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Friday, December 9, 2016

El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University. He is the author of Is the American Century Over?
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El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

CAMBRIDGE – A principios de noviembre, el Presidente estadounidense Barack Obama supuestamente se puso en contacto directo con el Presidente ruso Vladimir Putin para advertirle sobre los ciberataques rusos dirigidos a las elecciones presidenciales de EE.UU. El mes anterior, el Director de Inteligencia Nacional, James Clapper, y el Secretario de Seguridad Interior, Jah Johnson, acusaron públicamente a las más altas autoridades rusas de usar ciberataques para “interferir con el proceso electoral estadounidense”.


Pasadas las elecciones del 8 de noviembre, no han surgido evidencias firmes de interferencias o hacking de las máquinas de votación u otros aparatos electorales. Pero en unas elecciones que dependieron de 100.000 votos en tres estados clave, algunos observadores argumentan que la interferencia cibernética rusa puede haber tenido efectos significativos en el proceso político.
¿Es posible impedir en el futuro un comportamiento ruso de este tipo? La disuasión depende siempre de qué y a quién se intente disuadir.
Irónicamente, disuadir a los estados para que no recurran a la fuerza puede ser más fácil que convencerles de no emprender acciones que lleguen a ese nivel. Probablemente se ha exagerado la amenaza de un ataque sorpresa como un “Pearl Harbor cibernético”. Las infraestructuras esenciales, como la electricidad o las comunicaciones, son vulnerables, pero es probable que los actores estatales principales estén limitados por la interdependencia. Y Estados Unidos ha dejado en claro que la disuasión no se limita a las represalias cibernéticas (aunque son posibles), sino que pueden apuntar a otros sectores con las herramientas que escoja, como acusaciones públicas, sanciones económicas y armas nucleares.
Estados Unidos y otros países, entre ellos Rusia, han acordado que en el ciberespacio también son válidas las leyes aplicables a los conflictos armados. El que una ciberoperación se considere un ataque armado depende de sus consecuencias, más que de los instrumentos utilizados. Tendría que causar destrucción de la propiedad y lesiones o muerte a las personas.
Pero, ¿qué ocurre si las operaciones de disuasión no equivalen a un ataque armado? Existen áreas grises en que objetivos importantes (por ejemplo, un proceso político libre) no tienen una importancia estratégica equivalente a la red eléctrica o el sistema financiero. Destruir estos últimos puede dañar vidas y propiedades, mientras que la interferencia con lo primero amenaza valores políticos profundamente arraigados.
En 2015, un Grupo de Expertos de Gobierno de las Naciones Unidas (incluidos Estados Unidos, Rusia, China y la mayoría de los estados con capacidades cibernéticas importantes) acordaron como norma no atacar instalaciones civiles en tiempos de paz. Fue un acuerdo apoyado por los países del G20 en su cumbre realizada en Turquía en noviembre de ese año. Cuando al mes siguiente un ciberataque anónimo interfirió la red eléctrica ucraniana, algunos analistas sospecharon que el gobierno ruso usó armas cibernéticas en su guerra híbrida contra Ucrania. De ser cierto, significaría que Rusia había violado el acuerdo que acababa de firmar.
Pero, ¿cómo interpretar la conducta rusa con respecto a las elecciones estadounidenses? Según autoridades de EE.UU. las agencias de inteligencia rusas hackearon las cuentas de correo electrónico de importantes cargos del Partido Demócrata y entregaron a WikiLeaks material para difundir poco a poco a lo largo de la campaña, asegurando así un flujo constante de noticias adversas a Hillary Clinton.
Esta supuesta alteración rusa de la campaña presidencial demócrata cayó en una zona gris que se podría interpretar como una respuesta propagandística a la proclamación por Clinton en 2010 de una “agenda por la libertad” para la internet, en represalia por lo que las autoridades rusas consideraron como comentarios críticos a la elección de Putin en 2012. Sea cual sea el motivo, pareció un intento de distorsionar el proceso político estadounidense, precisamente el tipo de amenaza política no letal que se querría desalentar en el futuro.
La administración Obama había intentado con anterioridad clasificar la gravedad de los ciberataques, sin sortear las ambigüedades de estas zonas grises. En 2016, Obama se enfrentó a complicadas opciones al estimar el potencial de intensificación gradual de responder con medidas cibernéticas o con una respuesta más transversal, como las sanciones. La administración no quería tomar medidas que por sí mismas distorsionaran las elecciones. Así que, ocho días antes de las elecciones, Estados Unidos advirtió a Rusia sobre la interferencia en las elecciones a través de una línea directa (creada tres años atrás para manejar incidentes importantes en el ciberespacio) que conecta los Centros de Reducción de los Riesgos Nucleares de ambos países.
Puesto que la actividad de hackeo de Rusia pareció reducirse o detenerse, la administración Obama consideró la advertencia como un ejercicio exitoso de disuasión, pero algunos críticos señalan que los rusos ya habían logrado su objetivo.
Tres semanas después de las elecciones, la administración señaló que seguía confiada en la integridad general de la infraestructura electoral estadounidense y que, desde la perspectiva de la seguridad cibernética, las elecciones eran libres y abiertas. Pero las autoridades de inteligencia siguieron investigando el impacto de una campaña de guerra informativa de los rusos, en la que se difundían noticias falsas sobre Clinton con la aparente intención de influir sobre los votantes. Muchas de ellas se originaban en RT News y Sputnik, dos medios de prensa financiados por el estado ruso. ¿Se debía tratar esto como propaganda o como algo nuevo?
Varios críticos creen que el nivel de intervención del estado ruso en el proceso electoral estadounidense de 2016 ha cruzado un límite y no se deben descartar como una forma de conducta de zona gris tolerable. Han instado a la administración Obama a ir más allá en sus denuncias, dando una descripción pública más extensa de los que la inteligencia estadounidense sabe sobre la conducta rusa, e imponiendo sanciones financieras y de viajes contra las autoridades rusas de alto nivel que se identifiquen. Sin embargo, otras autoridades estadounidenses son reticentes a poner en riesgo los medios de inteligencia utilizados para la atribución, y tienen recelos de que se produzca una escalada.
La intervención de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016 fue un punto de inflexión. Ahora que se aproximan importantes elecciones en varias democracias occidentales, los analistas estarán muy atentos a las lecciones que el Kremlin pueda haber aprendido de ella

Monday, November 28, 2016

¿Trump tico?

Juan Carlos Hidalgo comenta la postura del candidato a la presidencia de Costa Rica, Otto Guevara, en relación a la inmigración.


Juan Carlos Hidalgo
 
es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
¿Merecía Otto Guevara todo un editorial de La Nación castigándolo por ventilar sus renovados bríos electorales tras la victoria de Donald Trump? Sin lugar a dudas. No se trata de criticar a un político por querer aspirar –por quinta vez– a la presidencia. Ni tan siquiera por querer mutar –por quinta vez– sus principios. El problema yace en el mensaje que Guevara querría explotar en campaña: el muy peligroso y siempre presente odio que muchos ticos tienen hacia los inmigrantes, particularmente nicaragüenses. Costa Rica ostenta dos condiciones que constituyen un potente caldo de cultivo para un mensaje populista-xenófobo: una alta y persistente tasa de desempleo y un generoso –e igualmente oneroso– Estado de bienestarque otorga beneficios básicos a inmigrantes indocumentados. A esto súmesele la desconfianza casi universal que generan los extranjeros que llegan a buscar vida a un país, especialmente si son mano de obra poco calificada.



