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Wednesday, October 5, 2016

México: Crear riqueza (III) – por Isaac Katz

México: Crear riqueza (III) – por Isaac Katz

IsaacKatz
En los dos artículos anteriores he argumentado que el arreglo institucional, particularmente el que se refiere a las reglas formales del juego, es decir aquellas plasmadas en el marco legal, no están alineadas con el objetivo de crear y acumular riqueza y, por lo mismo, no están tampoco alineadas con el objetivo de una mayor tasa de crecimiento económico.
Tenemos en nuestro país un absurdo del derecho positivo. Solamente a nivel federal existen, incluida la Constitución, 297 leyes y códigos. A estos hay que agregar cientos de leyes estatales, miles de reglamentos y otras miles de disposiciones gubernamentales.



Es tal la maraña legal, no sólo por el número de leyes y regulaciones, sino más aún su contenido y cumplimiento, que es lo que deriva en que las reglas formales del juego inhíben la acumulación de riqueza y el crecimiento. México es un país de leyes, pero uno muy alejado de un íntegro Estado de Derecho. Son cuatro los elementos que es necesario se cumplan para que exista un Estado de Derecho consistente con la creación y acumulación de riqueza.
Primero, es la definición de los derechos de propiedad, los que se entienden como la asignación exclusiva que se hace a un individuo de un recurso, incluido su propio cuerpo, para que éste decida libremente su utilización, con la única restricción de que en el ejercicio de esta libertad no se atenté en contra de los derechos de terceros. El derecho más importante es a la vida misma y, por extensión, los individuos tienen un derecho natural a poseer bienes.
En México todos los recursos son propiedad de la nación, por lo que la propiedad privada es un derecho derivado, no uno natural. Por ejemplo, usted es dueño de los ladrillos y todo lo que haya dentro de su hogar, pero no es, estrictamente hablando, dueño de la tierra en donde se asienta su casa, propiedad que puede revertirse a la nación mediante un acto de expropiación. En esencia, los derechos privados de propiedad están deficientemente definidos y el riesgo expropiatorio es elevado, lo que inhibe la acumulación de riqueza.
Segundo, es el derecho a la libre utilización de un recurso, respetando siempre los derechos de terceros. En México existen innumerables barreras regulatorias a la creación de empresas y a la movilidad sectorial de capitales y, por otra parte, la impunidad en la comisión de delitos es alucinante, la cual llega a 97 por ciento.
Una de las principales causas de la baja tasa de inversión es la inseguridad que prevalece en el país. El gobierno simplemente abdicó del monopolio legítimo en el uso de la violencia, aunado a la ineptitud y corrupción de policías, ministerios públicos y jueces.
Tercero, es la libertad para la transferencia del derecho de propiedad de un recurso mediante transacciones enteramente voluntarias. Esto requiere, como condición sine qua non, que los mercados operen en un contexto de competencia.
En México prevalecen significativas prácticas monopólicas que limitan esta libertad, además de que aún persisten significativas barreras al comercio Internacional, así como restricciones regulatorias internas que inhiben el ejercicio de esta libertad. Las nuevas leyes de competencia, telecomunicaciones y energética sin duda fortalecerán esta libertad.
Por último, los tres anteriores derechos pueden validarse ante un poder judicial que tiene que ser independiente, imparcial, eficiente y expedito, uno que garantice los derechos de propiedad y el cumplimiento de contratos, tema del siguiente artículo.

México: Crear riqueza (II) – por Isaac Katz

México: Crear riqueza (II) – por Isaac Katz

IsaacKatz
Como señalé en el artículo de la semana pasada, el mediocre desempeño que ha tenido la economía mexicana en los últimos treinta años, con una tasa de crecimiento promedio del PIB por habitante prácticamente nula, se explica porque los incentivos que se derivan del arreglo institucional, particularmente de las reglas formales del juego (el marco legal y regulatorio) no están alineados con el objetivo de acumulación de riqueza y, en consecuencia, tampoco con el objetivo de un mayor crecimiento.



Hay seis grandes tipos de riqueza: a) planta, maquinaria, equipo, tierra y bosques; b) infraestructura; c) recursos minerales; d) riqueza financiera; e) capital humano; y, f) bienes inmuebles y muebles que constituyen como tal los hogares. Los cinco primeros tienen un uso productivo que generan directamente un ingreso y valor agregado (el PIB) mientras el sexto genera un ingreso imputado medido como el valor de los servicios que proveen los bienes duraderos a los integrantes de las familias.
Para que la economía crezca se requiere, por una parte, incrementar este acervo de riqueza a través de la inversión y por otra, más importante aún, aumentar la productividad de los factores de la producción derivada principalmente del cambio tecnológico (por ejemplo, de nada sirve dotar a un trabajador de dos martillos ya que ello no aumentará su productividad para poner un clavo en la pared; mejor un martillo neumático que sustituya al tradicional), así como generar suficientes economías a escala en los procesos de producción. El grave problema que tenemos en México es todo ese conjunto de leyes y reglamentos que inhiben la inversión, el cambio tecnológico y el crecimiento de las unidades productivas, derivan en una inversión ineficiente en infraestructura y en una muy baja tasa de acumulación de capital humano y peor aún, en una muy baja calidad del mismo. El gobierno, en lugar de ser un promotor del crecimiento es, en muchas ocasiones, un estorbo.
El principio del cual tenemos que partir es que los recursos son escasos y tienen múltiples usos que compiten entre sí. Desde un punto de vista productivo, el poseedor de un recurso tenderá a asignar éste, dadas las restricciones institucionales, hacia aquél uso en el cual el rendimiento esperado sea el mayor posible, dado que la maximización del mismo es lo que se espera se traduzca en el mayor flujo de ingreso posible que destinará al gasto dentro del hogar para la adquisición de bienes de consumo, duraderos y no duraderos, así como los recursos destinados a la inversión en capital humano, suyo, del cónyuge y del hijos (educación y salud) y ahorro para ser consumido en el futuro. Si las restricciones institucionales, particularmente las legales, impiden o, en el mejor de los casos inhiben la asignación de los recursos productivos escasos hacia su utilización más productiva, no solamente se estará imponiendo una barrera a la acumulación de riqueza y al crecimiento, una que impide la maximización del bienestar familiar, sino también la del bienestar social.
Un rápido vistazo a algunas cifras nos permiten afirmar que la economía mexicana no tiene el arreglo institucional eficiente: de casi cuatro millones de unidades productivas, sólo hay 839 mil patrones registrados en el IMSS, casi el 60% de la PEA labora en la informalidad, después de décadas de destinar una enorme cantidad de recursos a la educación la escolaridad media de la población mayor de 15 años es de sólo 8.6 años, la IED representa sólo 2% del PIB, casi la mitad de la población vive en condiciones de pobreza, etcétera.

México: Crear riqueza (I) – por Isaac Katz

México: Crear riqueza (I) – por Isaac Katz

IsaacKatz

El objetivo de la política económica es generar los incentivos para que cada individuo, cada unidad familiar, la economía en su conjunto, sean cada vez más ricos. Es a partir del acervo de riqueza que se genera el ingreso que permite a cada unidad familiar contar con los recursos para adquirir aquellos bienes y servicios que, consumidos dentro del hogar, lleva a maximizar el bienestar de sus miembros, de forma tal que entre mayor es el acervo de riqueza, mayor es el ingreso.



Para ponerlo de manera simple, hay seis grandes tipos de riqueza, cinco de ellos con una capacidad propia de generar ingreso al ser utilizados en la producción. El primero es el acervo de planta, maquinaria y equipo (tierra incluida) que utilizados para la producción de bienes y servicios generan un flujo de ingreso, mismo que se lo apropian directamente los poseedores de estos recursos. El incremento de este tipo de riqueza se deriva de la inversión física, incluidas las mejoras de la infraestructura de la tierra agrícola.
El segundo tipo es toda la infraestructura con la que cuenta la economía en su conjunto como son las vías de comunicación, aeropuertos, puertos, infraestructura para la generación y transmisión de electricidad, refinerías, etcétera. Este tipo de capital es el que permite que la economía en su conjunto funcione y, directa e indirectamente, genera un flujo de ingresos.
El tercer tipo de riqueza es lo que se encuentra en el subsuelo y que es sujetó de ser explotado, tales como hidrocarburos y minerales metálicos y no metálicos. Su explotación y venta, descontando los costos de producción, se contabiliza como una renta de la cual se la apropian los poseedores de los mismos. En el caso particular de México, la renta de los hidrocarburos le pertenece a la Nación, mientras que la que se deriva de la explotación minera se la apropian aquellos que tienen la correspondiente concesión.
El cuarto es la riqueza financiera de las familias que les genera un flujo de ingreso por los intereses obtenidos pero más aún, son recursos que intermediados a través del sistema financiero permiten el financiamiento de la inversión que lleva a una acumulación del capital físico de las empresas así como la acumulación de bienes de consumo duradero por parte de las familias.
El quinto tipo es el acervo de capital humano que tiene cada uno de los individuos y que tiene un uso productivo. Este acervo está conformado por las habilidades con las que nace cada individuo más la acumulación de conocimientos adquiridos durante su paso por el sistema escolar y el entrenamiento en el trabajo. El ingreso derivado de este capital, que normalmente toma la forma de salarios se lo apropian los trabajadores y, entre mayor sea el acervo, mayor tenderá a ser el ingreso.
Finalmente, el sexto tipo de riqueza es el conjunto de bienes que constituyen como tal el hogar: el terreno, el inmueble y todos los bienes muebles dentro del hogar. Este tipo de  riqueza, que no se aplica a la producción de bienes, genera sin embargo un ingreso imputado medido como el valor de los servicios que producen estos bienes duraderos y que satisfacen las necesidades últimas de las familias.
El desempeño económico de México ha sido mediocre porque los incentivos derivados del arreglo institucional no están alineados con el objetivo de acumulación de riqueza y por lo mismo con el de crecimiento económico. En los siguientes artículos profundizaré al respecto.

Tuesday, October 4, 2016

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ El desafío de crear riqueza

 


Buena parte de la literatura económica, erróneamente, pone demasiado énfasis en investigar la pobreza y la indigencia en vez de cómo salir de ella.
En estas latitudes la discusión sigue mal encaminada. La pobreza ocupa el centro de la escena y todo el debate gira en torno a encontrar mecanismos óptimos que permitan amortiguar parcialmente su impacto cotidiano.

Esa mirada de corto plazo, impide dedicarse a lo esencial, a resolver los verdaderos problemas de fondo. Hay que concentrarse en lo que realmente cambiará el rumbo y convertirá a esta sociedad pobre en una más rica.


No existen dudas, a estas alturas, que el componente político juega un rol negativo. Las urgencias electorales, la necesidad de triunfar en los próximos comicios, obligan a conseguir mejoras notorias en los indicadores, desviando demasiado los esfuerzos e invitando a equivocar el trayecto.

Cuando la coyuntura es la que manda, no sirven las soluciones reales porque los tiempos ya no alcanzan. Es importante comprender que ninguna nación sale de la pobreza rápidamente. Se trata de un proceso prolongado, complejo, secuencial, evolutivo, de transformaciones escalonadas, con hitos intermedios, plagados de buenas señales y esperables tropiezos.

El lenguaje condiciona las decisiones políticas. En esta parte del mundo se habla de pobreza, se observa y se analizan sus profundas causas, su funcionamiento y dinámica, haciendo descripciones sofisticadas y tratando de encontrar explicaciones a cada aspecto de este fenómeno sociológico.

Como lo sostiene Armando de la Torre, la pobreza no tiene una explicación, porque el ser humano nace pobre. Es esa, en realidad, su condición natural y no otra. Lo que merece ser estudiado detenidamente es el proceso de generación de riqueza, ese que permite que una sociedad sea más productiva y disfrute finalmente de mejores condiciones de vida.

Buena parte de la literatura económica de estos países pone demasiado énfasis en investigar la pobreza y la indigencia, mientras otros ya han puesto todas sus energías en reflexionar acerca de como se crea la riqueza, como se multiplican las oportunidades y se logra el ansiado progreso.

Cuando las sociedades consiguen despegar, cuando inician su círculo virtuoso, en ese recorrido en el que cada vez viven más y mejor, los estímulos están orientados hacia la inversión y la acumulación de capital. Siempre conviene allí producir y no existen incentivos para la holgazanería. Es por eso que esas naciones prosperan y su gente invariablemente se desarrolla en todos los planos.

Pese al falaz e hipócrita discurso de la izquierda populista, de ese socialismo cínico que oculta la realidad porque no le resulta funcional a sus intereses, los países que torcieron la inercia de la pobreza, muestran recetas absolutamente indiscutibles opuestas a sus retorcidos consejos.

Cada uno de ellos lo hizo como pudo, con sus aciertos y errores, pero existe una matriz general de políticas públicas que muestra incuestionables similitudes y que no debe ser ignorada por la ceguera ideológica de muchos que no validan estas cuestiones que han sido empíricamente demostradas.

La vigencia del Estado de derecho con reglas de juego económicas estables, un entorno amigable con el ingreso de inversiones externas en un clima de negocios positivo, carga tributaria moderada y legislación laboral inteligente, apertura económica para comerciar con el mundo y una moneda respetable, son ingredientes que no faltaron en ninguno de estos modelos.

Los que sostienen lo contrario, no pueden exhibir números y hechos concretos que muestren la victoria de las políticas que tanto sugieren. Ellos insisten con su visión y creen que el mundo se someterá a sus infames propuestas, solo porque las recitan con alegatos grandilocuentes.

Claro que tienen múltiples discursos para cuando las cosas no salgan como pretenden. Serán los perversos empresarios locales, los intereses del imperialismo y las corporaciones multinacionales las culpables de esos fracasos. Nunca asumirán que sus políticas no funcionan en ningún lugar.

Es una pena que buena parte de la sociedad siga creyendo que la pobreza se combate con subsidios, asistencialismo y programas de apoyo a los más débiles. Los paliativos solo pueden admitirse en situaciones extremas, frente a catástrofes naturales y durante un lapso muy breve como para cubrir ciertas urgencias, pero ese esquema es insostenible en el tiempo.

Habrá que decir que casi toda la clase política doméstica desconfía de los rumbos que el mundo ha elegido exitosamente y que han demostrado su aplastante eficacia a la hora de promover la anhelada prosperidad.

Esos dirigentes no lo hacen por necedad, sino que se sienten mucho más cómodos explicitando su supuesta sensibilidad social con el reparto indiscriminado del dinero ajeno, esos recursos que desde los gobiernos, previamente les han quitado a los que se lo han ganado genuinamente.

No existen atajos para salir de la pobreza. El sendero a recorrer es una obviedad. Se aplicarán algunas políticas antes y otras después, se podrá ir más rápido o más despacio, pero el paisaje tendrá rasgos evidentes que no son precisamente estos que se han elegido en las últimas décadas.

Cuando se abandone la infantil idea de poner parches eternamente, de salir del paso con alquimias económicas, de manipular estadísticas para construir realidades inexistentes, posiblemente se tenga una chance de encaminar las decisiones adecuadas y celebrar luego esas determinaciones correctas.

