataba de dar las claves tanto de la decisión de los británicos como del auge de líderes y movimientos políticos que se nutren -a la vez que alimentan- un rechazo a los inmigrantes y se posicionan, de una u otra forma, contra diversos efectos de la globalización. Pero, ¿son el Brexit, el ascenso deDonald Trump o los avances de partidos populistas en Europa los síntomas de una “revuelta popular contra la globalización”, como escribía hace poco el economista Dani Rodrik? ¿Y es el nacionalismo, como sostiene Ignatieff, lo que está resurgiendo y nucleando a los perdedores de la globalización, a los que no son cosmopolitas?



Ignatieff ya apuntaba ese choque entre cosmopolitas y nacionalistas en un libro de los años 90 que recogía sus viajes por países donde las pasiones nacionalistas estaban en el origen de guerras (la antigua Yugoslavia), terrorismo (Irlanda del Norte) o conflictos como el de Quebec, entre otros. Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo, se titulaba la obra. En su prólogo el autor confesaba que durante muchos años había pensado que la corriente favorecía a los cosmopolitas como él, pero que luego concluyó que “el globalismo […] sólo permite una conciencia posnacional a aquellos cosmopolitas que tienen la fortuna de vivir en el opulento Occidente.” Y añadía: “El cosmopolitismo es un privilegio de aquellos que pueden dar por garantizado un estado nación seguro. […] un espíritu cosmopolita y posnacional siempre va a depender en última instancia de la capacidad de los estados nación de proporcionar protección y orden a sus ciudadanos.”
El eco de aquella idea resuena en su opinión sobre el Brexit, cuando dice que la globalización y el mundo sin fronteras “han sido geniales para las personas educadas y los jóvenes que se mueven de un lugar a otro, hablan varios idiomas y son multiculturales”, pero muy difíciles para la gente “cuyos trabajos están atados a una comunidad, cuya movilidad se limita por su nivel de educación o también para aquellos que son leales y apegados a su comunidad, su localidad y su lugar de nacimiento.” Los cosmopolitas, continuaba, se sorprenden de que la mayoría no piense como ellos, y “es por eso que tampoco entienden por qué las personas que viven en el norte de Inglaterra, en ciudades como Sunderland y Wigan, dicen: ‘No quiero defender a Stuttgart o a Düsseldorf. Quiero defender a Wigan’.”
En Wigan, un 64 por ciento votó a favor del Brexit. Era una zona industrial, que decayó antes de que el Reino Unido entrara en la Comunidad Europea, y ahora es un área deprimida. No es nada raro, por tanto, que si alguien les dice, como en efecto ocurriódurante la campaña, que sus intereses son los mismos que los de los trabajadores de Stuttgart, repliquen que lo único que les interesa es Wigan. Pero, ¿son nacionalistas por ello? Y más allá de Wigan, el de El camino a Wigan Pier, de George Orwell, ¿son nacionalistas ingleses los que votaron a favor del Brexit?
No hay duda de que la campaña del Brexit pulsó los resortes del orgullo nacional. Pero, ¿hubiera tenido éxito sin el trasfondo de deterioro económico que sufren desde hace años ciertas zonas y la concurrencia de otros elementos, incluidos los errores de los partidarios de quedarse en la Unión? Lo que sí sabemos, lo sabemos bien en España, es que el nacionalismo, en épocas de crisis, puede congregar un voto de protesta más amplio que el de los nacionalistas strictu sensu. Igual sucede en otros lugares: los nacionalistas ponen el tren al que se suben muchos descontentos, aunque no compartan la ideología nacionalista, marcada por su ferocidad identitaria y su voluntad de exclusión del Otro.
A mí, al contrario que a los de Wigan, me interesa Stuttgart. Y hoy me interesa para exponer una paradoja que anida en la oposición cosmopolitismo-nacionalismo como forma de explicar los seísmos políticos que vive Europa desde la Gran Recesión. Porque los de Stuttgart, en realidad, se han defendido muy bien. Eso es parte del problema. La idea de que la Unión Europea, y Bruselas en concreto, son agentes de la globalización, dominados por unas elites cosmopolitas distantes e indiferentes a las antiguas lealtades nacionales, no se compadece con lo sucedido.
Los intereses nacionales han estado tan presentes como siempre, o más presentes que nunca, en la política europea para encarar la crisis. Alemania ha defendido los suyos y todos los demás han hecho lo mismo. Cierto que esa defensa del interés nacional no se ha llevado tan lejos como para provocar la implosión de la Eurozona y de la Unión, pero la historia de estos últimos años ha sido un constante y tenso tira y afloja entre ambas tendencias. Los denostados burócratas de Bruselas puede que compongan una élite cosmopolita y posnacional, pero los que toman las decisiones importantes no son ellos: son los gobiernos de los Estados miembros.
Ni las élites europeas son todas cosmopolitas ni los contrarios a la UE son todos nacionalistas. Querer un Estado más protector no es sinónimo de nacionalismo, como tampoco lo es, necesariamente, la demanda de mayor control de las fronteras. Es tentador y sugerente sintetizar los conflictos actuales, en Europa o en EEUU, como un choque entre cosmopolitas y nacionalistas, pero visto más de cerca ese enfrentamiento tiende a difuminarse como un espejismo. Habrá que seguir explorando, admitir que aún no sabemos qué pasa. No sabemos siquiera si estamos ante un fenómeno global provocado por las mismas causas o si las élites intelectuales, esas sí muy cosmopolitas, están globalizando fenómenos que tienen motores distintos.