Lamentablemente –y es una realidad que no podemos ocultar– un segmento nada despreciable de la opinión pública costarricense alberga la percepción de que los inmigrantes vienen a robar puestos de trabajo, cometer crímenes y abusar de la beneficencia estatal. La campaña de Trump, quien trató a los inmigrantes mexicanos de violadores y narcotraficantes, solo podría servir de inspiración para un populista demagogo que quiera explotar estos sentimientos. Guevara ya levantó la mano.
La realidad es de hecho muy distinta. Según investigaciones de Juan Diego Trejos, de la Universidad de Costa Rica, los inmigrantes tienen un efecto fiscal positivo, es decir, contribuyen más en impuestos de lo que reciben en servicios. Además, la inmigración nicaragüense no impacta negativamente el índice de pobreza ni la criminalidad. Más bien, al permitir una mayor especialización de la mano de obra y al dinamizar el crecimiento de la población, contribuye significativamente a la economía nacional.
Guevara debería manejar bien esta evidencia, puesto que los liberales históricamente hemos promulgado los beneficios de la inmigración, así como defendemos el libre movimiento de bienes, servicios y capital. Pero más que eso, él debería reconocer el enorme peligro que conlleva atizar los fantasmas del nacionalismo y la xenofobia en una elección.
No es para menos, entonces, que Otto Guevara merezca todo este escarnio por su irresponsable aspiración a reciclarse como el Trump tico en las próximas elecciones.

Monday, October 17, 2016

10 claves para entender cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos

Por Julieta Nassau


Explicar las elecciones en Estados Unidos es complejo ya desde el cuándo: el primer martes después del primer lunes de noviembre, cada cuatro años. También puede ser antes, con el voto anticipado o el sufragio "ausente". La explicación se complica aún más con el cómo: un colegio electoral es el que define quién gana la elección. Hillary Clinton o Donald Trump deberán obtener el voto de por lo menos 270 electores para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca.
Pero, ¿quiénes son esos electores? ¿Quién los elige? ¿Qué peso tiene el voto popular en este sistema? Una pequeña guía para seguir -y entender- el proceso electoral de Estados Unidos y los resultados del próximo 8 de noviembre.


¿Cómo se vota en Estados Unidos?
Estados Unidos cuenta con un sistema de elección indirecto, a través de un colegio electoral, un esquema establecido por el artículo II de la Constitución de 1878.
Bajo este sistema, los votantes no eligen directamente a los candidatos a presidente sino a los electores de su estado, quienes obtienen el poder para representarlos al elegir -ellos sí- al futuro jefe de Estado, en función del mandato que reciben en las urnas.
En total, son 538 electores quienes deciden quién va a gobernar el país por los cuatro años siguientes. La cantidad de electores por estado surge de la suma de sus senadores (dos) y sus representantes en el Capitolio (depende de la población de cada estado).
En 48 estados y en el Distrito de Columbia, la fórmula presidencial que recibe la mayoría de los votos recibe el total de los votos electorales de ese estado. Maine y Nebraska son la excepción: allí, el ganador de todo el estado recibe dos votos electorales, y luego el ganador en cada distrito recibe un elector.
Entonces, ¿quién gana?
Para ganar, una fórmula presidencial debe obtener la mitad más uno del total de los votos: 270. Con ese número, el pase a la Casa Blanca está asegurado.
¿Qué pasa si ningún candidato lo alcanza? Entra en acción la Cámara de Representantes, que debe escoger al ganador entre los tres candidatos más votados.
El 20 de enero de 2017 el presidente y el vicepresidente electos tomarán posesión de sus cargos y pondrán un punto final a dos mandatos de Barack Obama.
¿Puede ganar alguien que no haya obtenido la mayoría del voto electoral?
Sí, y esa es la principal crítica a este sistema, tildado muchas veces de poco representativo. El colegio electoral desanima a muchos ciudadanos a emitir su voto, ya que creen que su sufragio no tiene peso en el panorama general.
En total, 16 veces en la historia de los Estados Unidos un candidato ganó gracias al colegio electoral y pese al voto popular. El primero fue Andrew Jackson, en 1824, y el último, George W. Bush , en el año 2000.
En esas elecciones, el candidato demócrata, Al Gore, obtuvo una victoria en el voto popular por 543,895 votos (0.5%), pero el republicano e hijo del ex presidente logró 271 votos electorales contra 266 de su rival, después de un recuento de votos cargado de denuncias -intervención de la Corte Suprema mediante- en Florida.
¿Quiénes son los electores?
Cada partido político que tiene un candidato en carrera designa a su grupo de electores por estado en las convenciones partidarias. No pueden ser legisladores y por lo general son figuras fuertes y leales dentro del espacio político.
Pese a que son elegidos por un partido, los electores en realidad tienen libertad a la hora de emitir su voto ante el colegio electoral. Veintinueve estados y el Distrito de Columbia requieren a los electores votar como se han comprometido, aunque no hay importantes multas para quienes cambien su voto o se abstengan.
En la historia de Estados Unidos, más del 99% de los electores votaron según se habían comprometido. Una de las excepciones fue en el año 2000, con uno de los electores de Al Gore.
¿Qué se vota el 8 de noviembre?
Además del presidente y vicepresidente de Estados Unidos, ese día también se renovarán 34 de las 100 bancas del Senado y la totalidad de las 435 de la Cámara de Representantes. Allí se definirá si el nuevo mandatario contará con mayoría legislativa o si deberá lidiar, como sucedió en los últimos años, con un Capitolio opositor.
¿Cómo se vota?
En otra de las particularidades del sistema electoral de Estados Unidos, los comicios no tienen lugar durante un fin de semana. Cae martes. Como el voto no es obligatorio, no es un día de asueto para los empleados o estudiantes, por lo que se ofrecen algunas alternativas para quienes no se puedan presentar ante la urna el 8 de noviembre.
Votación en persona
Para votar de la forma convencional, las urnas estarán disponibles el martes 8 de noviembre en todo el país. Los votantes deben registrarse y algunos plazos de inscripción cierran hasta un mes antes del día de la elección. Cada votante registrado es asignado a un centro de votación en función de su domicilio. El horario de los comicios depende de cada centro.
El sitio Verified Voter hizo un repaso de los modelos de votación utilizados en Estados Unidos. El más usado (56% en la última elección presidencial) es el tradicional: boletas de papel que deben ser marcadas. Pueden ser escrutados manualmente o con escáner óptico. La segunda opción más popular es la de votación electrónica, el Registro Electrónico Directo (DRE).
Votación por correo
La votación por correo o votación ausente permite votar a aquellos ciudadanos que no pueden acercarse en persona a su centro el día de las elecciones, estén dentro o fuera del país. Aunque todos los estados ofrecen la opción del voto ausente, cada uno tiene distintas reglas sobre quién puede participar. Para votar, deben registrarse para sufragar y solicitar la papeleta de votación ausente, que le es enviada 45 días antes de la elección.
Votación anticipada
La mayoría de los estados ofrece la opción de voto anticipado para votar en fechas específicas anteriores al día de las elecciones y no requieren justificación del votante. Esta fue la opción elegida por Obama la semana pasada en Chicago.
¿Quién puede votar?
Los requisitos varían por estado pero en términos generales los votantes deben ser ciudadanos de Estados Unidos; cumplir con los requisitos de residencia de su estado y ser mayor 18 años al momento de la elección.
¿Qué son los swing states (o estados pendulares)?
De los 270 electores anhelados, algunos ya están asegurados. Vienen de aquellos estados que históricamente votan por un partido y su candidato, como Alabama y los republicanos o California y los demócratas. Los estados que no son marcadamente "azules" (demócratas) ni "rojos" (republicanos) son los llamados "swing states" o estados pendulares, aquellos que -justamente- oscilan entre un partido y otro entre cada elección.
Otra acepción para los "swing states" se enfoca en su capacidad de incidir en el resultado final de la elección. Es el caso de dos estados pendulares decisivos, como Florida (29 electores) y Ohio (18). En este último, desde 1964, cada candidato que ganó allí se hizo también con el premio mayor: la presidencia. Por eso, en esos dos estados es donde los candidatos presidenciales lanzan toda su artillería propagandística.
El sitio Real Clear Politics muestra como los estados sin definición sobre el ganador a Florida, Ohio, North Carolina, Nevada, Minnesota, Iowa, Maine, Arizona y Georgia. Por su parte, New Hampshire, Colorado y Wisconsin pasaron en los últimos meses de ser "indefinidos" a ser "proclives a Clinton".

