Blog Archive

Showing posts with label Brexit. Show all posts
Showing posts with label Brexit. Show all posts

Wednesday, November 2, 2016

El Brexit no es una catástrofe

Pedro Schwartz estima que el Brexit no es una catástrofe para el Reino Unido y esboza las oportunidades que presenta tanto para este país como para la Unión Europea.

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
España ha tomado la separación del Reino Unido y la Unión Europea con gran dramatismo. Las opiniones reflejadas en diversas encuestas y expresadas en tertulias de radio coinciden en pronosticar que el Brexit hará gran daño a la economía británica, que reducirá radicalmente la importancia de ese país en la política mundial y que también afectará el bienestar económico y peso político de la Unión. Incluso se han oído voces llamando a «castigar» al Reino Unido por el daño económico y el desprecio político hecho al proyecto europeo, animando a los españoles a boicotear los productos británicos y a evitar las visitas a la pérfida Albión.



 Los sentimientos son libres pero los hechos son tozudos. Llevada la ruptura con sensatez y buen tino podrá sin duda evitarse una recesión económica en el RU y una pérdida de prosperidad en el Continente. Tampoco tienen por qué ser irreparables las consecuencias políticas para ellos y para nosotros. En suma, creo que la separación del Reino Unido puede tener efectos positivos tanto en la Gran Bretaña como en la UE, si aprendemos todos la lección de que la libre competencia de las personas y de las instituciones hace más por la armonía que la centralización uniformadora.
Durante la campaña del referéndum, los partidarios de mantenerse en Europa exageraron sus pronósticos de recesión si el RU abandonaba el mercado único. Cierto es que, nada más anunciado «el divorcio», la libra esterlina sufrió una caída del 10 por ciento respecto del dólar, reflejo de la sorpresa y la incertidumbre. Una depreciación de este tamaño, por un lado reanima las exportaciones; por otro, eleva los precios en el interior y produce una sensación de pérdida de riqueza entre los británicos. Ambos efectos se equilibran. No creo que ello vaya a torcer ni en un sentido ni en otro el buen camino que llevaba la economía del RU antes del referéndum: la tasa de paro se encuentra en el 4,9 por ciento y la economía está creciendo al 2,1 por ciento, año sobre año. El Banco de Inglaterra se ha puesto la venda antes de la herida y ha reducido el tipo de interés de sus préstamos a los bancos comerciales en un ridículo 0,25 por ciento. Una política monetaria así de impotente tampoco creo que contribuya mucho a salvar una situación que, por el momento, está lejos de tomar los aspectos dramáticos que se pronosticaban.
Los británicos pueden sin duda prosperar fuera del mercado único. Primero, no nos conviene a los «continentales» poner trabas al comercio con ellos, pues nuestra balanza comercial es ampliamente superavitaria. ¿De verdad querremos los «comunitarios» entorpecer un comercio de bienes y servicios que en el año 2015 supuso exportaciones al RU por 395.000 millones de euros, importaciones por 299.000 millones y un superávit a nuestro favor de 95.000 millones? En todo caso, el arancel externo (medio, ponderado) de la UE es un 2,3 por ciento, aunque los automóviles, una de las principales exportaciones del RU, cargarían con un 10 por ciento. El mayor papeleo puede ser un obstáculo pero no esos recargos.
Todos hablan del daño al negocio de la City de Londres por la retirada del permiso automático (o «pasaporte») a los bancos allí domiciliados para ofrecer servicios financieros en el Continente. Pero el mercado de capitales de la City es principalmente al por mayor. Su tamaño, agilidad y ubicación horaria hacen difícil que Frankfurt o París ¡o Madrid! puedan sustituirlo. Cuanto mayor sean la reglamentación en la Eurozona, más serán los que prefieran Londres. Ya ocurrió a finales de los años cincuenta cuando apareció en Londres un gran «mercado del eurodólar» para evitar los topes de remuneración de los depósitos bancarios impuestos por la Reserva Federal. Don Quijote contra los molinos de viento.
El peligro para la futura prosperidad del RU fuera de la Unión Europea acecha en otro punto. La primera ministra, Theresa May, en su primer discurso ante el número 10 de Downing Street, habló de relanzar la política social, de contener la entrada de inmigrantes, de reindustrializar las Islas Británicas. Incluso se declaró a favor de colocar representantes de los trabajadores en los consejos de administración y de limitar las remuneraciones de los altos cargos. Todos los gobiernos hacen tonterías con la mirada puesta en los votos. Mas precisamente porque el Reino Unido ya no estará protegido por los muros antiglobalizadores de la Unión, pueden estas declaraciones no pasar de ser un saludo a efímeras modas. Si son algo más, pronto verán los británicos lo duro que es subsistir en el mundo abierto con políticas socialistas —y lo agradecido que es al final apuntarse al progreso capitalista—. La Gran Bretaña goza de suficiente talento, de sobrada capacidad inventiva, de amplia cultura internacional y de acendrado amor de las libertades para conseguir lo que otros tildarán de imposible milagro económico.
También se equivocan los críticos del Brexit en su enfoque de las consecuencias políticas de la separación. El error que subyace en estos pronósticos catastrofistas consiste en reducir toda la vida social a relaciones de poder. Se puede no ser una gran potencia y sobrevivir, incluso triunfar en este mundo fragoroso. La adoración del tamaño y la pretensión de gobernar el mundo nos hacen olvidar que los protagonistas de la vida social no son las grandes organizaciones sino los pensadores, los artistas, los innovadores, los creadores de empresa, en pocas palabras, las personas sin fronteras. El grave defecto político de la Unión Europea es el «déficit democrático». Nos gobiernan remotos políticos e ilustrados funcionarios. ¡Qué ceguera la de la Unión el no haber movido un dedo para mantener en sus concilios a la más vieja democracia de Europa!

Monday, October 10, 2016

La batalla entre Cosmopolitas vs. Nacionalistas

Mundo
“La división entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI”. Lo decía Michael Ignatieff en una entrevista dos semanas después del voto a favor del Brexit, en la que trataba de dar las claves tanto de la decisión de los británicos como del auge de líderes y movimientos políticos que se nutren -a la vez que alimentan- un rechazo a los inmigrantes y se posicionan, de una u otra forma, contra diversos efectos de la globalización. Pero, ¿son el Brexit, el ascenso deDonald Trump o los avances de partidos populistas en Europa los síntomas de una “revuelta popular contra la globalización”, como escribía hace poco el economista Dani Rodrik? ¿Y es el nacionalismo, como sostiene Ignatieff, lo que está resurgiendo y nucleando a los perdedores de la globalización, a los que no son cosmopolitas?



Ignatieff ya apuntaba ese choque entre cosmopolitas y nacionalistas en un libro de los años 90 que recogía sus viajes por países donde las pasiones nacionalistas estaban en el origen de guerras (la antigua Yugoslavia), terrorismo (Irlanda del Norte) o conflictos como el de Quebec, entre otros. Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo, se titulaba la obra. En su prólogo el autor confesaba que durante muchos años había pensado que la corriente favorecía a los cosmopolitas como él, pero que luego concluyó que “el globalismo […] sólo permite una conciencia posnacional a aquellos cosmopolitas que tienen la fortuna de vivir en el opulento Occidente.” Y añadía: “El cosmopolitismo es un privilegio de aquellos que pueden dar por garantizado un estado nación seguro. […] un espíritu cosmopolita y posnacional siempre va a depender en última instancia de la capacidad de los estados nación de proporcionar protección y orden a sus ciudadanos.”
El eco de aquella idea resuena en su opinión sobre el Brexit, cuando dice que la globalización y el mundo sin fronteras “han sido geniales para las personas educadas y los jóvenes que se mueven de un lugar a otro, hablan varios idiomas y son multiculturales”, pero muy difíciles para la gente “cuyos trabajos están atados a una comunidad, cuya movilidad se limita por su nivel de educación o también para aquellos que son leales y apegados a su comunidad, su localidad y su lugar de nacimiento.” Los cosmopolitas, continuaba, se sorprenden de que la mayoría no piense como ellos, y “es por eso que tampoco entienden por qué las personas que viven en el norte de Inglaterra, en ciudades como Sunderland y Wigan, dicen: ‘No quiero defender a Stuttgart o a Düsseldorf. Quiero defender a Wigan’.”
En Wigan, un 64 por ciento votó a favor del Brexit. Era una zona industrial, que decayó antes de que el Reino Unido entrara en la Comunidad Europea, y ahora es un área deprimida. No es nada raro, por tanto, que si alguien les dice, como en efecto ocurriódurante la campaña, que sus intereses son los mismos que los de los trabajadores de Stuttgart, repliquen que lo único que les interesa es Wigan. Pero, ¿son nacionalistas por ello? Y más allá de Wigan, el de El camino a Wigan Pier, de George Orwell, ¿son nacionalistas ingleses los que votaron a favor del Brexit?
No hay duda de que la campaña del Brexit pulsó los resortes del orgullo nacional. Pero, ¿hubiera tenido éxito sin el trasfondo de deterioro económico que sufren desde hace años ciertas zonas y la concurrencia de otros elementos, incluidos los errores de los partidarios de quedarse en la Unión? Lo que sí sabemos, lo sabemos bien en España, es que el nacionalismo, en épocas de crisis, puede congregar un voto de protesta más amplio que el de los nacionalistas strictu sensu. Igual sucede en otros lugares: los nacionalistas ponen el tren al que se suben muchos descontentos, aunque no compartan la ideología nacionalista, marcada por su ferocidad identitaria y su voluntad de exclusión del Otro.
A mí, al contrario que a los de Wigan, me interesa Stuttgart. Y hoy me interesa para exponer una paradoja que anida en la oposición cosmopolitismo-nacionalismo como forma de explicar los seísmos políticos que vive Europa desde la Gran Recesión. Porque los de Stuttgart, en realidad, se han defendido muy bien. Eso es parte del problema. La idea de que la Unión Europea, y Bruselas en concreto, son agentes de la globalización, dominados por unas elites cosmopolitas distantes e indiferentes a las antiguas lealtades nacionales, no se compadece con lo sucedido.
Los intereses nacionales han estado tan presentes como siempre, o más presentes que nunca, en la política europea para encarar la crisis. Alemania ha defendido los suyos y todos los demás han hecho lo mismo. Cierto que esa defensa del interés nacional no se ha llevado tan lejos como para provocar la implosión de la Eurozona y de la Unión, pero la historia de estos últimos años ha sido un constante y tenso tira y afloja entre ambas tendencias. Los denostados burócratas de Bruselas puede que compongan una élite cosmopolita y posnacional, pero los que toman las decisiones importantes no son ellos: son los gobiernos de los Estados miembros.
Ni las élites europeas son todas cosmopolitas ni los contrarios a la UE son todos nacionalistas. Querer un Estado más protector no es sinónimo de nacionalismo, como tampoco lo es, necesariamente, la demanda de mayor control de las fronteras. Es tentador y sugerente sintetizar los conflictos actuales, en Europa o en EEUU, como un choque entre cosmopolitas y nacionalistas, pero visto más de cerca ese enfrentamiento tiende a difuminarse como un espejismo. Habrá que seguir explorando, admitir que aún no sabemos qué pasa. No sabemos siquiera si estamos ante un fenómeno global provocado por las mismas causas o si las élites intelectuales, esas sí muy cosmopolitas, están globalizando fenómenos que tienen motores distintos.

