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Sunday, October 23, 2016

‘Brexit’ y Trump: la política como brujería

Por: Moisés Naím

El ganador se lo lleva todo. Esta es una de las tendencias en los países donde la desigualdad económica se ha agudizado: unos pocos ganadores (el famoso 1%) se lo llevan todo. O, para ser más precisos, los ganadores captan una altísima proporción de los ingresos y acumulan la mayor parte de la riqueza del país.
Esta pronunciada desigualdad económica es uno de los factores que contribuye a fomentar otra de las tendencias del mundo de hoy: la desconfianza. Todas las encuestas que sondean los índices de confianza en diferentes países descubren que ese valor está en caída libre. La gente confía muy poco en el gobierno, la empresa privada, las organizaciones no gubernamentales o los medios de comunicación. Y peor aún, instituciones que antes estaban por encima de toda sospecha, ahora no logran eludir la ola de suspicacia que azota a las demás. 

En los últimos años, por ejemplo, las crisis económica y política han socavado la confianza de la opinión pública en “los expertos”, y los múltiples escándalos sexuales y financieros han hecho menguar la credibilidad de la Iglesia católica. Según estos sondeos, en todas partes y cada vez más, la gente tiende a confiar principalmente en familiares y amigos.
Salvo excepciones. A veces, una población normalmente escéptica decide depositar toda su esperanza en ciertos líderes o movimientos políticos. Es una reacción bipolar: todo o nada. Con la confianza está pasando algo parecido a lo que ha sucedido con la economía: el ganador se lo lleva todo. De pronto, aparecen individuos que logran despertar una fe que rompe todas las suspicacias. Hemos visto cómo la confianza de la gente en ciertos líderes se mantiene a pesar de su comprobada propensión a tergiversar la realidad, adulterar estadísticas, hacer promesas a todas luces incumplibles, lanzar acusaciones infundadas o, simplemente, mentir. No importa que su mendicidad se haga evidente.
Donald Trump es un buen ejemplo de esto. Los medios de comunicación dan un recuento diario de las afirmaciones que hace Trump y que, al verificarse, resultan falsas. Esto, sin embargo, no hace mella en el entusiasmo de sus seguidores. Muchos, simplemente creen que quienes mienten son los periodistas que dicen revelar la falsedad de las afirmaciones del candidato. Para otros, los hechos no importan. Trump les ofrece esperanzas, protecciones y reivindicaciones que conforman un paquete irresistible, y del cual ellos no se van a desencantar por datos y hechos incómodos.
Algo parecido acaba de pasar con el Brexit. Uno de los espectáculos más insólitos del día después del referéndum, en el cual los británicos votaron la salida de su país de la Unión Europea, fue ver y oír a los líderes del Brexit negar las promesas y datos en los que basaron su campaña. No, el monto de dinero que envía Reino Unido a Europa es menos de lo que ellos dijeron. No, ese monto no se va a ahorrar ni va a ser invertido en mejorar el sistema de salud. No, el salir de la Unión Europea no va a resultar en menos inmigrantes. No, no tienen idea de cómo van a llenar los vacíos institucionales y regulatorios que se crean con esta decisión. Todas estas negativas balbucearon frente a los micrófonos los líderes del Brexit el día de su victoria. Los mismos líderes que tan sólo unas horas antes, y durante meses, mantuvieron todo lo contrario. De nuevo, ni los hechos ni los datos importan. Datos y hechos son para los expertos y “la gente de este país está harta de los expertos”. Esto último lo dijo Michael Gove, uno de los líderes de la campaña a favor del Brexit (y ahora candidato a primer ministro), cuando, antes del referéndum, un periodista lo confrontó con las devastadoras conclusiones de un grupo de reconocidos expertos que incluía varios premios Nobel.
Y estos son sólo dos ejemplos de muchos otros que hemos visto en España, Italia y otros países de Europa, así como en América Latina.
Se ha puesto de moda hablar de un mundo posfactual. Un mundo donde a pesar de la revolución en la información, Big Data, Internet y demás avances, los hechos y los datos no importan. Las emociones, las pasiones y las intuiciones son las fuerzas que guían las decisiones políticas de millones de personas. Esto no es nuevo. La política sin emociones no es política. Pero las decisiones de gobierno donde los datos no importan no son decisiones de gobierno, son brujería.
Como pronto descubrirán los británicos que, guiarse sólo por las emociones y las intuiciones e ignorar la realidad, inevitablemente resulta en un inmenso sufrimiento humano.

Friday, October 7, 2016

Un general de EE.UU. "amenaza" a Rusia: "Os venceremos en cualquier sitio y en cualquier lugar"

El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos estima que Rusia, China, Irán y Corea del Norte han estudiado cuidadosamente las acciones militares de Washington.

Kevin LamarqueReuters
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Este miércoles, el general de infantería y jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Mark Milley, declaró que su país "destruirá a cualquier enemigo que pretenda causar daño a EE.UU. o a sus aliados" y el diario británico 'The Sun' estima que esas palabras son "una amenaza poco disimulada hacia Rusia", como respuesta al envió de Moscú de sistemas antimisiles de alta tecnología a Siria.
Milley detalló que "os venceremos con una contundencia como nunca antes os habían vencido, en cualquier sitio y en cualquier lugar" y subrayó que, "a pesar de todos nuestros problemas, las Fuerzas Armadas de EE.UU. os detendrán".
Desde el punto de vista de este militar norteamericano, Rusia, China, Irán y Corea del Norte habrían estudiado cuidadosamente las acciones militares de Washington para actualizar sus ejércitos de manera precipitada con la esperanza de poder vencer a EE.UU. en el futuro.El propio Mark Milley aclaró que sus comentarios son una reacción a la política de Rusia respecto a Crimea, además de las disputas con EE.UU. y el cese de la cooperación entre ambos países respecto a Siria.
Finalmente, Milley también manifestó que EE.UU. "está siendo desafiado", por lo que explicó que, si la intención es detener una guerra, el Ejército y el resto de ese país "deben estar preparados".

EE.UU. amenaza a Rusia con ataques terroristas

Las amenazas del general estadounidense se han producido una semana después de la polémica que provocó el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, John Kirby, quien indicó que Rusia podría sufrir atentados en su territorio si no termina la guerra civil en Siria.
Kirill KallinikovSputnik
Kirby aseguró que "los grupos extremistas continuarán explotando los vacíos que hay en Siria para ampliar sus operaciones, que podrían incluir ataques contra los intereses rusos, tal vez incluso en ciudades de Rusia", que "seguirá enviando soldados a casa en bolsas y seguirá perdiendo recursos, quizás hasta aviones".
Su homóloga rusa, María Zajárova, censuró esas palabras y valoró que parecían "más una orden para que un perro ataque que el comentario de un diplomático".

"Ultimátum de Putin": ¿Qué hay detrás de la suspensión del acuerdo sobre el plutonio con EE.UU.?

Rusia ha ofrecido a EE.UU. un ultimátum: cumplir sus amenazas y comenzar una guerra nuclear o "aceptar el hecho de que el mundo ya no es unipolar y empezar a integrarse en el nuevo formato".

Sputnik

Rusia suspendió este miércoles la cooperación con Washington en materia de investigaciones nucleares y energéticas debido a la "aparición de una amenaza a la estabilidad estratégica como resultado de las acciones hostiles de EE.UU. hacia Rusia, como también por la incapacidad de EE.UU. de cumplir con los compromisos asumidos sobre la destrucción del plutonio de uso militar excesivo".
¿Está relacionada esta suspensión con la decisión de EE.UU. de romper los lazos con Rusia en Siria? Si Rusia sabía que EE.UU. no cumple con su parte del trato, ¿por qué solo reacciona ahora? En un nuevo artículo para RIA Novosti, el analista Rostislav Íshchenko explica estas y otras preguntas surgidas al conocerse la noticia.



Ultimátum

El analista considera que, para "comprender la magnitud de lo ocurrido" es necesario tener en cuenta que el presidente ruso, Vladímir Putin, no solo ha suspendido la cooperación con Washington, sino también ha anunciado la posibilidad de reanudarla con ciertas condiciones:
  • cancelación de todas las sanciones estadounidenses contra Rusia;
  • pago de una indemnización por los daños sufridos por Rusia a causa de las sanciones y las contrasanciones;
  • eliminación de la 'ley Magnitsky';
  • reducción de la presencia militar estadounidense en Europa del Este;
  • abandono de la política de confrontación con Moscú.
Para el autor del artículo, solo hay una palabra adecuada para definir la esencia de los requisitos de Putin: "Ultimátum".
Según subraya el experto, la última vez que a Washington se le dio un ultimátum fue en 1861 en relación con el incidente del barco de guerra británico HMS Trent, e incluso entonces, en condiciones muy difíciles para EE.UU., Washington solo aceptó una parte de los requisitos impuestos por el Reino Unido.
Reuters
Entretanto, lo que exige Putin ahora no es solo una disculpa y la liberación de un par de detenidos: lo que exige es "cambiar toda la política estadounidense, e incluso compensar a Rusia las pérdidas sufridas por las acciones aprobadas oficialmente por EE.UU.", destaca Íshchenko, quien opina que "se trata una exigencia de rendición total e incondicional en una guerra híbrida, que Washington no cree haber perdido".
"En los últimos cien años nadie ha podido imaginar que era posible hablar así con Washington", añade el analista.

¿Qué hay detrás del ultimátum?

La primera conclusión que hace el analista es que "Putin ha humillado intencional y deliberadamente a EE.UU.", demostrando que se puede hablar con Washington "en un tono aún más duro que Washington solía hablar con el resto del mundo".
Sputnik
¿Por qué lo ha hecho? Según Íshchenko, desde hace tiempo EE.UU. ha estado tratando de intimidar a Rusia "de manera informal" con un conflicto nuclear, mientras que Moscú ha dado a entender que está preparada para este escenario y no va a retirarse.
Últimamente, estas amenazas "han llegado a un punto extremadamente peligroso", en el que cualquier detalle "puede provocar un 'Armagedón nuclear", asevera el analista.
Moscú ha tomado la iniciativa, prosigue, pero, en vez de amenazar a EE.UU. con una guerra, le ha mostrado la posibilidad de dar "una respuesta política y económica dura", capaz de "hacer pedazos la economía y el sistema financiero en Washington".
Andrew KellyReuters
Además, Rusia "ha socavado seriamente el prestigio internacional de EE.UU.", demostrando al mundo que se puede golpear a Washington con sus propias armas.