Los estados marcados en gris son los que todavía no se definieron por un candidato; los números indican la cantidad de electores de cada estado
Los estados marcados en gris son los que todavía no se definieron por un candidato; los números indican la cantidad de electores de cada estado. Foto: Real Clear Politics

¿Quiénes son los candidatos?

Para poder ser candidato a presidente en Estados Unidos, una persona tiene que haber nacido en Estados Unidos y haber vivido allí por lo menos 14 años, además de tener al menos 35 años, un número que superan ampliamente los principales candidatos a esta elección.
Además de Hillary Clinton y Donald Trump, los representantes de los principales partidos, hay otros dos candidatos que ganan cada vez más fuerza en unas elecciones marcadas por el desencanto: Jill Stein (Partido Verde) y Gary Johnson (Partido Libertario).
¿Quién va a ganar?
Todavía no se sabe, claro, y las encuestas muestran a los dos principales candidatos en constante subibaja. Los últimos sondeos, realizados después de conocido el escandaloso video con las declaraciones lascivas de Trump hacia las mujeres pero antes del debate del pasado domingo, mostraron un fuerte crecimiento en la ventaja de Hillary Clinton: 11 puntos sobre su rival. También en cantidad de electores proyectados, la ex secretaria de Estado lleva claramente la delantera.

Thursday, September 1, 2016

Trump tiene quien le diga

Razones

Jorge Fernández Menéndez 
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Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.



Yo no sé qué vio, qué encontró el presidente Peña Nieto en el corazón y la mente de Donald Trump cuando ayer se encontraron por primera vez. No creo que a Peña le haya gustado demasiado su invitado (ni al invitado el anfitrión), pero la tarea de Peña como Presidente, citando a Kissinger es decidir si las aspiraciones de ese adversario son, absolutamente, incompatibles con sus principios.
En lo personal, Trump me parece un personaje, absolutamente, detestable y más allá de eso, un verdadero peligro para el futuro de la sociedad contemporánea. Es verdad que lo que rige a Trump no son los principios ni la ideología, sino la ambición del poder sazonada por una ignorancia profunda sobre el mundo y sus problemas. Con todo, es un hombre que puede llegar a la Casa Blanca, a la Presidencia de Estados Unidos, más allá de que hoy, afortunadamente, la ventaja que lleva Hillary Clinton parece decisiva. Pero en unos comicios estadunidenses nunca los resultados están decididos hasta la hora del recuento.
La cita de Peña Nieto con Donald Trump desconcierta, pero se debe entender como parte de una tarea que debe hacerse. Alguien le tiene que decir a Trump que no somos violadores, que no llevamos droga cada vez que viajamos a Estados Unidos, que nadie obliga a los migrantes a viajar hacia el norte. Pero, también, alguien le tiene que mostrar la magnitud de la relación comercial bilateral, explicarle (y eso lo puede entender) que el comercio entre Estados Unidos y México es de un millón de dólares por minuto; que la frontera común es la más transitada del mundo; que un porcentaje altísimo del PIB estadunidense, y por ende de su economía y mano de obra, dependen del comercio con nuestro país; la riqueza (y buena parte del andamiaje social) de su país, se derrumbaría sin el aporte de todo tipo que realizan más de 30 millones de mexicanos o mexico-americanos en la Unión Americana.
Que tenemos graves problemas con el narcotráfico y la violencia, pero que los mismos devienen, en un alto grado, del consumo de drogas de la sociedad estadunidense, consumo que crece día con día, y que va de la mano con el doble discurso de legalizar las drogas, al mismo tiempo dice estar persiguiendo ese comercio. Pero, sobre todo, nuestra violencia está ligada al tráfico de armas que se realiza de Estados Unidos a México, desde que en el 2004 la administración Bush liberó, por completo la venta de armas de asalto, la violencia, alimentada por esas armas, se disparó en nuestro país. Y Trump es un ferviente partidario de que esa venta indiscriminada de armas se mantenga sin cambios.
El alimento de la violencia es el dinero: nadie sabe cuánto dinero del narcotráfico se queda en Estados Unidos, según la mayoría de los especialistas es un 90 por ciento de todo lo que genera esa “industria” que, conservadoramente, se estima en 60 mil millones de dólares. Alguien le tiene que explicar a Donald Trump que mientras Estados Unidos pone los consumidores de drogas y proporciona las armas y el dinero que hacen fuerte a los cárteles, México está poniendo los muertos, más de 20 mil cada año, durante la última década.
Ésa es la realidad que hay que mostrarle a Trump. No creo que le interese, creo que lo que busca es una foto en México que le permita reencauzar su muy desencaminada campaña presidencial. No va a abandonar ni el discurso racista y antiinmigrante (como se debe haber comprobado la misma noche del miércoles en Arizona) ni su defensa de las armas ni tampoco la retórica proteccionista, pero no podrá decir que no se le ha tendido una mano para buscar una convivencia civilizada desde este lado de la frontera. Si la rechaza, como estoy casi seguro que la rechazará ni el gobierno ni la sociedad mexicana tendrán nada qué reprocharse, pero sí mucho por hacer para evitar que ese personaje llegue a la Casa Blanca.
Decía, también, Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Thursday, August 25, 2016

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

Más de una tercera parte de los miembros del Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters

A la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.



En las recientes conversaciones sobre el programa nuclear iraní precisamente Rusia resultó ser un actor clave sin el cual no se habría encontrado una solución, destaca el analista. Incluso la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Marie Harf, declaró que Moscú tuvo un papel importante en la consecución del acuerdo histórico con Irán, añade. Todo ocurrió en el contexto de una política hostil de Washington hacia Moscú y las sanciones impuestas por iniciativa de Obama. En lugar de destruir la economía rusa y cambiar el equilibrio de las fuerzas mundiales, el presidente de EE.UU. logró únicamente que varios países europeos empezaran a protestar contra estas medidas, que han perjudicado a sus propias economías, indica el periodista.

Varios prominentes políticos, periodistas e incluso antiguos analistas de la CIA y del Pentágono ya han criticado las políticas de la Casa Blanca, que han descrito como peligrosas y perjudiciales para los propios EE.UU., ya que podrían provocar la confrontación militar directa con Rusia, sin descartar ataques nucleares, recuerda Lozansky. Significativamente, en una votación reciente sobre las entregas de armas letales a Ucrania hasta 48 congresistas votaron en contra de dichas entregas, añade.