Friday, October 7, 2016

Brexit: impacto negativo, pero diferenciado por regiones

Para el conjunto de la economía española, BBVA Research estima que la incertidumbre puede reducir el crecimiento en 2016-17 en 0,4 puntos porcentuales.

Bandera de la UE delante del Big Ben, en Londres. | Cordon Press
Cuando el pasado 23 de junio el Reino Unido decidió su salida de la Unión Europea, se puso en marcha un proceso complejo, largo y de consecuencias hasta cierto punto desconocidas, pero del que sí existe una certeza: los efectos económicos serán negativos. Para el conjunto de la economía española, BBVA Research estima que la incertidumbre generada por el resultado de la consulta sobre el Brexit puede reducir el crecimiento en el bienio 2016-2017 hasta en 0,4 puntos porcentuales. El canal financiero, por la incertidumbre y la volatilidad, es el transmisor del grueso de este impacto, pero hay también otros. Todos ellos resultan en distintos efectos a nivel regional y sectorial.



En primer lugar, se encuentran los efectos directos: la desaceleración de la economía británica y la depreciación de la libra esterlina afectarán a los flujos turísticos y al gasto de los británicos en España. Aquí recordar que Reino Unido es el principal mercado exterior para el turismo español: uno de cada cinco euros gastados en nuestro país por extranjeros viene de manos británicas. España es el destino mundial donde más veces van, más noches pasan y más gastan fuera de sus fronteras Así, el efecto puede ser particularmente relevante para las comunidades insulares, en las que los visitantes británicos tienen un peso más relevante y el turismo supone más de un 20% del PIB .
La disminución de la renta y la riqueza de los británicos afectará a su gasto turístico, pero también al de los británicos residentes en España –cuyas rentas provengan de Reino Unido-, que se estiman en un millón de personas concentradas, básicamente, en la provincia de Alicante y en la Región de Murcia. Por otro lado, la demanda de viviendas en España por parte de ciudadanos británicos también puede verse reducida. Se notará en algunas zonas del Mediterráneo y en Canarias; aunque los efectos pueden ser más evidentes en las ya comentadas Alicante y Murcia. Así, el sector de la construcción residencial podría resentirse, especialmente en Alicante, donde un ciudadano británico interviene en el 30% de las transacciones de viviendas.
En segundo lugar, la menor actividad en Reino Unido induce también a un ajuste de la demanda de bienes importados y, por tanto, de exportaciones españolas. En este caso, las comunidades más afectadas pueden ser Murcia, la Comunidad Valenciana y Aragón, para las que el Reino Unido es un cliente más relevante que para otras regiones, y cuya especialización sectorial (alimentos, componentes de automóviles) es más similar a su estructura importadora.
En tercer lugar, puede reducirse la inversión extranjera directa (IED) realizada desde Reino Unido. En este caso, la Comunidad de Madrid y Cataluña, principales destinos de la IED (también británica) pueden ser las comunidades que más se resientan.
Finalmente, la desaceleración del Reino Unido impactará también a través de canales indirectos. Aunque no es el único factor negativo que se cierne sobre las principales economías europeas, la reducción de la actividad en la UEM afectará en mayor medida a las regiones con mayores exportaciones hacia esta zona. Cataluña y la Comunidad Valenciana, pero también comunidades del Norte, para las que Francia y Alemania son clientes muy relevantes, pueden ver disminuir sus ventas en el exterior.
En definitiva, el brexit supone una dificultad más para la economía de las distintas regiones españolas, que se ve afectada a través de múltiples canales. Para el conjunto de España, la minoración del crecimiento se estima en las 4 décimas del PIB, pero este puede ser mayor en las regiones del sureste peninsular y las islas. Murcia, por la combinación de los efectos sobre el sector inmobiliario, residentes y exportaciones de bienes, puede ser la región que más vea reducido su PIB (seis décimas), mientras que en la Comunidad Valenciana y Canarias el efecto podría ser de medio punto. En el otro extremo, en País Vasco, Castilla y León, la Comunidad de Madrid y Extremadura los efectos globales serán más reducidos, y se estima que la contracción del PIB causada por el brexit no debería superar las tres décimas.
brexit.jpg

Saturday, October 1, 2016

La batalla entre Cosmopolitas vs. Nacionalistas

Mundo
“La división entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI”. Lo decía Michael Ignatieff en una entrevista dos semanas después del voto a favor del Brexit, en la que trataba de dar las claves tanto de la decisión de los británicos como del auge de líderes y movimientos políticos que se nutren -a la vez que alimentan- un rechazo a los inmigrantes y se posicionan, de una u otra forma, contra diversos efectos de la globalización. Pero, ¿son el Brexit, el ascenso deDonald Trump o los avances de partidos populistas en Europa los síntomas de una “revuelta popular contra la globalización”, como escribía hace poco el economista Dani Rodrik? ¿Y es el nacionalismo, como sostiene Ignatieff, lo que está resurgiendo y nucleando a los perdedores de la globalización, a los que no son cosmopolitas?



Ignatieff ya apuntaba ese choque entre cosmopolitas y nacionalistas en un libro de los años 90 que recogía sus viajes por países donde las pasiones nacionalistas estaban en el origen de guerras (la antigua Yugoslavia), terrorismo (Irlanda del Norte) o conflictos como el de Quebec, entre otros. Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo, se titulaba la obra. En su prólogo el autor confesaba que durante muchos años había pensado que la corriente favorecía a los cosmopolitas como él, pero que luego concluyó que “el globalismo […] sólo permite una conciencia posnacional a aquellos cosmopolitas que tienen la fortuna de vivir en el opulento Occidente.” Y añadía: “El cosmopolitismo es un privilegio de aquellos que pueden dar por garantizado un estado nación seguro. […] un espíritu cosmopolita y posnacional siempre va a depender en última instancia de la capacidad de los estados nación de proporcionar protección y orden a sus ciudadanos.”
El eco de aquella idea resuena en su opinión sobre el Brexit, cuando dice que la globalización y el mundo sin fronteras “han sido geniales para las personas educadas y los jóvenes que se mueven de un lugar a otro, hablan varios idiomas y son multiculturales”, pero muy difíciles para la gente “cuyos trabajos están atados a una comunidad, cuya movilidad se limita por su nivel de educación o también para aquellos que son leales y apegados a su comunidad, su localidad y su lugar de nacimiento.” Los cosmopolitas, continuaba, se sorprenden de que la mayoría no piense como ellos, y “es por eso que tampoco entienden por qué las personas que viven en el norte de Inglaterra, en ciudades como Sunderland y Wigan, dicen: ‘No quiero defender a Stuttgart o a Düsseldorf. Quiero defender a Wigan’.”
En Wigan, un 64 por ciento votó a favor del Brexit. Era una zona industrial, que decayó antes de que el Reino Unido entrara en la Comunidad Europea, y ahora es un área deprimida. No es nada raro, por tanto, que si alguien les dice, como en efecto ocurriódurante la campaña, que sus intereses son los mismos que los de los trabajadores de Stuttgart, repliquen que lo único que les interesa es Wigan. Pero, ¿son nacionalistas por ello? Y más allá de Wigan, el de El camino a Wigan Pier, de George Orwell, ¿son nacionalistas ingleses los que votaron a favor del Brexit?
No hay duda de que la campaña del Brexit pulsó los resortes del orgullo nacional. Pero, ¿hubiera tenido éxito sin el trasfondo de deterioro económico que sufren desde hace años ciertas zonas y la concurrencia de otros elementos, incluidos los errores de los partidarios de quedarse en la Unión? Lo que sí sabemos, lo sabemos bien en España, es que el nacionalismo, en épocas de crisis, puede congregar un voto de protesta más amplio que el de los nacionalistas strictu sensu. Igual sucede en otros lugares: los nacionalistas ponen el tren al que se suben muchos descontentos, aunque no compartan la ideología nacionalista, marcada por su ferocidad identitaria y su voluntad de exclusión del Otro.
A mí, al contrario que a los de Wigan, me interesa Stuttgart. Y hoy me interesa para exponer una paradoja que anida en la oposición cosmopolitismo-nacionalismo como forma de explicar los seísmos políticos que vive Europa desde la Gran Recesión. Porque los de Stuttgart, en realidad, se han defendido muy bien. Eso es parte del problema. La idea de que la Unión Europea, y Bruselas en concreto, son agentes de la globalización, dominados por unas elites cosmopolitas distantes e indiferentes a las antiguas lealtades nacionales, no se compadece con lo sucedido.
Los intereses nacionales han estado tan presentes como siempre, o más presentes que nunca, en la política europea para encarar la crisis. Alemania ha defendido los suyos y todos los demás han hecho lo mismo. Cierto que esa defensa del interés nacional no se ha llevado tan lejos como para provocar la implosión de la Eurozona y de la Unión, pero la historia de estos últimos años ha sido un constante y tenso tira y afloja entre ambas tendencias. Los denostados burócratas de Bruselas puede que compongan una élite cosmopolita y posnacional, pero los que toman las decisiones importantes no son ellos: son los gobiernos de los Estados miembros.
Ni las élites europeas son todas cosmopolitas ni los contrarios a la UE son todos nacionalistas. Querer un Estado más protector no es sinónimo de nacionalismo, como tampoco lo es, necesariamente, la demanda de mayor control de las fronteras. Es tentador y sugerente sintetizar los conflictos actuales, en Europa o en EEUU, como un choque entre cosmopolitas y nacionalistas, pero visto más de cerca ese enfrentamiento tiende a difuminarse como un espejismo. Habrá que seguir explorando, admitir que aún no sabemos qué pasa. No sabemos siquiera si estamos ante un fenómeno global provocado por las mismas causas o si las élites intelectuales, esas sí muy cosmopolitas, están globalizando fenómenos que tienen motores distintos.