Mientras tanto la sociedad seguirá girando en círculos, negando las exitosas experiencias que el mundo ofrece, inclusive en el mismo continente, solo porque no encajan en su modo de concebir el mundo, sin comprender que la pobreza seguirá siendo moneda corriente hasta que la comunidad tome, con convicción, la decisión de emprender el desafío de crear riqueza.

Friday, July 8, 2016

Las mentiras del PIB argentino

Juan Ramón Rallo señala que según las cifras más recientes publicadas por el INDEC, Argentina es un 24% más pobre de lo que creíamos.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Los Kirchner gobernaron Argentina entre 2003 y 2015, un período que estuvo caracterizado por los peores rasgos del peronismo: populismo, clientelismo, inflacionismo, intervencionismo y parasitismo. Uno de los casos más sonados de degeneración institucional se produjo a comienzos de 2007, cuando el gobierno utilizó los cuerpos policiales para tomar el control del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y relevar a los encargados de calcular la inflación. La autonomía del INDEC frente al dirigismo político se vio totalmente socavada desde entonces, de modo que las estadísticas oficiales perdieron cualquier credibilidad de manera irremisible.



Las razones de este salvaje intrusismo político no son difíciles de comprender: incluso creyéndonos los datos del INDEC gubernamental, los precios se multiplicaron por cinco desde finales de 2006 a finales de 2015… una media del 19% anual. La inflación es un robo del gobernante sobre el ciudadano inocente, pues le arrebata parte del poder adquisitivo de sus ingresos sin que se haya aprobado oficialmente ninguna subida de impuestos. Lógico, pues, que la cleptocracia kirchnerista quisiera ocultar estadísticamente el desastre inflacionista que estaba perpetrando con el propósito de multiplicar el tamaño del Estado a costa de pauperizar a los argentinos.
Pero la magnitud de la mentira peronista no termina en haber enmascarado la inflación. Al cabo, no es posible manipular estadísticamente la evolución de los precios sin, a su vez, afectar a las cifras del PIB. Y es que el PIB es el valor de mercado de los bienes y servicios producidos en un año dentro del país, de manera que la elección de una cifra de inflación u otra juega un papel esencial en su determinación. Por ejemplo, si el valor de mercado de los bienes y servicios fabricados dentro de un país pasa de 100 a 150, diremos que el PIB nominal ha crecido un 50%: si suponemos que en ese período la inflación ha sido del 10%, el crecimiento económico real del PIB habrá sido del 40%; si, en cambio, calculamos que la inflación ha alcanzado el 30%, entonces el crecimiento económico real habrá sido sólo del 20%.
Pues bien, la semana pasada, el INDEC argentino publicó su nueva estimación del PIB desde 2004 y los resultados son desoladores: a día de hoy, la economía argentina es un 24% más pobre de lo que creíamos. La razón principal detrás de este corrección es que el país creció 18 puntos menos de lo manifestado por los Kirchner entre 2004 y 2014: es decir, que la recuperación económica posterior al colapso de 2001 fue bastante menos intensa de lo que se nos transmitió durante años. Especialmente significativo es el desfase que se da entre el crecimiento real y el oficial en el período 2011-2014, esto es, durante la segunda y terrible legislatura de Cristina Fernández de Kirchner: mientras que el INDEC politizado había publicado un crecimiento débil pero positivo del 4,2% durante estos años, la realidad fue que la economía se contrajo un 1,5%. Lejos de expandirse, la Argentina de Kirchner y Kicillof llevaba cuatro años en un estancamiento recesivo.
En suma, la recuperación argentina fue mucho más débil de lo que nos contaron, sobre todo a partir de 2011. Muchos de nuestros políticos quisieron convertir al país sudamericano en una referencia a seguir para España: por ejemplo, Alberto Garzón reivindicó las políticas peronistas posteriores a 2001 frente a la austeridad de la Troika, y el propio ministro de Economía argentino que contribuyó a amañar las cuentas del PIB, Axel Kicillof, estuvo el 26 de junio dando apoyo a Unidos Podemos. Pero no, el peronismo no ofrece ningún modelo económico acerca de cómo desarrollarnos: sólo constituye un modelo político de cómo robar a la población mediante la inflación y de cómo embaucarla sistemáticamente para mantenerla ciega ante ese expolio.

Thursday, June 23, 2016

Seguridad y autogobierno, Ron Paul

Seguridad y libertad
Artículo escrito por Ron Paul 
Los asesinatos sin sentido y terribles de la semana pasada en una sala de cine en Colorado recordó a los estadounidenses que la vida es frágil y hermosa, y no debemos tomar a la familia, amigos y seres queridos como algo para siempre. Nuestras oraciones están con las víctimas y las familias de los fallecidos. Como nación, debemos utilizar este terrible suceso para reunirnos con la determinación de crear una sociedad con unos valores de vida mejor.
También debemos hacer frente a la triste realidad de que el gobierno no nos puede proteger de todo daño posible. No importa cuántas leyes se hagan, no importa cuántos policías o agentes federales pongamos en las calles, no importa cuán a menudo controlemos Internet, una persona determinada o grupo aún puede causar un gran daño. Nosotros, como individuos somos responsables de nuestra seguridad y la seguridad de nuestras familias.



Por otra parte, es el papel de la sociedad civil y no gubernamental el construir una cultura de individuos responsables, pacíficos y productivos. El gobierno no puede imponer la moral o infundir esperanza en las personas con problemas. Los controles externos sobre nuestra conducta impuestos por el gobierno a través de leyes, policía y cárceles por lo general se aplican sólo después de un terrible crimen.
El autogobierno interno, por el contrario, es un regulador mucho más poderoso de la conducta humana que cualquier otra ley. Esta autonomía debe desarrollarse desde el nacimiento, en primer lugar por los padres, pero más tarde también a través de la influencia positiva de los familiares y los adultos. Más allá de la infancia, el desarrollo del carácter puede ocurrir a través de las instituciones religiosas, cívicas y sociales. En última instancia, el autogobierno no puede desarrollarse sin una base fundamental de la moralidad.
El gobierno, sin embargo, no es un agente moral. El Estado debe proteger nuestros derechos, pero no puede desarrollar nuestro carácter. Cada vez que se producen terribles crímenes, muchos estadounidenses es comprensible que exijan que el gobierno “hacer algo” para evitar hechos similares en el futuro. Pero este impulso reflexivo, casi siempre conduce a malas leyes y a la pérdida de la libertad.
¿Queremos realmente vivir en un mundo de controles policiales, cámaras de vigilancia y detectores de metales? ¿Realmente creen que el gobierno puede garantizar la seguridad total? ¿Queremos cometer involuntariamente todos los descontentos, de una persona perturbada, o alienada, que fantasea con la violencia? ¿O podemos aceptar que la libertad es más importante que la ilusión de seguridad proporcionada por el Estado?
La libertad no se define por la seguridad. La libertad se define por la capacidad de los ciudadanos a vivir sin la interferencia del gobierno. El gobierno no puede crear un mundo sin riesgos, ni de verdad queremos vivir en un lugar ficticio. Sólo una sociedad totalitaria, clamaría por una seguridad absoluta, como un ideal digno, ya que requeriría un control total del Estado sobre la vida de sus ciudadanos. La libertad tiene sentido sólo si seguimos creyendo en ella, cuando suceden cosas terribles y una falsa seguridad gubernamental nos atrae.

Wednesday, June 22, 2016

¿Qué es la inflación?

¿Qué es la inflación?

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Por Ricardo Manuel Rojas
En las últimas décadas, muchos políticos –y economistas que avalan académicamente sus discursos-, se han empeñado en sostener que la inflación es el aumento de los precios. Ello es muy conveniente, pues permite echarle la culpa a alguien más que al propio gobierno por sus nefastas consecuencias (por ejemplo a los comerciantes que “suben” los precios, a los “especuladores”, a las variaciones del comercio internacional, etc.).
Sin embargo, la teoría económica más ortodoxa ha explicado desde siempre que la inflación es el aumento en la cantidad de dinero circulante en relación con los bienes disponibles. El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación, al igual que la fiebre es una consecuencia de la infección. Son efectos, no causas; y el único ente capaz de generar inflación es el gobierno, al emitir moneda sin respaldo.


Pensando en esta distorsión del concepto, se me ocurrió consultar el diccionario de la Real Academia Española para ver cómo la define. Esto lo hice con cierto recelo ideológico, basado en el rechazo de que exista una autoridad política del lenguaje.
Ya en el siglo XVIII, los autores morales escoceses explicaban que las mayor parte de las instituciones sociales son el producto de una evolución espontánea que, si bien requiere de la participación humana, no son organizadas o diseñadas por ninguna autoridad o director. Adam Ferguson lo decía con estas palabras: “Las naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción humana, pero no la ejecución del designio humano”. Es bueno recordar que tanto Ferguson como Adam Smith ubicaban entre estas instituciones que crecían espontáneamente, al derecho, el mercado, la moneda y el lenguaje.
Por eso probablemente el idioma inglés no tiene, como el castellano, una autoridad que se arrogue el monopolio de determinar el significado de las palabras que las personas utilizan. Al igual que en el mercado, existe una “mano invisible” que termina consensuando el significado de los términos entre los distintos diccionarios, sin que medie imposición de autoridad alguna.
Consulté en la página web de la Real Academia Española cuál es el significado de la palabra “inflación” en su acepción económica en la actualidad, y me encontré con esta definición: “Econ. Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables para la economía de un país”.
Desalentado por esta diferencia entre la acepción “oficial” del término y su significado real, decidí consultar a la vigésima edición del mismo diccionario, del año 1984, y me encontré con que la Real Academia Española definía a la inflación de este modo hace veinte años: “Econ. Exceso de moneda circulante en relación con su cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”.
Advertí entonces que los conceptos vienen siendo cambiados por la autoridad del lenguaje, del mismo modo que ocurría con el decálogo de la “animalidad” en la granja o con la neo-lengua de 1984, descriptos por Orwell.
Esta decisión del “dictador de la lengua”, resulta curiosamente operativa para los dictadores de la moneda, del mercado y del derecho, para usar los ejemplos traídos por Ferguson hace más de dos siglos.
El nuevo concepto impuesto arbitrariamente justifica que los gobernantes, como “dictadores monetarios”, sigan emitiendo moneda sin pudor, desligando este proceso de sus consecuencias inflacionarias; permite echarle la culpa del aumento de los precios a los comerciantes y por lo tanto intervenir como “dictador del mercado”, imponiendo “precios sugeridos”, cerrando la exportación de productos, etc., y como “dictador de la ley”, amenazando con la cárcel a quienes no acaten sus regulaciones, como ocurre con la ley de Abastecimiento en Argentina.
El punto de partida de todo ello es torcerle el sentido a las palabras, distorsionar los conceptos, y de ese modo evitar una discusión razonable sobre la realidad.
Pero como decía Francis Bacon, “la realidad, para ser comandada, debe ser obedecida”. Distorsionarla, sólo puede conducir al caso general, incluso para quienes piensan que el engaño es una forma aceptable de gobierno.
La causa de la inflación seguirá siendo el aumento de la emisión monetaria, aunque filólogos y políticos pretendan disponer otra cosa.
El autor es Vicepresidente de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Buenos Aires.

Tuesday, June 21, 2016

No sólo tuvimos a los de la Escuela de Salamanca


Con la repetición de las elecciones a la vuelta de la esquina, y ya desde antes de que empezase oficialmente la campaña electoral, no puede uno sustraerse de las mil y una propuestas de los políticos de todo signo sobre lo que quieren hacer con nuestro país, y, especialmente, las mil y una medidas que van a aplicar para garantizar una vida mejor para todos. Las propuestas de todos ellos (salvando alguna honrosa excepción, por lo demás, minoritaria) concibe el problema económico como un simple problema de asignación de recursos “dados”, suponiendo, por tanto, un conocimiento de los fines y de los medios de los agentes, de forma que el problema económico queda reducido a un problema técnico de mera asignación, maximización u optimización, sometido a unas restricciones que se suponen también conocidas. De ahí que los políticos, que se creen más listos que nadie, estén convencidos de tener en su poder todas las recetas.