"Anteriormente, estas voces eran pocas y distantes entre sí. Obviamente, esto está lejos de ser una oposición importante por el momento, pero se puede hablar de una clara tendencia", insta el periodista. La semana pasada Dana Rohrabacher, el congresista de California que fue redactor de discursos del expresidente Ronald Reagan, declaró que en lugar de fomentar la histeria antirrusa Obama haría bien en comenzar a comunicarse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para encontrar una solución diplomática a la crisis de Ucrania y llegar a un acuerdo sobre operaciones conjuntas de lucha contra el islam radical en Oriente Medio.
Citando sus fuentes de confianza, el analista asegura que un grupo bastante influyente de republicanos pronto hará pública su intención de introducir cambios sustanciales en la política exterior de EE.UU. que incluirían ambos puntos propuestos por Rohrabacher, concluye Lozansky.

'Killary' en el poder: ¿sobrevirirá el mundo una presidencia de Hillary Clinton?

El analista político y económico Paul Craig Roberts analiza la campaña presidencial de Clinton, a la que califica de candidata financiado por intereses bancarios, extranjeros y del complejo militar.

Carlos BarriaReuters

Hillary Clinton es un "candidato de teflón", por su singular talento para 'escurrirse' de los problemas, escribe Paul Craig Roberts. Su campaña electoral para la presidencia de los EE.UU. ha estado llena de casos que dañarían seriamente la vida política de cualquier persona, pero ella ha logrado escapar con éxito. Así lo afirma en su blog personal el escritor conservador estadounidense.
En su artículo, Craig señala que Clinton se encuentra bajo investigación por mal uso de información clasificada y por el fallido proyecto de creación del nuevo Estado libio, que lo ha convertido en la mayor fuente de terroristas de la región. "Delitos por los cuales muchos se encuentran ya en prisión". Según el escritor, se la acusa de pagar con favores a cambio de donaciones económicas para su fundación.


"Hillary Clinton representa los intereses de los bancos, el complejo militar, así como del grupo de presión israelí y no los intereses del pueblo norteamericano y de sus aliados europeos".
Asimismo, señala que los honorarios de la representante del Partido Demócrata por sus charlas privadas han aumentado desde el inicio de su candidatura: si antes percibía unos 210.000 dólares por discurso, hoy recibe hasta 675.000 dólares por cada charla.Finalmente, Craig Roberts acusa a Clinton de liderar los proyectos de desestabilización llevados a cabo en Libia, Siria, Honduras y Ucrania. Por todo esto, el analista resume que "como presidenta, Hillary nos garantiza que habrá guerras y más guerras".

Monday, August 15, 2016

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas


Por Josh Zumbrun
Por primera vez en este ciclo electoral en Estados Unidos, la mayoría de los economistas encuestados por The Wall Street Journal cree que la incertidumbre en torno a los próximos comicios está afectando la actividad económica.
Si bien todas las elecciones generan cierta incertidumbre económica, más de 80% de los economistas en la última encuesta de The Wall Street Journal dicen que el ciclo actual presenta un desorden inusual. La mayoría —57%— dice que la economía ha sufrido, de cierta forma, como resultado de esto.
“Esta elección introduce una incertidumbre del tamaño del Monte Everest”, dice Kevin Swift, economista jefe del American Chemistry Council, una asociación de empresas químicas.


Los economistas han creído desde hace mucho que, en general, la incertidumbre tiene el potencial de restringir el gasto de los consumidores y la inversión empresarial, si las personas y las compañías tienen dudas sobre los impuestos y las regulaciones que enfrentarán en el futuro. Hasta la encuesta de este mes, sin embargo, la mayoría de los economistas pensaba que incluso una elección como la de este año no pasaría al nivel de plantear un problema macroeconómico.
Las opiniones cambiaron después de que un informe del Departamento de Comercio de EE.UU. mostró el mes pasado que la inversión del sector empresarial hasta junio había caído por tercer trimestre consecutivo.
“El gasto de inversión claramente muestra el impacto perjudicial de la elección”, dice Sean Snaith, director del Instituto de Competitividad Económica de la Universidad de Florida Central.
Inicialmente, muchos habían atribuido el declive a las posibles repercusiones del derrumbe de los precios del crudo, que habían socavado la inversión entre los productores petroleros de EE.UU.
No obstante, la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, señaló en su conferencia de prensa de junio que la caída de la inversión fue más amplia de lo que podría explicarse por el bajón del sector energético.
“La inversión empresarial fuera de la energía fue particularmente débil durante el invierno (boreal) y parece haber permanecido así comenzada la primavera”, aseveró.
Los datos desde entonces han confirmado que la debilidad de la inversión había, de hecho, continuado.
The Wall Street Journal sondeó a 62 economistas de negocios, financieros y académicos entre el 5 y el 9 de agosto, aunque no todos los economistas contestaron todas las preguntas.
Los encuestados rebajaron sus proyecciones de crecimiento económico en 2016 a 1,8%, frente a 2% el mes pasado y 2,5% al inicio del año. Sus previsiones de la tasa de desempleo no cambiaron mucho.
Si bien un crecimiento de 1,8% sería otra decepción, indica que la mayoría de los economistas considera que la incertidumbre afectará, pero no paralizará, a EE.UU. La estimación promedio de las probabilidades de que el país entre en recesión durante el próximo año fue de 21%, comparada con 22% el mes pasado. Aun así, la cifra es el doble de la estimación de hace un año.
En el centro de la incertidumbre de las empresas están las dudas sobre qué cambios de política podría implementar el gobierno en los próximos años.
“Nunca antes las opciones de política han sido menos comprendidas en un ciclo electoral”, señala Crews Cutts, economista jefe de la firma de calificación crediticia Equifax.
En el tema de comercio, tanto Hillary Clinton como Donald Trump se han opuesto al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un tratado entre 12 países que negoció el actual gobierno, y ambos candidatos han expresado dudas sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o Nafta.
Clinton ha propuesto un aumento de los impuestos a los ricos y las empresas. Trump ha propuesto grandes recortes tributarios sin propuestas para reducir el gasto, una medida que muchos economistas consideran que haría disparar el déficit.
Trump ha propuesto políticas drásticas para limitar la inmigración, abandonar pactos comerciales y etiquetar a China como manipulador cambiario, medidas que por designio tendrían consecuencias de amplio alcance.
Este año, es inusualmente complicado deducir cómo las propuestas se traducirían en políticas reales.
Incluso si Clinton ganara la elección, es probable que tenga que enfrentar una Cámara de Representantes aún bajo control republicano. La cámara baja se ha mostrado poco inclinada a adoptar las políticas que ha propuesto la candidata. Las ideas de Trump podrían resultar difíciles de promulgar, ya que muchas de sus ideas van en contra de las posturas de muchos republicanos en el Congreso. La incertidumbre en torno al control del Senado, que cualquiera de los dos partidos podría ganar en noviembre, no hace más que aumentar las dudas.
“El rango de potenciales desenlaces políticos es mucho mayor en lo abstracto”, dice Lou Crandall, economista jefe de Wrightson ICAP. “El mercado tiene dudas sobre cómo esa incertidumbre se traducirá en una acción concreta”

Friday, July 29, 2016

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.