¿Estados Unidos de Europa?

UK-UEYa ha tres meses de la decisión democrática en Europa más importante en décadas: Brexit – la decisión tomada por los votantes del Reino Unido para dejar la Unión Europea. Aquellos que favorecimos el Brexit, todavía estamos esperando que se den las predicciones apocalípticas de los partidarios de mantenerse dentro de la Unión.
Predicciones como el fin del Reino Unido con la independencia de Escocia e Irlanda del Norte donde encuestas recientes ponen al electorado favoreciendo ser parte del Reino Unido. Incluso predicciones de la Tercera Guerra Mundial y un colapso del sistema financiero y económico del mundo. Ello se ha convertido en una parodia de otras falsas predicciones de perdición si el país votaba a favor del Brexit. Sin embargo la respuesta de los líderes de la Unión Europea a la decisión de los votantes británicos, revela el problema fundamental que padece la Unión Europea: Que para resolver los problemas europeos se necesita más Europa y llevar el concepto de nación-estado a los márgenes.



El pasado 14 de septiembre de 2016, en el Parlamento europeo se pronunció el discurso del Estado de la Unión por parte del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. En el discurso articuló la política pública que ha de seguir la Comisión declarando:
Los próximos doce meses son decisivos si queremos reforzar la Unión. Europa es una cuerda con muchos hilos. Sólo funciona si todos tiramos en la misma dirección: Las instituciones de la UE, los gobiernos nacionales y los parlamentos nacionales al unísono”.
Con estas palabras señaló que la solución para los problemas de la Unión, es más Europa. En este discurso delineó medidas para fortalecer la unión económica, una política común de inmigración europea y los comienzo de la creación de una defensa común.
Vamos a defender nuestras fronteras con la nueva Frontera Europea y la Guardia Costera. Quiero ver al menos 200 guardias fronterizos adicionales y 50 vehículos adicionales desplegados en las fronteras exteriores de Bulgaria a partir de octubre.
Como era de esperarse la respuesta de los parlamentarios fue positiva con el federalista Guy Verhofstadt declarando que “si realmente quiere dar una respuesta positiva a los temores de nuestros ciudadanos y para recuperar el control sobre sus vidas, necesitamos soluciones europeas y capacidades en Europa tan pronto como sea posible”.
Estos discursos denotan que la única visión de Europa es federalista, un Estados Unidos de Europa. Pero la lección que el Brexit debe dar a los políticos europeos es que los pueblos europeos no apoyan esta visión. Es más un proyecto de los políticos para los políticos. La realidad es que cada vez que la pregunta de más poderes para la Unión Europea ha sido presentada al electorado, éste lo ha rechazado. El último ejemplo es el voto a favor del Brexit, pero existen otros como el rechazado contundentemente  en 2005 por los Países Bajos o el sorprendente rechazo de Francia.
Los problemas de la Unión Europea no se resuelven centralizando más poder ni impulsando políticas federalistas sino admitiendo el valor de la nación-estado, algo difícil de sostener en una unión con 27 diferentes políticas fiscales, sociales y económicas – y sin ese sentimiento de amor y unidad que los 50 estados de Estados Unidos de América comparten por su nación y que les da cohesión. El “We, the people” (Nosotros, el pueblo) es algo muy real y presente para un americano. Los europeos no comparten esa visión al pensar en la Unión Europea y sin eso no hay cohesión. Lo más cercano a una cohesión a la americana en Europa la tienen los países escandinavos. Por eso los escandinavos disfrutan de una unidad que ya quisiera tener la Unión Europea.
Es hora que los políticos europeos tomen nota que quizás menos Unión Europea es lo que salvaguarde esa unión. Quizás si los burócratas y políticos europeos hubiesen entendido esta lección, le habrían concedido a David Cameron mejores propuestas que presentarle al pueblo británico, eso le habría dado el triunfo en el referéndum. El Brexit y los otros resultados electorales apuntan a que la solución es un retorno a la idea primigenia de una unión basada en el libre comercio no en un proyecto de crear un Estados Unidos de Europa. En eso fracasarán.

Thursday, September 8, 2016

El Brexit no es una catástrofe

Pedro Schwartz estima que el Brexit no es una catástrofe para el Reino Unido y esboza las oportunidades que presenta tanto para este país como para la Unión Europea.

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
España ha tomado la separación del Reino Unido y la Unión Europea con gran dramatismo. Las opiniones reflejadas en diversas encuestas y expresadas en tertulias de radio coinciden en pronosticar que el Brexit hará gran daño a la economía británica, que reducirá radicalmente la importancia de ese país en la política mundial y que también afectará el bienestar económico y peso político de la Unión. Incluso se han oído voces llamando a «castigar» al Reino Unido por el daño económico y el desprecio político hecho al proyecto europeo, animando a los españoles a boicotear los productos británicos y a evitar las visitas a la pérfida Albión.



Los sentimientos son libres pero los hechos son tozudos. Llevada la ruptura con sensatez y buen tino podrá sin duda evitarse una recesión económica en el RU y una pérdida de prosperidad en el Continente. Tampoco tienen por qué ser irreparables las consecuencias políticas para ellos y para nosotros. En suma, creo que la separación del Reino Unido puede tener efectos positivos tanto en la Gran Bretaña como en la UE, si aprendemos todos la lección de que la libre competencia de las personas y de las instituciones hace más por la armonía que la centralización uniformadora.
Durante la campaña del referéndum, los partidarios de mantenerse en Europa exageraron sus pronósticos de recesión si el RU abandonaba el mercado único. Cierto es que, nada más anunciado «el divorcio», la libra esterlina sufrió una caída del 10 por ciento respecto del dólar, reflejo de la sorpresa y la incertidumbre. Una depreciación de este tamaño, por un lado reanima las exportaciones; por otro, eleva los precios en el interior y produce una sensación de pérdida de riqueza entre los británicos. Ambos efectos se equilibran. No creo que ello vaya a torcer ni en un sentido ni en otro el buen camino que llevaba la economía del RU antes del referéndum: la tasa de paro se encuentra en el 4,9 por ciento y la economía está creciendo al 2,1 por ciento, año sobre año. El Banco de Inglaterra se ha puesto la venda antes de la herida y ha reducido el tipo de interés de sus préstamos a los bancos comerciales en un ridículo 0,25 por ciento. Una política monetaria así de impotente tampoco creo que contribuya mucho a salvar una situación que, por el momento, está lejos de tomar los aspectos dramáticos que se pronosticaban.
Los británicos pueden sin duda prosperar fuera del mercado único. Primero, no nos conviene a los «continentales» poner trabas al comercio con ellos, pues nuestra balanza comercial es ampliamente superavitaria. ¿De verdad querremos los «comunitarios» entorpecer un comercio de bienes y servicios que en el año 2015 supuso exportaciones al RU por 395.000 millones de euros, importaciones por 299.000 millones y un superávit a nuestro favor de 95.000 millones? En todo caso, el arancel externo (medio, ponderado) de la UE es un 2,3 por ciento, aunque los automóviles, una de las principales exportaciones del RU, cargarían con un 10 por ciento. El mayor papeleo puede ser un obstáculo pero no esos recargos.
Todos hablan del daño al negocio de la City de Londres por la retirada del permiso automático (o «pasaporte») a los bancos allí domiciliados para ofrecer servicios financieros en el Continente. Pero el mercado de capitales de la City es principalmente al por mayor. Su tamaño, agilidad y ubicación horaria hacen difícil que Frankfurt o París ¡o Madrid! puedan sustituirlo. Cuanto mayor sean la reglamentación en la Eurozona, más serán los que prefieran Londres. Ya ocurrió a finales de los años cincuenta cuando apareció en Londres un gran «mercado del eurodólar» para evitar los topes de remuneración de los depósitos bancarios impuestos por la Reserva Federal. Don Quijote contra los molinos de viento.
El peligro para la futura prosperidad del RU fuera de la Unión Europea acecha en otro punto. La primera ministra, Theresa May, en su primer discurso ante el número 10 de Downing Street, habló de relanzar la política social, de contener la entrada de inmigrantes, de reindustrializar las Islas Británicas. Incluso se declaró a favor de colocar representantes de los trabajadores en los consejos de administración y de limitar las remuneraciones de los altos cargos. Todos los gobiernos hacen tonterías con la mirada puesta en los votos. Mas precisamente porque el Reino Unido ya no estará protegido por los muros antiglobalizadores de la Unión, pueden estas declaraciones no pasar de ser un saludo a efímeras modas. Si son algo más, pronto verán los británicos lo duro que es subsistir en el mundo abierto con políticas socialistas —y lo agradecido que es al final apuntarse al progreso capitalista—. La Gran Bretaña goza de suficiente talento, de sobrada capacidad inventiva, de amplia cultura internacional y de acendrado amor de las libertades para conseguir lo que otros tildarán de imposible milagro económico.
También se equivocan los críticos del Brexit en su enfoque de las consecuencias políticas de la separación. El error que subyace en estos pronósticos catastrofistas consiste en reducir toda la vida social a relaciones de poder. Se puede no ser una gran potencia y sobrevivir, incluso triunfar en este mundo fragoroso. La adoración del tamaño y la pretensión de gobernar el mundo nos hacen olvidar que los protagonistas de la vida social no son las grandes organizaciones sino los pensadores, los artistas, los innovadores, los creadores de empresa, en pocas palabras, las personas sin fronteras. El grave defecto político de la Unión Europea es el «déficit democrático». Nos gobiernan remotos políticos e ilustrados funcionarios. ¡Qué ceguera la de la Unión el no haber movido un dedo para mantener en sus concilios a la más vieja democracia de Europa!