Tuesday, October 4, 2016

El verdadero problema de Donald Trump

David Boaz considera que "Desafortunadamente, solo porque un hombre de negocios entiende cómo lograr acuerdos y construir hoteles no significa que entiende de economía. Trump es definitivamente un ejemplo de esto".

David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute.
Donald Trump ha subido a lo más alto de las encuestas para la nominación presidencial del Partido Republicano sobre la fuerza de su fama y sus declaraciones controversiales.
Las elites todo el espectro político —social demócratas, conservadores y liberales o libertarios— están horrorizados con sus declaraciones acerca de los mexicanos “violadores”. Además, puede que se haya disparado en el pie con sus comentarios acerca del Senador John McCain. Pero sus números en las encuestas siguen ahí arriba.



A algunos electores les gustan sus declaraciones severas acerca de la inmigración ilegal. Pero creo que a una cantidad mayor de ellos simplemente les gustan más los hombres de negocios que los políticos. Diecinueve por ciento de los electores votaron por el billonario Ross Perot en 1992, en contra de George Bush y Bill Clinton, incluso después de que Perot se haya retirado temporalmente de la carrera en torno a la muy cuestionable aseveración de que la campaña de Bush estaba tratando de perturbar el matrimonio de su hija.
Los electores sienten que la gente de negocios se mueve en la realidad, no en la retórica. Ellos logran que se hagan las cosas. Por eso es que siempre hay el deseo de alguien que no provenga de la política y limpie el Estado.
El sitio Web ThinkProgress habló con tres electores a favor de Trump en la Cumbre de Liderazgo Familiar en Iowa y todos ellos enfatizaron ese punto. “Simplemente creo que necesitamos un hombre de negocios que conduzca al país como un negocio”, dijo Jim Nelle, un propietario de una empresa pequeña de Winterset, Iowa. David Brown, un agricultor e inversor de New Virginia, Iowa, indicó que “No estamos quebrados, estamos $19 billones ("trillion" en inglés) más allá de la quiebra y creo que él tiene la perspicacia y la sabiduría de los negocios para recuperar a la nación”. Bill Raine de New Hampton lo dijo de manera sencilla: “Él es un hombre de negocios, no es un político”.
Desafortunadamente, solo porque un hombre de negocios entiende cómo lograr acuerdos y construir hoteles no significa que entiende de economía. Trump es definitivamente un ejemplo de esto.
Lo que él realmente está ofreciendo es una mezcla de economía nacionalista y proteccionista junto con la promesa de que él es el tipo, el hombre montado en un caballo blanco, que puede llegar a Washington y arreglar el desorden. Él descarta a los políticos, los otros candidatos, y a los negociadores estadounidenses como “gente estúpida”, “incompetente”, y “perdedores”. Él se jacta de su riqueza y promete que él “le patearía el trasero” al Chapo, el líder de un cártel de drogas en México que escapó de la cárcel.