Un hecho impresionante acerca de los dos candidatos principales —Hillary Clinton del Partido Demócrata y el republicano Donald Trump— es su nivel de rechazo. Ambos están empatados en los sondeos, recibiendo alrededor de 40% de apoyo popular cada uno. Pero Clinton y Trump son los dos candidatos con las imágenes más fuertemente negativas en las últimas diez elecciones presidenciales de ese país, según una reconocida autoridad que analiza encuestas (fivethirtyeight.com). Un 37% de las personas tiene una imagen altamente desfavorable de Clinton, mientras que un 53% rechaza de igual forma a Trump.
Es más, según el New York Times, buena parte de la gente que se identifica con un partido político está desilusionada con sus candidatos. Más de un tercio de los republicanos, por ejemplo, se siente así y piensa que Trump no representa sus valores. La mayoría de los votantes estadounidenses piensa que ninguno de los dos candidatos es honesto o un individuo en quien se puede confiar.
Es en ese contexto en el que Johnson empieza a recibir un creciente apoyo inusitado para un país en que los candidatos de terceros partidos casi nunca logran más que unos pocos puntos porcentuales en las encuestas, y donde mucho menos han ganado una elección presidencial. Johnson ahora goza de entre 10% y 12% en las encuestas. Es todavía bastante desconocido. Hasta dónde puede llegar depende de qué tan representativas sean sus ideas y de lo mal que lo pueda tratar el ‘establishment’ político.
Según un sondeo de este año de Gallup, el 27% de estadounidenses se puede considerar libertario. Sus puntos de vista son consistentes con los de Johnson y su Partido Libertario que favorecen el conservadurismo fiscal y el liberalismo social. De modo que Johnson representa una alternativa a las propuestas de los otros dos candidatos. Está a favor de limitar el gasto y los impuestos, restringir el intervencionismo militar y exterior, reformar la política antinarcótica, liberalizar más el comercio, poner fin al excesivo poder del Ejecutivo y a los abusos que conlleva, reformar el sistema de justicia criminal que especialmente perjudica ahora a las minorías, etc.
Para que sea más conocido, Johnson tendrá que participar en los debates presidenciales, pero los dos partidos tradicionales harán lo posible para que eso no ocurra. Desde fines de los ochenta, han controlado a quienes incluyen en tales debates, típicamente excluyendo a un tercer candidato. La única excepción fue la del multimillonario Ross Perot en 1992, quien fue incluido porque George Bush padre insistió en ello pensando que le restaría votos a Bill Clinton. Bush se equivocó. Para antes del debate Perot tenía 7% de apoyo en las encuestas. Se llevó el 19% del voto en las elecciones presidenciales y le restó apoyo a Bush.
La lección era clara: participar del debate puede aumentar notablemente el apoyo de un tercer candidato. Desde entonces, no se le ha permitido a uno debatir. La nueva regla es que tiene que tener 15% de apoyo en los sondeos para calificar.
No es imposible que Johnson lo logre. En ese caso, los latinoamericanos también verían propuestas claramente diferentes a las que ofrecen los republicanos y demócratas. Respecto a la guerra contra las drogas, Johnson favorece legalizar la marihuana y reformar la política actual. Aboga además por una política migratoria más liberal y abierta en la que sea fácil para los inmigrantes ir a trabajar a EE.UU. y también, a diferencia de Trump y Clinton, apoya el libre comercio con convicción.
La campaña presidencial estadounidense ha sido decepcionante. Pero además de las fallas en su sistema democrático, está reflejando un poco de esperanza, o por lo menos que el pueblo estadounidense es mucho más diverso políticamente de lo que a primera vista parece.

Thursday, July 28, 2016

Elecciones en los EE.UU.: El voto perdido de Rocky Balboa

Elecciones en los EE.UU.: El voto perdido de Rocky Balboa

Por Amanda Mars
El País, Madrid
Mucho antes de que en 1976 se estrenara Rocky, Joe Frazier ya se pateaba la famosa escalinata que lleva hasta el Museo de Arte de Filadelfia. Si uno pregunta en el gimnasio Strength Academy (en español: Academia de la fuerza), no tienen más pope que ese, que se las vio con Muhammad Ali en la pelea del siglo y acabó creando un grupo de música de soul-funk. Pero Isahia Wise, que enseña boxeo allí y tiene 24 años, admite el peso que tiene en la ciudad el personaje de ficción: un hijo de inmigrantes italianos que trabaja en una carnicería mientras lucha -en sentido literal- por llegar a lo más alto. "Es inspirador, alguien que empieza desde muy abajo y logra su gran golpe", explicaba el martes en North Liberty, un barrio duro en el pasado y ahora en transición, que ve subir sus precios más rápido que los sueldos, lamenta Wise.


El Partido Demócrata, que celebra su convención en Filadelfia mientras los turistas se retratan en los peldaños de Joe Frazier, tiene serios problemas con Rocky Balboa. Los sondeos en el último mes reflejan las dificultades de Hillary Clinton para conectar con el hombre blanco de clase trabajadora y sin formación universitaria, un colectivo que hace cuatro años supuso casi la mitad del electorado y prefiere a Donald Trump. La última encuesta, de CNN, señalaba el lunes que el candidato republicano tenía una ventaja del 66%, frente al 29% de Clinton, en este grupo.
Wise no se sorprende. "Conozco a mucha gente que quiere votar a Trump, quieren cambios importantes pero temo que los buscan en el lugar equivocado", dice. En Fishtown, otro barrio obrero cercano, Andrew Erace, un treintañero descendiente de italianos, universitario y con un negocio de alimentación selecta, señala que, sencillamente, "la gente trabaja muy duro aquí, no tiene tiempo para reflexionar, y con Trump conecta".
Resentimiento social
¿Sería Rocky votante de Clinton o de Trump? John Bodnar, historiador y autor de Blue collar Hollywood, un libro sobre el carácter político de los personajes obreros del cine americano, lo ve carne de trumpismo. "Rocky era entre otras cosas un símbolo del resentimiento de la clase obrera en los setenta, que vino tras los movimientos por los derechos civiles de los sesenta, y que además vino acompañada de la sensación de que los trabajadores blancos habían sido patrióticos apoyando la guerra de Vietnam, mientras que los universitarios y las minorías habían ignorado el asunto, así que se consideraban leales y desdeñados. Mucho de lo que ves hoy con Trump es igual", dice.
Entre el electorado de Trump hay muchos de esos llamados demócratasreaganianos, aquellos empleados de fábrica que votaban progresista hasta los sesenta pero en los ochenta se pasaron al partido conservador. Es un perfil que ha salido peor parado de la globalización, de la fuga de empleo industrial, y no siente que sus republicanos hayan hecho gran cosa por ellos. En cambio, el mensaje del constructor neoyorquino conecta con sus anhelos, les promete más proteccionismo para la industria y frenar la inmigración sin recortar la red social.
La inversión de clases se acelera en la política estadounidense. Como Ronald Brownstein ha escrito en The Atlantic, desde 1960 se está produciendo "un desplazamiento de los trabajadores del Partido Demócrata al Republicano y, en paralelo, desde los ochenta, el viaje inverso de los profesionales de cuello blanco de las filas conservadoras a las progresistas". Estas presidenciales, a su juicio, pueden acabar con los últimos vestigios de la afiliación de partido por criterio de clases que ha definido la polÌtica americana desde Roosevelt.
Bill Malicia, también descendiente de italianos y con 58 años, era partidario de Bernie Sanders, el rival izquierdista derrotado por Clinton, y se resiste a votarla. Piensa en el minoritario partido de los Verdes. Al fin y al cabo, así hizo el primer Rocky: pierde el combate ante Apollo Creed, pero deja boquiabierto al mundo con su esfuerzo. Se cumplen 40 años de eso, los mismos que hace que se retiró Joe Frazier.