EE.UU., ante una elección muy difícil

En opinión del experto, Rusia ha ofrecido a EE.UU. una elección: o hacer realidad sus amenazas y comenzar una guerra nuclear o "aceptar el hecho de que el mundo ya no es unipolar y empezar a integrarse en el nuevo formato".
Al final, puede llegar el momento en que incluso el estatus de uno de los centros del mundo multipolar ya no estará disponible para Washington, predice el analista explicando que "no solo los africanos, asiáticos y latinoamericanos, sino también los europeos con mucho gusto tomarán venganza del exhegemón por las humillaciones del pasado".
El experto concluye que, sea cual sea la respuesta de EE.UU. al ultimátum de Putin, "la realidad geopolítica ya no será la misma": a EE.UU. "le han lanzado públicamente el guante, y no se ha atrevido a recogerlo inmediatamente". 

Thursday, September 8, 2016

Política sin rumbo

Javier Fernández-Lasquetty considera que más preocupante que la ausencia de un gobierno en España es la ausencia de un debate de ideas que confronte distintas concepciones sobre el individuo.

Javier Fernández-Lasquetty es vicerrector de la Universidad Francisco Marroquín.
Terminó ya el enésimo episodio de la investidura que nunca llega. Diez meses después de que concluyera la legislatura presidida por Mariano Rajoy, España sigue teniendo un gobierno interino, a pesar de haber tenido ya dos elecciones generales. Hay quien piensa que mejor se está así, sin gobierno. Y ello sería cierto si no fuera porque el aparato de gasto público es constante, es automático, y es descomunal. Lo que España necesita no es la ausencia de gobierno, sino un gobierno con ideas y con coraje, capaz de emprender las reformas profundas que reduzcan el gasto público y que devuelvan a la gente su dinero y su responsabilidad.



Ni hay gobierno, ni hay en realidad un debate de ideas o de confrontación de diferentes concepciones sobre la persona. Leer las frases más destacadas de los líderes de los partidos en el debate parlamentario produce melancolía, si se compara con el debate vigoroso que propulsó a España tras la elección de José María Aznar en 1996, y produce náuseas si se analiza como lo que es: un debate exclusivamente táctico. Ninguno de los partidos ha subido a la tribuna a propugnar una determinada visión de la persona y del estado. Nadie ha definido una propuesta para España que tenga como punto de partida valores ni convicciones. Ha sido un debate personalista, ni siquiera partidista, desprovisto de ideología. Es una forma muy pobre de transmitir la única evidencia: que se aparenta hacer política cuando en realidad solo se quiere obtener poder. ¿Poder para transformar? ¿Poder para convencer? ¿Poder para reformar? No. Poder para estar en el poder.
Y así está España, sin rumbo conocido, como fruto de década y media de rehuir el debate de las ideas. Pedro Sánchez solo actúa en función de las fechas y juegos de poder del siguiente congreso del Partido Socialista, sin que ninguna preocupación por España le desvíe de su ferviente deseo de retener el liderazgo socialista. Mariano Rajoy solo actúa para cerrar el paso a cualquier intento de abrir un debate interno —o sea, un congreso abierto y competitivo— que decida el liderazgo del Partido Popular. Ciudadanos solo insiste en aquello que piensa que le puede hacer quedar bien con los votantes de todas las ideologías al mismo tiempo. Mientras tanto Podemos, desprovisto ya del aura de imbatibilidad, se ciñe a lo esencial: subrayar su condición de extrema izquierda y reivindicar una falsa superioridad moral que ninguno de sus adversarios se esfuerza en refutar, pese a la historia negra del comunismo en España y en el mundo.
Rajoy, en su discurso solicitando la confianza parlamentaria, tan solo invoca como razones una pretendida inevitabilidad y una no justificada irracionalidad de cualquier otra posibilidad. Ha tenido más votos que ningún otro partido, lo cual celebro, pero eso no le exime de definirse frente a los grandes problemas que tiene España. Lo hizo frente al desafío separatista, pero no concretó nada. Y nada dijo de lo que piensa hacer para poner fin a un gasto público desorbitado, que no ha sido reducido ni siquiera ante la evidencia de la crisis económica.
Rajoy dice que la mayor parte del gasto público se va en pensiones, en sanidad, en educación, en programas sociales y en prestaciones por desempleo. Pero a continuación no propone ninguna reforma en ninguno de esos conceptos. Otros países europeos han reformado todos o algunos de esos ámbitos, con buenos resultados: los mayores reciben pensiones, los enfermos se curan, los niños se educan, etc. Pero lo hacen mediante esquemas nuevos, más respetuosos con la libertad individual, favorecedores de la competencia empresarial y menos onerosos para el contribuyente.
En España se quiere rehuir el debate ideológico, y la consecuencia es que el país camina sin rumbo y sin cabeza, con la única certeza de que cada mes que pasa incurre en nuevos déficits y acumula así una deuda más pesada sobre los hombros de la siguiente generación.

Wednesday, August 31, 2016

Prevén mensaje tras reunión entre Peña Nieto y Trump

Se espera que sostengan una reunión privada a las 13:30 horas en Los Pinos; al finalizar darán un mensaje a medios

  Enrique Sánchez/ Foto: Especial
Se espera que el mensaje sea a las 13:30 horas; la reunión se llevará a cabo en Los Pinos
CIUDAD DE MÉXICO.
El Presidente Enrique Peña Nieto y el candidato Republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, sostendrán un encuentro privado en la Residencia Oficial de Los Pinos este miércoles alrededor de la 13:30 horas.
Al término, ambos personajes ofrecerán un mensaje a los medios de comunicación en el salón Adolfo López Mateos.
El político estadunidense acude a esta reunión a invitación del mandatario mexicano quien, se contempla, le exponga la importancia de la relación bilateral entre los dos países y el aporte que han hecho por décadas los migrantes mexicanos a la economía de la Unión Americana.
Donald Trump busca proyectar una imagen "presidencial" en su reunión con Peña Nieto, con quien hoy hablará de inmigración, comercio y empleo, informó la jefa de campaña del magnate, Kellyanne Conway.



Creo que verán a un Donald Trump muy presidencial hoy con el presidente de México", destacó, la nueva jefa de campaña del magnate que rechazó aclarar si Trump moderará sus propuestas o reiterará a Peña Nieto su deseo de construir un muro en la frontera entre México y Estados Unidos.
La inesperada visita de Trump a México supone un giro asombroso en su campaña electoral, que comenzó con insultos a los inmigrantes mexicanos, a quienes llamó "criminales" y "violadores", y siguió con su propuesta de construir un muro en la frontera sur y pasarle la factura al país vecino.
Además, el encuentro se produce el mismo día en que Trump planea dar un discurso en el estado de Arizona para aclarar sus propuestas migratorias.

Thursday, August 25, 2016

Craig Roberts revela la fecha en que EE.UU. dejó de ser una potencia unipolar

Craig Roberts revela la fecha en que EE.UU. dejó de ser una potencia unipolar

El discurso del presidente ruso, Vladímir Putin, en la 70.ª Asamblea General de la ONU cambió el equilibrio de poder en el mundo y marcó el inicio de una nueva era, en la que el mundo ya no se deja intimidar por los agresores de Washington, ha declarado el destacado analista político y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts.
Presidente de EE.UU., Barack Obama
Presidente de EE.UU., Barack Obama REUTERS/Kevin Lamarque

Antes del discurso de Putin, que tuvo lugar el 28 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York, el mundo entero se dejaba intimidar por Washington, ya que la resistencia a sus políticas traía una rápida retribución. Por ejemplo, Oriente Medio y África resultaron ser objetivos de las sanciones económicas y las invasiones militares que destruyeron países enteros. A su vez, Francia y otros vasallos de EE.UU. sufrieron confiscaciones multimillonarias del patrimonio neto de bancos, por no seguir las políticas de Washington hacia otros países, indica el analista en su reciente artículo.



"Otros países se sentían impotentes frente a la arrogante hegemonía de la potencia unipolar", insiste Craig Roberts. Pero "el presidente ruso Putin puso término a todo esto, cuando el 28 de septiembre se puso de pie ante el mundo, en presencia de la arrogancia desbordada de la potencia hegemónica, y tomó la iniciativa en este asunto peligroso", destaca el politólogo. "Putin denunció que Washington representa una amenaza para la soberanía, y con ello para la libertad, de los pueblos y países. [...] Denunció la ilegalidad de las agresiones de Washington contra la soberanía de otras naciones, y declaró que Rusia ya no puede tolerar este estado de cosas en el mundo", ha recordado el analista.
Dos días más tarde Putin "se hizo cargo de la guerra en Siria y comenzó a exterminar al Estado Islámico, financiado y equipado por Washington. Los misiles de crucero lanzados desde el mar Caspio alcanzaron objetivos del EI con una precisión milimétrica y mostraron a los vasallos de Washington de la UE que el escudo antimisiles norteamericano (ABM, por sus siglas en inglés) no podría protegerlos si ellos permiten que Washington les empuje a un conflicto con Rusia", ha concluido Craig Roberts.

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

Más de una tercera parte de los miembros del Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters

A la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.



En las recientes conversaciones sobre el programa nuclear iraní precisamente Rusia resultó ser un actor clave sin el cual no se habría encontrado una solución, destaca el analista. Incluso la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Marie Harf, declaró que Moscú tuvo un papel importante en la consecución del acuerdo histórico con Irán, añade. Todo ocurrió en el contexto de una política hostil de Washington hacia Moscú y las sanciones impuestas por iniciativa de Obama. En lugar de destruir la economía rusa y cambiar el equilibrio de las fuerzas mundiales, el presidente de EE.UU. logró únicamente que varios países europeos empezaran a protestar contra estas medidas, que han perjudicado a sus propias economías, indica el periodista.

Varios prominentes políticos, periodistas e incluso antiguos analistas de la CIA y del Pentágono ya han criticado las políticas de la Casa Blanca, que han descrito como peligrosas y perjudiciales para los propios EE.UU., ya que podrían provocar la confrontación militar directa con Rusia, sin descartar ataques nucleares, recuerda Lozansky. Significativamente, en una votación reciente sobre las entregas de armas letales a Ucrania hasta 48 congresistas votaron en contra de dichas entregas, añade.