Saturday, September 3, 2016

La subida de tipos de interés de la Fed hará bajar las bolsas y los bonos

Los inversores esperan que, tras buenos datos, los tipos de interés en Estados Unidos suban, y por ello se anticipan vendiendo activos
Foto: La presidenta de la Fed, Janet Yellen.
La presidenta de la Fed, Janet Yellen.

Un profesor de econometría comentó una vez en clase: “Nunca he entendido por qué cuando sale un buen dato económico cae la bolsa”. Es cierto que esta paradoja genera perplejidad en mucha gente. El motivo no es otro que el que la concatenación de buenos datos reduce el exceso de capacidad productiva en una economía, lo que acerca el riesgo de inflación, y por lo tanto los bancos centrales anticipan dicho riesgo subiendo tipos de interés.
Los activos, ya sea un bono o una acción, se valoran descontando los flujos de caja que estos generan, con una tasa que tiene en cuenta los tipos de interés. Al subir los tipos, puede subir la tasa de descuento, por lo que el valor presente del precio del activo se reduce. Así, los inversores esperan que, tras unos buenos datos, los tipos de interés suban y, por ello, se anticipan vendiendo activos.
Si el profesor siguiera hoy vivo, este otoño volvería a sentir escalofríos con su paradoja.



Primero: el crecimiento económico se acelera. EEUU contempló cómo su economía creció tan solo un 1,1% el segundo trimestre, aunque en parte explicado por una fuerte reducción de inventarios; excluyendo ese efecto volátil, el crecimiento hubiera sido del 2,4%, con el consumo, principal componente del PIB, creciendo a un sólido 4,4%. Todo parece indicar que el tercer trimestre el crecimiento se dispara debido a la fortaleza del consumo, a su vez explicado por la creación de empleo, unos dos millones de nuevos puestos al año, y por la progresiva subida de salarios, cerca del 2,5%. Además, otros factores contribuyen a acelerar el crecimiento: a) la menor caída de la inversión, b) la aceleración del mercado inmobiliario, espoleado por la mejora de precios de casas (5,1%) y c) la subida de la construcción de nuevos hogares (que han alcanzado ya 650.000 unidades, el nivel máximo de los últimos nueve años). Como consecuencia de todos estos factores, la Fed de Atlanta estima que la economía puede crecer a un ritmo de un 3,5% el tercer trimestre.
Segundo: el mercado laboral se está sobrecalentando, lo que hace subir la inflación. El mes de julio, EEUU creó un cuarto millón de puestos de trabajo. La economía opera ya a pleno empleo (el desempleo es inferior al 5%), lo que se traduce en cada vez mayores subidas de sueldos. Así, por ejemplo, el desempleo entre universitarios se sitúa en el 2%, y las empresas solo pueden atraer trabajo mediante progresivas subidas de sueldos. El resultado es que los salarios por hora trabajada suben ya al 2,6%. Como consecuencia, la inflación subyacente se ha ido incrementando y se sitúa ya en el 2,2%, y en su variante PCE al 1,7% (hace poco, ambas magnitudes estaban por debajo del 1%), frente a un objetivo de la Fed del 2%. La Fed se fija no solo en la inflación, sino en la expectativa de inflación que presentan los consumidores. Esta ha subido a un año desde el 2,6% al 2,8%, y a largo plazo hasta el 2,6%. Si los consumidores perciben que la inflación sigue subiendo, demandarán más subidas de sueldos, con lo que se puede generar un círculo vicioso, lo que provoca la reacción de la Fed para evitar sus nefastas consecuencias.
Tercero: ha mejorado la coyuntura internacional. En esta columna, pronostiqué en mayo una subida de tipos antes de verano y me equivoqué. El motivo fue el Brexit, ya que la Fed no solo tiene en cuenta la evolución de la economía doméstica, sino también el trasfondo internacional, ya que el dólar es la moneda de reserva mundial y cualquier decisión sobre tipos provoca profundas consecuencias en muchas economías. Con todo, la evolución internacional ha mejorado mucho desde julio. Por un lado, las consecuencias del Brexit en la economía británica y europea han sido, hasta la fecha, apenas insignificantes, algo relevante si se tienen en cuenta las apocalípticas previsiones que se difundían antes de verano. A su vez, la evolución veraniega de los mercados financieros emergentes ha sido bastante benigna.
En la reunión de julio, dos miembros de los nueve con derecho a voto en el comité que fija los tipos de interés de EEUU defendieron una subida. Desde entonces, los acontecimientos expuestos en esta columna han evolucionado en la dirección clara para proporcionar argumentos para que los más indecisos ahora defiendan una subida. Como era de esperar, influyentes miembros con voto en el comité que fija los tipos de interés han avisado de que el mercado laboral es más importante que el PIB para fijar tipos, que la economía está en pleno empleo y que habrá subida de tipos antes de lo que el mercado piensa, y en el caso de Fisher (número dos de Yellen), no ha descartado dos subidas seguidas en 2016.
Con una bolsa cotizando a unos múltiplos sobre beneficios elevados y los mercados de bonos en la mayor burbuja de su historia, las consideraciones arriba expuestas presentan consecuencias formidables.
Cuando suben los tipos después de muchos trimestres de expansión económica, los precios de los activos acaban bajando, como algún día aprendería el consabido profesor de econometría.

Wednesday, August 24, 2016

Brexit: La derrota de los eurócratas

UK-UE
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.



Si hay que buscar derrotados, búsquenlos en los largos pasillos de la Comisión Europea. Si hay que encontrar fracasados, los pueden ver sentados a ambos lados del hemiciclo del Parlamento Europeo. Si hay que señalar culpables, están en todos los medios de comunicación, ONGs, lobbys y demás rent-seekers que llevan décadas predicando las bondades del federalismo europeo mientras extienden la mano para cobrar las subvenciones que salen del bolsillo del contribuyente europeo.
Nadie rechazaba las instituciones europeas cuando se trataba un Mercado Común o una Comunidad Económica. Ni siquiera los británicos. Ni siquiera Margaret Thatcher, como cuenta ella misma en sus memorias. Fue a partir del Tratado de Maastricht cuando, capitaneados por un socialista elitista como Jacques Delors, se fue extendiendo entre las élites políticas y periodísticas europeas la asombrosa tesis de que el rechazo al poder creciente de Bruselas se vencería con “más Europa”, como anteayer mismo decía el ministro de Exteriores de España José Manuel García-Margallo, uno de los que cree en esa mística del corazón de Europa.
Es ésa forma de malentender Europa la que se ha hecho odiosa. La que ha intentado varias veces imponer una Constitución Europea.. La que acumula poder sin responsabilidad. La que desprecia lo que llaman “la Europa de los mercaderes”, sin darse cuenta de que esa es la verdadera Europa: la de la libertad para que las personas se muevan y lleven adonde quieran sus ideas, sus servicios, sus productos y los bienes de su propiedad. Ésa es la Europa que merece la pena, la que sirve eficazmente para evitar que las guerras se repitan, la que representa lo mejor de la gente: su libertad para decidir y para responsabilizarse de su propio futuro.No creo que el Reino Unido vaya a romper su condición de mercado libre, ni tampoco creo que la Unión Europea vaya a levantar barreras en el comercio con las islas. Si uno u otra lo hicieran se cometería un error catastrófico.
Pero el voto que ayer pronunciaron los británicos va a tener muchas consecuencias. Y la primera, y la peor para el resto de Europa, es que nos han dejado solos, a merced del gentil monstruo de Bruselas.