En el foro en el que aparece el presente artículo, todos estamos familiarizados con el papel esencial que la Escuela Austríaca de Economía le asigna a la “empresarialidad” dentro del proceso económico, concepto contrario al de la corriente mayoritaria de la que, por desgracia, beben nuestros políticos más “destacados”. Basta, para refrescar esas ideas, con acercarse a la obra de, entre otros, el flamante X Premio Juan de Mariana, Jesús Huerta de Soto.
Mi intención en este artículo es, precisamente, rescatar el pensamiento económico de un compatriota nuestro del siglo XVIII cuyas ideas sobre temas económicos entroncan directamente con los “economistas clásicos” y en cuyo seno se encuentran, claramente, ideas o intuiciones que después desarrollarán corrientes de pensamiento como la Escuela Austríaca, arriba citada. Un ejemplo es la idea que este autor español tenía del concepto de la “información” necesaria para el desarrollo económico, y que podemos relacionar, directamente, con lo que los austríacos denominan “empresarialidad”. Me refiero a Jovellanos, generalmente conocido por su obra literaria, pero de cuyos ensayos económicos poco saben los no especialistas, a pesar de que se trate de un pensamiento muy rico y en el que ya se perfilan muchas de las ideas que se desarrollarán más de un siglo después.
En efecto, en una de sus obras económicas esenciales, su “Informe de Ley Agraria” (1795), Jovellanos enumera, uno a uno, los “estorbos” económicos que él veía en la economía (eminentemente agraria) de su época, y las medidas que, a su juicio, se debían adoptar, en un planteamiento del que tanto deberían aprender nuestros políticos, y que tanto nos suenan a quienes comulgamos con la Escuela Austríaca. De entre ellos, uno de los principales es la idea de “empresarialidad” que subyace en su planteamiento, y la necesidad de fomentar una educación que ayude a desarrollar ese rasgo de los agentes económicos.
Para la Escuela Austríaca, y resumiendo mucho, se entiende por empresario  al sujeto que actúa para modificar las circunstancias del presente y conseguir sus propios y personales objetivos o fines, a través de los medios escasos que subjetivamente considera más adecuados, de acuerdo con un plan y desarrollando su acción en el tiempo. Pero para entender la naturaleza de dicha función empresarial es imprescindible tener presente el papel esencial que juega la información o conocimiento que posee el actor; una información que le sirve, en primer lugar, para percibir o darse cuenta de nuevos fines y medios, y que, por otra parte, modifica los esquemas mentales o de conocimiento que posee el propio sujeto. De esta forma, si el problema económico de la sociedad se concreta, principalmente, en la pronta adaptación a los cambios según las circunstancias particulares de tiempo y lugar -para poder alcanzar, cada vez, situaciones menos insatisfactoria para el individuo, de acuerdo con la evolución de sus fines y la distinta utilidad subjetiva que se les reconoce a los medios escasos disponibles-, las decisiones empresariales tendrán, en principio, más éxito si son ejecutadas por quienes están familiarizados con estas circunstancias, es decir, por quienes conocen de primera mano los cambios pertinentes y los recursos disponibles de inmediato para poder ser utilizados .
Vemos, por tanto, que se hace imprescindible un conocimiento subjetivo y práctico, centrado en las circunstancias subjetivas particulares de tiempo y espacio, y que verse, como decíamos, tanto sobre los fines que pretende el actor y que él cree que persiguen el resto de actores, como sobre los medios que el actor cree tener a su alcance para lograr los citados fines. Un conocimiento, por tanto, que no es teórico, sino práctico, y que, en consecuencia, es de carácter privativo y disperso, que no es algo “dado” que se encuentre disponible para todo el mundo, sino que se encuentra “diseminado” en la mente de todos y cada uno de los hombres y mujeres que actúan y que constituyen la humanidad.
Ese es, precisamente, y en esencia, el planteamiento de Jovellanos, que, ya en la segunda mitad del XVIII, critica de forma frontal el tipo de enseñanza de su época, señalando, además, los medios que, a su juicio, garantizarían una educación acorde con las necesidades económicas de los “propietarios” y campesinos. En ese planteamiento es donde subyace, de hecho, una idea de “empresarialidad” (término que, por supuesto, Jovellanos no utiliza) cuyos rasgos son muy similares -si bien, evidentemente, mucho menos desarrollados-, a los de los austríacos:
Jovellanos destaca, por ejemplo, la falta de reconocimiento y consideración con que se trata, en su época, a las ciencias exactas, físicas, naturales y experimentales, especialmente las aplicables a la mejora de las técnicas de cultivo:
Para que los institutos propuestos sean verdaderamente útiles convendrá formar unos buenos elementos, así de ciencias matemáticas como de ciencias físicas, y singularmente de éstas últimas; unos elementos que, al mismo tiempo, reúnan cuantas verdades y conocimientos puedan ser provechosos y aplicables a los usos de la vida civil y doméstica (…)
Dígnese, pues, V.A. de restaurarlas en su antigua estima; dígnese de promoverlas de nuevo, y la agricultura correrá a su perfección. Las ciencias exactas perfeccionarán sus instrumentos, sus máquinas, su economía y sus cálculos, y los abrirán además la puerta para entrar al estudio de la naturaleza (…). La historia natural, presentándole las producciones de todo el globo, le mostrará nuevas semillas, nuevos frutos, nuevas plantas y hierbas que cultivar y acomodar a él, y nuevos individuos del reino animal que domiciliar en su recinto. Con estos auxilios descubrirá nuevos modos de mezclar, abonar y preparar la tierra, y nuevos métodos de romperla y sazonarla. Los desmontes, los desagües, los riesgos, la conservación y el beneficio de los frutos, la construcción de trojes y bodegas, de molinos, de lagares y prensas, en una palabra, la inmensa variedad de artes subalternas y auxiliares del arte grande de la agricultura, fiadas ahora a prácticas absurdas y viciosas, se perfeccionarán a la luz de estos conocimientos, que no por otra causa se llaman útiles que por el gran provecho que puede sacar el hombre de su aplicación y socorro de sus necesidades.
En su opinión, dicho cambio de mentalidad no se podía esperar de la Universidad española, anquilosada y escolástica, ni debía orientarse hacia las disquisiciones puramente teóricas, sino hacia aplicaciones prácticas y a personas directamente dedicadas y/o interesadas en la agricultura (propietarios y campesinos principalmente):
Tampoco propondrá la Sociedad que se agregue esta especie de enseñanza al plan de nuestras universidades. Mientras sean lo que son y lo que han sido hasta aquí; mientras estén dominadas por el espíritu escolástico, jamás prevalecerán en ellas las ciencias experimentales (…) tantas cátedras, en fin, que sólo sirven para hacer que superabunden los capellanes, los frailes, los médicos, los letrados, los escribanos y sacristanes mientras escasean los arrieros, los marineros, los artesanos y los labradores, ¿no estaría mejor suprimirlas, y aplicada su dotación a esta enseñanza provechosa? (…) La agricultura no necesita discípulos adoctrinados en los bancos de las aulas, ni doctores que enseñen desde las cátedras, o asentados en derredor de una mesa. Necesita de hombres prácticos y pacientes, que sepan estercolar, arar, sembrar, coger, limpiar las mieses, conservar y beneficiar los frutos, cosas que distan demasiado del espíritu de las escuelas, y que no pueden ser enseñadas con el aparato científico.
Para ello recomendaba la creación, en ciudades y villas de importancia, de centros en los que pudiesen formarse los “propietarios” (sic), así como de una enseñanza primaria, para que los campesinos aprendan a “leer, escribir y contar”, a fin de que puedan “perfeccionar las facultades de su razón y de su alma” y percibir las sublimes verdades “sencillas y palpables de la física, que conducen a la perfección de sus artes”.
En opinión del patricio asturiano, tanto los propietarios como los campesinos y los párrocos debían disponer de publicaciones de fácil comprensión, elaboradas por las Sociedades de Amigos del País, que los formaran en técnicas de preparación de la tierra y siembra, así como en el uso de mejores y más modernos instrumentos de cultivo.
Como vemos, el planteamiento que Jovellanos desarrolla en la obra da una gran importancia al conocimiento, pero entendido en un sentido amplio, sin limitarlo a la mera información teórica, pero reconociéndole a la física, a las matemáticas y a las ciencias experimentales en general, su importancia; acentuando la necesidad de que se fije en la resolución de los problemas prácticos, pero sin olvidar los teóricos; reconociendo implícitamente que no es necesario que  se conozcan todas las circunstancias, todos los acontecimientos, todos los efectos, aunque sí unos mínimos; un conocimiento dirigido a las personas directamente relacionadas con el sector en el que se va a aplicar y, por supuesto, siempre  atento a las innovaciones y mejoras, permanentes y dispersas, que se van descubriendo (en otras zonas o por otras personas), a fin de poder incorporarlas inmediatamente al proceso productivo, en un proceso que se retroalimenta.
En definitiva, un conocimiento que tiene los mismos rasgos y las mismas características que destacan los autores de la Escuela Austriaca al hablar del conocimiento propio de la función empresarial, y que, si bien Jovellanos no lo refiere a la “empresa” como estructura creadora y aglutinadora, sí lo entiende como un “intangible”, que va más allá del mero conocimiento intelectual, en sentido estricto, y que incluye otras muchas habilidades del ser humano.

Saturday, June 18, 2016

Rusia se convierte en el mayor exportador de trigo del mundo

El aumento de las ventas ha sido posible gracias a un alto rendimiento de las cosechas y a la devaluación del rublo.
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Imagen ilustrativaTaras LitvinenkoSputnik
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Rusia se ha convertido en el líder mundial de la venta de trigo, informa el diario 'Védomosti' citando un informe del Ministerio de Agricultura de EE.UU. publicado el pasado 10 de junio. Las exportaciones rusas de este grano en esa fecha se estiman en 24,5 millones de toneladas, seguidas de Canadá (22,5 millones de toneladas) y EE.UU. (21,09 millones de toneladas).
Los datos del Ministerio de Agricultura de Rusia difieren de los anteriores y reflejan que en el intervalo comprendido entre el 1 de julio de 2015 y el 8 de junio de 2016, las exportaciones rusas aumentaron en un 12,3%, hasta los 33,04 millones de toneladas.



En los escasos días que quedan hasta el 30 de junio (el final del año agrícola), las tendencias no van a cambiar, por lo que se puede decir que Rusia ya es el líder mundial en exportación de trigo, afirma el director general del Instituto de Estudio del Mercado Agrario, Dmitri Rilko. Además, Rilko añade que Rusia se ha convertido en líder por primera vez en la historia moderna. Hace un año, Rusia ocupaba el tercer lugar, situándose por detrás de Canadá y EE.UU.
La razón principal del cambio se debe a una cosecha de trigo excepcional en el sur de país; concretamente, en la región de Krasnodar y Stávropol y la provincia de Rostov, que han pasado a aportar del 80% de las exportaciones al 85%. Asimismo, Rilko indica que las exportaciones se han vuelto más competitivas debido a la devaluación del rublo.
El trigo ruso tiene demanda de más de 130 países y los mayores consumidores son Egipto, Turquía e Irán, afirma el presidente de la Unión Rusa de Granos, Arkadi Zlochevski.

Contra los impuestos

SANTIAGO NAVAJAS


La polémica sobre la filtración de los “papeles de Pánama” se ha centrado en si hay que prohibir los denominados “paraísos” o “refugios” fiscales. Pero podríamos poner el foco en otra variante de la ecuación: ¿Es la obligación de pagar impuestos una injusticia?, ¿cabe considerar el derecho a la objeción fiscal? Como casi siempre, Kant ilustra, nunca mejor dicho, el camino tributario a seguir en una sociedad que pretenda ser eficiente a fuer de justa. Escribía el filósofo alemán en ¿Qué es la Ilustración?
“El ciudadano no se puede negar a pagar los impuestos que le son asignados (Pero) él mismo no actuará en contra del deber de un ciudadano si, como docto, manifiesta públicamente su pensamiento contra la inconveniencia o injusticia de tales impuestos.”
Desde el punto de vista filosófico, cabe la resistencia civil, aunque sea “opinativa”, contra el fisco


Desde el punto de vista filosófico, por tanto, cabe la resistencia civil, aunque sea “opinativa”, contra el fisco. Como la que propugna otro filósofo alemán Peter Sloterdijk: la solidaridad no puede ser producto de la coacción, por lo que los impuestos deben reducirse a su mínima expresión, para sostener los bienes públicos estrictos, y las contribuciones de los ciudadanos al funcionamiento de los servicios estatales no imprescindibles (de las televisiones “públicas” a las mil y una empresas estatales) se debería realizar únicamente mediante donaciones voluntarias. Es decir, como la Wikipedia. O, lo que es lo mismo, menos socialdemocracia y más liberalismo.
La fundamentación moral de una imposición fiscal ocurrirá cuando el Estado se legitime ante los ciudadanos, es decir, que sea capaz de persuadirlos, en lugar de coaccionarlos, para ir más allá del límite de la “libertad positiva” (por usar la terminología de Isaiah Berlin). Del mismo modo que el crowfunding se está convirtiendo en una herramienta esencial para la financiación democrática de proyectos empresariales privados, fuera de los circuitos crediticios habituales, también debería serlo para las iniciativas emprendedoras estatales. Sería interesante comprobar cuánta de la gente que se dice amiga de la cultura está dispuesta a pagar por ella y también por el acceso de aquellos que no pueden pagarla.
Me refería antes a la Wikipedia, un bien público financiado por los dos millones de personas que, de media, pagamos treinta euros al año para que cualquiera, independientemente de que haya contribuido o no, pueda hacer uso de ella. ¿Cuántos estaríamos dispuestos a donar dinero para el mantenimiento de una orquesta de música de carácter nacional (o municipal) o para el de una emisora como Radio 3? Se podrían crear mecanismos incentivadores para las empresas del modo que, por ejemplo, si un trabajador dona parte de su salario al mantenimiento de un museo arqueológico su empresa contribuyera en igual medida (siendo desgravable en una proporción).
Cada vez que un Estado se desmarca del Pacto Fiscal Europeo y aumenta los impuestos, se deslegitima para pedir a los ciudadanos que cumplan con sus obligaciones fiscales
Tras una tarifa plana del veinticinco por ciento en el IRPF, las contribuciones voluntarias al Estado irían en consonancia con un rendimiento a los ciudadanos tanto de las cuentas como de la calidad de los servicios. Tras dicho techo impositivo, habría que obligar al Estado a un límite de deuda del 60% del PIB, de modo que no se escape a través de la emisión de deuda que no es más que una forma de proyectar los impuestos al futuro. Cada vez que un Estado se desmarca del Pacto Fiscal Europeo y aumenta los impuestos, se deslegitima para pedir a los ciudadanos que cumplan con sus obligaciones fiscales. Parafraseando al “No tax without representation” (“No hay tributación sin representación”) que inspiró la Independencia norteamericana, podríamos reclamar que sin rendición de cuentas y austeridad en el gasto público el ciudadano no está comprometido moralmente a obedecer leyes que devienen en confiscatorias.
Si actualmente Hacienda trata a los contribuyentes como súbditos no tendría más remedio, bajo un nuevo paradigma de empoderamiento fiscal ciudadano, que pasar a considerarlos como clientes que “siempre tienen razón”, en el sentido de que deberían sentirse inversores de lo público y no siervos de la gleba, a medio camino entre esclavos y hombres libres. “Hacienda somos todos” ha significado usualmente que todos somos servidores del Estado. Pero con el “empoderamiento” del ciudadano, rompiendo la asimetría informativa y de violencia que detenta ahora el Estado, pasarían los contribuyentes a ser considerados como inocentes de cualquier delito o falta fiscal, en lugar de la situación de arbitrariedad, incertidumbre e indefensión que padecen.
Vivimos el absurdo de producir para pagar impuestos en lugar de sentirnos copartícipes de una tarea colectiva
Los “papeles de Panamá” han derivado en un debate confuso e interesado en el que se ha mezclado torticeramente la ingeniería financiera legítima con la evasión delictiva. Pero sobre todo ha apuntalado los cimientos de un Estado devorador de las rentas y la riqueza que producen los ciudadanos. Vivimos el absurdo de producir para pagar impuestos en lugar de sentirnos copartícipes de una tarea colectiva que cree las infraestructuras y las condiciones sociales que incentiven una mayor prosperidad y una justicia más profunda. La situación es cada vez más totalitaria y absurda y, además, nos conduce no sólo a la infantilización moral sino al desastre económico.

Friday, June 17, 2016

Todo el mundo prospera con el libre comercio

Con el libre comercio, todo el mundo gana. Quienes realizan un intercambio por propia voluntad lo hacen porque dan más valor a lo que quieren adquirir que a aquello de lo que piensan desprenderse. Es por eso que, en una tienda, tanto el cliente como el empleado dicen, una vez completada la transacción: "Gracias".
Lo mismo cabe decir en el ámbito del comercio internacional: cuando el intercambio es libre, nadie pierde. El libre comercio permite a los distintos países especializarse en lo que hacen bien y, con el excedente, obtener todo aquello que no hacen tan bien. Cuando el libre comercio se desarrolla sin trabas, el mundo se enriquece y ensancha.

Pero nada, que sigo oyendo hablar de lo injusto que es el comercio. Me dicen que el comercio permite a las empresas estadounidenses explotar a la gente de los países pobres y mandar al paro a trabajadores estadounidenses.

Tom Palmer, del Atlas Economic Research Institute, afirma que las cosas no son así.

¿Explotamos a la gente del Tercer Mundo? "Las pruebas no revelan eso", dice Palmer. Y añade: "Las multinacionales pagan bonus. Pagan más que las empresas locales (...) porque quieren atraer a los buenos trabajadores. Mire lo que pasa en la factoría de General Motors de Shanghái: allí, los sueldos son tres veces superiores a los que ofrecen las plantas de propiedad china".

Pues nada: la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sostiene que la liberalización del comercio con América Central servirá para explotar a los trabajadores. Al habla Palmer de nuevo:
La gente quiere trabajar en [las] fábricas [de las multinacionales]. Compiten por esos empleos. ¿Qué pasa, que les gusta ser explotados? No, lo que hacen es luchar por unos puestos de trabajo con más altos [que en el resto del sector]. Creo que esa gente sabe mejor que Pelosi lo que le conviene.
Para el senador Byron Dorgan, el libre comercio es, para los trabajadores norteamericanos, "una carrera al agujero": "Si no pueden competir con salarios de 30 centavos la hora en cualquier otro país, pierden su empleo".