"Anteriormente, estas voces eran pocas y distantes entre sí. Obviamente, esto está lejos de ser una oposición importante por el momento, pero se puede hablar de una clara tendencia", insta el periodista. La semana pasada Dana Rohrabacher, el congresista de California que fue redactor de discursos del expresidente Ronald Reagan, declaró que en lugar de fomentar la histeria antirrusa Obama haría bien en comenzar a comunicarse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para encontrar una solución diplomática a la crisis de Ucrania y llegar a un acuerdo sobre operaciones conjuntas de lucha contra el islam radical en Oriente Medio.
Citando sus fuentes de confianza, el analista asegura que un grupo bastante influyente de republicanos pronto hará pública su intención de introducir cambios sustanciales en la política exterior de EE.UU. que incluirían ambos puntos propuestos por Rohrabacher, concluye Lozansky.

"Washington es un manicomio dirigido por locos"


Las autoridades de EE.UU., unos "locos", están librando una guerra contra la humanidad. Washington tiene la intención de ampliar los límites del imperio estadounidense hasta que llegue a la dominación mundial absoluta. Y para esto está listo, incluso, a desencadenar una guerra nuclear contra Rusia, según el periodista Stephen Lendman.
"Locos dominan el manicomio de Washington"
"Locos dominan el manicomio de Washington"RIA NOVOSTI

En artículo publicado en 'Global Research', Lendman afirma que el presidente estadounidense, Barack Obama, quiere obtener el permiso del Congreso para una guerra sin límites bajo el pretexto de combatir al Estado Islámico. "Desde el primer día de su mandato Obama declaró la guerra a toda la humanidad. Ningún Estado en la historia ha representado una amenaza para la comunidad mundial como EE.UU.", dice.
Los militares ucranianos que combaten en Donbass reciben órdenes del Pentágono, y al mismo tiempo decenas de instructores militares estadounidenses se preparan para ir a Siria. "Su misión es enseñar a los militantes de la llamada 'oposición moderada' a decapitar personas", asegura el periodista.




Lendman está convencido de que Obama está luchando en Siria a través de sus marionetas, como el grupo terrorista Estado Islámico. "Los instructores de la CIA y de las Fuerzas Especiales les enseñan a decapitar personas, etc.", dice.
El artículo recuerda que agentes de inteligencia de EE.UU. operan en 150 países del mundo utilizando como tapadera sus embajadas y consulados, así como otras organizaciones. "Su principal tarea es desestabilizar Estados, llevando a cabo una política independiente a través de golpes de Estado, asesinatos políticos o la intervención militar", según el impulsor del proyecto TomDispatch.com., Nick Turse.
Lendman señala que "en su guerra contra la humanidad EE.UU. usa armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y la radiación, y realiza pruebas de nuevas armas". Eso muestra que Washington no se detendrá hasta que llegue al dominio total del mundo. "Para ello EE.UU. está dispuesto a las medidas más extremas, incluso a una guerra nuclear contra Rusia", opina.
"Requieren un agravamiento de la guerra en Siria. Medidas más decisivas para derrocar a Al Assad. Exigen tomar una postura más dura contra Rusia. Exigen un ataque preventivo contra Irán. Cuando un manicomio está dirigido por locos, eso puede terminar en cualquier cosa, incluso en lo peor", escribe el autor haciendo referencia a un conflicto militar con Rusia o Irán.
Por otra parte el periodista de Global Research, hablando sobre los ataques de la Junta de Gobernadores de Transmisiones de EE.UU. contra la cadena de RT, subrayó que a diferencia de "los así llamados 'medios de comunicación' que actúan bajo las órdenes de Washington" y que "sirven a los intereses de los ricos" RT "transmite noticias e información veraz que todos tienen derecho a saber".

¿Quiénes llevan las riendas de EE.UU.?

¿Quiénes llevan las riendas de EE.UU.?

El periodista Scott Mcconnell, de la revista estadounidense 'The American Conservative', aborda las claves de la democracia moderna en Estados Unidos, subrayando el papel que juega el dinero en las decisiones políticas importantes para todo el mundo.
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.Wikipedia / Reuters / RT

Los ricos tienen una influencia enorme sobre el sistema político de EE.UU., afirma el periodista Scott Mcconnell de 'The American Conservative'. "Está claro que los estadounidenses con grandes fortunas antes también intentaban influir políticamente. Sin embargo, lo que está pasando ahora mismo es de una escala completamente diferente", opina Mcconnell.
Por lo tanto, EE.UU. ha entrado en otra época, a tenor del periodista. Algunos tienen más casas, coches y aviones, pero esto no significa que solamente puedan financiar a un candidato de la oposición en unas elecciones, que no tendría la oportunidad de ganar sin financiación, sino que estas fortunas tienen una influencia significativa y pueden formar las percepciones y opiniones en la sociedad, distorsionando la democracia.



Entre los ejemplos que sugiere Mcconnell para apoyar su idea, destaca Sheldon Adelson, magnate y patrocinador principal de la organización 'Unidos contra Irán nuclear' ('United Against Nuclear Iran'), que agita la idea de un ataque nuclear de EE.UU. contra Irán. Adelson hace un llamamiento a lanzar un ataque nuclear para demostrar la seriedad de las intenciones de Estados Unidos, escribe Mcconnell. La organización del magnate ayuda a consolidar en la opinión pública la idea de que las acciones militares de EE.UU. son razonables y justas. Dado que Adelson es donante del Partido Republicano y de varios 'laboratorio de ideas' ('think tank'), tiene muchas opciones realizar su política agresiva, escribe el periodista.
Mcconnell sostiene que los magnates de EE.UU financiaron el golpe de Estado en Ucrania que provocó una guerra civil sangrienta que no termina. La revolución de Maidán es la culminación de la financiación realizada durante muchos año por el Gobierno estadounidense y organizaciones no gubernamentales patrocinadas por el Estado, según explica el periodista. El pasado mayo el multimillonario estadounidense George Soros reconoció que es responsable de establecer una fundación en Ucrania que contribuyó al derrocamiento del gobernante legítimo, lo que derivó en la toma del poder de una junta 'elegida' por el Departamento de Estado.

'Killary' en el poder: ¿sobrevirirá el mundo una presidencia de Hillary Clinton?

El analista político y económico Paul Craig Roberts analiza la campaña presidencial de Clinton, a la que califica de candidata financiado por intereses bancarios, extranjeros y del complejo militar.

Carlos BarriaReuters

Hillary Clinton es un "candidato de teflón", por su singular talento para 'escurrirse' de los problemas, escribe Paul Craig Roberts. Su campaña electoral para la presidencia de los EE.UU. ha estado llena de casos que dañarían seriamente la vida política de cualquier persona, pero ella ha logrado escapar con éxito. Así lo afirma en su blog personal el escritor conservador estadounidense.
En su artículo, Craig señala que Clinton se encuentra bajo investigación por mal uso de información clasificada y por el fallido proyecto de creación del nuevo Estado libio, que lo ha convertido en la mayor fuente de terroristas de la región. "Delitos por los cuales muchos se encuentran ya en prisión". Según el escritor, se la acusa de pagar con favores a cambio de donaciones económicas para su fundación.


"Hillary Clinton representa los intereses de los bancos, el complejo militar, así como del grupo de presión israelí y no los intereses del pueblo norteamericano y de sus aliados europeos".
Asimismo, señala que los honorarios de la representante del Partido Demócrata por sus charlas privadas han aumentado desde el inicio de su candidatura: si antes percibía unos 210.000 dólares por discurso, hoy recibe hasta 675.000 dólares por cada charla.Finalmente, Craig Roberts acusa a Clinton de liderar los proyectos de desestabilización llevados a cabo en Libia, Siria, Honduras y Ucrania. Por todo esto, el analista resume que "como presidenta, Hillary nos garantiza que habrá guerras y más guerras".

Monday, August 22, 2016

No Derechas o Izquierdas, sino lo Moralmente Correcto

No Derechas o Izquierdas, sino lo Moralmente Correcto

moralmente correcto 
Los términos políticos de “derechas” e “izquierdas” están con nosotros desde la revolución francesa, cuando  los miembros de la Asamblea Nacional se dividían entre quienes apoyaban al rey (a la derecha del presidente) y quienes querían una revolución (a su izquierda). Hoy, la derecha política está representada por diferentes grupos bien enraizados en la tradición: clásicos, neoconservadores, religiosos, social-conservadores, tradicionalistas, etc; y la izquierda, por grupos variados de liberales, social-demócratas, progresistas, socialistas, y hasta comunistas.
Sin embargo, como casi todas las cosas políticas que nos vienen de Francia, la designación ‘derecha/izquierda’ ha hecho más mal que bien, porque representa una falsa dicotomía entre dos variantes ligeramente diferentes del mismo colectivismo. El colectivismo sostiene que la vida y el trabajo de un hombre pertenecen a un colectivo – a la sociedad, el grupo, la banda, la raza, la nación, la fe – y que el colectivo puede disponer de ese hombre como le venga en gana, para cualquier cosa que crea que es su propio bien tribal y colectivo. Bajo el colectivismo, los derechos individuales – nuestros  inalienables derechos a la vida, la libertad, la propiedad, y la búsqueda de la felicidad – son sacrificados en aras del llamado “bien común”.