Considere estos asuntos importantes. Ha estado circulando alrededor del país hablando del crimen cometido por inmigrantes mexicanos, empezando con su afirmación en su discurso de anuncio de candidatura que “están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores”. Pero no hay evidencia de esto. Los inmigrantes tienen la mitad de la probabilidad que tienen los estadounidenses nativos de ser encarcelados (hombres de entre 18 y 39 años de edad en ambos casos), y conforme el número de inmigrantes legales y ilegales aumentó en EE.UU. entre 1990 y 2010, las tasas de crimen violento y contra la propiedad cayó.
Uno creería que el Sr. Trump sería más solidario con la inmigración. Su mamá nació en Escocia. Su abuelo Trump nació en Alemania. Su primera esposa Ivana nació en Checoslovaquia, su actual esposa Melania nació en Yugoslavia. Un genealogista escribe en About.com, “Donald Trump encarna la experiencia del inmigrante estadounidense”.
Al Sr. Trump tampoco le agrada mucho el libre comercio. Regularmente se queja de que “China se está llevando nuestros trabajos”. Se lamenta de que tenemos “miles de carros, millones de carros ingresando...Ellos mandan carros, nosotros enviamos maíz”, lo cual en realidad suena como un buen intercambio.
En su reciente discurso en Freedom Fest él se quejó acerca de los centros de llamadas en India, preguntando, “¿Cómo pueden estar así de lejos y ahorrar dinero?”
Ningún verdadero hombre de negocios preguntaría algo así. Si no fuese más barato, las empresas no lo harían. Los empleados son costosos en EE.UU., más baratos en India y China. Así que los trabajos que se pueden hacer en ubicaciones más baratas se hacen ahí, y los estadounidenses se desplazan hacia empleos de mayor valor agregado que pagan salarios más altos. El salario estadounidense promedio ahora es de $25 por hora. Los empleados en los centros de llamadas en la India ganan alrededor de $2 por hora, un buen salario en India pero no uno que muchos estadounidenses estén buscando.
El Sr. Trump no acude a la economía para defender su posición en materia comercial. Todo se trata acerca de él, "The Donald", simplemente siendo más rico y más inteligente que los políticos: “El libre comercio es terrible. El libre comercio puede ser maravilloso si usted tiene gente inteligente. Pero tenemos personas estúpidas. Nuestros acuerdos comerciales han sido negociados por personas incompetentes”. Él, en cambio, hará “acuerdos comerciales geniales”. Pero los acuerdos tienen que ser buenos para ambas partes. Él sabe esto cuando construye un edificio. Pero quiere que los electores crean que él simplemente puede apalear a China o a Japón hasta que...¿qué cosa? ¿No nos envíen carros? ¿No nos dejen tercerizar el poco valor agregado a trabajadores menos costosos? Se le haría difícil encontrar algún economista profesional, ya sea Demócrata o Republicano, dispuesto a servir en una administración basada en este tipo de sinsentidos.
Esta estrategia de “todo sobre mi” se extiende a la gran mayoría de asuntos. ¿El déficit? Él ha prometido acabar con el impuesto corporativo sobre la renta, reducir los impuestos individuales, y reducir el gasto —pero sin reducir los programas más grandes. ¿Cómo funcionaría esto? “Yo voy a salvar a la Seguridad Social sin recorte alguno. Yo se de donde obtener el dinero. Nadie más lo sabe”.
Yo podría respaldar la idea de un hombre de negocios en lugar de un político. Pero no este hombre de negocios, que ofrece solamente insultos, planes secretos, y una promesa de patear el trasero de todos los demás.