Mike Huckabee."De nuevo, las pruebas no apuntan a eso", comenta Palmer. "Eche un vistazo a un iPod. Sí, pone 'Fabricado en China'; pero también pone: 'Diseñado en California'. La mayor parte del valor añadido corre por cuenta de los trabajadores estadounidenses".

Mi colega de la Fox, Mike Huckabee, proclama que un país sólo puede ser libre si es capaz de procurarse a sí mismo el alimento, el combustible y la defensa. "La externalización es el camino a la esclavitud", remacha. A esto, Palmer replica: "Espero que Huckabee pensara en eso en sus tiempos de gobernador de Arkansas, y que se asegurara de que no se marchaban empleos a Virginia o Texas". Pero eso es diferente, le dije. Y añadí: en tiempo de guerra, Arkansas puede contar con Virginia y Texas, pero no tengo claro que pueda decir lo mismo de China. Entonces, Palmer me cuenta que el comercio entre naciones "hace mucho menos probable" que estalle la guerra entre las en él implicadas.
No vamos a ir a la guerra con Canadá, nuestro mayor socio comercial. Seiscientos mil millones de dólares cruzan al año la frontera entre EEUU y su vecino del norte, la mayor de las fronteras no militarizadas del mundo, dicho sea de paso: seis mil kilómetros. Esa actividad comercial genera paz.
Palmer vuelve a la cuestión de la especialización: el comercio sería una suerte de máquina que permite a los agricultores de la Florida "convertir las naranjas en teléfonos". "No pueden hacer crecer teléfonos móviles de sus árboles, y se les da muy bien cultivar naranjas; entonces, lo que pueden hacer es coger las naranjas y cambiarlas por teléfonos móviles".

Mi interlocutor me recuerda que hubo un tiempo en que China fue la sociedad más avanzada del mundo. "Había inventado el reloj, la imprenta, la brújula y muchos otros artefactos de gran utilidad. No es casual que, a medida que se desarrollaba en términos tecnológicos y científicos, se convirtiera en un importante comerciante mundial".
Y se derrumbó cuando destruyó su actividad comercial. Proscribió el comercio con extranjeros y se cerró al mundo. Entró entonces en una fase de prolongada postración, de la que sólo ahora está saliendo. No deberíamos hacer lo mismo que hicieron ellos.
Pero nosotros somos diferentes, ¿no? Sabemos cómo fabricar todo lo que necesitamos. De nuevo y finalmente Palmer:
Siempre hay nuevas vías al progreso... ¿Se acuerda de cuando de niño veía Star Trek y alucinaba con los extraños aparatejos que utilizaban para comunicarse. Ahora, todo el mundo tiene uno parecido... Gracias al comercio, claro.
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Libre comercio con todas las naciones

Por Richard Cobden

Discurso realizado en Manchester, Inglaterra el 15 de enero de 1846
 
Empezaré las pocas observaciones que tengo que aportar a esta reunión proponiendo, contra lo que en mí es habitual, una resolución; y ésta es “Que los comerciantes, fabricantes y otros miembros de la Liga Nacional contra las Leyes del Grano no reclama protección alguna para los productos manufacturados de este país y desea que se erradiquen para siempre las pocas normas nominalmente protectoras contra fabricantes extranjeros que todavía permanezcan en nuestros estatutos”.
 
Caballeros, si alguno de ustedes se ha tomado la molestia de navegar entre los informes de las reuniones que se han llevado a cabo últimamente por los llamados Proteccionistas, vería que nuestros oponentes, después de siete años en que venimos protestando, han descubierto su error, y ahora, como torpes patanes que son, quieren adoptar una nueva postura, como si fuéramos a conseguir la victoria. Por ello han estado diciendo algo muy parecido a una calumnia cuando afirman que las Leyes del Grano son una compensación por algunas cargas peculiares. Dicen ahora que sólo quieren una protección común a otros intereses y se hacen llamar partidarios de la protección a la industria nativa en todas sus ramas y así, apelando a la parte menos informada de la comunidad, proclaman que la Liga contra las Leyes del Grano es exclusivamente partidaria del libre comercio respecto del grano, pero que queremos preservar un monopolio en las manufacturas.
 
Ahora, la resolución que tengo que someter y que propondremos a esta asamblea esta noche –la mayor con mucho, que yo haya visto en esta sala y que comprende gente de todas clases y todos los convocados de este distrito- permite, esta resolución, decidir, de una vez para siempre, si nuestros oponentes pueden con razón acusarnos de esto en adelante. No hay nada nuevo en esta proposición, puesto que en el mismo inicio de esta protesta –en la reunión de la Cámara de Comercio-, cuando aquella tenue voz se levantó en aquella pequeña sala en King Street en diciembre de 1838, para un completo e inmediato rechazo de las Leyes del Grano, cuando aquella bola se puso en movimiento y ha ido acumulando fuerza y velocidad desde entonces, la petición reflejaba claramente que esta comunidad no desea protección para su propia industria. Leeré la conclusión de tan admirable petición. Es como sigue:
 
“Manteniendo que uno de los principios de la justicia eterna es el inalienable derecho de cada hombre a intercambiar libremente el resultado de su trabajo por las producciones de otra gente y manteniendo que la práctica de proteger a una parte de la comunidad a las expensas de todas las otras clases resulta injusto e injustificable, vuestros peticionarios imploran seriamente a vuestra honorable Cámara rechazar todas las leyes relativas a la importación de grano extranjero y de otros artículos de subsistencia extranjeros, y a asumir hasta las últimas consecuencias, tanto respecto de la agricultura como de las manufacturas, los principios verdaderos y pacíficos del Libre Comercio, mediante la eliminación de todos los obstáculos existentes al empleo sin restricciones de la industria y el capital”-
 
Hemos aprobado resoluciones similares en todas nuestras reuniones plenarias de delegados en Londres desde que se emitió esta petición.
 
No presento esta resolución como una discusión o como una apelación para cumplir con las reclamaciones hechas en las reuniones de las sociedades proteccionistas. Creo que los hombres que ahora, en el séptimo año de nuestra discusión, puedan ponerse al frente de su país y hablar como esos hombres lo han hecho – creo que sería como suplicar a una víbora. No podréis convencerles. Dudo si no han estado viviendo en sus conchas, como ostras; dudo si saben que existen cosas como el ferrocarril o el servicio de correos. Viven en una profunda ignorancia de todo y son incapaces de ser enseñados. No nos dirigimos a ellos, sino a una parte muy grande de esta comunidad, que no ha tenido un papel muy preeminente en esta discusión – que puede ser considerada como una observadora importante. Muchos han sido engañados por las afirmaciones reiteradas de nuestros oponentes; y este es el momento preciso de convencer a esta gente y darles una oportunidad de unirse a nuestras filas, como sin duda harán, y para ello ofrezco esta prueba de desinterés y de la imparcialidad de nuestras propuestas. No pretendo abrir una discusión para convencer a cualquiera que se encuentre aquí de que la protección a todos debe ser la protección a ninguno. Se toma del bolsillo de un hombre y se le permite compensarse tomando un equivalente del bolsillo de otro y si esto continúa en un ciclo a través de toda la comunidad, se convierte en un absurdo proceso de robar a todos para enriquecer a ninguno y simplemente tiene el efecto de atar las manos de la industria en todas direcciones. No necesito una sola palabra para convenceros de ello. El único motivo que tengo para hablar aquí es que puede que convenza a otros fuera de aquí –a los hombres que se reúnen en las sociedades proteccionistas. Pero los argumentos que aduciría ante una audiencia inteligente como ésta, se emplearían en vano frente a los Miembros del Parlamento que son actualmente partidarios del proteccionismo. Me reuniré con ellos en menos de un mes en Londres y allí les enseñaré el abecé del proteccionismo. Es inútil enseñar a los niños palabras de cinco sílabas cuando no conocen el alfabeto.
 
¡Bueno, vaya exhibiciones de sí mismos han estado haciendo estos proteccionistas! De acuerdo con la longitud de sus discursos, tal y como se informa de ellos, podríais pensar fácilmente que toda la comunidad está movilizada. Desafortunadamente para nosotros, y para la reputación de nuestros compatriotas, los personas que pueden pronunciar la tonta insensatez que hemos hecho mostrar al Mundo últimamente, y las personas que pueden escucharla, son muy pocas en número. Especialmente dudo si todas las personas que han acudido a todas las reuniones proteccionistas durante el último mes no podrían acomodarse confortablemente en esta sala. Pero estas sociedades proteccionistas no sólo han cambiado sus principios, sino que parece que han resuelto cambiar sus tácticas. Ahora, en este preciso momento, han resuelto de nuevo que harán política su asociación y buscarán su registro. ¡Qué simples deben haber sido para haber pensado que podrían haber hecho algo bueno sin eso! Así que han resuelto que sus sociedades gastarán su dinero precisamente en la misma forma en la que la Liga gasta el suyo. Hasta ahora nos venían diciendo, en todas sus reuniones y en todos sus periódicos, que la Liga era una asociación inconstitucional; que es un club infernal que se encamina a corromper, a viciar y a empantanar los registros; y ahora, de repente, cuando nada bueno puede obtenerse de ello –cuando lo más seguro es que deberían haberse abstenido de imitarlo, puesto que no pueden hacer ningún bien y han mantenido la acusación de llamar a la Liga asociación inconstitucional, resuelven rescindir su resolución y seguir el consejo de Su Gracia, el Duque de Wellington, y pelear contra nosotros con nuestras propias armas. Ahora, supongo, somos una asociación constitucional. Es una suerte que no tengamos grandes duques para liderarnos. Pero ahora, ¿qué fuerza tiene esa resolución? Como todo lo que hacen, es falaz, es irreal. Las sociedades proteccionistas, desde el principio no han sido otra cosa que fantasmas. No son realidades. ¿Y cuál es su resolución?, ¿cuánto vale? Resuelven que solicitarán su registro. Todos sabemos que ya han hecho lo peor en este sentido. Todos sabemos que esos terratenientes pueden realmente hacer de sus acres un tipo de propiedad con fines electorales. Todos sabemos muy bien que sus agentes de terrenos son sus agentes electorales. Sabemos que sus listas de arrendatarios han generado sus listas de alistamiento para pelear en la batalla por el proteccionismo. Esta pobre gente poco inteligente dice que compramos títulos y los regalamos a nuestros amigos; que así les forzamos a votar como nos plazca. No hemos comprando nunca un voto, y nunca hemos intentado comprar un voto o regalarlo. ¿No seríamos unos estúpidos si compráramos votos y los regaláramos cuando tenemos decenas de miles de personas listas para comprarlos si se los ofreciéramos?
 
Pero sospecho que nuestros amigos proteccionistas tienen la idea de que hay alguna manera –una manera secreta, siniestra- mediante la cual pueden ponerse votos ficticios en el registro. Ahora suplico que les digamos que la Liga no tiene más poder para crear votos que para detectar los defectos en los votos malos de nuestros oponentes; y pueden contar con ello, si intentan poner votantes ficticios en el registro, que tendremos nuestros hurones en cada condado, y que descubrirán los defectos; y cuando llegue el momento del registro, tendremos una reclamación contra cada una de sus calificaciones ficticias y les haremos mostrar sus títulos de propiedad y demostraremos que no han pagado por ellos. ¡Bien, tenemos nuestros oponentes proteccionistas, pero podemos sentirnos satisfechos de que la posición que han adoptado en esta cuestión mediante el debate que se ha generado en todas partes durante los últimos meses! No podemos subirnos a un vapor o a un vagón de tren –no, ni siquiera podemos subir a un ómnibus- sin que lo primero que haga cualquier hombre, incluso antes de dejar su paraguas, sea preguntar “Bien, ¿cuáles son las últimas noticias acerca de las Leyes del Grano?” En este momento, nosotros, que recordamos lo difícil que fue, al principio de nuestro movimiento, encaminar las mentes hacia el debate en esta cuestión, cuando pensamos que ahora cualquier periódico está plagado de referencias a él – conteniendo tal vez la misma hoja un reportaje sobre esta reunión y sobre una miserable reunión agrícola en algún rincón lejano- y cuando pensamos que toda la comunidad está interesada en leer acerca de la discusión y en ponderar los muchos argumentos, no podemos desear más. La Liga podría cerrar sus puertas mañana y su trabajo podría considerarse hecho desde el momento en que empuja o induce a la gente a discutir sobre el asunto.
 
Pero el sentimiento al que he aludido se extiende más allá de nuestro país. Estoy encantado de escuchar que en Irlanda la cuestión está atrayendo su atención. Probablemente habréis oído que ni amigo, Mr. Bright, y yo hemos recibido una solicitud firmada por comerciantes y fabricantes de todos los estratos sociales y partidos de Belfast, solicitándonos que vayamos allí para informarles, y lamento sinceramente que no podamos poner nuestros pies en suelo irlandés para apoyar esta cuestión. Hoy he recibido una copia de una solicitud del alcalde de Drogheda, convocando a una reunión el próximo lunes para pedir la abolición total e inmediata de las Leyes del Grano y estoy encantando de advertir encabezando esa solicitud el nombre del primado católico, el Doctor Croly, un hombre eminente en formación, piedad y moderación, y que es asimismo apoyada por el resto del sacerdocio católico de ese barrio. Espero que estos ejemplos no dejen de ocasionar efectos en otros barrios. Creo que tenemos a la mayoría de todas las orientaciones religiosas con nosotros –quiero decir, todas las orientaciones que disienten-; están de nuestro lado prácticamente en masa, tanto ministros como seglares y creo que la única orientación, la única orientación religiosa, que no podemos decir que esté con nosotros como comunidad, son los miembros de la Iglesia de Inglaterra. Sobre esto me limitaré a daros este apunte: los clérigos de la Iglesia de Inglaterra se han situado en la situación más desagradable y desafortunada, según creo, por el modo en que se fijó su asignación en sustitución del diezmo hace unos cuantos años. Mi amigo, el coronel Thompson, lo recordará, pues estaba entonces en el Parlamento y protestó contra la manera en que se fijó la asignación de rentas en sustitución del diezmo. Dijo, con la clarividencia que siempre ha demostrado en el pulso para rechazar las Leyes del Grano, que haría a las clérigos de la Iglesia de Inglaterra partidarios de la presentes Leyes del Grano al fijar el diezmo a una cantidad fija de grano, que fluctuara de acuerdo con el precio de los últimos siete años. Mantengamos en mente que cualquier otra clase de la comunidad puede compensarse por el rechazo de las Leyes del Grano –quiero decir, cualquier clase relacionada con la agricultura-, excepto los clérigos. Los terratenientes pueden compensarse si caen los precios mediante un incremento en la producción; igual podemos decir de los granjeros y los labradores; pero los clérigos de la Iglesia de Inglaterra reciben una cantidad determinada de trigo por su diezmo, sea cual sea su precio. Sin embargo, pienso que podemos llegar a una conclusión favorable, bajo todos sus aspectos, a partir del hecho de que, según creo, no ha habido ningún clérigo de la Iglesia de Inglaterra entre los eminentes por rango, piedad o conocimiento que se haya significado, a pesar de la gran tentación del propio interés, en apoyar la Ley de Grano actual. Pienso que podemos tomar esto como una prueba de lo enormemente justa que es esta cuestión y quizá augurar que hay un fuerte sentimiento entre los miembros de la Iglesia de Inglaterra a favor del Libre Comercio del grano.
 