Sunday, August 21, 2016

El boom económico británico se mantiene tras Brexit

El panorama es optimista para el Reino Unido: disminución del desempleo, aumento de las ventas y precios estables

(venturebeat)
“Los primeros datos económicos tras el Brexit muestran que no existe señal de un colapso económico inmediato”.(venturebeat)
En un artículo publicado este viernes 19 de agosto en el diario The Telegraph, se señala que la estabilidad económica británica se mantiene tras la decisión del Reino Unido de separarse de la Unión Europea, y la situación está mejorando, a pesar del Brexit.
La nota, que se titula Brexit boom: las cinco cifras que muestran que Reino Unido escapó del apocalipsis económico, revela que la situación económica de Gran Bretaña está bastante estable e incluso mejor de lo que estaba antes: “Los primeros datos económicos de julio —el mes luego del Brexit— fueron publicados esta semana y muestran que no existe señal de un colapso económico inmediato”, se lee en el artículo.
El desempleo ha disminuido, los precios están estables, los inversionistas seguros y el gobierno tuvo un superávit presupuestario en julio. Estas son algunas de las cosas que han sucedido tras el «alarmante Brexit».
Estas son las cifras que señala The Telegraph:



Disminución del desempleo

De acuerdo con los datos económicos publicados, “el número de personas que solicitó beneficios relacionados con el desempleo se redujo en julio en 8.600”; pasó a ser 736.300.
Asimismo, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, hubo un aumento sustancial del empleo en Reino Unido y una disminución del desempleo de 52.000 entre junio, julio y agosto. Esto indica que no hubo, de ninguna manera, un impacto negativo en el empleado a raíz del referéndum.
En estos momentos el desempleo está en su punto más bajo desde 2005 y, en un positivo contraste, la tasa de empleo está en su punto más alto desde 1971.
No obstante, el artículo sí señala que las tasas de contratación pudieron haber tenido una leve disminución tras el Brexit.

Aumento del gasto del consumidor

Los consumidores en Reino Unido salieron a comprar de forma desaforada: de acuerdo con las cifras, las ventas crecieron hasta 5,9 % en julio de este año, comparado con el mismo mes de 2015.
Particularmente, se disparó la venta de bienes como relojes o joyas, así como los zapatos y artículos vintage.
Sin embargo, señala la nota, es posible que ese aumento de las compras y las ventas se haya debido, en parte, a la caída que tuvo la libra luego del Brexit. Es posible que, debido a que la moneda estaba más barata, los turistas hayan aprovechado.
De acuerdo con economistas, son los consumidores los que deberían ayudar y garantizar estabilidad a los empresarios que están preocupados por los resultados del referéndum.

Los precios se mantienen estables

A pesar de lo que se esperaba, la economía británica se mantiene bastante estable. Según The Telegraph, los precios, que el año anterior al referéndum habían aumentado, se mantuvieron firmes luego del Brexit. Sólo hubo un aumento de 0,6%, en contrate con lo que esperaba el Banco de Inglaterra: 2%.
Durante los doce meses antes de junio de este año, hubo un aumento general del sueldo de 2,4%, y el poder adquisitivo del trabajador aumentó 1,9% durante ese año —”una señal positiva para las familias británicas y para la economía”.
Ciertamente, la inflación subió 0,5% hasta junio de este año, y en julio llegó a 0,6%. Pero esto aún es insignificante con respecto al crecimiento del poder adquisitivo del consumidor.

El déficit presupuestario descendió

De acuerdo con Oficina Nacional de Estadísticas, el préstamo del gobierno ha disminuido fuertemente desde agosto de 2015. Según se indica, al sumar el financiamiento neto más el del sector público el resultado es de 75,3 millones de libras; en contraste, en agosto de 2016 la cifra disminuyó a 23,7 millones de libras.
Esta caída es parte de la decisión del gobierno de abandonar el plan anterior de mantener un excedente presupuestal. Y las cifras del endeudamiento de julio revelan los primeros resultados de eso.
Además, la Tesorería, la cual maneja un superávit de un millón de libras —recibe más impuestos de los que gasta— tuvo una disminución de 0,2 millones de libras en comparación con julio de 2015.

El pronóstico es que no hay ni habrá recesión

El último pronóstico económico de la agencia crediticia Moddy’s, predice que la economía del Reino Unido se ralentizará moderadamente, pero no existe posibilidad de que entre en recesión.
De hecho, Moodys publica unas cifras bastante optimistas: se espera un crecimiento de 1,5% durante este año, y de 1,2% en el 2017 —un crecimiento lento y moderado; pero que evidencia una estabilidad impensable y, además “si

Tuesday, August 9, 2016

Brexit: Individualismo > Nacionalismo > Globalismo

EU 
La descentralización y la devolución de poder estatal son siempre algo bueno, independientemente de las motivaciones detrás de esos movimientos.
Hunter S. Thompson, mirando atrás a la contracultura de los 60 en San Francisco, lamentaba el fin de esa era y su imaginaria inocencia infantil florida:
Así que ahora, menos de cinco años después, se puede subir a una colina empinada en Las Vegas y mirar a poniente y con la mirada correcta casi se puede ver la marca de la marea: ese lugar donde rompió finalmente la ola y se retiró.


¿El voto del Brexit de hoy, gane o pierda, marcará igualmente el lugar en el que la en un momento inevitable marcha de del globalismo empiece a retroceder? ¿Ha llegado la gente normal del mundo al punto en el que las preguntas reales acerca de la autodeterminación se han hecho tan agudas que ya no pueden ignorarse?
El globalismo, defendido casi exclusivamente por las élites políticas y económicas, ha sido la fuerza dominante en occidente durante cien años. La Primera Guerra Mundial y la Sociedad de Naciones crearon el marco para las expediciones militares multinacionales, mientras que la creación del Banco de la Reserva Federal preparó el terreno para que el dólar de EEUU acabara convirtiéndose en la divisa mundial de reserva. Los programas públicos progresistas en los países occidentales prometían un modelo de universalismo después de la destrucción de Europa. Derechos humanos, democracia y visiones sociales ilustradas iban a servir ahora como señas de identidad de una Europa postmonárquica y unos EEUU en auge.
Pero el globalismo nunca fue liberalismo, ni pretendía serlo por parte de sus constructores. Esencialmente, el globalismo siempre ha significado el gobierno por élites no liberales bajo el disfraz de la democracia de masas. Siempre ha sido característicamente antidemocrático y antilibertad, aunque pretendiera representar la liberación de los gobiernos represivos y la pobreza.
El globalismo no es simplemente, como afirman sus defensores, el resultado inevitable de la tecnología moderna aplicada a la comunicación, el comercio y el transporte. No es “el mundo haciéndose más pequeño”. En realidad, es una ideología y una visión del mundo que debe imponerse por medios estatista y corporativistas. Es la religión cívica de personas llamadas Clinton, Bush, Blair, Cameron y Lagarde.
Sí, los libertarios defienden un comercio global sin restricciones. Incluso marginalmente, el libre comercio incuestionablemente ha creado enorme riqueza y prosperidad para millones de personas en el mundo. Comercio, especialización y comprensión de la ventaja comparativa han hecho más por aliviar la pobreza que un millón de Naciones Unidas o Fondos Monetarios Internacionales.
Pero la UE, el GATT, la OMC, el NAFTA, el TPP y toda la sopa de letras de planes comerciales son impedimentos completamente iliberales disfrazados de libertad comercial real. De hecho, el verdadero libre comercio es una ley unilateral con una sola frase: El país X, a partir de ahora elimina todas las tasas, impuestos y aranceles de importación sobre todos los bienes Y del país Z.
Y, como explica Godfrey Bloom, la Unión Europea es principalmente una zona aduanera, no una zona de libre comercio. No es necesaria una burocracia en Bruselas para aplicar simples reducciones arancelarias paneuropeas. Sin embargo, es necesaria para empezar a construir lo que de verdad demanda el globalismo: un gobierno europeo de facto, completado con densas normas regulatorias y fiscales, cuerpos cuasijudiciales, un incipiente ejército y una mayor subordinación de las identidades nacionales, lingüísticas y culturales.
Lo que nos lleva a la votación del Brexit, que ofrece a los británicos mucho más que únicamente una oportunidad de despegarse del proyecto político y monetario de una UE condenada. Es una oportunidad para frustrar al gigante, al menos por un periodo, y reflexionar sobre la vía actual. Es una oportunidad de hacer un disparo que resuene en todo el mundo, de desafiar la certidumbre de la explicación de que “el globalismo es inevitable”. Es la última oportunidad de Reino Unido para plantear (en un momento en el que incluso preguntar es un acto de rebelión) la pregunta política más importante de nuestros tiempos o de cualquier tiempo: ¿quién decide?
Ludwig von Mises entendía que la autodeterminación es el objetivo fundamental de la libertad, del liberalismo real. Es verdad que los libertarios no deberían preocuparse por la “soberanía nacional” en sentido político, porque los gobiernos no son reyes soberanos y nunca deberían considerarse como dignos de determinar el curso de nuestras vidas. Pero también es verdad que cuanto más atenuada esté la relación entre el individuo y el ente que pretende gobernarlo, menos control (autodeterminación) tiene el individuo.
Por citar a Mises, de su clásico (en alemán) de 1927, Liberalismo:
Si fuese posible de alguna manera conceder este derecho de autodeterminación a toda persona individual, tendría que hacerse así.
En definitiva, el Brexit no es un referéndum sobre comercio, inmigración o las reglas técnicas promulgadas por el (terrible) Parlamento Europeo. Es un referéndum sobre la nacionalidad, que está un paso alejada del globalismo y cerca de la autodeterminación individual. Los libertarios deberían considerar la descentralización y devolución de los poderes estatales como algo bueno, como siempre, independientemente de las motivaciones de dichos movimientos. Reducir el tamaño y ámbito de cualquier dominio uniestatal (o multinacional) es decididamente saludable para la libertad.