Riesgos con Trump o con Hillary

Senadores del PAN revelaron que luego de sostener una reunión con el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, el pasado miércoles, salieron convencidos de que el panorama para México en materia económica sigue siendo de incertidumbre. Señalan que el funcionario habló de que “se avecina una tormenta” con cualquiera de los dos candidatos que gane la Presidencia de Estados Unidos (Hillary Clinton o Donald Trump), eso sí, una de mayor intensidad que la otra. Dicen que esta es una situación que se tiene que analizar con cautela, y estar preparados para aprovechar las oportunidades, pero también para visualizar desde ahora los riesgos que pudieran presentarse.

Meade, también traductor

En el encuentro que sostuvieron el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jacob Lew, el mexicano mostró que además de trabajar como secretario de Energía, de Relaciones Exteriores, de Desarrollo Social y de Hacienda y Crédito Público, también puede ganarse la vida como traductor. Resulta que no había uno para las preguntas de la prensa, y ante la situación el propio Meade fungió de intérprete simultáneo y le hizo saber a Lew las preguntas de la prensa. La conferencia terminó en calma y sin contratiempos.

Barbosa picha, cacha y batea

El grupo parlamentario del PRD en el Senado realizó un movimiento estratégico para cubrir el vacío que dejó el senador Alejandro Encinas, luego de que pidió licencia para integrarse de lleno a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Y es que el legislador mexiquense ocupaba la presidencia de la Comisión de Estudios Legislativos, la secretaría de Puntos Constitucionales y un lugar en la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional. Miguel Barbosa saldrá al quite y ocupará esos espacios, ni más ni menos, y ahora tendrá que combinar la coordinación de su bancada con estas otras actividades.

Bolaños se pone serio


El presidente de la Cámara de Diputados, el panista Javier Bolaños, advirtió que no va a permitir “señalamientos que lastimen ni a una persona ni al Congreso en conjunto”, y hasta les adelantó que tendrán que cumplir con el Código de Ética y el Reglamento. Todo esto en respuesta a los dichos y acciones del diputado de Morena, Ariel Juárez, quien intentó reventar la sesión desde la tribuna.

Mancera irá solo a San Lázaro

El jefe de Gobierno de la Ciudad de México prefirió ir solo a la Cámara de Diputados al principio de la semana que entra, y por eso no acompañó a los gobernadores de izquierda, que acudieron este jueves a un encuentro con los legisladores del PRD en San Lázaro. Dijo que es cuestión de agenda y advirtió que no hay división con los mandatarios estatales perredistas.

¿Por qué NO va a ganar Trump?

Donald Trump todavía no es oficialmente el candidato presidencial del Partido Republicano, pero todo parece indicar que es un hecho que lo va a ser. En la columna titulada “Liberalismo y política en EU, ¿doble moral o incongruencia ideológica?” (3 de marzo, 2016) comenté que probablemente los debates ideológicos no iban a ser tan relevantes en esta elección. Desafortunadamente creo que no me equivoqué. Pero más que lamentarme por la falta de debates de alto nivel sobre políticas públicas en el país más importante del mundo, en esta ocasión quiero argumentar por qué creo que Donald Trump NO va a ser el próximo presidente de los Estados Unidos de América (EU).


No soy un analista político, pero como economista me gusta analizar variables que guardan una relación histórica consistente con otras variables, en este caso con el resultado de las pasadas elecciones presidenciales en EU, máxime cuando dicha relación entre variables encuentra fundamento en una teoría lógica sobre la causalidad de los eventos y no por simple casualidad. En este sentido, quiero destacar tres temas sobre asuntos electorales recientes:

(1) En los últimos años las encuestas de intención de voto han sido cada vez menos precisas para pronosticar el resultado de las elecciones. En mi opinión, esto se debe a dos cosas: (a) Creciente tendencia global antipolítica (i.e. movimiento antiestablishment). En la medida en que la población está más informada sobre las acciones de los políticos –principalmente debido al acceso a internet de manera móvil y a las redes sociales–, así como el interminable círculo vicioso en el que los candidatos han prometido mucho –concentrándose en los qués y no en los cómos–, y cuando ganan el puesto de elección popular han hecho poco por cumplir sus promesas de campaña (y no se diga si se encuentran envueltos en escándalos de corrupción), la población a nivel global ha perdido la confianza en la democracia como la conocemos hoy; y (b) una gran parte de la población miente en las encuestas, sobre todo cuando se trata de un candidato políticamente incorrecto.

(2) Considero que el movimiento antiestablishment y el deseo de aparentar ser políticamente correcto, han tenido consecuencias importantes en el grado de predictibilidad de las encuestas de intención de voto con respecto al resultado electoral, en particular dos consecuencias: Por un lado, que el porcentaje de 'indecisos' sea muy alto y se mantenga así a lo largo del periodo en el que se publican encuestas, y por otro, que el resultado de las encuestas de intención de voto se encuentren sesgadas, provocando un mucho menor grado de predictibilidad de este tipo de instrumento; y por lo tanto...

(3) en mi opinión, una forma de 'darle la vuelta' a la problemática en cuestión es enfocándonos en el porcentaje de opiniones negativas sobre los candidatos. Al final del día, en muchos casos se trata de elegir 'al menos malo'. Me queda claro que no estoy descubriendo el hilo negro. Desde hace tiempo los expertos en encuestas incorporan la pregunta sobre opinión negativa en los cuestionarios que aplican. En este sentido, considero que si bien los resultados de este tipo de encuestas no nos ofrecen información fidedigna sobre el diferencial de votos con el que un candidato puede ganar al otro en una elección, ni sobre la posibilidad de que tenga mayoría en el Poder Legislativo, creo que pueden ser más precisas que las de intención de voto para pronosticar el ganador de una elección.

Examinemos cómo estuvieron los resultados de las encuestas de opinión negativa en las últimas seis elecciones en EU. Por consistencia, en todos los casos utilicé datos de las encuestas que condujo NBC News polling. En la elección de 1992, George H. W. Bush (R, de republicano) contaba con la opinión negativa de 46 por ciento de los votantes registrados, mientras que Bill Clinton (D, de demócrata) con 37 por ciento. ¿Quién ganó? Todos sabemos que Bill Clinton ganó la elección presidencial, quien tenía un porcentaje menor de opiniones negativas. De la misma manera, en la elección de 1996, Bob Dole (R) obtuvo un porcentaje de opiniones negativas de 38 por ciento, mayor que el del ganador, Bill Clinton (D), con 33 por ciento. Asimismo, en el 2000, George W. Bush (R) ganó la elección presidencial teniendo un 30 por ciento de votantes con opinión negativa vs. 37 por ciento de Al Gore (D). La elección de 2004 estuvo más compleja de pronosticar por este tipo de encuestas debido a que observaron un 'empate técnico' entre ambos contendientes. El ganador, George W. Bush (R), obtuvo 44 por ciento de opiniones negativas, mientras que John Kerry (D) tenía 43 por ciento. En 2008, Barack Obama (D) ganó la elección, teniendo 34 por ciento de opiniones negativas, mientras que John McCain (R) 39 por ciento. En la elección de 2012 de nuevo las encuestas observaron otro 'empate técnico'. Barack Obama (D) pudo reelegirse teniendo 43 por ciento de opiniones negativas entre los votantes registrados, mientras que Mitt Romney (R) tenía 44 por ciento.

¿Cómo se encuentran los resultados de estas encuestas hoy? Hillary Clinton (D) tiene 56 por ciento de los votantes registrados encuestados con una opinión negativa y Donald Trump (R) con 65 por ciento. Es por esto que en la medida en que estos porcentajes se mantengan, considero que Donald Trump NO va a ganar la elección presidencial en EU.