Bien, hay otro ámbito en el cual hemos visto el progreso de sólidos principios: me refiero a América. He recibido el mensaje del Presidente americano; hemos tenido asimismo el informe del Secretario del Tesoro, y ambos, el presidente Polk y el Secretario Mr. Walker, han estado quitando tareas de las manos de mi amigo el coronel Thompson, y han estado educando a la gente de América acerca del asunto del libre comercio. No he leído nunca un mejor resumen de los argumentos a favor del libre comercio que el presentado y enviado al Congreso de ese país por el Secretario Mr. Walker. Auguro a partir de estas cosas que nuestra cuestión está realizando rápidos progresos a través del mundo, y que estamos llegando a la consumación de nuestra tarea. Nos dirigimos ahora hacia las sesiones del Parlamento y predigo que la cuestión o bien recibirá su aprobación o llevará a la disolución del Parlamento y el elegido posteriormente con seguridad nos relevará de nuestra carga.
 
Ahora mucha gente se dedica a especular sobre lo que puede hacer Sir Robert Peel en la próxima sesión parlamentaria. Es muy arriesgado, considerando que en una semana tendréis tanto conocimiento como yo, aventurarse en hace runa predicción sobre ello. Estáis muy ansiosos, sin duda. Bien, veamos si podemos especular un poco con el futuro y aliviar vuestra preocupación. Hay tres vías abiertas para Sir Robert Peel. Puede mantener la ley como está, puede revocarla completamente o puede hacer algo entre las dos alternado de nuevo la escala o dándonos una tasa fija. Ahora, yo predigo que Sir Robert Peel o bien mantendrá la ley como está o propondrá abolirla totalmente. Y baso de mi predicción en esto: en que sólo hay dos cosas que alguien en el país quiere que haga. Hay algunos que quieren mantener la protección como esta, otros quieren que se elimine, pero nadie que quiere nada entre las dos. Tiene que tomar una decisión, y tengo esta opinión acerca de su sagacidad, de que, si cambia en algo, cambiará para un rechazo total. Pero la pregunta es “¿Propondrá una derogación total e inmediata?” En este momento, si me permitís, evitaré ofrecer una predicción. Pero me aventuraré a daros una razón o dos sobre pro qué pienso que debería de optar por una derogación total e inmediata. No pienso que haya ninguna otra clase tan interesada en que se derogue total e inmediatamente la Ley del Grano que la clase agraria. Pienso que es de más importancia para los granjeros obtener la revocación instantáneamente, en lugar de gradualmente, que para cualquier otra clase en la comunidad. En realidad, observo, en un informe de una reunión proteccionista en Oxfordshire publicado en periódico de hoy, que cuando Lord Norrey estaba aludiendo a la probabilidad de que Sir Robert Peel aboliera gradualmente las Leyes del Grano, un granjero llamado Gillatt gritó: “Es mejor que nos ahoguemos de una vez a que nos veamos estrangulados hasta morir”. Señores, acostumbro a utilizar otro símil –uno muy humilde, lo admito. Acostumbro a decir que un viejo granjero me dijo que si vamos a cortarle el rabo a su perro, será, con mucho, más humano cortárselo todo de una vez, que una parte cada día de la semana. Pero ahora pienso que el símil del granjero en Oxford en el más nuevo y mejor que podemos usar. Nada puede ser más fácil que demostrar que es el verdadero interés de los granjeros, si la Ley del Grano va a abolirse, que el que se realice la abolición instantáneamente. Si la Ley del Grano se aboliera mañana, mi creencia firme es que en lugar de caer el precio del trigo, éste tendería a subir. Y ésta es mi firme creencia, porque la especulación ya se ha anticipado a Sir Robert Peel y el trigo ha caído como consecuencia de esa aprensión. Pienso que, dada la escasez generalizada –quiero decir, en toda Europa-, no podríais, si rezarais, si tuvierais vuestro sombrero mágico puesto y pudierais elegir tiempo y circunstancias -creo, digo, que nunca podríais encontrar una oportunidad como ésta para abolir las Leyes del Grano total e inmediatamente que la que se presenta la semana próxima; porque esto ocurre cuando la mayor parte de los países de los que normalmente nos suministran, se ven afectados, igual que nosotros, por la escasez –que los países de Europa están compitiendo con nosotros por el muy pequeño sobrante existente en América. En realidad, se nos han anticipado en el mercado y han dejado los mercados mundiales tan vacíos de grano, que sean cuales sean vuestras necesidades, os desafío a que haya otra cosa que altos precios en el grano durante los próximos doce meses, aunque la Ley del Grano se aboliera mañana.
 
Los países europeos están sufriendo igual que nosotros por el mismo problema. Sufren de escasez ahora, lo que se debe a la absurda legislación respecto del artículo grano. Toda Europa ha sido corrompida por el vicioso ejemplo de Inglaterra en su legislación comercial. Ahí están, a través de todo el continente europeo, con una población incrementándose a un ritmo de cuatro o cinco millones al año y todavía, como nosotros, se dedican a poner barreras en el camino para que haya suficiente comida para responder a la demanda de una población creciente.
 
Creo que si abolís la Ley del Grano honestamente y adoptáis el libre comercio en toda su simplicidad, no habrá una norma en Europa que nos e cambie en menos de cinco años para seguir vuestro ejemplo. Bien, caballeros, supongamos que la Ley del Grano no se deroga inmediatamente, sino que Sir Robert Peel toma la medida de imponeros una tasa de cinco chelines, seis chelines o incluso siete chelines, y que la irá bajando a razón de un chelín al año, hasta que la misma se vea suprimida, ¿cuál sería el efecto en países extranjeros? Exagerarán la importancia de este mercado cuando la tasa desaparezca completamente. Irán aumentando sus ofertas, calculando que , cuando la tasa desaparezca completamente, tendrán un mercado para su producto y altos precios como remuneración y si, como es muy probable y consistente con nuestra experiencia, tuviéramos una vuelta a estaciones de abundancia, estas vastas importaciones se derramarán por nuestros mercados, probablemente justo cuando los precios sean bajos; y vendrían aquí, porque no tendrían otro mercado, para inundar nuestros mercados y privar a los granjeros de la venta de sus productos a un precio satisfactorio. Pero si, por el contrario, la Ley del Grano se deroga inmediatamente, dejaríamos ver a los extranjeros ver cómo es el mercado inglés en su estado natural y serán capaces de juzgar de año en año y de estación en estación cuál será la demanda futura de grano extranjero de este país. No habría una estimación extravagante de lo que queremos –ni problemas de malas cosechas con los que especular. La oferta se verá regulada por la demanda y alcanzará el estado que será la mejor seguridad frente a la sobreabundancia y la hambruna. Por tanto, por el bien de los granjeros, ruego la inmediata abolición de esta ley. Un granjero no podrá nunca tener una justa y equitativa comprensión o ajuste con su arrendador, sea respecto a su renta, arrendamiento o cuota, hasta que la ley sea completamente derogada en esta forma. Dejen que la decoración sea gradual y el arrendador dirá al granjero, a través de su agente: “Oh, la tasa será de siete chelines el año que viene, no has tenido aún nada más que la experiencia de doce meses sobre cómo funciona el sistema, debes esperar un poco” y el granjero se irá sin que se haya llegado a ningún acuerdo. Pasará un año y cuando el granjero se vuelva a presentar, se le dirá “Oh, la tasa será de cinco chelines este año, no puedo saber qué efecto tendrá esto, debes esperar un poco”. Al siguiente volverá a ocurrir lo mismo y al final resultará que no ha habido ajuste alguno entre el arrendador y el arrendatario. Pero pongámoslos de una vez en una posición natural, eliminemos todas las restricciones y el arrendador y el arrendatario llegarán a un acuerdo inmediato; se pondrán la misma posición que la que tenéis respecto de los fabricantes.
 
Bien, ya he hablado sobre lo que puede hacerse. También os he dicho qué es lo que apoyo, pero debo decir que sea lo que sea lo que propongo Sir Robert Peel, nosotros, como librecambistas, sólo tenemos un objetivo a perseguir. Si propone una derogación total e inmediata e incondicional, lanzaremos al aire nuestros sombreros en honor de Sir Robert Peel. Si propone cualquier otra cosa, entonces Mr. Villiers estará listo, como lo ha estado en anteriores ocasiones, para presentar su enmienda para una total e inmediata abolición de la Leyes del Grano. No somos responsables de lo que puedan hacer los ministros, pero somos responsables de cumplir con nuestro deber. No ofrecemos realizar imposibles, pero haremos todo lo que podamos para mantener nuestros principios. Pero, caballeros, se lo digo honradamente, pienso menos en lo que este Parlamento pueda hacer –me preocupan menos sus opiniones, menos las intenciones del Primer Ministro y del gabinete, que cuál pueda ser la opinión de una reunión como ésta y de la gente que está más allá de estas puertas. Este asunto no se llevará adelante por ministros o por el presente Parlamento, se llevará adelante, cuando se lleve, por voluntad de la nación. No haremos nada que nos pueda apartar el ancho de un pelo de la roca sobre la que nos hemos asentado con tanta seguridad durante los últimos siete años. Todos los demás partidos han estado en arenas movedizas y han estado flotando sobre cada ola, sobre cada marea y sobre cada viento –algunos flotando hacia nosotros, otros como fragmentos dispersos sobre el océano, si brújula ni compás, mientras que nosotros estas sobre un suelo sólido y ninguna tentación, sea de partidos o de ministros, podrá jamás doblegarnos ni siquiera el ancho de un pelo. Estoy deseoso de escuchar ahora, en la última reunión antes de que vayamos al Parlamento –antes de que entremos en la arena hacia la que todos los pensamientos se dirigirán la próxima semana– estoy deseoso, no simplemente de que todos pudiéramos entendernos en esta cuestión, sino que se pueda considerar como que ocupamos una posición independiente y aislada tal como hicimos en el primer momento de la formación de esta Liga. No tenemos nada que ver con Whigs o Tories, somos más fuertes que cualquiera de ellos, si nos mantenemos en nuestros principios, podemos, si es necesario, vencer a ambos. Y espero que ahora comprendamos perfectamente, que no tenemos, en la defensa de esta gran cuestión, ningún objeto a la vista más que lo que hemos prometido honradamente desde el principio. Nuestros oponentes pueden acusarnos de planes para hacer otras cosas. No, caballeros, nunca he favorecido esto. Algunos de mis amigos han dicho “Cuando se acabe esta tarea, tendrás influencia en el país, debes hacer esto y esto”. Decía entonces, como digo ahora, “Cada nuevo principio político debe tener sus defensores especiales, tal como cada nueva fe tiene sus mártires”. Es un error suponer que esta organización puede transformarse para otros propósitos. Es un error suponer que hombres prominentes en la defensa de los principios del Libre Comercio, pueden con la misma fuerza y efecto identificarse con cualquier otro principio de ahora en adelante. Será suficiente si la Liga consigue el triunfo del principio en que se basa. Nunca he tenido una visión limitada del objetivo de este gran principio. Nunca he defendido esta cuestión tanto como un comerciante.
 
Pero he sido acusado de ocuparme demasiado de intereses materiales. En todo caso, puedo decir que me he ocupado extensamente en imaginar los efectos de este poderoso principio tanto como cualquier hombre que haya reflexionado sobre el mismo en su estudio. Creo que la ganancia física sería la ganancia más pequeña para la humanidad cuando triunfe este principio. Miro más allá, veo en el principio del Libre Comercio que actuará en el mundo moral con el principio de la gravitación universal, -manteniendo a la gente unida, dejando de lado los antagonismos de raza, religión y lenguaje y uniéndonos en los límites de una paz perpetua. He mirado todavía más allá. He especulado, y probablemente soñado, en un brumoso futuro –sí, dentro de mil años– he especulado con cuál puede ser efecto del triunfo de este principio. Creo que el efecto será cambiar la faz de la tierra, que presentará un sistema de gobierno enteramente distinto del que hoy día prevalece. Creo que las ambiciones y los motivos para construir grandes y poderosos imperios –para construir gigantescos ejércitos y enormes naves de guerra –para hacer que los materiales que se utilicen para la destrucción de la vida y la supresión de las remuneraciones al trabajo –desaparezcan. Creo que estas cosas dejarán de ser necesarias o de ser utilizadas, cuando el ser humano se convierta en una familia e intercambie libremente los frutos de su trabajo con sus hermanos humanos. Creo que si pudiésemos trasladarnos a este sublime escenario, veríamos en un período muy distante en el tiempo, que el sistema de gobierno de este mundo se habría transformado en algo parecido al sistema municipal, y creo que el filósofo especulativo de dentro de mil años fechará la mayor revolución jamás acaecida en la historia del mundo a partir del triunfo del principio para el que nos hemos reunido aquí para defender. Creo en esto, sean cuales sean mis sueños y especulaciones, nunca los he sometido a otros. Nunca he actuado de acuerdo con motivos personales o interesados en esta cuestión, no he buscado alianza alguna con partidos o favores de partidos y no aceptaré ninguno –sino que, bajo el sentimiento que tengo de la sacralidad del principio, digo que nunca estaré de acuerdo en aprovecharme de él. Al menos yo nunca seré sospechoso de hacer otra cosa que apoyarlo desinteresada, honrada y resueltamente.

Cómo crear riqueza

Por Paul Graham

Si uno quiere ser rico, ¿qué debe hacer? Creo que la mejor apuesta sería crear o participar en una empresa emergente[1]. Esa ha sido una manera fiable de hacerse rico a lo largo de cientos de años. El término “empresa emergente” data de los años 1960, pero lo que ocurre en ellas es muy similar a los viajes a la aventura de los comerciantes durante la Edad Media.
Las empresas emergentes normalmente tienen componentes tecnológicos, por lo que el término “empresa emergente de alta tecnología” es prácticamente redundante. Una empresa emergente es una compañía pequeña que se ocupa de problemas técnicos serios.
Mucha gente se hace rica sin saber nada más que eso. No hay que saber de física para ser un buen jugador de béisbol. Pero creo que entender los problemas subyacentes puede ayudar. ¿Por qué tienen que ser pequeñas las empresas emergentes? ¿Una empresa emergente tiene inevitablemente que dejar de serlo cuando crece? ¿Y por es tan común que se dediquen a desarrollar nuevas tecnologías? ¿Por qué hay tantas empresas emergentes que se dedican a vender nuevos fármacos o software y ninguna a vender aceite de maíz o detergente?