Thursday, July 28, 2016

La OTAN provocó el Brexit

5049
En sus informes sobre el Brexit, el New York Times hizo una pregunta interesante: “¿Se está deshaciendo también el orden que Estados Unidos y sus aliados impusieron al mundo después de 1945?”
Con suerte, eso significará la desintegración de dos de los aparatos gubernamentales más poderosos y destructivos que surgieron de la posguerra: la OTAN y el estado de seguridad nacional de Estados Unidos. De hecho, aunque los medios de comunicación y las élites de la clase política no lo quieren reconocer, la ironía es que fueron estos dos aparatos los que finalmente condujeron a la votación del Brexit:
El Times señala:



Los refugiados han huido en masa de Siria e Irak. Turquía, Jordania y Líbano han absorbido varios millones de refugiados. Pero es el flujo de personas hacia la Unión Europea lo que ha tenido el mayor impacto geopolítico, y esto ayudó a precipitar el voto británico.
Pero, ¿qué fue lo que produjo esta crisis masiva de refugiados?
La respuesta: Fueron las operaciones de cambio de régimen que el estado de seguridad nacional de Estados Unidos realizó en Oriente Medio, incluida la campaña de bombardeos de la OTAN como parte de su operación de cambio de régimen en Siria.
¿Qué se pensaban las autoridades de  Estados Unidos y de la OTAN – que la gente simplemente se iba a quedar donde estaba para estallar en pedazos con las bombas que iban a caer sobre ellos, como parte del programa de asesinato de Estados Unidos, o como consecuencia de la violencia masiva de la guerra civil que se produjo como resultado de las operaciones de cambio de régimen de los Estados Unidos y de la OTAN?
La gente no suele comportarse de esa manera. La mayoría de la gente prefiere vivir en lugar de morir, y va a hacer todo lo posible para sobrevivir. Es por eso por lo que los refugiados huyeron hacia Europa- para escapar de las terribles consecuencias del intervencionismo de la OTAN y del estado de seguridad nacional de Estados Unidos en Oriente Medio.
Me pregunto si en el fondo, los que se lamentan y gimen por el voto a favor del Brexit se dan cuenta de que si no se hubiera invadido y ocupado Irak, si no se hubiera hecho un cambio de régimen en Libia, si Estados Unidos y la OTAN no hubieran bombardeado e intervenido en Siria, no hubiera habido una crisis masiva de refugiados en Europa y, casi con toda seguridad, el Brexit habría sido rechazado por la mayoría de los votantes británicos.
Una triste ironía, ¿no?
Al igual que el estado de seguridad nacional de Estados Unidos, la OTAN es un aparato gubernamental de la época de la Guerra Fría, uno que tenía aparentemente la misión de proteger a Europa occidental de un ataque de la Unión Soviética, que fue socio y aliado durante la Segunda Guerra Mundial de Gran Bretaña y EEUU.
Pero como todo el mundo sabe, la Guerra Fría terminó hace más de 25 años. Una pregunta surge de manera natural: ¿Por qué entonces la OTAN no dejó de existir tras el fin de la Guerra Fría?
La siguiente declaración del Times refleja perfectamente cómo los medios de comunicación y las élites de la clase política simplemente no entienden esto:
La OTAN ha vuelto a descubrir su propósito tras las secuelas de la intervención de Rusia en Ucrania. Sin embargo, a los países bálticos todavía les preocupa si la alianza militar podría realmente defenderlos de una agresión rusa, y la alianza ha tenido dificultades para definir su papel en la lucha contra el terrorismo y en la negociación del flujo de emigrantes.
Lo que el Times está insinuando es que la OTAN es tan necesaria hoy en día para proteger a Europa occidental (y ahora a Europa del Este) de la agresividad de Rusia como lo fue durante la época de la Guerra Fría.
Pero hay un error en esta imagen, un error que el Times y el establishment de la élite política no quieren ver – que fueron la OTAN y el establishment de la seguridad nacional estadounidense los que precipitaron la crisis con Rusia por Ucrania.
Después de la Guerra Fría, la OTAN no sólo decidió seguir existiendo, sino que comenzó a absorber a los países de Europa del Este que habían estado anteriormente en el Pacto de Varsovia. Cuando los esfuerzos de expansión finalmente llegaron a Ucrania, la OTAN se esforzó por absorber a ese país, y estuvo muy cerca de hacerlo gracias a un golpe de estado pro-estadounidense que tenía toda la pinta de ser una exitosa operación de cambio de régimen de la CIA. La absorción de Ucrania en la OTAN habría significado bases para Estados Unidos, tropas, tanques y misiles en la frontera de Rusia y la toma de posesión por parte de EEUU de la base militar que Rusia había mantenido durante tanto tiempo en el puerto de Crimea en Sevastopol.
Rusia de ninguna manera iba a permitir que eso ocurriese, lo que llevó a la anexión rusa de Crimea y el inicio de la crisis de Ucrania.
Después de todo, imagina que el Pacto de Varsovia hubiese seguido existiendo y Rusia hubiese comenzado a absorber a Cuba, Venezuela, Chile, Nicaragua, Guatemala, y México, con el objetivo de instalar bases militares rusas en la frontera de México con Estados Unidos. ¿De qué manera crees que habrían reaccionado los líderes estadounidenses tras esos actos de provocación?
Pero ¿qué es lo que nos dicen los medios de comunicación y las élites de la clase política? Que la OTAN es sólo una parte inocente, que es una fuerza que lucha por el bien en el mundo, en lugar de un dinosaurio corrupto de la Guerra Fría, cuya misión es provocar crisis con el fin de justificar su existencia continuada.
Como detallo en mi nuevo libro electrónico,  The CIA, Terrorism, and the Cold War: The Evil of the National Security State, lo mismo ocurre con el aparato de seguridad nacional estadounidense que también nació para librar la Guerra Fría contra la Unión Soviética y que cambió radicalmente la estructura del gobierno de Estados Unidos para peor. Después de todo, no lo olvidemos: China y Corea del Norte son estados de seguridad nacional también. Los regímenes totalitarios son casi siempre estados de seguridad nacional.
Así que, ¿por qué los líderes estadounidenses introdujeron  un aparato totalitario en la estructura de gobierno federal de los Estados Unidos, sin ni siquiera intentar guardar las apariencias con una enmienda constitucional? Ellos dijeron que un aparato totalitario temporal era necesario para emprender una guerra fría contra los regímenes totalitarios comunistas de China y de la Unión Soviética.
Eso ya sería problemático de por sí, pero una cosa es cierta: La Guerra Fría ha terminado. Se terminó hace más de un cuarto de siglo. El estado de seguridad nacional, en lugar de ser desmantelado (que es lo que debería haber ocurrido en el año 1989), habiendo perdido su enemigo oficial con el fin de la Guerra Fría, decidió entrar en Oriente Medio y provocar problemas con invasiones, ocupaciones, sanciones , intervenciones y operaciones de cambio de régimen. Todo eso nos trajo ataques terroristas anti-estadounidenses, la guerra contra el terror, programas formales de asesinato, programas de vigilancia secreta masiva, detenciones indefinidas, torturas, prisiones secretas, y muchas otras cosas oscuras que caracterizan a los regímenes totalitarios y comunistas.
Y sin embargo, los medios de comunicación y la élite de la clase política simplemente no lo entienden: Ellos ven el estado de seguridad nacional como un protector y como una fuerza que lucha por el bien en el mundo, en lugar de como un importante proveedor de muerte, destrucción,  crisis, caos, y la pérdida de la libertad, la paz y la prosperidad.
Es hora de que los estadounidenses hagan un poco introspección real. Es el momento de hacer algunas modificaciones fundamentales post-Segunda Guerra Mundial aquí en casa. Un buen lugar para comenzar sería desmantelar la OTAN y el estado de seguridad nacional. Si Estados Unidos dejase de formar parte de estos aparatos de la era de la Guerra Fría corruptos y costosos se abriría el camino a la libertad, la paz, la prosperidad y la armonía con el mundo.

Wednesday, July 20, 2016

Gobernador del Banxico enfrenta consecuencias del Brexit

El gobernador del banco central de México, Agustín Carstens, espera que el país pueda mantener un crecimiento del 2.4 al 2.5 por ciento para este año 2016, a pesar de las dificultades económicas y las consecuencias del Brexit.
Jude Webber Financial Times
 
Carstens aún confía que habrá crecimiento a pesar de la caída del peso. (El Financiero)
El gobernador del banco central de México, Agustín Carstens, espera que el país pueda mantener un crecimiento del 2.4 al 2.5 por ciento para este año 2016, a pesar de las dificultades económicas y las consecuencias del Brexit.

Igualar el crecimiento del 2.5 por ciento que se logró el año pasado no será tarea fácil para un país con un peso maltrecho que lucha contra las presiones inflacionarias que la semana pasada provocaron una subida inesperada de medio punto de las tasas.

El Banco de México, o Banxico, ha reducido regularmente los pronósticos económicos durante el último par de años en medio de la caída de los precios del petróleo, las lentas reformas estructurales y lo que el banco llama una “economía mundial hostil”.

Además, Carstens espera una “intensa volatilidad” para el resto de este 2016 a medida que las elecciones estadounidenses alcanzan su punto álgido y se asienta el polvo provocado por el voto británico a favor de abandonar la UE.

Aun así, en su oficina le dijo al Financial Times: “Si se manejan de forma constructiva los siguientes acontecimientos relacionados con el Brexit — lo cual es una gran interrogante — el impacto debería ser manejable”.

El banquero central, quien también preside el organismo rector que asesora al Fondo Monetario Internacional sobre cómo responder a las crisis, parece estar tan desconcertado por el Brexit como muchos en Gran Bretaña. Este firme defensor de la globalización argumenta que aún es difícil predecir el impacto total que tendrá la salida del Reino Unido de Europa.