La mejor forma de ilustrar eso es observar los extremos de ambos lados. Tanto la extrema izquierda (representada por el comunismo), y la extrema derecha (representada por el fascismo), son expresiones de colectivismo extremo, de sistemas que sacrifican a los individuos al colectivo de turno, y en gran escala. De hecho, “nazismo”, el tipo de fascismo que gobernó Alemania entre 1933 y 1945, es una abreviatura de Nationalsozialismus, un término que, con la admirable precisión alemana, captura la esencia de las tradicionales “derecha e izquierda” fusionadas en un único movimiento colectivista extremo.
La mejor forma de describir el tipo de colectivismo practicado en los Estados Unidos y en la mayoría de las sociedades occidentales hoy día es llamarlo ‘estatismo del bienestar’. Un estado del bienestar es un sistema social en el que el estado juega un papel clave en la protección y la promoción del supuesto bienestar económico y social de sus ciudadanos. El término normalmente implica algún tipo de economía mixta, de colectivismo mezclado con un mínimo respeto por los derechos individuales.
Bajo el estatismo del bienestar, conservadores e izquierdistas pueden no estar de acuerdo en algunos detalles en cuanto a implementación, pero sí están de acuerdo en que los derechos individuales pueden ser violados en nombre del “bien común”, y de hecho los violan a través de impuestos, redistribución de riqueza, y regulaciones de todo tipo (aunque no siempre lleguen al extremo de las sociedades colectivistas del siglo XX).
Para progresar en la lucha contra el colectivismo tenemos que redireccionar nuestra atención, dejando de lado la actual distinción secundaria entre derecha e izquierda, y centrándonos en algo más fundamental: la diferencia entre lo moralmente correcto y lo moralmente incorrecto, entre el bien y el mal.
Lo moralmente correcto – el bien – está representado por el individualismo, que “considera al hombre – a cada hombre – una entidad independiente y soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida, un derecho derivado de su naturaleza como ser racional. El individualismo sostiene que una sociedad civilizada, o cualquier forma de asociación, cooperación, o existencia pacífica entre los hombres, sólo puede ser alcanzada mediante el reconocimiento de los derechos individuales; y que un grupo, como tal, no tiene más derechos que los derechos individuales de cada uno de sus miembros” (Ayn Rand, de su ensayo “Racismo” en el libro “La Virtud del Egoísmo”).
Lo moralmente incorrecto – el mal – está representado por cualquiera de las formas de colectivismo. Existe un rango de formas que van de lo malo a lo malvado, pero las violaciones de los derechos individuales son, por definición, malvadas, independientemente de lo pequeñas que sean; una píldora de veneno, aunque no sea letal, sigue siendo una píldora de veneno. Esta es una ilustración gráfica de las diferencias entre los aspectos políticos moralmente correctos e incorrectos:
moralmente correcto
Analicemos la terminología, empezando con lo moralmente correcto. El capitalismo es el único sistema social basado en el reconocimiento de los derechos individuales, incluyendo los derechos de propiedad. Es el único sistema social que ha sido concebido hasta la fecha para que sean respetados nuestros derechos inalienables a la vida, la libertad, la propiedad, y la búsqueda de la felicidad. Eso hace que el capitalismo sea moralmente correcto.
El capitalismo cuenta con un sistema de gobierno limitado que ha sido instituido para proteger nuestros derechos individuales e impedir que sean violados por agresores nacionales o extranjeros. Bajo el capitalismo, toda propiedad es privada y no regulada, es decir, la sociedad goza de una separación total entre estado y economía.
¿Y qué pasa con lo moralmente incorrecto? Normalmente usamos los términos ‘progresismo’, ‘liberalismo’ y ‘conservadurismo’ para describir el espectro tradicional de izquierda, centro y derecha, respectivamente. Sin embargo, todos esos sistemas son variaciones del estatismo del bienestar. Todos ellos están a favor de violar los derechos individuales con programas como la Seguridad Social, Medicare, los colegios gubernamentales (“públicos”), y una enorme cantidad de regulaciones; todos ellos defienden sus puntos de vista en nombre del “bien común”, de la “seguridad pública”, y con expresiones colectivistas parecidas. Eso hace que progresismo, liberalismo y conservadurismo sean moralmente incorrectos.
Avanzando a lo largo de lo moralmente incorrecto llegamos a sistemas sociales aún más colectivistas, tales como el socialismo y la teocracia, hasta llegar a los extremos – comunismo, fascismo, nazismo y anarquismo – en los cuales los derechos individuales son completamente ignorados. El anarquismo entra en esta categoría porque un sistema social sin gobierno, en contraste a uno con gobierno limitado, desemboca en un caos de guerra de pandillas, lo cual no es más que otra forma brutal de colectivismo y violación de los derechos individuales.
En todos esos sistemas sociales colectivistas, el estado o regula o es dueño absoluto de la propiedad, y está involucrado en la economía, controlándola en mayor o menor medida. En el colectivismo extremo, los individuos o bien simplemente no pueden ser dueños de ningún tipo de propiedad (comunismo), o no tienen en absoluto ningún control sobre lo que teóricamente “poseen” (fascismo).
El amiguismo es algo también moralmente incorrecto, es el resultado de la intervención del gobierno en la economía. Sólo puede existir donde hay favores políticos a ser otorgados. En el capitalismo, donde hay separación total de estado y economía, esos favores simplemente no pueden existir. De hecho, el término “capitalismo de amiguetes” es un oxímoron; no hay nada capitalista en el amiguismo, y no hay amiguismo donde hay capitalismo.
Por último, unos comentarios sobre los extremos, tanto de lo moralmente correcto y de lo moralmente incorrecto. Los políticos actuales, y la mayoría de la gente, parecen tener aversión a los extremos. El hecho de que tanto la izquierda como la derecha tradicionales acaben en catástrofes si son llevadas al extremo, como fue demostrado en la Unión Soviética (izquierda), la China Comunista (izquierda) y la Alemania Nazi (derecha), ha contribuido a esa desafortunada aversión a los extremos, independientemente de si un extremo concreto es correcto o incorrecto.
El extremismo, definido como “negarse a ceder en principios fundamentales”, es una virtud cuando se trata de lo moralmente correcto: individualismo, derechos individuales, derechos de propiedad, gobierno limitado, capitalismo, y separación total de estado y economía. Pero es un vicio cuando se trata de lo moralmente incorrecto, cuando hablamos de colectivismo extremo, gobierno ilimitado o inexistente, violación de los derechos individuales, falta de reconocimiento de los derechos de propiedad, comunismo, fascismo, nazismo, anarquismo, amiguismo institucional, y control total del gobierno sobre la economía.
Los Objetivistas estamos orgullosos de ser extremistas de lo moralmente correcto. Podemos ceder ocasionalmente en detalles de implementación, pero nunca en principios fundamentales. Esperamos que te plantees abandonar la dicotomía tradicional de derechas e izquierdas, y te unas a lo que es moralmente correcto, para así juntos luchar contra lo moralmente incorrecto.

El Partido de la Libertad Individual

El Partido de la Libertad Individual

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Existe en el mundo latino un partido político (P-Lib) basado en la Razón, el Individualismo y el Capitalismo; está en España, y uno de sus pilares es la filosofía de Ayn Rand. Objetivismo.org entrevista a su presidente, Juan Pina (entrevista realizada en septiembre del 2010).
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¿Cómo y cuándo surgió el Partido de la Libertad Individual? Y, no menos importante, ¿por qué?
El P-Lib surgió en el verano de 2009 tras un proceso de maduración de unos meses. La reflexión de los fundadores se basó en un hecho que consideramos evidente e irreversible: el agotamiento del modelo de acción política liberal en el seno de los partidos centristas, por un lado, y de los conservadores, por otro. Desde la Transición, las diferentes agrupaciones de liberales han caído una y otra vez en el mismo error. Al considerarse incapaces de articular un partido liberal a largo plazo, han intentado actuar (a veces hasta creando corrientes) en el seno de la UCD, del CDS, del PRD, de Convergencia y otros partidos nacionalistas moderados, de UpyD, de Ciudadanos y del PP. En todos esos casos, los resultados han sido bastante magros. Al fundar el P-Lib dimos el paso (creemos que por vez primera en España) de constituir contra viento y marea, y desde cero, una formación política profundamente liberal. Tan liberal como para preocuparnos también por la actualización del liberalismo con los mejores aportes radicales y libertarios. Es un partido planteado a largo y muy largo plazo, sin prisas electoralistas y con vocación de actuar principalmente en solitario, como punto de encuentro de quienes realmente desean mucho menos Estado, tanto en lo económico como en las cuestiones morales y de derechos y libertades. Nuestra voluntad era representar en España la corriente de pensamiento que en casi toda Europa y otras regiones del mundo constituye un tercer polo con identidad propia y definida, ni asimilable a la socialdemocracia ni al conservadurismo.