La propuesta
Económicamente, se puede pensar en una empresa emergente como una forma de comprimir toda una vida de trabajo en unos pocos años. En lugar de trabajar a baja intensidad durante cuarenta años, se trabaja tan duramente como sea posible durante cuatro. Esto es especialmente rentable en tecnología, donde se puede obtener un extra por trabajar rápido.
Este sería un esquema rápido de la propuesta económica. Un buen hacker de unos veintitantos años puede conseguir un empleo en el que gane unos 80.000$ al año. Así que de media ese hacker debe de ser capaz de rendir al menos el equivalente a 80.000$ al año para que la compañía ni gane ni pierda. Probablemente se pueda trabajar durante el doble de horas de lo que lo hace un empleado de empresa y con dedicación probablemente se pueda triplicar lo que se hace en una hora[2]. Podríamos también multiplicar por dos, por lo menos, eliminando la rémora del gerente de pelo puntiagudo[3] que sería su jefe en una compañía grande. A continuación hay otro multiplicador: ¿hasta qué punto uno tiene mayor capacidad de lo que la descripción de su trabajo indica? Supongamos otro multiplicador por tres. Combinando todos estos multiplicadores, afirmo que esa persona puede ser 36 veces más productiva de lo que cabría esperar en un trabajo de empresa cualquiera[4]. Si un hacker medianamente bueno merece 80.000$ al año en una gran compañía, entonces un buen hacker trabajando muy duro sin ninguna porquería corporativa que le frene debería ser capaz de realizar un trabajo que rinda unos 3.000.000$ al año.
Como todas las cuentas de la vieja, ésta es muy a bulto. No voy a intentar discutir los números reales. Pero me atengo a la estructura del cálculo. No afirmo que el multiplicador sea exactamente de 36, por sin duda es mayor que 10 y probablemente raras veces sea mayor de 100.
Si tres millones anuales parecen mucho, recordemos que estamos hablando del caso límite: el caso en que no sólo no dejamos nada de tiempo libre y que se trabaja tan duro que se pone en peligro la salud.
Las empresas emergentes no son mágicas. No cambian las leyes de creación de la riqueza. Sólo representan un punto en el extremo final de la curva. Aquí opera una ley de la conservación: si queremos ganar un millón de dólares, tenemos que soportar el valor de un millón de dólares en dolor. Por ejemplo, una forma de ganar un millón de dólares sería trabajar en Correos toda la vida y ahorrar cada penique del salario. Imaginemos la tensión de trabajar para Correos durante cincuenta años. En una empresa emergente comprimiríamos toda esta tensión en tres o cuatro años. Podríamos tener cierto descuento si compráramos el dolor en tamaño económico, pero no podemos eludir la ley básica de la conservación. Si crear una empresa emergente fuera fácil, todo el mundo lo haría.
Millones, no miles de millones
Si tres millones de dólares al año parecen mucho a alguna gente, a otros puede parecerles poco. ¿Tres millones? ¿Cómo podría ser un milmillonario, como Bill Gates?
De momento, dejemos a Bill Gates a un lado. No es una buena idea tomar a los ricos como ejemplo, porque la prensa sólo se ocupa de los más ricos y éstos suelen ser valores atípicos. Bill Gates es un hombre inteligente, decidido y muy trabajador, pero se necesita más que eso para ganar tanto dinero como él. Se necesita tener mucha suerte.
El éxito de cualquier compañía tiene un gran componente de azar. Así que los tipos de los que acabamos sabiendo en los papeles son los muy inteligentes, completamente entregados y a quienes les toca la lotería. Sin duda Bill es inteligente y entregado, pero también ocurrió que Microsoft resultó ser el beneficiario de uno de una de las más espectaculares meteduras de pata en la historia de los negocios: el acuerdo de licencia de DOS. Sin duda, Bill hizo todo lo posible por conseguir que IBM metiera la pata e hizo muy bien al explotarlo, pero si hubiera habido una persona con seso en IBM, el futuro de Microsoft hubiera sido muy diferente. En ese momento Microsoft hubiera tenido poco que hacer frente a IBM. Era simplemente un suministrador de componentes. Si IBM hubiera adquirido una licencia exclusiva, como hubieran debido hacer, Microsoft hubiera seguido firmando el acuerdo. Aún así, hubiera significado un montón de dinero y además IBM podía haber obtenido un sistema operativo en cualquier otro sitio.
Por el contrario, IBM acabó utilizando todo su poder de mercado para dar a Microsoft control sobre el estándar PC. A partir de ese momento, Microsoft sólo tuvo que cumplir. Nunca tuvo que jugársela a una decisión importante. Todo lo que tuvo que hacer fue actuar sensatamente con las licencias y copiar con rapidez más productos innovadores.
Si IBM no hubiera cometido este error, Microsoft hubiera seguido siendo una compañía de éxito, pero no hubiera podido crecer tanto tan rápido. Bill Gates sería rico, pero se encontraría en el algún lugar al final de la lista del Forbes 400 con otras personas de su edad.
Hay un montón de maneras de hacerse rico y este ensayo sólo se ocupa de una de ellas. Este ensayo se ocupa de cómo hacer dinero creando riqueza y obteniendo retribución por ello. Hay muchas otras formas de obtener dinero, incluyendo la suerte, la especulación, el matrimonio, la herencia, el robo, la extorsión, el fraude, el monopolio, la corrupción, la extorsión, la falsificación y la exploración. Muchas de las mayores fortunas probablemente se hayan fundado en varias de ellas.
La ventaja de crear riqueza como forma de hacerse rico no es sólo que resulta más legítima (muchos de los otros métodos son actualmente ilegales), sino que es más honrada. Sólo hay que hacer algo que quiera la gente.
El dinero no es riqueza
Si queremos crear riqueza, no resultará útil entender qué es. La riqueza no es lo mismo que el dinero[5]. La riqueza es tan antigua como el hombre. De hecho, bastante más antigua: las hormigas tienen riqueza. El dinero es una invención relativamente reciente.
La riqueza es lo fundamental. La riqueza son las cosas que queremos: comida, ropa, casas, coches, artilugios, viajes a lugares interesantes y cosas así. Podemos tener riqueza sin tener dinero. Si tuviéramos una máquina mágica a la que se le pudiera pedir que nos fabricara un coche o cocinar la comida o hacer la colada o cualquier otra cosa que queramos, no necesitaríamos dinero. Si estuviéramos en mitad de la Antártida, donde no hay nada que comprar, no importaría cuánto dinero tuviésemos.
La riqueza es lo que queremos, no el dinero. Pero si la riqueza es lo importante ¿por qué todo el mundo habla acerca de hacer dinero? Es una especie de atajo: el dinero es una forma de trasladar riqueza y en la práctica son normalmente términos intercambiables. Pero no son la misma cosa y salvo que planeemos hacernos ricos mediante la falsificación, hablar de hacer dinero puede dificultar entender cómo hacer dinero.
El dinero es un efecto colateral de la especialización. En una sociedad especializada, no podemos fabricar nosotros mismos la mayoría de las cosas que necesitamos. Si queremos una patata o un lápiz o un lugar para vivir, debemos obtenerlos de otros.
¿Cómo conseguiremos que la persona que cultiva patatas nos dé algunas? Dándole algo que quiera a cambio. Pero no iríamos muy lejos cambiando cosas directamente con la gente que las necesita. Si fabricamos violines y ningún granjero local quiere uno, ¿cómo comeremos?
La solución que encuentran las sociedades a medida que se van especializando es hacer el intercambio en un proceso de dos pasos. En lugar de intercambiar directamente violines por patatas, intercambiamos violines por, digamos, plata, que podemos a continuación volver a intercambiar por cualquier otra cosa que queramos. El producto intermedio (el medio de intercambio) puede ser cualquier cosa que sea poco común y transportable. Históricamente los metales han sido los más comunes, pero recientemente hemos venido utilizando un medio de intercambio llamado dólar, que no existe físicamente. Sin embargo, funciona como medio de intercambio, porque su rareza viene garantizada por el Gobierno de Estados Unidos.
La ventaja de un medio de intercambio es que hace que funcione el comercio. El inconveniente es que tiende a obscurecer lo que el mismo comercio significa. La gente piensa que lo que hace un negocio es hacer dinero. Pero el dinero es precisamente el paso intermedio (un atajo) para lo que quiere la gente. Lo que hacen en realidad la mayoría de negocios es crear riqueza. Hacen algo que la gente quiere[6].
La falacia de la tarta
Un sorprendente número de gente mantiene de su infancia la idea de que hay una cantidad fija de riqueza en el mundo. En cualquier familia normal, hay una cantidad fija de dinero en un momento dado. Pero no es lo mismo.
Cuando se habla de la riqueza en este contexto, a menudo se la describe como una tarta. “No podemos hacer más grande la tarta”, dicen los políticos. Cuando hablamos acerca de la cantidad de dinero en la cuenta bancaria de una familia o de la cantidad disponible de ingresos fiscales de un gobierno, es cierto. Si una persona obtiene más, otra tiene que obtener menos.
Recuerdo creer, cuando era niño, que si unos pocos ricos tenían todo el dinero, les quedaba poco a todos los demás. Mucha gente parece seguir creyendo algo así aunque ya sean bastante maduros. La falacia normalmente aparece en el trasfondo cuando oímos a alguien decir algo acerca de que un x por ciento de la población tiene un y por ciento de la riqueza. Si planeamos iniciar una empresa emergente, aunque no nos demos cuenta, estamos planeando refutar la falacia de la tarta.
Lo que hace que la gente vaya por mal camino es la abstracción del dinero. El dinero no es riqueza. Sólo es algo que utilizamos para trasladar riqueza. Así que aunque pueda haber en ciertos momentos concretos (como en nuestra familia, este mes) una cantidad fija de dinero disponible para intercambios de cosas que queremos con otra gente, no hay una cantidad fija de riqueza en el mundo. Podemos crear más riqueza. La riqueza se ha venido creando y destruyendo (en conjunto, creando) durante toda la historia de la humanidad.
Supongamos que tenemos un coche abollado. En lugar de sentarnos en el sofá el próximo verano, podemos emplear el tiempo en reparar nuestro coche volviéndolo a su estado original. Al hacerlo creamos riqueza. El mundo (y nosotros en concreto) es un coche reparado más rico. Y no sólo de una forma metafórica. Si vendemos nuestro coche, obtendremos más por él.
Al reparar nuestro viejo coche nos hemos hecho más ricos. No hemos hecho a nadie más pobre. Así que es evidente que no hay una tarta fija. Y de hecho, si lo vemos de esta forma, nos asombramos de que alguien piense que lo es[7]
Los niños saben, sin saber que saben, que pueden crear riqueza. Si tenemos que dar un regalo a alguien y no tenemos dinero, lo fabricamos. Pero los niños son tan poco hábiles al hacer cosas que consideran que los regalos hechos manualmente son cosas claramente inferiores a los comprados en las tiendas (una sencilla expresión del pensamiento general). De hecho, los deformes ceniceros que hicimos para nuestros padres no valen mucho en el mercado de segunda mano.
Artesanos
La gente que más probablemente pueda entender que la riqueza puede crearse son los que son buenos fabricando cosas: los artesanos. Sus objetos artesanales se compran en las tiendas. Pero con el crecimiento de la industrialización cada vez hay menos artesanos. Uno de los principales grupos que quedan es el de los programadores informáticos.
Un programador puede sentarse delante de un ordenador y crear riqueza. Un buen programa es, en sí, algo valioso. No hay fabricación que nos confunda. Esos caracteres tecleados son un producto completo y acabado. Si alguien se sienta y desarrolla o navegador web que no sea una patata (una estupenda idea, por cierto), el mundo sería más rico en esa proporción[8].
En una compañía todos trabajan conjuntamente para crear riqueza, en el sentido de hacer más cosas que quiera la gente. Muchos de los empleados (como los encargados del correo o el departamento de personal) trabajan en algo alejado de la verdadera fabricación de productos. Los programadores no. Estos literalmente piensan el producto, una línea cada vez. Así que les es más evidente a los programadores que la riqueza es algo que se crea, en lugar de algo que algún Padre imaginario distribuye como las porciones de una tarta.
También resulta evidente para los programadores que hay enormes variaciones en el ritmo al que se crea la riqueza. En Viaweb tuvimos un programador que era una especie de monstruo en productividad. Recuerdo ver lo que había hecho en un día y estimar que había aportado varios cientos de miles de dólares al valor de mercado de la compañía. Un gran programador puede crear de una tacada el equivalente a millones de dólares de riqueza en pocas semanas. Un programador mediocre puede generar en el mismo periodo una riqueza de cero o negativa (por ejemplo, incluyendo errores).
Es por eso que muchos de los mejores programadores son liberales. En nuestro mundo, nadas o te hundes y no valen las excusas. Cuando los que se encuentran lejos de la creación de riqueza (universitarios, periodistas, políticos) oyen que el 5% más rico tiene la mitad de la riqueza total, tienden a pensar ¡injusticia! Un programador experto es más probable que piense ¿sólo? Probablemente el 5% de los programadores escriba el 99% del software de calidad.
La riqueza puede crearse sin necesidad de que se venda. Los científicos, al menos hasta hace poco, reglaban en la práctica la riqueza que creaban. Todos somos más ricos al saber de la penicilina, porque es mucho menos probable que muramos por infecciones. La riqueza es todo lo que quiera la gente y sin duda la gente quiere no morir. A menudo los hackers regalan su trabajo al escribir código abierto que cualquiera puede emplear libremente. Soy mucho más rico por el sistema operativo FreeBSD que estoy ejecutando en el ordenador que estoy usando y también Yahoo!, que los emplea en todos sus servidores.
Qué es un empleo
En los países industrializados, la gente se integra en una institución u otra al menos hasta los veintitantos años. Después de todos esos años, nos acostumbramos a la idea de pertenecer a un grupo de gente que se levanta por las mañanas, va al mismo conjunto de edificios y hace cosas que normalmente no les divierten. Pertenecer a esos grupos se convierte en parte de nuestra identidad: nombre, edad, puesto, institución. Si tenemos que presentarnos o alguien nos describe, se haría algo así como: John Smith, 10 años, estudiante en la escuela tal y tal o John Smith, 20 años, estudiante en la universidad tal y tal.
Cuando John Smith acaba los estudios se supone que debe conseguir un empleo. Y conseguir un empleo parece querer decir integrarse en otra institución. Aparentemente es casi como la universidad. Escogemos las compañías en las que queremos trabajar y solicitamos unirnos a ellas. Si le gustamos a alguna, nos convertimos en miembros de este nuevo grupo. Nos ventamos por la mañana y vamos a un nuevo conjunto de edificios y hacemos cosas que normalmente no nos divierten. Hay unas pocas diferencias: la vida no es tan divertida y nos pagan en lugar pagarles nosotros como hacíamos en la universidad. Pero los parecidos parecen mayores que las diferencias. John Smith es ahora John Smith, 22, programador de software en la empresa tal y tal.
De hecho, la vida de John Smith ha cambiado más de lo que él cree. Socialmente, una empresa se parece mucho a la universidad, pero cuanto más profundizamos en la realidad subyacente, más diferente se muestra.