El peso mexicano ha estado en la línea de fuego. Al ser la moneda más líquida de los mercados emergentes, es una cobertura conveniente y alcanzó brevemente un mínimo histórico de poco menos de 19.52 por dólar a raíz del resultado del referéndum británico. Su valor repuntó después de la subida de las tasas, pero desde entonces se ha debilitado nuevamente y ahora se cotiza sobre los 18.6.

Las elecciones estadounidenses podrían presentar riesgos aún mayores si el republicano Donald Trump — quien desea construir un muro fronterizo y poner fin a la deslocalización de compañías estadounidenses a México, lo cual les resulta más barato — gana las elecciones de noviembre.

Por ahora, parece que continuará la volatilidad, lo cual puede frenar el deseo de los inversionistas de invertir en México, dijo Carstens.

“Creo que México necesita diferenciarse de otros mercados emergentes”, dijo. Por lo tanto, Banxico “se tomó la libertad. . . de recordarle” a la Secretaría de Hacienda el 30 de junio, cuando elevó su tipo de interés de referencia hasta el 4.25 por ciento sobre la necesidad de tener un superávit primario para el próximo año. Un superávit sería el primero de México desde el año 2009.

La Secretaría de Hacienda ya había anunciado recortes presupuestarios adicionales para este 2016 de 31.7 mil millones de pesos (1.7 mil millones de dólares), además de los recortes de 132 mil millones de pesos anunciados previamente para este año y los recortes de 175 mil millones de pesos para 2017.

El banco central, temiendo que la debilidad del peso alimentaría una inflación que ya estaba aumentando en algunos de sus componentes, realizó su segunda subida de medio punto en cuatro meses, superando las expectativas de un aumento de 25 puntos básicos.

Aunque la inflación de México ha alcanzado niveles mínimos históricos y debe concluir el año “ligeramente sobre el 3 por ciento”, Carstens dijo que Banxico “quería adelantarse a los acontecimientos”.

Aunque Banxico elevó las tasas en paralelo con la Reserva Federal estadounidense en diciembre pasado y dejó claro que seguiría los pasos de la Fed, ha tomado un camino diferente.

Mientras que la condición de refugio seguro del dólar provocó su apreciación y redujo las expectativas inflacionarias en EU a raíz del Brexit, la depreciación del peso las alimentó. Aunque México aumentó su tasa, al parecer los planes de la Reserva Federal de otro aumento serán pospuestos.

Por lo tanto, ¿será suficiente el reciente aumento de medio punto de Banxico? “Ya veremos”, dijo sonriendo Carstens, pues hay muchos elementos imponderables en el futuro inmediato. “Yo espero que sí”.

Monday, July 18, 2016

Tres hurras por el Brexit: un triunfo para Europa


Europa nunca ha llegado a constituir una unidad política centralizada. En ello ha radicado históricamente su éxito. Historiadores como Jean Baechler, Eric Jones o Rubén Zorrilla explican claramente que la fragmentación política europea permitió a los habitantes de nuestro continente escapar del estancamiento político y económico de espacios como el chino, que habían ensayado antes la centralización política. La corrupción de la moneda (los chinos inventaron el papel moneda), el despotismo político y el bajo dinamismo económico, acompañaron lentamente al establecimiento del poder imperial en China. Y esa situación no les libró de guerras muy cruentas y a una escala mayor. Europa se libró de ese destino por muchas razones, entre ellas la geográfica, como apunta Fukuyama en su último libro sobre el orden estatal. Esto le permitió desarrollar una avanzada civilización y facilitar un enorme desarrollo económico. La fragmentación política dificultaba, aunque no impedía, la manipulación estatal de la economía y la corrupción monetaria.



Si a un pequeño reino europeo premoderno se le ocurría emitir papel-moneda sería objeto de la irrisión general dado que no sería aceptado más allá de su pequeño espacio geográfico. Lo mismo acontece con regulaciones laborales o del comercio, que serían fácilmente burladas gracias a otros países. La libertad de expresión de ideas se veía facilitada por la existencia de países con leyes distintas (los libros españoles prohibidos se imprimían, por ejemplo, en los Países Bajos) y, por lo tanto, con la posibilidad que se le abría al disidente de refugiarse en otro sitio. Los experimentos en política económica eran rápidamente imitados si resultaban exitosos y rechazados si fallaban, pero se realizaban siempre a escala de un pequeño país y no dañaban al conjunto del sistema en caso de fracasar. Y, sobre todo, permitían comparar y tener referencias de buen o mal desempeño. De todo esto carecía el modelo chino. Este modelo fragmentado hizo que la antes pobre Europa poco a poco se convirtiese en una civilización con alto nivel de desarrollo que poco a poco se impuso (no siempre, eso sí, de forma pacífica) como referente a nivel global.
No es de extrañar que los proyectos históricos de unificación europea de tiempos modernos, el de Carlos V, el de Napoleón o el último el de Hitler se malograran, pues la población europea se mostró en contra tanto en la forma de llevarlos a cabo como en el fondo. El historiador conservador John Laughland, en un clásico libertario poco recordado hoy como es su genial La fuente impura, rastrea, por ejemplo, el origen de las modernas ideas de unidad política europea y encuentra que muchas de estas no tienen un germen, digamos, muy recomendable.
El moderno proyecto de unidad política europea es el primero que se realiza de forma pacífica, voluntaria y a través de medios democráticos. Pero su ideal sigue siendo el mismo, la unificación política de los pueblos europeos y la construcción de instituciones de gobierno más o menos centralizadas. El proceso comenzó bien, con la eliminación de barreras al comercio y facilitando la libre circulación de personas y mercancías, sin pretender ir más allá en el ámbito político. Era el momento del mercado común, una época de paz y prosperidad sin precedentes en los pueblos de Europa occidental. Si hubiera llegado a triunfar el plan de Rueff y De Gaulle de regresar al patrón oro, que de haberse implantado seguro que pronto habría sido imitado, no cabe duda que el Viejo Continente habría vuelto a ser un ejemplo para el mundo. Pero el mercado común pronto se transformó, a partir de los acuerdos de Maastricht, en un proyecto de unificación política a gran escala, con poca responsabilidad democrática y dirigido por un conjunto élites tecnocráticas que pretendían dirigir el proceso hacia la construcción de un megaestado europeo. No dudaron, por ejemplo, en hacer repetir los referendos contrarios a sus intereses las veces que hiciese falta hasta conseguir sus objetivos. Y en el caso de ver frustradas democráticamente sus pretensiones, como fue en el caso de la ratificación de la Constitución Europea, no tuvieron empacho en burlar el proceso y aprobarla con otro nombre. El proceso comenzaría primero con una integración económica forzosa para luego conseguir su objetivo de una unión política.
Contra esto se rebelaron la mayoría de los electores británicos en el referéndum del Brexit. Independientemente de los matices que cada uno pueda establecer, entiendo que este resultado es enormemente positivo por los siguientes tres motivos que me llevan a felicitar a los electores británicos con sendos hurras.
  1. Hurra por atacar de frente el poder de la tecnocracia. Paul Gottfried, viejo luchador paleoconservador, describió en sus libros, especialmente en After Liberalism, la lucha entre la nueva élite tecnoburocrática, bien descrita en obras como El futuro de los intelectuales y el ascenso de la nueva clase de Alvin Gouldner, y las viejas élites políticas. La nueva élite basa su poder en la pericia técnica y en conocimientos académicos mientras la segunda se basa en instintos políticos y electorales y en el conocimiento e identificación de las preferencias de los electores. Una disputa, por ejemplo, entre draghis, por un lado, y farages o berlusconis, por otro. Las sociedades occidentales modernas cuentan con equilibrios inestables y luchas entre ambas, pero donde se da el dominio pleno de la nueva clase es en las instituciones comunitarias, que son incluso usadas por ésta para extender su poder en el ámbito de los propios ejecutivos nacionales. El caso de la imposición de miembros de esta clase como Mario Monti o Lucas Papademos en Italia y Grecia respectivamente, usando mecanismos de poder en el seno de la Union Europea, son ejemplos de lo dicho. La tecnocracia es una forma de poder fría y a mi entender potencialmente mucho más peligrosa que las viejas elites caciquiles o semipopulistas, pues resulta intervencionista en grado sumo y pretende regular todos los aspectos de la vida social y económica, dado que ahí radica la fuente de su poder. Cuantos más aspectos sean regulados e intervenidos, más fuerza tendrán tanto en número como en capacidad. Y más recursos podrán obtener de los lobbies que tienen asociados. De ahí que quieran diseñar desde el precio del dinero a cosas tan nimias como el color de las casas (no es broma) o el tipo de combustible que deben usar los automóviles (la idea de imponer el automóvil eléctrico, por ejemplo). También les gusta rediseñar países y hacer guerras en nombre de valores como al democracia o la libertad, como nos muestra el ejemplo de los viejos tecnócratas “cabezas de huevo” como McNamara en la guerra del Vietnam. Su arma es la planificación y la regulación y usan una forma de ejercer el poder que no tiene en cuenta las realidades particulares o los problemas de la ciudadanía. Su fuerza es que controlan el sistema educativo y la mayoría de los medios serios (los que les hacen frente son denominados como medios basura) y, por tanto, cuentan con la legitimidad de las ideas. Comparado con  ellos, los políticos tradicionales son potencialmente mucho menos dañinos, por lo que este voto del Brexit supone un duro golpe a las pretensiones de hegemonía de la nueva clase. No es de descartar, sin embargo, que ideen alguna estratagema para burlar la decisión popular.
  2. Hurra por frenar el proceso de concentración del poder en manos de las agencias y comisiones europeas. Si se analiza la política europea se observa que en los últimos años el proceso es de centralizar cada vez más competencias en manos de las agencias comunitarias. El caso de la política monetaria es el ejemplo por antonomasia. Pero también la pesca, la industria naval y muchos otros sectores. Pero este proceso es unívoco, se da sólo de la periferia al centro. Una vez adquirida una competencia es raro que se suelte y se devuelva a administraciones inferiores. Es cierto que la administración europea es relativamente pequeña en tamaño, pero no en influencia y legitimidad. Cualquier directiva de una de estas agencias es inmediatamente adoptada por las administraciones de orden inferior (Estados o autonomías en el caso español) sin casi discusión, pues su gobierno es de corte indirecto, casi como la administración británica en la India. Las resistencias administrativas a una norma son muy inferiores a las de una norma de rango estatal, que a pesar de estar dotadas de un más elevado grado de legitimidad democrática, o quizás por ello, son mucho más discutidas y resistidas. El Brexit pone en cuestión esta legitimidad, la debilita e indica que el camino de centralización puede ser reversible.
  3. Hurra por la secesión. La secesión es una de las mejores herramientas que tiene el género humano para garantizar su libertad. Si una asociación, ya sea humana o comercial, no nos convence, la forma mas pacífica y legítima es simplemente separarse. Si no estamos a gusto en una empresa o relación, lo mejor es separarse y gobernar cada uno su vida como mejor lo entienda. 