Es cierto que Ayn Rand mantenía que para tener éxito en política, antes es necesario cambiar la cultura, sobre todo en las universidades. ¿Qué papel representan las ideas de Objetivismo en este nuevo partido?
Es habitual que los partidos políticos, al definir su misma esencia, mencionen escuelas filosóficas y corrientes de pensamiento. Así, los partidos conservadores suelen referirse al humanismo, y los de izquierda al pensamiento marxista, etcétera. Entre los diversos ingredientes que inspiran nuestro proyecto político, el artículo primero de los vigentes estatutos menciona el Objetivismo. Otros elementos mencionados son la Escuela Austríaca de economía o el racionalismo. Probablemente seamos el primer partido político del mundo que menciona expresamente los aportes de la filosofía Objetivista como uno de los elementos que forman en parte sus cimientos ideológicos. Esto, naturalmente, no quiere decir que todos los afiliados conozcan o sigan las ideas Objetivistas, ni que el partido como tal se guíe cotidianamente, en su toma de decisiones y posiciones, por esta escuela filosófica. Lo que quiere decir es que el P-Lib valora y aprecia la aportación de Objetivismo al mundo de las ideas.
¿Hasta qué punto influencia Objetivismo las ideas del Partido? ¿Hay muchos Objetivistas (o por lo menos conocedores de la filosofía, simpatizantes) en el P-Lib?
El P-Lib es un partido liberal preocupado por la actualización del liberalismo, y para esa actualización estima convenientes muchos aportes del libertarismo norteamericano, que se inspiró en gran medida en muchas de las ideas de Rand aunque ella misma no estuvo de acuerdo con ese nuevo movimiento político. Pero también bebemos de otras fuentes, por ejemplo del radicalismo italiano y, desde luego, de la tradición del liberalismo clásico. Entre los afiliados y entre los máximos dirigentes del P-Lib hay personas creyentes y no creyentes, y entre los primeros los hay de diversas confesiones religiosas. Entre los no creyentes, como es mi caso personal, algunos nos hemos acercado con interés al Objetivismo tras haber tenido el privilegio de leer las obras de Ayn Rand. Pero es interesante saber que también entre personas creyentes hay muchos seguidores de una buena parte del pensamiento de Rand, aunque discrepen, lógicamente, en lo relativo al misticismo. Hay que tener en cuenta que somos un partido político, no un instituto de pensamiento filosófico. Por lo tanto, la pluralidad de cosmovisiones filosóficas es grande y lo que nos une son nuestros planteamientos políticos. Y estos planteamientos políticos sí coinciden en muy gran medida (en mayor medida que en ningún otro partido español, sin duda) con la visión política de Ayn Rand: minimización del Estado y de su coste fiscal para el ciudadano, liberación de todo el potencial de la libertad económica y de las fuerzas del mercado, individualización de la toma de decisiones morales y económicas, etcétera. Objetivistas o no, hay bastantes personas en el P-Lib que aprecian especialmente la obra de Rand.
¿Hay alguien más que represente ese liberalismo en España en este momento?
Creemos fallidas y desechables las corrientes que han asimilado el liberalismo a sus adversarios: el social-liberalismo representado en España por el CDS en los ochenta y por sus derivados posteriores, y el liberalismo conservador de políticos como Esperanza Aguirre. En cambio nos interesan muchos de los aportes más frescos del mundo de las ideas, producidos en las últimas décadas y sobre todo en Norteamérica. Mientras en Europa se instalaba el mito de un Estado bonachón y omnipresente, mito que no sólo alcanzó a los partidos colectivistas de izquierdas sino en gran medida a los democristianos, conservadores y por desgracia a algunos liberales, en Norteamérica hubo en la segunda mitad del siglo XX toda una renovación de las escuelas de pensamiento basadas en la libertad individual. Muchos de esos aportes son esenciales hoy para plantearse un liberalismo renovado y acorde con nuestra época. Y en las cuestiones de derechos y libertades, el radicalismo italiano también ha incorporado posiciones novedosas frente al encorsetado establishment de los partidos colectivistas de izquierdas y de derechas. Por lo tanto, aspiramos a ofrecer a la sociedad un liberalismo que profundice en sus principios básicos y defienda al individuo frente al Estado y frente a las imposiciones grupales de todo tipo, tanto en las cuestiones económicas como en las morales.
¿Cuáles son las ideas fundamentales que mueven la acción política del nuevo partido?
Deseamos ante todo trasladar a los ciudadanos la idea de que el exceso de Estado es muy pernicioso para todos. Creemos que muchas de las ideas básicas del liberalismo, contra lo que a simple vista pueda parecer, son fáciles de entender por parte de un segmento concreto de la población. En toda Europa ese segmento está representado con un cinco o diez por ciento de los votos y con una presencia parlamentaria que muchas veces es determinante. Como aquí se ha hecho “entrismo” y quintacolumnismo en vez de presentarse clara y limpiamente ante la sociedad con esas ideas, es en realidad una incógnita cuál puede ser el porcentaje de votos a un partido así, pero seguramente el porcentaje sea similar. Por mencionar las principales ideas-fuerza que ofrecemos a la sociedad, son las siguientes:
· La sustitución del llamado “Estado de bienestar” (convertido hoy en el “bienestar del Estado” y de quienes lo administran) por servicios privados, garantizando su universalidad mediante sistemas de capitalización personalizada y de cheque escolar, sanitario, etc.
· La sustitución del sistema de pensiones “de reparto” por uno de capitalización individualizada, en línea con lo anterior.
· La reforma económica y financiera profunda, procurando además la instauración internacional del oro u otro patrón objetivo para el valor del dinero. En particular, la reducción drástica de los impuestos y del coste del Estado, y el establecimiento de topes constitucionales a la carga tributaria y al endeudamiento del Estado en nuestro nombre.
· La plena libertad individual en todas las cuestiones de tipo moral, bioético y de derechos y libertades personales, incluyendo políticas como la legalización de las drogas (inicialmente siguiendo el modelo holandés), la despenalización de la eutanasia bajo plenas garantías jurídicas, el mantenimiento del derecho de gays y lesbianas al matrimonio, la regulación de la prostitución como una profesión más, etc. Nos sorprende que algunos políticos y comunicadores que se denominan liberales promuevan el liberalismo nada más en lo económico y abracen el conservadurismo en estas otras cuestiones.
· La reforma del sistema electoral para acabar con su enorme distorsión actual, y la reforma de la Justicia para dotar de auténtica independencia al sistema; así como la implantación de un sistema federal con plena corresponsabilidad fiscal.
¿Considera necesario el P-Lib que se garantice la total independencia del Poder Judicial?
Por supuesto,es uno de los puntos centrales de nuestra reforma del Estado, junto a la privatización de los servicios públicos (garantizando la universalidad del acceso a los privados), la reducción de las administraciones públicas y su coste, y la plena descentralización administrativa en clave federal. Para garantizar la independencia del Poder Judicial nos parece esencial acabar con el nombramiento de las cúpulas judiciales y del ministerio fiscal por estamentos políticos.
¿Cree el P-Lib que es necesario suprimir las subvenciones a sindicatos y partidos?
Sí, rotundamente. Creemos que el contribuyente no tiene por qué pagar a partidos y sindicatos en los que no milita, a asociaciones de las que no es socio, a religiones en las que no cree, a ONGs cuyas causas tal vez no comparta, a obras culturales de las que quizá no desee ser mecenas, y un larguísimo etcétera. Las subvenciones estatales, como los impuestos, no son sólo perjudiciales por su efecto económico directo, sino sobre todo porque son las herramientas de ingeniería social con las que el Estado y sus administradores moldean a su capricho la realidad ciudadana. Estamos radicalmente en contra de esas subvenciones. Es cierto que los partidos, sindicatos, asociaciones y ONGs diversas necesitan financiación, como también la cultura y la solidaridad. Pero la solución no es colectivizar esa financiación y dejar en manos de funcionarios y políticos la decisión sobre las entidades a apoyar y el monto del apoyo que recibirán. Los ciudadanos están perfectamente capacitados para realizar de forma directa las aportaciones que deseen, ya sea mediante cuotas y donaciones o mediante cuentas virtuales. Nos llevaríamos más de una sorpresa si el Estado no pudiera intervenir y en cambio lo hiciera directamente la gente. En el caso de los partidos políticos, es realmente escandalosa la situación actual, en la que el Estado y sus bancos ilegítimos (las cajas de ahorros) mantienen el monopolio a dos del PP-PSOE. Y respecto a los sindicatos, exactamente lo mismo pero con un desangre económico aún mayor para el contribuyente. Por supuesto, creemos que los liberados sindicales deben desaparecer.
¿Qué sistema electoral propondría el P-Lib para regenerar la democracia?
En los sistemas electorales, como en otros ámbitos (el Derecho, los impuestos), la proporcionalidad es siempre una virtud. Nuestro sistema electoral adolece de una profunda distorsión que permite mayorías absolutas con apenas un 40 % de los votos, que deja sin representación a quienes en una circunscripción con pocos elegibles superan porcentajes de incluso un 15 ó 20 %, etc. Es necesario eliminar los umbrales, ampliar el Congreso hasta el tope constitucional de cuatrocientos escaños con una lista general complementaria de los escaños elegidos en circunscripciones concretas, reagrupar éstas por comunidades autónomas para garantizar la representación de todas las formaciones relevantes, y sería muy deseable implementar un sistema de voto por prioridades (como en Australia o Irlanda) que asegure la no polarización y minimice la pérdida de votos. No estamos a favor de sistemas que otorguen el cien por ciento de la representación a una sola persona, ni con una vuelta ni con dos, ya que estos sistemas eliminan la pluralidad trasladando a las cámaras un bipartidismo forzado que no se corresponde con la realidad electoral. Preferimos que las listas no estén cerradas ni bloqueadas, aunque ello complique en cierta medida el proceso. También es de justicia representar con escaños no asignados la opción legítima del voto en blanco, cuya actual representación está injustamente repartida entre las candidaturas que obtienen representación. Y proponemos que todos los residentes legales en España tengan derechos plenos de sufragio activo y pasivo a los pocos años de estar entre nosotros, con independencia de que se dé o no reciprocidad, puesto que pagan impuestos como cualquiera.
¿Qué aporta Ayn Rand al P-Lib?
Respondo ahora a título estrictamente personal y mis palabras no comprometen ni al P-Lib ni a sus otros miembros. Para mí, Ayn Rand no es sólo una gran narradora, sino una figura clave del mundo de las ideas porque desmantela razonadamente el concepto (tan asentado durante milenios, ya desde los albores de las primeras civilizaciones) de que el ser humano es inferior a otros, ya sea inferior a las masas o inferior a las deidades creadas por cada cultura. Esa reivindicación de la persona, ese despertar del individuo humano como un ser autoposeído y moralmente autosuficiente, que debe seguir los más altos dictados de su propia razón, me parece singular y trascendental. Otra idea fundamental en el pensamiento de Rand es la consideración de los derechos humanos como un absoluto no sometido a la tiranía colectivista: “la función política de los derechos es defender a la minoría frente a la mayoría, y la menor minoría es el individuo”. Rand afirma también que “la razón es la herramienta básica del hombre para sobrevivir”, y personalmente me duele ver con cuánta frecuencia las personas son incapaces de valorar suficientemente la razón y prefieren sustituírla por todo tipo de atajos intelectuales. Creo que la consecuencia social de la supremacía de la razón frente a cualquier otro sistema de asunción de verdades es, necesariamente, la implantación natural de un orden económico y político basado en la acción humana espontánea y en la no coerción, es decir, en la libertad. Y creo que en ese marco las relaciones de todo tipo entre personas se dan de una manera mucho más fructífera y provechosa que en los marcos paternalistas y dirigistas del pasado. Debo insistir en que se trata simplemente de mi visión personal.

La Moralidad termina donde empieza una Pistola

La Moralidad termina donde empieza una Pistola

 
Sin Libertad no Existe Moralidad en Política
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Quien pretenda hablar de moralidad en asuntos públicos sin hacer referencia al principio de los derechos individuales está perpetrando un fraude monstruoso. . . .
Es curioso que les haya llevado tanto tiempo – hasta ahora, cuando están cada vez más desesperados – a los proponentes del plan de asistencia sanitaria del presidente Obama, para empezar a hacer argumentos a su favor desde una perspectiva moral. El blogger del Washington Post Susan Jacoby, por ejemplo, recientemente abrió un debate sobre el tema, preguntando: “¿Por qué les ha resultado tan difícil a los defensores de la reforma, incluido el presidente Obama, el transmitirle al público la naturaleza profundamente moral de este asunto?”