Lo que una compañía tiene que hacer y hace si quiere continuar existiendo, es ganar dinero. Y la forma en la que la mayoría de las compañías hacen dinero es creando riqueza. Las compañías pueden estar tan especializadas que esta similitud queda oculta, pues no sólo las compañías manufactureras crean riqueza. Un componente importante de la riqueza es la ubicación. ¿Recordamos aquella máquina mágica que podía fabricarnos un coche y hacernos la comida y todo lo demás? No sería tan útil si enviara la comida a un lugar cualquiera del Asia Central. Si la riqueza significa lo que quiere la gente, las empresas que transportan cosas también crean riqueza. Lo mismo vale para muchas otras clases de empresas que no fabrican nada físico. Prácticamente todas las empresas existen para hacer algo que la gente quiere.
Y eso es también lo que nosotros hacemos cuando vamos a trabajar a una empresa. Pero aquí hay otra capa que tapa la realidad subyacente. En una empresa, el trabajo que hacemos se diluye con el de otra mucha gente. Puede que ni siquiera nos demos cuenta de que estamos haciendo algo que quiere la gente. Nuestra contribución puede ser indirecta. Pero la empresa en su conjunto debe estar ofreciendo a la gente algo que quieran o no haría dinero. Y si nos están pagando x dólares al año, debemos estar contribuyendo de media en trabajo equivalente al menos a x dólares al año o la empresa estaría gastando más de lo que gana y quebraría.
Algunos de los que se gradúan en la universidad piensan y dicen que necesitan un empleo, como si lo importante fuera ser miembro de una institución. Una forma más directa de decirlo sería: tenemos que empezar a hacer algo que la gente quiera. No necesitamos incorporarnos a una empresa para hacerlo. Una empresa no es más que un grupo de gente trabajando junta para hacer algo que quiere cierta gente. Está hacer algo que la gente quiere lo que importa, no incorporarse al grupo[9].
Para la mayor parte de la gente, su mejor plan es entrar a trabajar para una empresa ya existente. Pero está bien comprender qué ocurre cuando lo hacemos. Un empleo significa hacer algo que la gente quiere en conjunto con todos los demás miembros de esa compañía.
Trabajar más duro
Ese conjunto se convierte en un problema. Pienso que el principal problema que afecta a las grandes empresas es la dificultad de asignar un valor al trabajo de cada persona. En la mayoría de los casos tiran adelante. En una gran empresa nos pagan un salario bastante previsible por trabajar razonablemente duro. No se espera que seamos evidentemente incompetentes o vagos, pero tampoco que dediquemos toda nuestra vida al trabajo.
Sin embargo, resulta que hay economías de escala en qué parte de nuestra vida dediquemos a nuestro trabajo. En el tipo de negocio correcto, alguien que tenga verdadera dedicación para trabajar podría generar diez o incluso cien veces la riqueza de un empleado medio. Por ejemplo, un programador, en lugar de mantener y actualizar a trompicones un componente de software, podría escribirlo de nuevo y con él crear una nueva fuente de ganancias.
Las empresas no están preparadas para premiar a la gente que haga esto. No podemos acudir a nuestro jefe y decirle: me gustaría empezar a trabajar diez veces más duro, así que ¿puede por favor, pagarme diez veces más? Por una razón: la versión oficial es que ya estamos trabajando tan duro como podemos. Pero un problema más serio es que la empresa no tiene forma de medir el valor de nuestro trabajo.
Los comerciales son una excepción. Es fácil medir qué beneficio generan y normalmente se les paga un porcentaje de éste. Si un comercial quiere trabajar más duro, simplemente puede empezar a hacerlo y automáticamente se le pagará proporcionalmente más.
Hay otro empleo aparte de ventas donde las grandes empresas pueden contratar gente de primera: en los trabajos de alta dirección. Y por la misma razón: su rendimiento puede medirse. Los altos directivos se consideran responsables del rendimiento de toda la empresa. A causa de que el rendimiento de un empleado ordinario normalmente no puede medirse, no se espera que haga más que poner un empeño consistente. Sin embargo los altos directivos, como los comerciales tienen que enfrentarse con la realidad de los números. El Director General de una empresa que no marcha no puede alegar que ha puesto un empeño consistente. Si la empresa va mal, es que lo ha hecho mal.
Una empresa que pudiera pagar a todos sus empleados así de directamente tendría un enorme éxito. Muchos empleados trabajarían más duro si se les pagara por ello. Y aún más importante: ese tipo de compañía atraería a gente que quiera trabajar especialmente duro. Podría aplastar a sus competidores.
Desgraciadamente, las empresas no pueden pagar a todos igual que a los comerciales. Los comerciales trabajan solos. El trabajo de la mayoría de los empleados se entremezcla. Supongamos que una empresa fabrica algún tipo de aparato de consumo. Los ingenieros construyen un aparato fiable con todo tipo de nuevas características, los diseñadores idean un bonito diseño y después la gente de marketing convence a todos de que es algo que tienen que tener. ¿Cómo sabríamos en qué medida las ventas de ese aparato se deban al esfuerzo de cada grupo? O dicho eso ¿qué parte se debe a los creadores de anteriores aparatos que dieron a la empresa una reputación de calidad? No hay manera de separar todas sus contribuciones. Incluso aunque pudiéramos leer las mentes de los consumidores, encontraríamos que todos esos factores se difuminan entre sí.
Si queremos ir más aprisa, es un problema que nuestros trabajos se mezclen con los de un número grande de personas. En un grupo grande, nuestro rendimiento no puede medirse separadamente… y el resto del grupo nos ralentiza.
Medición y proyección
Para hacernos ricos necesitamos ponernos en situación respecto de dos cosas: medición y proyección. Necesitamos estar en una posición donde nuestro rendimiento pueda medirse o no habrá manera de que nos paguen más por hacer más cosas. Y tenemos que tener proyección, en el sentido de que las decisiones que tomemos tengan un efecto importante.
La medición por sí sola no es suficiente. Un ejemplo de empleo con medición pero sin proyección es el trabajo a destajo en una fábrica. Nuestro rendimiento se mide y se nos paga de acuerdo con él, pero no tenemos capacidad de decisión. La única decisión que podemos tomar es lo aprisa que trabajemos y eso probablemente sólo incrementaría nuestros ingresos en un factor de dos o tres.
Un ejemplo de empleo con medición y proyección sería el de protagonista de una película. Nuestro rendimiento puede medirse mediante las ganancias de la película. Y tenemos proyección en el sentido de que nuestra actuación puede contribuir a las ganancias o arruinarlas.
También los directores generales tienen tanto medición como proyección. Se les mide, en el sentido de que el rendimiento de la empresa es su rendimiento. Y tienen proyección en que sus decisiones hacen que la empresa se mueva en una u otra dirección.
Creo que todo el que se hace rico por sus propios medios se encontrará en una situación con medición y proyección. Todos los que puedo pensar lo están: directores generales, estrellas de cine, gestores de fondos de inversión, deportistas profesionales. Una buena pista para detectar la presencia de proyección es la posibilidad de fallar. Lo bueno debe equilibrarse con lo malo, así que si hay un gran potencial de ganancias debe haber también una terrible posibilidad de pérdidas. Directores, estrellas, gestores de fondos y deportistas, todos ellos viven con la espada pendiendo sobre sus cabezas; en el momento en que empiezan a fallar, están acabados. Si tenemos un trabajo que parece seguro, no nos vamos a hacer ricos, porque si no hay peligro es casi seguro que no habrá proyección.
Pero no tenemos que llegar a ser directores generales o estrellas de cine para estar en una situación con medición y proyección. Todo lo que necesitamos es formar parte de un grupo pequeño que trabaje en un problema complicado.
Pequeñez = Medición
Si no podemos medir el valor del trabajo hecho por cada empleado individualmente, sí podemos acercarnos. Podemos medir el valor del trabajo hecho por grupos pequeños.
Un nivel al que podemos medir adecuadamente el beneficio generado por los empleados es el la empresa completa. Por tanto, cuando la empresa es pequeña, estaríamos bastante cerca de medir las contribuciones de empleados individualmente. Una empresa emergente viable podría tener sólo diez empleados, lo que nos da un factor de diez al medir el esfuerzo individual.
Empezar o integrarse en una empresa emergente es por tanto lo más cerca que la mayor parte de la gente puede estar de decir a su jefe: quiero trabajar diez veces más duro, así que págueme, por favor, diez veces más. Hay dos diferencias: no lo decimos a nuestro jefe, sino directamente a nuestros clientes (con los cuales, después de todo, nuestro jefe es sólo un intermediario) y no lo estamos haciendo individualmente, sino dentro de un grupo pequeño de otra gente con ambiciones.
Normalmente, será un grupo. Excepto en unos pocos tipos de trabajos especiales, como los actores y escritores, no podemos ser una empresa unipersonal. Y la gente que trabaja con nosotros, mejor que sea buena, porque es con su trabajo con el que se asimilará el nuestro.
Una gran empresa es como una galera gigante con mil remeros. Hay dos cosas que hacen que su velocidad sea baja. Una es que los remeros individualmente no ven resultado alguno en trabajar más duro. El otro es que, en un grupo de mil personas, el remero medio tiende a ser realmente mediocre.
Si tomamos de la galera diez personas al azar y los ponemos en un bote, probablemente podrían ir más rápido. Tendrían palos y zanahorias que les motivarían. Un remero enérgico se vería espoleado por la idea de que su actividad tendría un efecto visible en la velocidad del bote. Y si alguno vaguea, el resto es más probable que lo advierta y se queje.
Pero la ventaja real del bote de diez hombres se aprecia cuando tomamos los diez mejores remeros de la gran galera y los ponemos juntos en un bote. Todos ellos tendrían la motivación extra de estar en un grupo pequeño. Pero es aún más importante que al seleccionar ese pequeño grupo podemos obtener los mejores remeros. Cada uno estaría el 1% de los mejores. Es mucho mejor negocio para ellos integrar su trabajo junto con un pequeño grupo de iguales que integrarlo con todos.
Eso es lo que de verdad vale para las empresas emergentes. Idealmente, estamos juntándonos con un grupo de personas que también quieren trabajar mucho más duro y ganar mucho más dinero que en una gran empresa. Y puesto que las empresas emergentes suelen fundarse por grupos autoseleccionados de personas ambiciosas que ya se conocen entre sí (por lo menos por referencias), el nivel de medición es más preciso que el que obtendríamos por la simple pequeñez. Una empresa emergente no es sólo diez personas, sino diez personas como nosotros.
Steve Jobs dijo una vez que el éxito o fracaso de una empresa emergente depende de sus diez primeros empleados. Estoy de acuerdo. Si cabe, más bien los cinco primeros. El ser pequeño no es, por sí mismo lo que hace que las empresas emergentes vayan adelante, sino más bien que los grupos pequeños pueden seleccionarse. No querríamos algo pequeño en el sentido de una aldea, sino pequeño en el sentido de un equipo de estrellas.
Cuanto más grande sea un grupo, más cerca estará la media de sus miembros de la media de la población total. Así que, si todo lo demás es igual, una persona muy capaz en una gran empresa está probablemente haciendo un mal negocio, ya que su rendimiento se minimiza por el peor rendimiento general del resto. Por supuesto, a menudo todo lo demás no es igual: la persona capaz puede no preocuparse por el dinero o puede preferir la estabilidad de una gran empresa. Pero una persona muy capaz a la que le preocupa el dinero normalmente haría bien en irse y trabajar con un pequeño grupo de iguales.
Tecnología = proyección
Las empresas emergentes ofrecen a todos una forma de estar en una situación de medición y proyección. Permiten la medición porque son pequeñas y ofrecen proyección porque hacen dinero inventando nueva tecnología.
¿Qué es tecnología? Es técnica. Es la forma en que todos hacemos las cosas. Cuando descubrimos una nueva forma de hacer las cosas, su valor se multiplica por todas las personas que la usan. Es la caña de pescar en lugar del pez, como dice la frase hecha. Ésa es la diferencia entre una empresa emergente y un restaurante o una peluquería. Freímos huevos o cortamos el pelo a un cliente cada vez. Pero si resolvemos un problema técnico que preocupa a mucha gente, ayudamos a todos los que utilicen nuestra solución. Eso es proyección.
Si nos fijamos en la historia, parece que la mayoría de la gente que se hace rica lo consigue desarrollando nueva tecnología. Simplemente no podemos freír huevos o cortar el pelo más rápidamente. Lo que hizo ricos a los florentinos en el 1200 fue el descubrimiento de nuevas técnicas para fabricar el producto de más alta tecnología de la época, el paño tejido de calidad. Lo que hizo ricos a los holandeses en 1600 fue el descubrimiento de técnicas de construcción naval y navegación que les permitieron dominar los mares del Lejano Oriente.
Por suerte, hay una relación natural entre pequeñez y resolución de problemas complicados. La vanguardia de la tecnología se mueve a toda velocidad. La tecnología que resulta válida hoy día puede no tener valor en unos años. Las pequeñas empresas están más a gusto en este mundo, porque no tienen capas burocráticas que les ralenticen. Asimismo, los avances técnicos suelen proceder de aproximaciones heterodoxas y las empresas pequeñas se ven menos limitadas por las convenciones.
Las grandes empresas pueden desarrollar tecnología. Pero no puede hacerlo con rapidez. Su tamaño las hace lentas e impide que premien a los empleados por los esfuerzos extraordinarios que se necesiten. Así que, en la práctica, las grandes compañías sólo llegan a desarrollar tecnología en campos donde los requisitos de grandes capitales impiden a las empresas emergentes competir con ellas, como microprocesadores, centrales eléctricas o aerolíneas. E incluso en estos campos dependen en buena medida de empresas emergentes para componentes e ideas.
Es obvio que las empresas emergentes de biotecnología o software existen por resolver problemas técnicos complicados, pero creo que también esto es cierto en negocios que no parecen tener nada que ver con la tecnología. Por ejemplo, McDonalds se hizo grande al diseñar un sistema, las franquicias de McDonalds, que les permitía su reproducción a voluntad por toda la tierra. Una franquicia McDonalds se controla bajo reglas tan precisas que es prácticamente como un componente de software. Se escribe una vez, se ejecuta en todas partes. Lo mismo vale para Wal-Mart. Sam Walton se hizo rico no por ser un minorista, sino por diseñar un nuevo tipo de tienda.
Hay que utilizar como guía la dificultad no sólo al elegir el objetivo general de nuestra empresa, sino también en los puntos de decisión que haya en el camino. En Viaweb, una de nuestras reglas de oro era correr hacia arriba. Supongamos que somos un chico pequeño y listo al que le persigue un matón grande y gordo. Abrimos una puerta y encontramos una escalera. ¿Iríamos hacia arriba o hacia abajo? Yo digo que hacia arriba. El matón probablemente puede correr hacia abajo tan rápidamente como nosotros. Yendo hacia arriba su tamaño sería más bien una desventaja. Correr hacia arriba es duro para nosotros, pero aún más duro para él.