Saturday, July 16, 2016

Cómo el Brexit podría ayudar a toda Europa

Brexit
El Reino Unido (UK) está a punto de celebrar un referéndum el 23 de junio sobre si debería abandonar la Unión Europea (UE) o quedarse en ella. Algo antes impensable, el “Brexit” se está haciendo cada vez más probable. Los principales medios de comunicación lo ven como un factor de incertidumbre en Europa. Para sus críticos, el Brexit llevaría a aumentar el nacionalismo y le proteccionismo. Sin embargo, esos mismos críticos olvidan que la Unión Europea no es un área de libre comercio.
Por el contrario, el Brexit podría abrir nuevas perspectivas para el viejo continente, no trayendo más proteccionismo, sino trayendo más competencia entre gobiernos.

Europa necesita más competencia institucional

Europa tiene una muy larga tradición favorable a la competencia institucional. Uno de los primeros pensadores modernos preocupados por esto es el filósofo francés Montesquieu. Mientras comparaba el sistema político europeo con el asiático, señalaba en El espíritu de las leyes:



En Asia siempre se han visto grandes imperios, en Europa nunca se les permitió seguir existiendo. (…) Por tanto, el poder debería ser siempre despótico en Asia. Pues si la servidumbre allí no fuera extrema, inmediatamente habría una división que la naturaleza del país no podría resistir. En Europa, las divisiones naturales forman muchos estados de tamaño medio en las que el gobierno de las leyes no es incompatible con el mantenimiento del estado; por otro lado, son tan favorables a esto que sin leyes este estado cae en decadencia y se convierte en inferior a todos los demás. Esto es lo que ha formado el genio de la libertad, que hace muy difícil sojuzgar a cada parte y ponerla bajo una fuerza extranjera salvo mediante leyes y mediante lo que es útil para su comercio.
La fragmentación política europea lleva a un pluralismo jurisdiccional, fiscal y regulatorio que es en sí mismo útil para oponerse a leyes que son especialmente dañinas para el comercio. En presencia de leyes onerosas, los ciudadanos pueden verse incitados a “votar con los pies” llevando su capital e industria a un lugar donde estén mejor protegidos los derechos individuales. Es un mecanismo vital para aumentar la prosperidad general. Muchos economistas e historiadores han demostrado que la competencia institucional fue uno de los factores clave de la acumulación de riqueza de Europa. El historiador Paul Kennedy escribía en su libro Auge y caída de las grandes potencias:
Las consecuencias políticas y sociales de este crecimiento descentralizado y en buena parte no supervisado del comercio (…) y los mercados fue de la mayor importancia. En primer lugar, no había manera de que esas evoluciones económicas se suprimieran totalmente. (…) No existía ninguna autoridad uniforme en Europa que pudiera detener eficazmente esta o aquella evolución comercial, ningún gobierno central cuyo cambio en las propiedades pudiera causar el auge o caída de un sector determinado, ningún saqueo sistemático y universal de empresarios y emprendedores por los recaudadores de impuestos. (…) En Europa siempre hubo príncipes y señores locales dispuestos a tolerar a los mercaderes y sus maneras, incluso cuando otros los saqueaban y expulsaban.
Es precisamente por eso por lo que el proceso de centralización europea es dañino. La integración política europea es realmente un proyecto contra la competencia jurisdiccional. Como muchas organizaciones internacionales, la UE es una forma de mutualizar las respectivas soberanías de los gobiernos y cartelizar su poderes para aumentar u control sobre los individuos. El problema es que este tipo de cartelización tiende a aumentar la carga de las políticas públicas.
A largo plazo, la consecuencia de esta falta de competencia solo puede ser menos libertad y por tanto menos prosperidad. Bajo estas circunstancias, el Brexit sería una evolución positiva. Debilitaría la cartelización política del continente y estimularía la indispensable competencia en Europa.

El Brexit no amenaza al libre comercio en Europa

Los argumentos de la campaña por mantenerse en Europa son contradictorios. Por ejemplo, The Economist ha advertido por un lado en diversos artículos de que un Brexit podría afectar al libre comercio en Europa. Pero por otro, uno de los argumentos usados contra los que se quejan de la regulación de la UE para los estados miembros es que cualquier país que quiera comerciar con la Unión Europea debe cumplirla. Aunque este argumento es en parte incorrecto, equivale a una admisión de que la UE es más una alianza proteccionista que un área de libre comercio. Una verdadera área de libre comercio no impondría barreras regulatorias para impedir la competencia internacional.
Después de todo, como demostraba George Stigler en su famoso artículo “The Theory of Economic Regulation“, las regulaciones públicas son una manera de satisfacer los intereses especiales buscadores de rentas que tratan de impedir la libre empresa y competencia para aumentar el poder de monopolio concedido por el estado.

 La UE: Una fuerza para un comercio regulado, no un comercio libre

La Unión Europea es una poder regulatorio poderoso y no debería ser infravalorada. Bruselas no se convirtió en la segunda capital del cabildeo tras Washington por casualidad.
Es improbable que el Brexit perjudique al libre comercio en Europa más de lo que ya lo hace la UE. Abandonar la Unión Europea no significa necesariamente menos comercio internacional y más proteccionismo. De hecho, el Brexit es una oportunidad para el pueblo británico de librarse de las cargas regulatorias de la UE, el arancel común y las políticas comerciales de la UE y la muy proteccionista política agrícola común. UK podría entonces ser libre para favorecer un verdadero libre comercio con Europa y todo el mundo. Esto es especialmente cierto cuando se considera que el libre comercio no requiere ningún acuerdo intergubernamental. Las escuelas de pensamiento librecambista siempre han sido categóricas a este respecto. Como decía Vilfredo Pareto en el artículo “Traités de commerce” del Nouveau Dictionnaire d’Economie Politique (1901):
Si aceptamos el libre comercio, los tratados de comercio no tienen razón de existir como objetivo. No hay necesidad de ellos, ya que se supone que arreglan algo que ya no existe, dejando a cada nación entrar y salir libremente cualquier producto por sus fronteras. Esta era la doctrina de J.B. Say y de toda la escuela francesa economía hasta Michel Chevalier. Es el modelo exacto que adopto recientemente Léon Say. Fue también la doctrina de la escuela inglesa de economía hasta Cobden.
El libre comercio es un asunto interno que consiste en abolir unilateralmente todo tipo de arancel y barreras no arancelarias contra productos, vengan de donde vengan.

El alcance simbólico del Brexit

La Unión Europea pretende ser un proyecto racional e inevitable. Su legitimidad deriva de la idea de que la globalización requiere grandes entidades políticas para garantizar altos niveles de vida y tratar asuntos modernos. Un Brexit perjudicaría esta ideología euro-constructivista al aumentar el número de países pequeños y ricos en Europa y el mundo. Aumentaría las presiones regionalistas y localistas a nivel europeo, pero también dentro de las propias naciones-estado, si se consideran los casos de Escocia, Cataluña, Flandes o algunas regiones del norte de Italia.
Se podría ser escéptico acerca de esta perspectiva, dado que los movimientos regionalistas y secesionistas europeos no son siempre amigos de la libertad. En realidad a menudo siguen siendo colectivistas y nacionalistas. Muchos movimientos euroescépticos son parte de la extrema derecha.
Por ejemplo, la Alianza Libre Europea (el partido político que contiene varios movimientos regionalistas en toda Europa) se sienta con los verdes europeos en el Parlamento Europeo. Pero permanece el hecho de que cuanta más competencia institucional haya en un área geográfica, más líderes políticos se verán limitados y menos podrán adoptar políticas estatistas a medio y largo plazo.
En su libro How the West Grew Rich, publicado en 1987, Rosenberg y Birdzell escribían: “puede ser que un requisito previo para un crecimiento económico sostenido sea una economía comerciando en un área geográfica dividida entre varios estados rivales, cada uno tan pequeño como para soñar con aventuras imperiales y demasiado temeroso de la competencia económica de otros estados como para imponer exacciones masivas en su propia esfera económica”.
Mientras que Europa afronta lo que se percibe como una crisis económica y social larga e irresoluble, el pueblo británico (saliendo de la UE) podría ayudar al viejo continente a restaurar las instituciones que hicieron posible su prestigio histórico y prosperidad.