Esa es una pregunta interesante, ¿no? Con todas sus fanfarronadas sobre cómo las compañías de seguros son “malvadas” y los que se oponen a un plan de salud dirigido por el gobierno son “profetas del mal”, parece que la izquierda no está tan segura, después de todo, de estar en el terreno moral correcto.
Y es porque la izquierda de hecho se niega a aplicar la moralidad al debate sobre la asistencia sanitaria.
El pequeño debate que comenzó en el blog del Washington Post es instructivo, porque está generando una gran cantidad de argumentos “morales” a favor del plan de salud del gobierno que son similares a una respuesta que obtuve a uno de mis ensayos en RealClearPolitics. Al explicar por qué las propuestas de Obama destruirían el seguro de salud, yo escribí que “Las compañías de seguros se niegan a cubrir condiciones pre-existentes por la misma razón que tú no puedes asegurar tu coche después de tener un accidente. El seguro es una forma de financiación para lo inesperado y lo imprevisible. No es un mecanismo para forzarle a alguien a pagar los gastos en los que ya has incurrido”.
Y esta es la respuesta que tuve:
<< Eso es un disparate. ¿Cómo puedes comparar un coche con un ser humano y sus necesidades en el tratamiento de enfermedades? Creo que esto muestra una falta total de compasión. Yo podría citar algunos de los miembros más productivos y brillantes de la sociedad que tienen condiciones pre-existentes y que nunca podrían pagar si no tuvieran seguro de salud. ¿Eres realmente tan frío e indiferente, o simplemente estás loco? Creo que tu comentario es despreciable.>>
Observad que nada de esto refuta mi punto básico sobre la naturaleza del seguro. Por el contrario, declara que ese punto – y cualquier otro argumento – es irrelevante. La gente tiene necesidades, necesidades muy importantes – y por lo tanto es monstruoso perder tiempo debatiendo cómo vamos a pagar por el cuidado que necesitan, o qué principios económicos y jurídicos podrían limitar nuestras acciones. Simplemente debemos salir y obligarle a alguien a que satisfaga esas necesidades.
La perspectiva básica es: cuando se trata de necesidades realmente importantes, de asuntos de vida o muerte, al infierno con el pensamiento y con la lógica. Lo que significa: al infierno con los principios. Eso es amoralidad disfrazada de apariencia moral.
La respuesta más profunda a esta perspectiva del papel de la moralidad fue ofrecida por la filósofa pro-capitalista Ayn Rand, cuando escribió que “Fuerza y mente son opuestos: la moralidad termina donde empieza una pistola”.
Observad la conexión que Ayn Rand establece entre moralidad y pensamiento. Los aparentadores morales de izquierdas apelan a los sentimientos – los sentimientos benevolentes de compasión, que son fachadas cubriendo sentimientos menos presentables, como envidia y resentimiento – y consideran la intrusión de la razón y la lógica, de la economía y la legalidad, algo frío, cruel, despreciable. Pero hacer lo que te apetezca, simplemente porque te apetece – exigir lo que necesites, porque lo necesitas – es lo contrario de moralidad. La moralidad requiere la subordinación de tus anhelos momentáneos a principios básicos y a considerar las consecuencias a largo plazo.
El considerar las consecuencias a largo plazo significa mucho más que enfocarse en temas específicos, como el de si una ley que asegure a los que tienen condiciones preexistentes, junto con un montón de otras nuevas regulaciones, hará subir el costo del seguro de salud y la hará inaccesible, que es lo que pasará. Y también va más allá de las cuestiones jurídicas, como la de si es lícito poner un impuesto sobre primas de seguros de las cuales se eximen ciertos grupos favorecidos.
El pensamiento moral serio sobre la política pública requiere, en primer lugar, una consideración de lo que ocurre cuando reemplazamos la persuasión con la coerción como guía principal en los asuntos humanos. Requiere que empecemos por comprender el papel que tienen la libertad y los derechos individuales en hacer que una sociedad civilizada siga siendo civilizada.
El principio moral básico que limita las acciones del gobierno es el hecho de que las vidas de otras personas y sus medios de supervivencia no son tuyos para que puedas disponer de ellos. Si quieres que otra persona te proporcione un bien o un servicio, tienes que estar dispuesto a ofrecerle algo de valor a cambio, en un intercambio voluntario. Y si no puedes permitirte el lujo de pagar por lo que necesitas, entonces tienes que pedirlo educadamente por caridad, sabiendo que la otra persona tiene el derecho a negarse. Él tiene ese derecho porque su tiempo y su dinero son suyos.
El actuar de otra manera – y actuar de otra manera es la esencia del argumento a favor de una mayor intrusión del gobierno – es convertir a una sociedad civilizada en una guerra salvaje de todos contra todos. Cuando el principio básico del control del gobierno se expresa en términos individuales – yo necesito algo, así que voy a utilizar la fuerza para quitártelo – suena como lo que es: un acto criminal. Así que la mayoría de la gente trata de disfrazarlo expresándolo en términos colectivistas. “Nosotros, como pueblo, decidimos qué beneficios sociales serán provistos, qué impuestos la gente tendrá que pagar, y en qué términos las compañías de seguros serán permitidas a operar”. Pero esto es aún peor. Lo que esto significa es: el grupo tiene el derecho a disponer de la vida, la libertad y la propiedad del individuo. Eso también es un acto criminal. El sacrificio del individuo al colectivo es la atrocidad básica cometida por algunos de los peores regímenes criminales de la historia.
Este es el completo significado de la máxima de Ayn Rand de que “la moralidad termina donde empieza una pistola”. La preocupación por moralidad en política tiene que empezar con la decisión de renunciar al uso de la fuerza para disponer de la vida y el esfuerzo de los demás. De lo contrario, todo lo que tenemos es una versión extendida por toda la sociedad de rompe-y-agarra, y el único debate es sobre quién se lleva el botín y quién acaba siendo la víctima. Que es precisamente de lo que tratan todas las polémicas actuales en el Senado.
Susan Jacoby abrió su debate diciendo que “Yo sinceramente no entiendo por qué la persona común … parece en gran medida indiferente a la dimensión moral de este asunto”. Tal vez sea porque, como el surgimiento de los Tea Parties ha demostrado, muchos de nosotros estamos motivados por una cuestión moral de la que Jacoby ni siquiera parece darse cuenta. Tal vez la idea de la “persona común” de una “dimensión moral” incluya los principios de los derechos individuales y la libertad – y el temor a que el rechazo de la izquierda de esos principios destruya todas las limitaciones al poder del Estado.
Tratándose de moralidad en política, la idea más válida sigue siendo la radical visión moral de los Padres Fundadores: la subordinación del gobierno al principio de los derechos individuales. Quien pretenda hablar de moralidad en asuntos públicos sin hacer referencia a ese principio está perpetrando un fraude monstruoso.
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Por Robert Tracinski.

La Bomba Atómica de Obama: La Claridad Ideológica de la Agenda Demócrata

La Bomba Atómica de Obama: La Claridad Ideológica de la Agenda Demócrata

 
(por John David Lewis)
Los americanos se han rebelado contra la administración al darse cuenta que, mientras que la imagen de Bush como capitalista del libre mercado era un espejismo, la imagen de Obama como izquierdista radical es correcta. . . .
Durante el verano de 2009, los americanos fueron testigos de algo realmente extraordinario: Miles de ciudadanos que no suelen participar en política se lanzaron a la calle en protestas públicas para confrontar enérgicamente a funcionarios del gobierno sobre las políticas de una administración que habían elegido tan sólo unos meses antes.
Las encuestas sugieren que muchos americanos comparten los puntos de vista de los manifestantes. Las opiniones de los votantes sobre el desempeño de Obama como presidente en general se han invertido desde febrero. La encuesta Rasmussen indica que a partir del 23 de agosto, el 41 por ciento no aprobaba de su desempeño, y sólo el 27 por ciento lo aprobaba completamente. [1] Con relación a la reforma de la salud – un objetivo cardinal de la administración – la gran mayoría de los votantes se opuso a una “opción pública”, le temía más al Gobierno que a las compañías de seguros, y no estaba de acuerdo con el presidente de la Cámara, Nancy Pelosi, en que las empresas son “sinvergüenzas”. Sólo el 19 por ciento de los americanos calificó el sistema general de salud del país como deficiente, el 48 por ciento lo calificó como bueno o excelente. [2] Estas cifras indican una tendencia a la disminución del apoyo para la agenda de la administración de Obama y sus partidarios en el Congreso. Si esta tendencia continúa, existe la posibilidad de graves pérdidas demócratas en las elecciones de 2010.