¿Qué pasará con México si Trump llega a la presidencia de EE.UU.?

Algunos analistas económicos señalan que la posible victoria del magnate estadounidense el próximo mes de noviembre tendría un importante impacto negativo en las finanzas mexicanas.
Jonathan ErnstReuters

En el caso de que el candidato republicano, Donald Trump, llegue a la presidencia de Estados Unidos, la economía mexicana sufriría una caída del 3,4% del producto interno bruto (PIB) y el país se sumiría en una crisis económica similar a la ocurrida en 1994, presagia un estudio mexicano.
De acuerdo con la directora de Análisis Económico-Financiero de Banco Base, Gabriela Siller, hay "una altísima probabilidad de que Trump sea presidente", lo que crearía un panorama desolador para México.



Henry RomeroReuters
El modelo matemático empleado por la casa de análisis contempla que si el magnate inmobiliario cumple su promesa de implementar un arancel del 35% a las exportaciones mexicanas automotrices, generaría un retroceso de 11,6% en las exportaciones no petroleras, lo que se traduciría en una caída de 2,9% del PIB.
Además, la detención de las remesas hacia México causaría una baja de un 1% en el consumo, lo que representaría un golpe adicional de 0,5% al PIB.
"El mayor riesgo para México es que Donald Trump gane las elecciones", dijo Siller.
La economista explicó que técnicamente es posible que Trump saque a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, NAFTA por sus siglas en inglés).
"Una parte [firmante] puede salir del acuerdo seis meses después de dar aviso a otras partes". En ese caso, el tratado seguiría vigente entre México y Canadá, "pero el 33% de nuestras exportaciones tiene como destino Estados Unidos", indicó Siller.
Uno de los impactos económicos mencionados por Trump ocurriría si decide quitar el arancel del 35% a las importaciones automotrices mexicanas, la cual tendría como consecuencia una caída del 11,6% en las exportaciones no petroleras de México hacia Estados Unidos, lo cual implicaría una contracción del PIB del 2,9%.
Además, respecto al tipo de cambio peso-dólar, Banco Base estimó que una victoria del republicano llevaría al tipo de cambio hasta los 22 pesos, frente a los 19 actuales, pese a un aumento de tasas de interés por parte del Banco de México que podría llegar hasta el 8%.
En caso de que cumpla sus compromisos de campaña, "no sería una locura pensar en un tipo de cambio por encima de 25 pesos por dólar".
Jonathan DrakeReuters
Finalmente, la especialista estimó la posibilidad de un incremento en la inflación mezclada con una recesión, lo que incrementaría los riesgos sociales debido a la subida de precios de la canasta básica.
"Creemos que vendría una época de recesión económica bastante fuerte para México en donde además los estados manufactureros y los que reciben remesas serían los más afectados", concluyó.

La moneda reaccionaría mal

Por su parte, un análisis del Banco Nacional de México (Banamex) explica que la moneda mexicana podría reaccionar exageradamente si un eventual gobierno de Trump retira a Estados Unidos del acuerdo de libre comercio de América del Norte, lo que forzaría a las autoridades a tomar medidas para atenuar el impacto.
"Posiblemente se traduciría en una 'sobrerreacción' del tipo de cambio. Pensamos que las autoridades en México están conscientes de que este escenario podría requerir de respuestas en materia de política económica", indicó el análisis.
En septiembre pasado, el candidato republicano amenazó con renegociar o incluso romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte si llega a la Casa Blanca en 2016.
En tanto, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) consideró que la victoria del magnate Donald Trump generará más incertidumbre en México por la "virulencia" que ha mostrado al país y frente al Tratado de Libre Comercio.
"De lo que se ha aprovechado Trump es de que hoy por hoy en Estados Unidos atacar a México no tiene ningún costo político", dijo Alejandro Ramírez Magaña, presidente del CMN, quien lamentó que nadie le haya explicado a Trump la importancia del Tratado de Libre Comercio, uno de los temas que Trump utiliza para criticar a México.
David Ordaz

Sunday, July 24, 2016

Analistas latinoamericanos a RT: "Entre Clinton y Trump hay que pensar en el menos malo"

En noviembre serán las presidenciales en Estados Unidos. Como siempre, dos candidatos se disputan la silla. Latinoamérica ve con atención y desconfianza ese evento electoral.
Jim YoungReuters

Con la cercanía de una elección presidencial en Estados Unidos, en toda América Latina vuelve a repetirse como un mantra una frase que el Libertador Simón Bolívar escribiera en una carta fechada el 5 de agosto de 1829: "los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad".
Programadas para el martes 8 de noviembre, las presidenciales estadounidenses, aparentemente, serán definidas entre Hillary Clinton, del Partido Demócrata, y Donald Trump por los Republicanos.
Una guerra de encuestas los acerca o los aleja a medida que pasan los días.
En un sondeo de opinión elaborado por la agencia Ipsos, se asegura que Hillary Clinton es considerada por el 67 por ciento de los potenciales electores "como una persona deshonesta". Una cifra casi similar, 62 por ciento, "tiene la misma opinión del político republicano".



El historial

En la América Latina se mira con atención el proceso electoral del vecino del norte esta región da para encender las alarmas. Un expediente que se alimenta de intervenciones, injerencias, amenazas, presiones, bloqueos, golpes de Estado, apoyo a dictadores y financiamiento a grupos opositores a los Gobiernos incómodos para la Casa Blanca.
El fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano, advirtiendo sobre las invasiones armadas promovidas por Estados Unidos, señaló:"El mundo se está convirtiendo en una inmensa base militar, y la base se convierte en un hospital mental del tamaño del mundo. ¿Cuáles son los locos? ¿Los soldados que se suicidan o las guerras que obligan a matar?".

¿El más conveniente?

RT consultó la opinión de analistas en varios países latinoamericanos para conocer sus puntos de vista sobre un resultado electoral favorable a cualquiera de los dos candidatos que se disputarán la oficina oval.
Mariano Vázquez es periodista en Bolivia y conductor del programa 'Ojo con los medios'.
En su opinión, "el arribo de Clinton o Trump a la Casa Blanca no modificaría la relación distante que hoy tiene Washington con América Latina. Ambos candidatos acentuarán su posición hostil con Medio Oriente con la excusa de la lucha contra el terrorismo. Y solo mirarán a la región en caso de necesidad. En el caso de Bolivia, la relación se enfriará aún más y la relación entre ambos países continuará; mientras Evo Morales y el MAS estén en el Gobierno no habrá restablecimiento de embajadores, hecho que data desde 2008".

¿Se puede escoger?