Lo que esto quería decir en la práctica era que buscábamos deliberadamente problemas complicados. Si había dos características que podíamos añadir a nuestro software, ambas valiosas por igual en proporción a su dificultad, siempre escogíamos la más complicada. No sólo porque era más valiosa, sino porque era más complicada. Nos encantaba forzar a competidores más grandes y lentos a seguirnos por terrenos difíciles. Igual que las guerrillas, las empresas emergentes prefieren el terreno difícil, por donde las tropas del gobierno central no les pueden seguir. Puede recordar momentos en que estábamos completamente agotados después de bregar todo el día con algún horrible problema técnico. Y yo estaba encantado, porque algo que fuera complicado para nosotros, sería imposible para nuestra competencia.
Esto no es sólo una buena forma de gestionar una empresa emergente. Es lo que es una empresa emergente. Los capitalistas de riesgo lo saben y tienen una expresión para ello: barreras de entrada. Si acudimos a un capitalista de riesgo con una idea nueva y le pedimos que invierta en ella, una de las primeras cosas que preguntará será ¿sería difícil que algún otro pueda desarrollarla? Es decir ¿cuánta tierra hemos dejado por medio entre nosotros y nuestros potenciales perseguidores?[10] Y será mejor que tengamos una explicación convincente de por qué nuestra tecnología sería complicada de duplicar. En otro caso, tan pronto como alguna gran compañía se enterara, ella misma la haría, y con su marca, capital e influencia en la distribución, nos echaría del mercado de la noche a la mañana. Seríamos como guerrillas atrapadas en campo abierto por ejércitos regulares.
Una manera de levantar barreras de entrada es a través de patentes. Pero las patentes pueden no ofrecer mucha protección. La competencia normalmente encuentra maneras de sortear una patente. Y si no pueden, simplemente la violan y nos retan a que les demandemos. Una gran empresa no teme que le demanden, es algo cotidiano para ellas. Ya se asegurarán de que demandarles sea caro y tarde mucho tiempo. ¿Hemos oído hablar alguna vez de Philo Farnsworth? Inventó la televisión. La razón por la que nunca hemos oído hablar de él es que su empresa no fue la que hizo dinero con ella.[11] La compañía que lo hizo fue RCA y el premio para Fansworth por su trabajo fue una década de juicios sobre la patente.
Aquí, como suele ocurrir, al mejor defensa es un buen ataque. Si podemos desarrollar una tecnología que sencillamente sea demasiado complicada de duplicar por nuestra competencia, no necesitaremos confiar en otras defensas. Empecemos escogiendo un problema complicado y en cada punto en que haya que tomar una decisión, elijamos la opción más complicada.[12]
Los inconvenientes
Si fuera simplemente cosa de trabajar más duro que un empleado normal y cobrar proporcionalmente, obviamente sería un buen negocio crear una empresa emergente. Hasta cierto punto sería más divertido. No creo que a mucha gente le guste el ritmo lento de las grandes empresas, las reuniones interminables, las conversaciones alrededor de la máquina de café, los incomprensibles mandos intermedios y todo lo demás.
Desafortunadamente hay varios inconvenientes. Uno es que no podemos escoger en qué punto de la curva queremos situarnos. No podemos decidir, por ejemplo, si nos gustaría trabajar dos o tres veces más duro y cobrar esa cantidad más. Cuando estamos en una empresa emergente, nuestra competencia decide lo duro que trabajamos. Y casi todos toman la misma decisión: tan duro como nos sea posible.
El otro inconveniente es que el rendimiento es sólo proporcional de media a nuestra productividad. Como ha dicho antes, hay un gran factor de azar en el éxito de cualquier compañía. Así que en la práctica el resultado no es que seamos 30 veces más productivos y ganemos 30 veces más. Es que somos 30 veces más productivos y ganamos entre cero y mil veces más. Si la media es 30x, la mediana probablemente es cero. La mayor parte de las empresas emergentes quiebra y no sólo los portales de comida para perros de los que hemos oído hablar durante la burbuja de Internet. Es habitual que una empresa emergente desarrolle un producto verdaderamente bueno, le tome demasiado tiempo hacerlo, se quede sin dinero y tenga que cerrar.
Una empresa emergente es como un mosquito. Un oso puede asimilar un golpe y un cangrejo está blindado contra uno, pero el mosquito está diseñado para una sola cosa: para ganar. No se gasta energía en la defensa. La defensa de los mosquitos, como especie, consiste en que hay infinidad de ellos, lo que es poco consuelo para cada mosquito individual.
Las empresas emergentes, como los mosquitos, tienden a ser propuestas de todo o nada. Y generalmente no sabemos cual de los dos resultados vamos a obtener hasta el último momento. Viaweb estuvo al borde de la quiebra bastantes veces. Nuestra trayectoria fue como una onda senoidal. Afortunadamente, nos compraron en lo más alto del ciclo, pero estuvimos condenadamente cerca. Mientras visitábamos Yahoo! en California para hablar acerca de venderles la compañía, tuvimos que pedir prestada una sala de conferencias para reafirmar a un inversor que estaba a punto de negarse a una nueva ronda de financiación que necesitábamos para seguir vivos.
No es que nos gustara el aspecto de todo o nada de las empresas emergentes. Todos los hackers de Viaweb eran extremadamente reacios al riesgo. Nos hubiera encantado si hubiera habido alguna forma de trabajar superduro y cobrar por ello, sin tener que pasar por una lotería. Hubiéramos preferido con mucho un 100% de posibilidades de ganar 1 millón de dólares que un 20% de 10 millones, aunque teóricamente la segunda posibilidad es del doble. Por desgracia, no hay hoy día ningún área en el mundo de los negocios donde podamos obtener lo primero.
Lo más cercano sería vender nuestra empresa emergente en sus primeros pasos, renunciando a los beneficios (y riesgos) en favor de una recompensa menor, pero más segura. Tuvimos una oportunidad de hacerlo y, después nos dimos cuenta, la dejamos pasar estúpidamente. Después nos encontramos cómicamente ansiosos por vender. Durante el siguiente año o así, si alguien mostraba el más mínimo interés por Viaweb, intentábamos venderle la compañía. Pero no hubo interesados, así que tuvimos que seguir adelante.
Hubiera sido una ganga comprarnos en un estado tan temprano, pero las empresas que compran no buscan gangas. Una empresa lo suficientemente grande como para adquirir empresas emergentes será suficientemente grande como para ser bastante conservadora y dentro de la misma, la gente a cargo de las adquisiciones estaría entre los más conservadores, al ser probablemente tipos de las escuelas de negocios que entraron más tarde en la empresa. Preferirían pagar en exceso por una opción segura. Así que resulta más sencillo vender una empresa emergente ya establecida, aun con una gran prima, que una en un estado inicial de desarrollo.
Tener usuarios
Creo que es una buena idea que nos compren, si podemos. Llevar un negocio es diferente de hacerlo crecer. Es simplemente dejar que una gran empresa tome el mando una vez que hayamos llegado a la altura de crucero. También es más juicioso financieramente, porque vendiendo podemos diversificar. ¿Qué pensaríamos de un asesor financiero que pusiera todos los activos de sus clientes en un solo valor volátil?
¿Cómo conseguimos que nos compren? Sobre todo, haciendo las mismas cosas que haríamos si no pretendemos vender la empresa. Siendo rentables, por ejemplo. Pero ser comprados es también un arte en sí mismo y tenemos que emplear un montón de tiempo para aprender.
Los potenciales compradores suelen retrasarse si pueden. Lo más complicado de que te compren es hacerles actuar. Para la mayoría de la gente la motivación más poderosa no es la esperanza de ganar, sino el miedo a perder. Para potenciales adquirentes, la motivación más poderosa es la perspectiva de que uno de sus competidores nos compre. Eso, según hemos descubierto, hace que los directores generales nos pongan en el punto de mira. La segunda mayor es la preocupación de que si no nos compran ahora, continuaremos creciendo rápidamente y les costaría más adquirirnos más tarde o incluso podríamos convertirnos en competidores.
En ambos casos, todo se reduce a los usuarios. Podríamos pensar que una empresa que quiera comprarnos haría un montón de investigaciones y decidiría por sí misma si nuestra tecnología es valiosa. En absoluto. A lo que se atienen es al número de usuarios que tengamos.
En efecto, los compradores asumen que los clientes saben cuál es la mejor tecnología. Y esto no es tan tonto como suena. Los usuarios son la única prueba real de que hemos creado riqueza. La riqueza es lo que la gente quiere y si la gente no usa nuestro sofware, tal vez no sea sólo porque hagamos mal nuestro marketing. Quizá sea porque no hemos hecho lo que quieren.
Los capitalistas de riesgo tienen una lista de señales de peligro a las que atender. Cerca de lo más alto está la empresa de chalados de la tecnología, obsesionados por resolver interesantes problemas técnicos, en lugar de satisfacer a los usuarios. En una empresa emergente, no sólo estamos tratando de resolver problemas. Estamos tratando de resolver problemas que preocupan a los usuarios.
Así que creo que deberíamos usar a los usuarios como piedra de toque, igual que hacen los compradores. Tratemos una empresa emergente como un problema de optimización en el cual el rendimiento se mide por el número de usuarios. Como sabe cualquiera que haya tratado de optimizar software, la clave es la medición. Cuando intentamos adivinar dónde es lento nuestro programa y qué lo haría mas rápido, casi siempre adivinamos mal.
El número de usuarios puede no ser la piedra de toque perfecta, pero está muy cerca de serlo. Es lo que preocupa a los compradores. Es de lo que dependen los beneficios. Es lo que preocupa a la competencia. Es lo que impresiona a la prensa y a los nuevos usuarios potenciales. Sin duda es una mejor piedra de toque que nuestras nociones a priori acerca de qué problemas son importantes resolver, no importa lo técnicamente expertos que seamos.
Entre otras cosas, tratar una empresa emergente como un problema de optimización no ayudará a evitar otro escollo que preocupa con razón al capital de riesgo: emplear mucho tiempo en desarrollar un producto. Podemos caracterizar esto como algo que los hackers ya saben evitar: la optimización prematura. Saquemos una versión 1.0 tan pronto como podamos. Hasta que no tengamos algunos usuarios que medir, estaremos optimizando basándonos en conjeturas.
En este caso lo que no tenemos que perder de vista es el principio subyacente de que la riqueza es lo que la gente quiere. Si queremos hacernos ricos creando riqueza, tenemos que saber qué quiere la gente. Pocos negocios prestan realmente atención a satisfacer a los usuarios. ¿Cuántas veces entramos en una tienda o llamamos por teléfono a una empresa con una sensación en el fondo de temor? Cuando escuchamos “su llamada es importante para nosotros, por favor no cuelgue”, ¿pensamos: Dios mío, todo va a ir bien?
Un restaurante puede permitirse servir alguna vez un plato quemado. Pero en tecnología cocinamos una sola cosa y ésa es la que come todo el mundo. Así que cualquier diferencia entre lo que la gente quiere y lo que le damos se multiplica. Agradamos o molestamos a los clientes a gran escala. Cuanto más cerca estemos de lo que quieren, más riqueza generaremos.
Riqueza y poder
Crear riqueza no es la única manera de hacerse rico. Durante la mayor parte de la historia humana, ni siquiera ha sido la más común. Hasta hace dos siglos, las principales fuentes de riqueza eran las minas, esclavos y siervos, tierra y ganados, y las únicas formas de adquirirlas rápidamente eran la herencia, el matrimonio, la conquista o la confiscación. Naturalmente, la riqueza tenía una mala reputación.
Cambiaron dos cosas. La primera fue el imperio de la ley. Durante la mayor parte de la historia, si conseguimos de alguna manera hacer fortuna, el soberano o sus secuaces encontraban la forma de robártela. Pero en la Europa medieval ocurrió algo nuevo. Una nueva clase de comerciantes y fabricantes empezó a florecer en los pueblos.[13] Juntos, eran capaces de hacer frente al señor feudal local. Así que por primera vez en nuestra historia, los matones dejaron de robar el dinero el dinero de la comida de los débiles. Naturalmente, esto resultó un gran incentivo y posiblemente la causa principal del segundo gran cambio, la industrialización.
Se ha escrito mucho acerca de las causas de la Revolución Industrial. Pero sin duda, una condición necesaria, si no suficiente fue que la gente que hizo fortuna fuera capaz de disfrutarla en paz.[14] Una evidencia es lo que paso en los países que intentaron volver al antiguo modelo, como la Unión Soviética y, hasta cierto punto, la Gran Bretaña de los gobiernos laborista de los 1960 y principios de los 1970. Quitemos el incentivo de la riqueza y la innovación tecnológica acaba parándose.
Recordemos lo que económicamente es una empresa emergente: una manera de decir: quiero trabajar más aprisa. En lugar de acumular dinero poco a poco recibiendo un salario regularmente durante cincuenta años, queremos ganarlo lo más pronto posible. Así que los gobiernos que nos prohíban acumular riqueza están de hecho decretando que trabajemos más lentamente. Nos permiten ganar 3 millones de dólares en cincuenta años, pero no están dispuestos a dejarnos trabajar tan duro como para que podamos ganarlos en dos. Es como el jefe de empresa al que no podemos acudir y decirle quiero trabajar diez veces más duro, así que págueme diez veces más, por favor. Excepto que éste no es un jefe del que podamos escapar creando nuestra propia empresa.
El problema de trabajar lentamente no sólo que la innovación técnica se haga lentamente. Es que tiende a no hacerse en absoluto. Sólo cuando buscamos deliberadamente los problemas complicados como forma de utilizar la velocidad para obtener todas sus ventajas asumimos este tipo de proyectos. Desarrollar tecnología es insoportable.  Es, como dijo Edison, un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración. Sin el incentivo de la riqueza, nadie querría hacerlo. Los ingenieros trabajarán en proyectos atractivos, como aviones de combate y cohetes a la Luna a cambio de salarios normales, pero tecnologías más mundanas, como bombillas o semiconductores tienen que ser desarrollados por emprendedores.
Las empresas emergentes no son sólo lo que pasó en Silicon Valley en las últimas décadas. Desde que se hizo posible hacerse rico creando riqueza, cualquiera que lo haya logrado ha usado esencialmente la misma receta: medición y proyección, en la que la medición deriva de trabajar en un grupo pequeño y la proyección, de desarrollar nuevas técnicas. La receta era la misma en Florencia en 1200 que en Santa Clara hoy día.
Entenderlo puede ayudar a contestar a una importante pregunta: porqué Europa creció tan poderosamente. ¿Tenía que ver con la geografía de Europa? ¿Había en los europeos algo racialmente superior? ¿Era su religión? La respuesta (o al menos la causa aproximada) puede ser que los europeos cabalgaron en la cresta de una poderosa nueva idea: permitir a quienes hicieran un montón de dinero conservarlo.
Una vez que nos permiten hacerlo, la gente que quiera ser rica puede hacerlo generando riqueza, en lugar de robándola. El crecimiento tecnológico resultante se traduce no sólo en riqueza, sino también en poder militar. La teoría que llevó al avión de combate invisible la desarrolló un matemático soviético. Pero al no tener la Unión Soviética una industria informática, para ellos quedó como una teoría, no tenían máquinas capaces de ejecutar los cálculos lo suficientemente deprisa como para diseñar un avión de verdad.
En este sentido, la Guerra Fría nos enseña la misma lección que la Segunda Guerra Mundial y, en este sentido, la mayoría de las guerras recientes. No dejemos que una clase dirigente de guerreros y políticos aplasten a los emprendedores. La misma receta que hace ricos a los individuos, hace poderosos a los países. Dejemos que los débiles disfruten su dinero para la comida y gobernaremos el mundo.