La creciente oposición a las políticas de los líderes demócratas no es un asunto partidista; los votantes demócratas registrados están desafiando a los funcionarios del Partido Demócrata en estridentes reuniones públicas. Los llamados “Blue Dogs” – los representantes demócratas que son o bien fiscalmente conservadores en algunas cuestiones o que fueron elegidos en distritos conservadores – están enfrentándose con los líderes del partido. Muchos de estos representantes enfrentan una elección complicada: oponerse a sus líderes y votar como quieren sus electores, o seguir a sus líderes y enfrentar la ira de votantes enojados.
Pero el fenómeno más sorprendente han sido los “Tea Parties”, en los que cientos de miles de americanos se han reunido por propia iniciativa, llevando camisetas que decían “No me Pises” y portando pancartas abogando por la libertad y oponiéndose a la dictadura. Conferenciantes en estos eventos han denunciado a políticos de ambos partidos que han apoyado aumentos en el poder y el gasto del gobierno. Muchos de los manifestantes han empezado a reconocer y a defender un principio– el principio de los derechos individuales – y un corolario de ese principio, que el objetivo correcto del gobierno es garantizar estos derechos, no controlar las vidas de sus ciudadanos.
La respuesta de los líderes demócratas ha sido una de desesperación paternalista. El 3 de agosto, un funcionario de la Casa Blanca les pidió a los americanos que informaran a la Administración sobre las opiniones de otros ciudadanos: “Si usted recibe un correo electrónico o ve algo en la web sobre la reforma a la salud que parece sospechoso, envíelo a flag@whitehouse.gov”. [3] [Nota del Traductor: “flag” como sustantivo significa bandera, pero “to flag” como verbo se usa con la connotación de “avisar”, “llamar la atención”, “levantar la bandera”, “encender la luz roja”, etc.]. En vez de aceptar que muchos americanos entienden la esencia de estos planes y se oponen a ellos, el Comité Nacional Demócrata acusó a la oposición de “incitar a turbas enfurecidas formadas por un pequeño número de extremistas de la derecha rabiosa financiados por grupos de presión de la Calle K”. [4] El propio presidente arremetió: “No quiero que la gente que ha creado el caos hable mucho. ¡Quiero simplemente que se quiten de en medio para que podamos limpiar el desorden!” [5]
La división entre los políticos y los ciudadanos americanos rara vez se ha hecho palpable de forma tan rotunda como cuando los demócratas acusaron a un grupo de personas mayores que llevaban pancartas hechas a mano de ser una “chusma” que había sido comprada por grupos organizados. En contraste a estos ciudadanos independientes, miembros de sindicatos organizados, simpatizantes de los líderes demócratas, fueron a las reuniones de la ciudad en autobuses públicos, distribuyeron pancartas prefabricadas, y cerraron las puertas de sus oponentes. Mientras tanto, muchos funcionarios electos cancelaron reuniones con sus electores, no queriendo enfrentar a manifestantes que habían leído y entendido la legislación mejor que ellos.
A pesar de estas tentativas de difamar a los manifestantes y excluirlos de reuniones públicas, las protestas siguen gozando de un fuerte apoyo popular. El plan de la administración Obama de una reforma radical de la economía de EE.UU. se enfrenta a una oposición basada en principios, de todo el pueblo, y en todo el país.
¿Por qué están ocurriendo estas protestas ahora?
La respuesta no es que el presidente Obama haya puesto a América en un nuevo curso, cada vez más lejos del capitalismo y más cerca del estatismo. Estados Unidos ha ido por ese camino durante tres generaciones, cortesía de ambos partidos políticos. La administración de George W. Bush, por ejemplo, amplió considerablemente el poder del gobierno. El presidente Bush duplicó el presupuesto nacional, duplicó el déficit, le añadió un dígito a la deuda nacional, firmó el mayor proyecto de subsidios desde la década de 1960, le ordenó a su gabinete que cooperase en la regulación del dióxido de carbono como un “contaminante”, firmó la Ley Sarbanes-Oxley, distribuyó cheques de “estímulo” económico, pidió 700 millones de dólares de donaciones de empresas, y nunca vetó un proyecto de ley de gastos. ¿Dónde estaban los manifestantes entonces? Si los americanos se enfurecieron principalmente por la tendencia hacia el estatismo, ¿qué les impidió a miles de ellos sublevarse y desahogar su furia contra estas acciones? El camino hacia el estatismo es sólo una de las razones por la reacción contra Obama. ¿Cuál es el resto de la explicación?
La respuesta comienza con el partido de afiliación de Bush: Él es republicano. Este título conlleva la apariencia de un apoyo básico por el libre mercado y el capitalismo. Aunque ningún republicano en tres generaciones ha defendido el capitalismo en forma de principios, la retórica republicana sigue utilizando el lenguaje pro-capitalista, principalmente para oponerse a los demócratas. La afirmación de Ronald Reagan que “el gobierno es el problema” sigue resonando entre los partidarios del libre mercado. Sin embargo, pocos republicanos han estado dispuestos a enfrentar el hecho ineludible de que el presupuesto federal y la deuda federal crecieron de manera exponencial durante los dos gobiernos de Reagan y de su sucesor republicano, George H.W. Bush. El soporte republicano meramente de palabra al mercado libre ha enturbiado las aguas y sigue haciendo difícil que la gente vea que los republicanos estaban, de hecho, coartando la libertad bajo un laberinto de controles federales cada vez mayores. Por lo tanto no hubo levantamiento contra los republicanos o sus políticas.
Después de ocho años de Bill Clinton, George W. Bush pareció ofrecer la mejor esperanza de recuperar esa supuesta tradición de libre mercado y bajos impuestos. Una vez más, la mayoría de la gente no vio que la imagen del libre mercado de este republicano era un espejismo que no tenía ninguna relación con sus acciones. Esta imagen adquirió poder cuando Bush fue colocado como una alternativa a sus rivales demócratas de izquierda. Este contraste de imágenes oscureció las diferencias fundamentales entre las políticas de Bush y una postura genuinamente pro-capitalista. Esta ofuscación – instigada por los republicanos – confundió profundamente a muchos ciudadanos honestos sobre la naturaleza de sus políticas, y causó un daño enorme a su comprensión tanto del capitalismo como del conservadurismo. Esta escisión entre apariencia y realidad – entre la imagen de un republicano a favor de la libertad y la realidad de un estado colectivista republicano – hizo difícil que la gente se diera cuenta de que ningún candidato de ninguno de los partidos estaba dispuesto a defender el capitalismo. Como resultado, cualquier discusión seria sobre el capitalismo – bien entendido como un mercado verdaderamente libre, en el que los derechos individuales están protegidos por el gobierno – fue eliminada de la discusión pública.
Bush fomentó su inmerecida imagen del libre mercado con recortes de impuestos realizados simultáneamente con enormes incrementos en el gasto que provocaron un déficit gigante. También parecía oponerse a la regulación empresarial, incluso mientras aprobaba miles de páginas de nuevos controles (por ejemplo, la ley Sarbanes-Oxley y las tarifas sobre el acero). Su derogación selectiva de algunas normas (tal como partes de la Ley Glass-Steagall) contribuyó a la imagen de una administración que favorecía el libre mercado y había “desregulado” la economía. Él promovió la expansión de las enormes entidades patrocinadas por el gobierno federal como la Federal National Mortgage Association (Fannie Mae), la Government National Mortgage Association (Ginny Mae) y la Federal Home Loan Mortgage Corporation (Freddie Mac), porque quería ser visto como compasivo hacia las personas que “necesitaban” préstamos. Cuando el mercado reventó, Bush propuso cientos de miles de millones de dólares en ayuda federal, diciendo: “he abandonado los principios del libre mercado para salvar el sistema de libre mercado”. [6]
El resultado visible fue el crecimiento explosivo de un estado colectivista de subsidios en el cual el capitalismo fue culpado por déficits masivos, por el aumento de los precios de la asistencia médica, por la caída de Wall Street, por el costo de la guerra de Irak, y por todas las otras malas consecuencias de las políticas de Bush. El resultado más fundamental, nunca visto antes, fue un público americano confuso – un público confuso sobre el verdadero significado del libre mercado, de la libertad y de los derechos individuales, y sobre lo que una adecuada defensa de estos valores supondría. “El capitalismo ha fracasado” se convirtió en el mantra de la izquierda: “Lo intentamos bajo el gobierno de Bush, y mira lo que pasó.”
En su tratamiento sistemático de la filosofía de Objetivismo, Leonard Peikoff escribió que “precisamente por lo que aparentan ser”, los conservadores “son la principal fuente de confusión política en la mente del público; le crean a la gente la ilusión de una alternativa electoral, pero sin el hecho. Así, el camino hacia el estatismo continúa descontrolado y sin ser desafiado”. [7] George W. Bush es el ejemplo por excelencia de este punto.
Y aparece Barack Obama, a quien nadie confunde con un amigo de la industria, del capitalismo, o de la defensa nacional, pero que se presentó como una alternativa a cuatro años más de políticas idénticas a las de Bush con John McCain.
Como líder de los demócratas – el partido que tiene una reputación histórica por expandir el poder del gobierno, aumentar impuestos, y gastar sin límites – Obama reafirmó y rejuveneció el compromiso tradicional de su partido en el camino estatista. Este compromiso impregna sus discursos. Él considera a los empresarios, no como productores valiosos, sino como parásitos conspiradores que deben ser puestos bajo el total control del gobierno, incluyendo un “zar” que apruebe los salarios de los ejecutivos. Él manifestó este deseo en una diatriba furiosa contra los gerentes de finanzas que recibieron bonos contratados. [8] Obama no ve a los médicos como salvadores de vidas, sino como depredadores dispuestos a sacrificar a sus pacientes con operaciones innecesarias a fin de ganar dinero. [9] Dice de los policías que responden a llamadas de emergencia por robo que están actuando de forma “estúpida”, antes de tener claros los hechos relevantes. Ve a regímenes extranjeros decididos a continuar los ataques contra los Estados Unidos como merecedores de disculpas. Y mientras tanto, quiere llevar a juicio a funcionarios de la inteligencia americana que utilizan técnicas de interrogatorio “duras” contra enemigos que han matado a americanos. Obama y su administración están abierta y públicamente comprometidos con una agenda ideológica radical de izquierdas.
Los asesores escogidos por Obama han ayudado a definir su agenda anti-negocios. Contrató, por ejemplo, a John Holdren como su director de la Oficina de Política sobre Ciencia y Tecnología. Holdren ha expresado sus puntos de vista con relación a la industria por escrito desde los años 70: “Una campaña masiva debe ser lanzada para restaurar un entorno de alta calidad en Norteamérica y des-desarrollar a los Estados Unidos”. [10] [Nota del Traductor: Des-desarrollar – “de-development” – significa ´poner el sistema económico en línea con las realidades de la ecología y la situación de recursos globales´. De acuerdo con Holdren, la necesidad de des-desarrollar exige una redistribución de la riqueza. Ver detalles aquí.] Tales puntos de vista son consistentes con una serie de políticas previstas por la administración, desde las estrictas regulaciones de negocios siendo elaboradas por el Congreso y los zares económicos de Obama, hasta la legislación “cap-and-trade” [reguladora de emisiones de polución] cuyo objetivo es estrangular a la industria, hasta las incansables tentativas de colocar a la industria médica bajo control total del gobierno.