Marcelo Colussi, psicólogo y analista político. Guatemala.
"En realidad ninguno es solución para los latinoamericanos, pero al menos Hillary Clinton es menos mala que Donald Trump. Este último es un fascista en todo sentido de la palabra, un reaccionario de lo peor, racista, machista, homofóbico, abiertamente representante del discurso más conservador y reaccionario. Clinton, al menos, se presenta con más tacto, menos troglodita. En esencia ninguno de los dos puede traer cambios reales en cuanto al trato del imperio con su patio trasero. Solo agrego que Hillary parece menos visceral. Diría que con ella puede existir la ilusión de un mejor trato. Con Trump, ni siquiera eso".
Atilio Borón, investigador de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
"Creo que ninguno de los dos sería más conveniente. Tal vez podríamos especular sobre quien sería menos malo. En tal caso creo que entre estas dos malas personas, inmorales y corruptas, tal vez la menos dañina podría ser Hillary, pero nada más que eso. Ella y Trump representan, con ligeros matices, lo mismo: la dictadura legal del gran capital en Estados Unidos. Trump es más impredecible y su compañero de fórmula es impresentable. Hillary es más predecible, pero su récord en la Administración es terrible. Es una 'lobbista' de Wall Street, del complejo militar-industrial y del Estado de Israel. América Latina no puede esperar nada bueno de ningún Gobierno de Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia de más de dos siglos".
Mike BlakeReuters

Los recursos

Arlenin Aguilón, comunicador social y analista del discurso en Venezuela.
"Para ser sincero no veo diferencias de fondo en ellos. Solo se diferencian por algunos matices de género y porque una es menos bulliciosa que el otro. En EE.UU. el poder no lo tienen los presidentes. Por encima de ellos están los verdaderos poderes fácticos vinculados, por citar un ejemplo, a la industria militar. La relación con América Latina sería exactamente la misma que vemos hoy, sea cual fuese el próximo o la próxima presidenta. Washington mantendrá su política guerrerista pujando por apoderarse de nuestros recursos energéticos. Consumen más de 20 millones de barriles de petróleo por día. Y  ellos saben, por ejemplo, que los países miembros del Mercosur reúnen  más de 300.000 millones de barriles de petróleo certificado y además de inmensas reservas de gas".

Dos caras, una moneda

Juan Alberto Sánchez Marín, periodista, analista de temas internacionales, Colombia.
"La historia enseña que la política exterior estadounidense con respecto a América Latina, y, en particular, hacia Colombia, ha sido prácticamente invariable. A primera vista podría parecer que la señora Clinton le daría continuidad a las políticas de Obama, con todo lo poco de bueno y lo mucho de malo que han tenido para la región, y que para Colombia podrían ser provechosas para el apoyo a los acuerdos de paz que este país adelanta entre el Gobierno y las FARC. Sin embargo, también basta una sola mirada para ver todo lo funesta que ha sido la participación de Hillary Clinton en el estado de cosas mundial".
Explica Sánchez Marín que la "invasión a Irak, la invasión a Libia, el apoyo al régimen de terror de Israel, golpe de Estado en Honduras, desestabilización política de Venezuela, apoyo irrestricto al Plan Colombia y la mascarada que representó, intentonas golpistas en Bolivia y Ecuador... en fin, la lista es larga y afecta a casi todos los países latinoamericanos".
Mientras que "Donald Trump, por su parte, representa todo el odio y el racismo que llevan, a veces agazapado, a veces declarado, ciertos sectores de los poderes políticos y económicos de los Estados Unidos".
Se trata, sencillamente, "de un cambio de estrategia, donde no está en mente algo bueno para los pueblos, sino algo conveniente para los afanes económicos, geopolíticos y geoestratégicos estadounidenses. Y en ese aspecto, tanto Clinton como Trump son dos esquinas de similares  ópticas e intereses", opina.

El rey de las deudas busca la presidencia


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Durante una larga entrevista en la CNBC la semana antepasada, Donald Trump, que acababa de convertirse en el candidato republicano, llegó tan cerca del límite como nunca cualquier gran aspirante presidencial  lo había hecho al decir que decir que Estados Unidos no es capaz de pagar sus deudas en su totalidad, y que nuestro camino para la recuperación económica podría implicar un poco de dolor para nuestros acreedores. Este momento de candor le hizo ganarse a Trump ser  condenado casi tan severamente como lo fue anteriormente por su sugerencia de prohibir a los musulmanes entrar en los Estados Unidos.



Para muchos, la idea de que las obligaciones de la deuda de Estados Unidos involucran incluso los más mínimos riesgos para los inversionistas eran al tiempo el culmen de la ingenuidad financiera y el epítome de la imprudencia política. La presión era de hecho tan grande que Donald, que se ha negado a participar, incluso en los retiros estratégicos más sensibles, apareció en la CNN el lunes pasado para “aclarar” sus observaciones anteriores. Sin embargo, se encendió otra tormenta de fuego cuando inadvertidamente dejó escapar otra verdad tácita al mencionar que Estados Unidos siempre puede imprimir todo el dinero que necesite para “reparar” su deuda. Al parecer, la única posición aceptable para afrontar este tema es negar por completo la realidad.
A pesar de su imagen pública como director de feria, publicista, y constructor de deslumbrantes torres de oro, Donald Trump debe su éxito del negocio a su capacidad de caminar en una habitación llena de gente a la que le debe dinero y, a través del uso de amenazas, salvajadas, y negociaciones duras, para convencerlos de aceptar menos de lo que debe. Una y otra vez él ha usado los errores de los préstamos antes de la competencia “como una palanca para conseguir lo que quiere. Por eso se ha dicho en repetidas ocasiones que él es “el rey de la deuda.” Evidentemente pensó que esta experiencia privada y el sentido común podría ayudar en la arena contra de la intuición de la deuda pública.
Antes de que Trump  nos de su “aclaración”, Jordan Weissmann del sitio de noticias en línea Slate declaró el caso sucintamente: “Cuando un país imprime su propia moneda, los mercados no suelen preocuparse de que a ellos les falte el dinero, y por lo tanto están dispuestos a prestar libremente. … El hecho de que EE.UU. controle su propia moneda le da la flexibilidad cuando se trata de la deuda. Si no fuera por esta farsa, el techo de la deuda autoimpuesto, defecto que rara vez o nunca, será algo que se discutió con la gente en serio”. (05/09/16)
Me parece que Slate estaba argumentándose en que Trump realmente no entiende que nosotros imprimimos nuestro propio dinero a voluntad. Puede haber una gran cantidad de cosas de las que Trump no es consciente, pero sabe claramente de dónde nuestro dinero viene. La diferencia entre Trump y sus críticos es que él debe creer que hay un costo para imprimir demasiado dinero. Los economistas modernos no parecen comprender este concepto básico.
New York Times Paul Krugman fue aún más lejos. A pesar del hecho de que él ha argumentado que la Reserva Federal debería imprimir una fuente ilimitada de dólares para mantener a flote la economía, cree que los billetes verdes a sí mismos seguirán siendo valioso y codiciados para siempre, siempre y cuando demagogos irresponsables como Trump no estropeen la fiesta. En su columna del 9 de mayo, titulada “La formación de un ignorante” (que respondió específicamente a la entrevista de CNBC de Trump), Krugman dijo que la sugerencia por defecto de Trump “, entre otras cosas, privar a la economía mundial de su activo seguro más crucial, la deuda de EE.UU., en un momento cuando los activos seguros ya son escasos”.
Ese mismo día, durante una entrevista con Jake Tapper en el conductor de la CNN, el economista conservador Douglas Holtz-Eakin, ex director de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), advirtió que si Trump, como presidente, ordena a la Reserva Federal imprimir dinero para comprar deuda, sería “romper la independencia de la Fed” y socavar un sistema de la Reserva Federal que “ha sido la base de nuestro éxito económico.”. Me gustaría preguntarle al Sr. Holtz-Eakin ¿qué exactamente él cree que ocurrió con la facilitación cuantitativa o giro operativo, con los programas multimillonarios en dólares en los que la Fed ha comprado miles de millones de bonos del gobierno de Estados Unidos? ¿Está de acuerdo con eso, simplemente porque no había orden ejecutiva que la obligue? ¿Será que él espera que durante la próxima recesión económica puede una Fed “independiente” pudiera negarse a comprar la deuda pública, entonces obligando a que el gobierno haga recortes presupuestarios impopulares, como aumentar los impuestos, o algo por el  estilo? ¿En qué planeta vive él? Tal vez sea la tierra en un universo paralelo en el que la Fed es en realidad la “base de nuestro éxito económico”, en lugar de limitarse a un soplador de burbujas perpetuas. Cualquier éxito que hemos logrado después de la fundación de la Reserva Federal en 1913 ha sido a pesar de la Fed, no gracias a él.
Al menos algunos de los innumerables artículos que han aparecido sobre las ideas Trump sobre la deuda han admitido a regañadientes que hay una desventaja potencial con la impresión de dinero como la única solución para la gestión de la deuda, ya que podría provocar inflación que pasa de la “buena” relación de 2-4% de la “malos” relación de 5% o más. Además de las dificultades que esto podría crear para los consumidores, especialmente en el extremo inferior del espectro económico, también admiten que el aumento de la inflación podría constituir un “corte de pelo” para los propios tenedores de bonos, ya que serán pagados con dólares de menor valor que los que se prestaban. En otras palabras, los valores predeterminados parciales son posibles a través de por encima de las negociaciones de mesa (tales como los que Trump hace alusión) o el canal de puerta trasera de la inflación. Pero casi todo el mundo está de acuerdo en que las pérdidas encubiertas a través de una inflación más alta es un mejor escenario que la crisis financiera global que ellos creen que resultaría de una reestructuración de la deuda EE.UU. abierta. O como Krugman argumenta en su artículo “ignorante”, “Uno no sugiere casualmente tirar la reputación cuidadosamente cultivada de los Estados Unidos como el deudor más escrupuloso del mundo…”. En el mundo de Krugman, “escrúpulos” debe significar no admitir la verdad.
Creo lo contrario. En vista del fracaso demostrado en las políticas alimentadas por la deuda de generar crecimiento real y el pantano monetario que nos va a tragar con tanta seguridad como el que ha tragado Japón, un default parcial de la deuda permitiría a los Estados Unidos para lidiar honestamente con los errores del pasado, romper el ciclo de la deuda infinita, y sentar las bases para una recuperación económica real. Así como las empresas pueden ser resucitados a través del proceso de quiebra, también puede hacerlo una nación. Por supuesto, esto implicaría una gran cantidad de dolor a corto plazo, tanto para los acreedores y los ciudadanos. Sin embargo, romper una adicción nunca es fácil. Somos adictos a los préstamos, y nuestros acreedores son adictos a pretender que podemos repararlo totalmente. Todos estaríamos mejor si dispersáramos esa ilusión.
Sin embargo, Trump obviamente se salió fuera de los carriles, incluso en mi libro, cuando el sugirió que Estados Unidos podría volver a comprar nuestra deuda con un descuento si las tasas de interés fueran altas. En ese punto él se hundió en pura fantasía.
En su carrera corporativa, Trump está bien familiarizado con la técnica de comprar a los acreedores a un descuento. Si, por ejemplo, un prestamista compra un bono corporativo de 10 años a una tasa de 3% de una compañía cuando las tasas de interés son relativamente bajas. Si las tasas de interés subieran generalmente, el tenedor de bonos no podria ser feliz con tal posición si sabía que podía comprar un bono de 6% a 10 años de una empresa similar. En ese punto, el tenedor de bonos puede ser feliz para revender su vínculo de 3% al emisor con un descuento, sólo para poder liberar efectivo para conseguir esas tasas más altas. Del mismo modo, la empresa puede beneficiarse de la simplificación de su balance y de retirarse de la deuda pendiente.
Pero este escenario requiere dinero fresco para hacer las compras. Las empresas pueden reducir las ganancias para encontrar el dinero en efectivo, o tomar una infusión de nuevos inversores. Sin embargo, Estados Unidos no tiene esencialmente las reservas de la que extraer dinero; ya tenemos la deuda de casi $ 20 billones de dólares y, a partir de ahora, vamos a tener déficits masivos todos los años en el futuro previsible. La única forma de poder conseguir el dinero para retirar deuda vieja es la emisión de una nueva deuda. Pero puesto que tal escenario podría, por definición, llevarnos a un entorno de intereses más altos y no habría ningún beneficio.
Por supuesto, Trump también pasa por alto el hecho de que una gran parte de la deuda del Tesoro en poder del público es a corto plazo. No habría necesidad de que los tenedores de deuda a corto plazo vendan con un gran descuento cuando sólo se pueden mantener hasta su vencimiento y, en teoría, ser reembolsado en su totalidad. Gracias a la QE  y la Operación Twist, la parte del león de los activos de la Fed son títulos de más largo plazo. Pero incluso si Trump podría aumentar los impuestos o recortar el gasto para generar los fondos necesarios para volver a comprar bonos del Tesoro en poder de la Fed con un descuento, las pérdidas de la Fed se facturan al Tesoro para el reembolso. Entonces, ¿qué ganamos con nuestra mano derecha entregándolo todo a nuestra izquierda?
Pero la mayor inadvertencia de Trump es que cuando las tasas de interés suben, lo cual sería el único entorno en el Tesoro podría negociar un descuento, el déficit presupuestario de EE.UU. ya estaría en alza. Esto es así porque no sólo un aumento en las tasas podría ayudar a empujar la economía a una recesión, si no estábamos ya en una, pero todos los que están involucrados en las deudas de bajo rendimiento a corto plazo se verán encontrados en un entorno de mayor velocidad. Así que con el costo de rodar sobre nuestras deudas existentes en alza, que requieran aumentos de impuestos, recortes de gastos o préstamos adicionales a tasas de intereses más altas, ¿dónde estaríamos posiblemente con el dinero extra para pagarle lo principal, aunque pudiéramos hacerlo con un descuento?
Pero incluso con estas reflexiones inconsistentes, Trump reconoció un toque de realismo que otros políticos no pueden. Dijo que la economía de EE.UU. sigue siendo extremadamente dependiente de ultra-bajas tasas de interés, y que incluso un aumento del 1% en las tasas podría hacer que nuestra situación presupuestaria sea insostenible. Pero las ideas políticas de Trump en la expansión de los militares y apuntalar la seguridad social, teniendo un mejor cuidado de nuestros veteranos, la construcción de muros, redondeando hacia arriba y deportar a los ilegales, y la sustitución de Obamacare con algún programa todavía no definido, requerirán aún más endeudamiento. Para cuadrar ese círculo presupuestario, Trump reconocido que hay que empujar hacia abajo el valor del dólar.
En la entrevista de CNBC, dijo que un dólar fuerte suena bien “sobre el papel”, pero que una moneda débil ofrece beneficios mucho mayores. De hecho, él acredita monedas débiles como el arma principal utilizada por China para diseñar su propio éxito. Quiere hacer lo mismo para los Estados Unidos. Por supuesto, el talón de Aquiles de un plan de este tipo es que un dólar significativamente más débil está obligado a marcar el comienzo de una ola de inflación que podría rivalizar, o incluso superar, la década de 1970. Si Trump está dispuesto a dejar que el dólar caiga abruptamente, en especial los pobres podrían sufrir como la compra de energía se evapora y aumentan las tasas de pobreza.
Pero en base a las opiniones de los economistas, ese es exactamente el camino de la política para la cual debemos prepararnos. La inflación y la debilidad del dólar son las únicas soluciones que se pueden imaginar para “resolver” los problemas, y eso es exactamente lo que vamos a conseguir. Buen intento Donald, pero a partir de ahora es posible solo siga hablándole a la pared.