Tales puntos de vista impregnan la retórica de Obama, lo que le conecta en la mente de muchas personas a los proponentes más radicales (es decir, consistentes) del socialismo democrático. A pesar de sus intentos de aparecer moderados, la naturaleza básica de su administración – su identidad esencial, su objetivo y su visión del mundo – está haciéndose perfectamente clara. Él es un hombre de izquierdas y un socialista por principio, que desprecia el mercado libre, se disculpa por su país frente a dictadores asesinos extranjeros, y encuentra la salvación en el creciente poder del gobierno. No todos los americanos lo ven de esta forma, pero su número está aumentando con cada una de sus palabras y de sus obras. [11]
Obama, por supuesto, no tiene intención de ser claro acerca de su identidad socialista. Está tratando de parecer un “razonable” y moderado “centrista”. Pero sus intentos de atraer a votantes moderados están enfureciendo a la extrema izquierda y alienando a los independientes. Mientras tanto, un número cada vez mayor de astutos votantes americanos de derechas siguen esencialmente igual que antes. [12] Muchas personas lo ven como un experto orador que está tratando de salvar su agenda.
La misma acusación podría haber sido dirigida contra Bush, pero hay una gran diferencia entre los dos hombres. Mientras que la imagen de Bush como un capitalista del libre mercado era un espejismo, la imagen de Obama como un izquierdista radical es correcta. La gran vulnerabilidad de Obama es que una mayoría silenciosa de votantes americanos verán esto, y reconocerán que no comparten ni sus valores ni su visión de lo que Estados Unidos fue y debería ser. Aunque sólo una minoría de americanos se ha sumado a las protestas vocales, muchos más están silenciosamente hirviendo por dentro sobre la agenda de Obama. Como dijo un escritor, “No son, a fin de cuentas, los manifestantes en esas reuniones del ayuntamiento, o la agitación de sus enemigos políticos, a los que el Sr. Obama debería temer. Es al dictamen de aquellos americanos que han estado sentados tranquilamente en sus casas, escuchándole”. [13]
Esta es la claridad que Obama ha traído a la escena política americana. El ver el compromiso claro y basado en principios de un presidente a una ideología – cualquier ideología – es precisamente lo que Estados Unidos ha necesitado durante décadas. Este espectáculo le ha ayudado a muchas personas a entender los temas a un nivel mucho más fundamental de lo que habían hecho antes. Obama y sus aliados en el Congreso, sin darse cuenta, han puesto en marcha un movimiento popular que está activamente cuestionando el papel del gobierno en nuestras vidas. Aunque una gran parte de los manifestantes continúan confusos acerca de los principios en juego, un número cada vez mayor está adquiriendo más claridad. Están empezando a ver las propuestas demócratas para la “reforma” a la salud, por ejemplo, no como un asunto de nuevos programas respaldados por buenas intenciones, sino como un ataque a los derechos individuales y un esfuerzo por imponer una dictadura – como confirman las pancartas en los Tea Parties. Y muchos están empezando a ver que los republicanos también han sido culpables de tales ataques.
La claridad es el primer paso hacia el entendimiento, y el entendimiento es el requisito previo a la evaluación racional. Durante tres generaciones, Estados Unidos ha necesitado una confrontación contundente con las políticas que han estado conduciendo a la nación hacia la dictadura y hacia la quiebra. Esos enfrentamientos fueron abortados en 1940, 1964 y 1980, porque en cada caso los republicanos no consiguieron luchar, por principio, a favor del capitalismo, la libertad y los derechos individuales. Los republicanos en varias ocasiones se hundieron en las arenas movedizas de las concesiones y aceptaron los principios del estatismo de sus adversarios mientras discutían la cantidad “adecuada” de coacción del gobierno que implementarían. La tendencia hacia el estatismo continuó, porque cada uno de los pasos adicionales aceptados por los republicanos oscureció la manifiesta diferencia entre la visión de los fundadores de los Estados Unidos y su futuro estatista.
Obama le ha dado a los americanos de mente activa una visión muy próxima de este futuro. Su visión – una burocracia gubernamental para administrar la medicina, una agencia medioambiental para ponerle grilletes a la industria, y los mecanismos institucionales para inmiscuir al gobierno en los detalles más íntimos de nuestras vidas – es hacia donde nos hemos dirigido durante décadas. Pero hasta ahora este destino había permanecido tapado por la magia de la ofuscación retórica. Los estridentes esfuerzos de Obama por imponer esta agenda le está permitiendo a la gente ver ese futuro con claridad.
Pero incluso esto no explica totalmente por qué las protestas han estallado justo ahora. Obama ha robustecido a la oposición porque su plan no es algún tipo de utopía abstracta que encontraremos en un futuro lejano. Él lo quiere ahora. Le ha pedido al Congreso que apruebe tanto la reforma sanitaria como la legislación ambiental este año, y el Congreso ha producido los proyectos de ley. En un mitin en agosto, reiteró este compromiso: “Os prometo que aprobaremos la reforma [de la salud] antes de finales de este año” [14] Al ponerles fechas firmes a cuándo estas medidas se convertirán en ley – al decir que más de un tercio de la economía de Estados Unidos podría estar bajo control federal directo tan pronto como el mes que viene – él ha motivado a un gran segmento del electorado americano a enfrentarse a estos planes. Millones de americanos están profundamente preocupados no sólo por los objetivos específicos de Obama, sino también por su marco ideológico. Muchos están empezando a ver los asuntos, aunque sea de forma imperfecta, en términos de dictadura contra derechos individuales.
Hace años que los republicanos deberían haber presentado una alternativa positiva basada en principios, contra la tendencia estatista. Fracasaron. Ahora Obama ha hecho el trabajo por ellos. Ha presentado la cruda alternativa desde el otro lado, especificando y exigiendo un amplio programa que tiene ninguna pretensión de mantener la libertad individual. Ha creado una alarmante sensación de urgencia al exigir que este programa se convirtiera en ley ahora.
Ahora muchos americanos son capaces de ver los planes de Obama como un asalto a los principios que fundaron esta nación. Además, muchos americanos se dan cuenta de que el tiempo se está acabando – que el futuro está aquí, hoy. Estos dos factores están motivando a muchos americanos que normalmente no son políticos a literalmente manifestarse en apoyo alrededor de la bandera, confrontar a sus representantes electos, y, en masa, volverse en contra de la administración.
La historia militar ofrece un brillante paralelismo con el efecto explosivo que está teniendo Obama sobre la vida política americana. En 1945, Japón había perdido la guerra con Estados Unidos – pero los líderes japoneses evadieron ese hecho y se negaron a tomar la decisión necesaria para poner fin a la guerra. Cuando Estados Unidos dio a conocer su demanda de rendición (“la alternativa es la pronta y total destrucción”) y dejó caer dos bombas atómicas, los japoneses ya no pudieron más eludir los hechos o posponer la decisión. La conmoción de las bombas le dio a Japón una alternativa clara: continuar la guerra hasta ser quemados en la roca, o cambiar el rumbo de la nación. Si los americanos no hubieran obligado a los japoneses a confrontar esa alternativa y esa fecha límite, los líderes japoneses podrían haber reaccionado poco a poco a los acontecimientos y manipulado a la población para mantener su poder. Si lo hubieran hecho, Japón podría haber seguido en el camino de la guerra más allá del punto en que la reforma era posible. Las bombas obligaron a los japoneses a tomar una decisión de vida o muerte ahora.
Obama ha lanzado el equivalente a una bomba atómica en la arena política americana. Muchos americanos están ahora atónitos por la magnitud y la velocidad de la coacción que se está desatando. Las políticas económicas demócratas, la ley cap-and-trade [anti-polución], y las propuestas de la salud pública son parecidas a las que Bush había apoyado y a lo que John McCain había prometido. Pero la administración Obama y los líderes demócratas son abiertamente descarados en su reverencia por un mayor poder del gobierno, y esto ha reforzado las ondas de choque que se están extendiendo por toda América.
Los demócratas – sorprendidos ellos mismos por la respuesta del público a su transparencia – pasaron el final del verano tratando de obscurecer estas cuestiones. Ellos habían posicionado a los manifestantes como “antiamericanos”, a los republicanos como obstruccionistas, y a ellos mismos como razonables. Estos intentos están alejando aún más a los demócratas de millones de americanos, muchos de los cuales están empezando a ver que son los demócratas y no los manifestantes quienes se oponen a los principios fundadores de los Estados Unidos. A diferencia de las bombas atómicas arrojadas sobre Japón – que hicieron que Japón se alejara de la dictadura y se acercara a la libertad y los derechos individuales – la bomba de Obama tiene por objetivo llevar a América más rápidamente a un régimen autoritario, y eventualmente a la dictadura. En lugar de aceptar el ultimátum, sin embargo, muchos americanos están enfrentándose a él.
Las protestas y las encuestas son claras: los americanos en su mayoría han rechazado la agenda radical de izquierdas. Pero la cuestión no está todavía resuelta. Los demócratas tienen un último recurso – un arma secreta – con la que pueden salvar sus planes a la vez que evitan el suicidio político en las próximas elecciones. Ese arma son los republicanos.
Si los republicanos ceden – si aceptan el seguro de salud federal obligatorio en forma de “cooperativa” o algo parecido, o una ley anti-polución que sea un poco menos draconiana que la versión demócrata – habrán una vez más capitulado ante sus oponentes, abandonado la libertad, y perdido la oportunidad de reorientar esta nación hacia el principio moral en que se fundó: los derechos individuales, protegidos por una constitución en una república libre.
El Presidente Obama ha dejado muy clara la cuestión de la libertad frente al estatismo, y ha forzado una decisión inmediata por el pueblo americano y sus representantes. Sus oponentes más astutos tienen razón en interpretar sus planes como ataques a sus derechos individuales. Pero muchas personas siguen confusas en cuanto a la naturaleza de la amenaza porque les falta la comprensión de los principios necesarios para entender la causa y el significado de la tendencia hacia el estatismo, y para revertir esa tendencia. Esos principios empiezan con los derechos consagrados en la Declaración de Independencia, y con el propósito fundacional de nuestro gobierno: “para garantizar estos derechos”. Para entender el significado de esta declaración seminal, debemos entender que el derecho a la vida no significa el derecho a coaccionar a otros a que nos proporcionen lo que necesitamos para vivir. Significa el derecho a vivir nuestra vida libre de tales coerciones.
La esencia del sistema capitalista es la libertad: la libertad de cada hombre para perseguir sus propios objetivos, para perseguir su propia felicidad, para mantener el producto material de su esfuerzo, y para tratar con los demás voluntariamente. Pero para restablecer y mantener su libertad, los americanos deben afirmar, con pleno conocimiento de los principios en juego, que tienen un derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, y que el único objetivo moral del gobierno es garantizar estos derechos. Ahora es el momento para que todos los hombres de bien acudan en ayuda, no de su partido, sino de los principios fundadores de su país, entendiendo esos principios y custodiándolos como si su vida dependiera de ellos – porque, de hecho, depende.